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El cierre del grifo europeo pone en jaque el reinado de Gazprom en su propia casa
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LA ESTRATEGIA DE PUTIN GOLPEA A LA COMPAÑÍA

El cierre del grifo europeo pone en jaque el reinado de Gazprom en su propia casa

Por primera vez, el gigante estatal está a punto de perder la mayoría de la cuota de producción en Rusia. El gas sobra, las reservas están llenas y se avecinan cierres de instalaciones

Foto: Instalaciones de Gazprom en Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)
Instalaciones de Gazprom en Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)
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Es el fin del monopolio, aunque el monopolio acabase oficialmente hace una década. Gazprom, el gigante nacional ruso de hidrocarburos, está a punto de perder el reinado del gas en su propio feudo: la madre patria. Por primera vez en la historia, el todopoderoso imperio erigido bajo la protección del Kremlin se asoma al escenario más temido por cualquier empresa que gozara en su día de la exclusividad otorgada por el Estado: el momento en que la flamante competencia te supera en cuota de mercado y pasas a ser una minoría mayoritaria, con la amenaza de que, más pronto que tarde, uno de los recién llegados te arrebatará el cetro.

Es ley de vida —que se lo digan a Renfe con el AVE en España, donde se cuentan los meses para que sufra esa situación en los trayectos abiertos a la competencia—, pero, en el caso de la empresa participada en un 50% por la Federación Rusa, ha habido una razón ajena al mercado que ha acelerado el proceso: la política exterior de su principal accionista.

El cierre del grifo a una Unión Europea aliada del enemigo ucraniano ha dejado prácticamente secos los envíos por tubo al continente desde el cierre del Nord Stream, decretado por el presidente ruso, Vladímir Putin, en septiembre del año pasado para castigar al bloque comunitario. No lo ha conseguido: los Veintisiete han demostrado una resiliencia extraordinaria, y hoy el gas está a niveles de hace dos años, al inicio de la crisis energética y antes de que el Kremlin lanzase sus tanques hacia Kiev.

Los futuros del holandés TTF, de referencia en Europa, se cotizan a unos razonables 27 euros, y solo Austria sigue recibiendo el hidrocarburo ruso por gasoducto en magnitudes reseñables, en virtud de un contrato entra la propia Gazprom y OMV. Será así hasta que se cierre la vía ucraniana, que ha sobrevivido a la contienda cada vez más debilitada y se sellará definitivamente a finales de 2024, si antes no hay un acuerdo para la renovación del único conducto que todavía está operativo.

Foto: Gasoducto que alimenta una central térmica. (iStock)

Lo que sí ha logrado Putin es abrir una sensible brecha en el negocio del gigante estatal, que se basaba, precisamente, en los envíos por gasoducto a Europa, consagrados en contratos a largo plazo que han quedado en papel mojado. En un primer momento, la empresa no notó los efectos de las estratagemas del Kremlin. Muy al contrario, formó parte de las mismas, como ariete de la política de chantaje energético previa a la contienda, y se benefició sobremanera gracias a los récords de precios que se sucedieron hasta el verano pasado.

Sin embargo, el abaratamiento de los precios tras el llenado de las reservas y la reducción de la demanda en el Viejo Continente, las sanciones impuestas por Bruselas y el fin de la capacidad de chantaje que otorgaba el Nord Stream acabaron por pasarle factura. En 2022, Gazprom sirvió menos volumen —hasta ahí parte de la estrategia—, pero también vio caer su beneficio un 41%, hasta el entorno de los 14.000 millones de euros. Un golpe inesperado que la compañía atribuyó a un incremento de los impuestos y que le obligó a cancelar su dividendo con cargo al ejercicio, tras repartir uno histórico el año anterior.

Foto: Estación compresora de gas. (EFE/Filip Singer)

De 2023 no hay datos, porque la empresa decidió dejar de darlos a principios de año, en un contexto de apagón informativo sobre todo lo relacionado con la producción de gas ruso que obliga a obtener la información a través de aproximaciones de fuentes secundarias. Una de ellas es Gergely Molnar, analista jefe del sector gasístico en la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Según revela a El Confidencial, la producción ha seguido cayendo, hasta el punto de que, en el primer semestre del año, solo alcanzó el 51% del total del país. Se trata de datos históricamente bajos, sobre todo si se tiene en cuenta que, en 2021 —el año previo a la guerra—, la estatal se llevaba el 67% de la tarta. En otras palabras: en poco más de un año, la estrategia del Kremlin ha hecho que Gazprom pasase de aportar dos de cada tres metros cúbicos de gas que se extraían en Rusia a poco más de la mitad.

