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El gas ya no es el problema: el peligro para la inflación viene del petróleo
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NUEVA FASE DE LA CRISIS INFLACIONISTA

El gas ya no es el problema: el peligro para la inflación viene del petróleo

El 'rally' del crudo provoca revisiones al alza sobre la evolución de los precios y condiciona la estrategia de los bancos centrales, que podrían retrasar más la moderación de los tipos

Foto: Una refinería de petróleo. (EFE/Ernesto Mastrascusa)
Una refinería de petróleo. (EFE/Ernesto Mastrascusa)
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"El próximo reto de la Fed: el petróleo a 100 dólares". El titular del periódico más influyente en los mercados financieros resume el nuevo desafío al que se enfrenta la economía mundial durante los próximos meses, y el dilema que pende sobre los bancos centrales en su lucha incansable contra la espiral de precios. Cuando la crisis energética se empezaba a dar por amortizada, y todos los esfuerzos se centraban en atajar la enquistada inflación subyacente, el encarecimiento del crudo por el acuerdo entre Rusia y Arabia Saudí para reducir la producción amenaza los planes. Es la última baza geopolítica del Kremlin, una vez que su gran arma de chantaje ha dejado de resultar efectiva.

El gas ya no es el problema para la estabilidad económica de Occidente, y el petróleo lo ha sustituido como fuente de las preocupaciones sobre la inflación. Tanto, que después de un año de estabilización —no sin altibajos— tras la crisis energética, las cotizaciones de las materias primas han regresado a las agendas de los banqueros centrales, y algunos organismos han trastocado sus previsiones sobre la moderación de los precios debido al alza del oro negro. ¿Paranoia o realidad?

Foto: Trabajador bajo un pozo de petróleo. (EFE/Wu Hong)

De momento, el Banco de España ha reconocido en su informe trimestral, presentado este martes, que la inflación con origen en el precio de la energía sorprendió al alza en agosto, y vincula directamente ese fenómeno al repunte del precio del petróleo debido a las sucesivas extensiones del acuerdo entre Rusia y Arabia Saudí para reducir la producción diaria en un millón de barriles. Los recortes se mantendrán al menos hasta final de año. El Brent, de referencia en Europa, empezó el verano en torno a los 75 dólares, y hoy se paga a casi 95, un 25% más caro. Como resultado, el transporte aportó cuatro de las cinco décimas del incremento mensual de los precios en agosto.

El alza del crudo se deja sentir antes que nada en el precio de los combustibles, que repuntaron casi un 10% en los 31 días del octavo mes del año, según el Instituto Nacional de Estadística. Si se amplía la imagen, el alza de agosto ha provocado que la gasolina ya esté un 6,7% más cara que hace un año, cuando permanecía en vigor el descuento de 20 céntimos impulsado por el Gobierno, y que ahora los transportistas piden recuperar. Según el Boletín petrolero de la Unión Europea, el litro de súper 95 se paga a una media de 1,735 euros.

Foto: Edificio del Banco de España en Madrid. (Europa Press/Isabel Infantes)

En ese contexto, el Banco de España lo tiene claro: la inflación interanual, que ya repuntó tres décimas en agosto, hasta el 2,6%, seguirá subiendo por culpa del componente energético. "El incremento reciente de los precios del petróleo, los efectos base alcistas derivados de la caída de los precios de los carburantes y combustibles en la parte final de 2022 y la expiración en 2024 de las medidas públicas desplegadas para mitigar las consecuencias de la crisis energética darán lugar a un repunte de la inflación general hasta mediados del próximo año", apunta el regulador en su informe. Y remata: "A corto plazo, la senda de la inflación general estará gobernada por el comportamiento del componente energético".

La institución presidida por Pablo Hernández de Cos prevé que el IPC energético pase de caer un 20% en este trimestre a dispararse un 25% en la primavera del año que viene, lo que le ha obligado a revisar al alza las previsiones de inflación: del 3,2% al 3,6% en 2023 y del 3,6% al 4,3% en 2024. "Para el año en curso, la revisión se debe, principalmente, al repunte experimentado por los precios del petróleo durante el verano. Por su parte, para 2024, la revisión al alza responde, sobre todo, al encarecimiento de la energía de acuerdo con los mercados de futuros", asegura el documento del Banco de España. Pero añade: "No obstante, se espera una desaceleración gradual de la inflación no energética. La desinflación proyectada sería el resultado, fundamentalmente, de la finalización de la traslación a los precios de consumo de las alzas pasadas de los costes de los insumos intermedios y de la actuación de la política monetaria".

Foto: Sede del BCE en Frankfurt, Alemania. (Reuters/Wolfgang Rattay)

Ahí está la clave del escenario a medio y largo plazo. Pese a la preocupación de los conductores y las distorsiones generadas por las ayudas del Gobierno, el verdadero riesgo va mucho más allá del precio disparado de las gasolineras y de los incrementos coyunturales del IPC provocados por el efecto base (es decir, por la comparación de los datos con las alzas espectaculares del mismo mes del año pasado). Lo que todos temen es que el encarecimiento de la sangre negra que circula por el sistema productivo acabe impregnando el conjunto de los precios, como ocurrió con el gas y la electricidad al principio de la crisis energética. El objetivo pasa por que esa tendencia desinflacionista de fondo —que no siempre se apreciará en las cifras interanuales debido a los sesgos estadísticos— se consolide y evite el contagio de las recobradas tensiones en los mercados energéticos.

No se trata de una preocupación exclusivamente española, aunque en nuestro país resulta especialmente sensible debido a su dependencia de las importaciones de crudo y, por tanto, de las cotizaciones de los mercados internacionales. También para el crecimiento económico, que el Banco de España ha recortado para 2024 y 2025. No hay que olvidar cómo los vientos de cola del petróleo barato favorecieron la recuperación tras la Gran Recesión. Cualquier plan puede saltar por los aires si el petróleo se aprecia más de lo esperado: el Programa de Estabilidad que el Gobierno envió a Bruselas partía de unos niveles de 89 euros para este año y 85 para el que viene, que es muy probable que se vean superados por los acontecimientos.

Bank of America, Goldman Sachs o la petrolera Chevron ya sitúan el barril por encima de los 100 dólares antes de final de año

El debate sobre cuál será el impacto real del alza del crudo está servido, y da nuevos argumentos a la Reserva Federal de Estados Unidos para retomar las subidas de los tipos de interés y al Banco Central Europeo —que ya ha elevado las previsiones de inflación y recortado las de crecimiento— para mantenerlas. "El aumento del precio del crudo es claramente otro golpe para los bancos centrales. Aunque sabemos que no es el único factor a considerar al analizar la inflación, su impacto en los datos económicos es inmediato", destacan los analistas de Mirabaud. Y, por tanto, podría alterar la estrategia de Washington y Fráncfort: tanto Jerome Powell como Christine Lagarde han sido muy rápidos desde el inicio de la espiral en mandar mensajes contundentes para anclar las expectativas de inflación.

Aunque en el caso estadounidense, menos dependiente del suministro foráneo, la incidencia del rally del petróleo se antoja más reducida —el propio Powell dejó entrever este miércoles que la inflación subyacente es su prioridad—, el titular del Wall Street Journal no es ninguna boutade: Bank of America, Goldman Sachs o la petrolera estadounidense Chevron ya sitúan el barril por encima de los 100 dólares antes de final de año, y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha advertido en su último informe de que la extensión de los recortes acordada por Rusia y Arabia Saudí —que, en cualquier caso, se revisará cada mes— hará que el mercado sufra un "déficit sustancial" durante el cuarto trimestre.

Foto: El petróleo alcanza los 95 dólares el barril. (EFE/Caroline Brehman)

Según el organismo con sede en París, en lo que va de año, la oferta de los principales países productores (OPEP+) se ha reducido en dos millones de barriles al día, mientras que la demanda ha aumentado en 2,2 millones, espoleada por la reapertura de China tras la pandemia. El resultado se halla a la vista, y la gran pregunta que se hacen todos es hasta cuándo durará el escenario actual. Todo dependerá de la estrategia de los socios del cártel, que de momento son los grandes beneficiados por la situación: los ingresos petroleros de Rusia se incrementaron en 1.800 millones de dólares (unos 1.680 millones de euros) en agosto, hasta alcanzar los 17.100 millones (unos 15.850 millones de euros), dado que los precios más altos "compensaron con creces" los menores envíos, destaca la AIE.

Más allá de los intereses del Kremlin, existen otros factores preocupantes, como el escaso nivel de las reservas mundiales, en mínimos de 13 meses, o el récord anual de los márgenes de refino. El déficit de inversiones de los últimos años, caracterizados por la pandemia y el auge de los criterios ESG (que penalizan los proyectos contaminantes), es otro de los factores que favorecen un entorno de precios altos durante más tiempo, especialmente en los combustibles. Por suerte, la AIE prevé una moderación del alza de la demanda para el año que viene, una vez el efecto de la reapertura del gigante asiático se acabe de diluir y aumenten la eficiencia energética y la penetración del vehículo eléctrico.

Con las reservas de gas al 94% de su capacidad, el Viejo Continente parece mejor pertrechado que nunca para afrontar el próximo invierno

La desaceleración de la segunda economía del planeta es, junto a la incertidumbre sobre las decisiones de política monetaria —y su transmisión a la economía real—, el principal riesgo que señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en sus proyecciones para la economía mundial, que también se presentaron esta semana. El club de los países ricos advierte de que la incertidumbre sobre la evolución de los precios energéticos continúa, pero esta vez centra su advertencia en la reducción de la producción de petróleo, que —añade— ya ha provocado un aumento de la inflación en algunos países del G20, y deja en un segundo plano la que había sido la gran preocupación desde la invasión rusa de Ucrania (e incluso antes): el gas.

Pese a estar muy ligado al del petróleo, el precio del hidrocarburo se ha mantenido en Europa en una franja entre los 30 y los 45 euros desde la pasada primavera, sin que se vislumbre —más allá de las oscilaciones habituales— una tendencia alcista en paralelo al rally de su hermano mayor. Hasta la actual crisis energética, ambas materias primas solían ir de la mano, sobre todo por el hecho de que muchos contratos de gas estaban indexados a los de crudo. Sin embargo, el incremento del peso del mercado spot, donde los barcos metaneros se venden casi a tiempo real al mejor postor, ha diluido esta correlación.

Foto: Barco que transporta gas natural licuado. (EFE)

Con las reservas al 94% de su capacidad —según Gas Infraestructure Europe, que reúne a los gestores del sistema de los diferentes Estados miembros—, el Viejo Continente parece mejor pertrechado que nunca para al próximo invierno. Mientras este no empiece, los analistas prevén que el mercado se mantendrá relajado, debido a la escasa demanda de los Veintisiete y un apetito chino que no ha sido tan disruptivo como se esperaba tras la reapertura poscovid. Esto también beneficia al mercado de la eléctricidad, que durante los últimos dos años se había contagiado de los récords gasísticos. Ambos factores fueron los grandes causantes de una espiral de precios que continúa, pero ahora a pesar de ellos: según Eurostat, la luz y el gas restaron inflación en agosto por primera vez desde la crisis energética.

Un invierno más frío de lo habitual, el incremento inesperado de la demanda asiática o los problemas con algunos suministradores —estos días, toca estar muy pendientes del conflicto en Azerbaiyán— podrían devolver las urgencias, pero de momento estas vienen de otro sitio. Ahora que el plan de los bancos centrales se centraba en neutralizar definitivamente la inflación subyacente, toca empezar de nuevo. La energía se ha vuelto a colar en el debate, esta vez a través del petróleo. Y con ella regresa la eterna pregunta: ¿tiene sentido seguir enfriando la demanda para combatir una inflación de oferta?

"El próximo reto de la Fed: el petróleo a 100 dólares". El titular del periódico más influyente en los mercados financieros resume el nuevo desafío al que se enfrenta la economía mundial durante los próximos meses, y el dilema que pende sobre los bancos centrales en su lucha incansable contra la espiral de precios. Cuando la crisis energética se empezaba a dar por amortizada, y todos los esfuerzos se centraban en atajar la enquistada inflación subyacente, el encarecimiento del crudo por el acuerdo entre Rusia y Arabia Saudí para reducir la producción amenaza los planes. Es la última baza geopolítica del Kremlin, una vez que su gran arma de chantaje ha dejado de resultar efectiva.

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