¿Es posible que caiga por debajo del 50% de cuota de mercado? Molnar responde: "Si hay un invierno suave en Rusia, esto podría disminuir la demanda en los segmentos de demanda tradicionales de Gazprom (calefacción y generación de electricidad), lo que podría reducir la participación de Gazprom por debajo del 50%". El experto ni siquiera menciona la demanda europea, porque ya representa una parte anecdótica de su negocio. Y, precisamente por eso, la compañía ha pasado de ser el ariete energético del Kremlin a un mero surtidor más del apetito interno del país.

El declive de la joya de la corona del Estado ruso es tal que protagoniza el 70% de la caída de la extracción de gas desde el inicio de la guerra

No así su principal competidora, mucho más fuerte en el mercado del gas natural licuado (GNL). A diferencia del gas por tubo, este no está sujeto a las sanciones internacionales, y, de hecho, ha vivido un fuerte crecimiento que ha convertido a España en el Estado europeo más dependiente del hidrocarburo ruso, según el laboratorio de ideas bruselense Bruegel. Mientras el gigante se afana por encontrar alternativas al agonizante flujo por tierra hacia los Veintisiete, la privada Novatek, participada en un 10% por la propia Gazprom, trata de mantener la producción en sus campos de la península siberiana de Yamal, que acabará en los puertos comunitarios a través de barcos metaneros.

Pese a la opacidad de los datos, fuentes del sector consultadas por Bloomberg aseguran que la compañía privada solo redujo un 1,9% la producción en el primer semestre de este año respecto al mismo periodo de 2022, hasta los 39.800 millones de metros cúbicos (39,8 bcm, en la jerga del sector). Es algo más de lo que importa España a lo largo de un año. En ese lapso, la categoría a la que pertenece Gazprom habría desplomado su producción más de un 20%, hasta los 201,8 bcm. Son datos inexactos, ya que no hay ninguna información sobre cuánto extrae el gigante ruso, pero permiten obtener una aproximación de su pérdida de relevancia.

Foto: Regasificadora de El Musel (Asturias). (EFE/Eloy Alonso)

El tercero en discordia es Rosneft, también de propiedad estatal, pero que no participa del mercado del GNL desde hace algún tiempo. Siempre según las fuentes consultadas por Bloomberg, su producción habría aumentado un 44%, hasta los 32,7 bcm. Aunque resulta imposible saber a ciencia cierta qué parte de la tarta se está llevando cada empresa, Molnar recuerda que en 2022 Novatek representó el 20% de la producción, y Rosneft un 17%. Es probable, por tanto, que esta última ya sea la segunda gran productora del país en la actualidad, con las competidoras de Gazprom en pleno proceso de reducción de la brecha que las alejaba del antiguo monopolio. Hasta 2013, este era el único agente autorizado para exportar a otras naciones.

El declive de la que en otra época fue la joya de la corona del Estado ruso llega a tal punto que protagoniza el 70% del desplome de la extracción de gas desde el inicio de la guerra, estimado en unos 140 bcm. Es prácticamente la misma cantidad (155) en que la UE situó la caída del suministro para lograr su independencia energética del Kremlin.

"A medida que las reservas de gas de Rusia se están llenando, el cierre de los yacimientos más antiguos parece cada vez más probable"

Según Molnar, la flexibilidad con que Gazprom había aumentado o reducido hasta ahora la producción en función de las circunstancias ha llegado a su fin, ya que las reservas —de las que tampoco se ofrecen datos oficiales— empiezan a estar hasta los topes. "A medida que los almacenamientos de gas de Rusia se están llenando, el cierre de algunos de los yacimientos más antiguos parece cada vez más probable, causando un daño permanente a la producción del país", vaticina el analista jefe de la AIE. En otras palabras: Gazprom empezará a cerrar sus instalaciones de extracción porque no tiene a quién colocarle el petróleo que Europa ha dejado de comprar.

China no es suficiente

La compañía lo está intentando con China, y, de hecho, el pasado 31 de julio anunció que había logrado el récord diario de envíos a la locomotora asiática. Pero no es suficiente. Según Bloomberg, el gasoducto Power of Siberia, que une ambas potencias, solo podrá transportar 38 bcm a mediados de la década, una cifra que palidece frente al desplome de los bombeos al Viejo Continente. Este año, de hecho, solo enviará hacia el este unos 30. La apuesta por los países de Asia Central, como Kazajistán, tampoco basta, al menos por el momento. Solo la construcción del Power of Siberia 2, que podría transportar otros 50 bcm, se erige como solución, pero no estará listo al menos hasta 2030.

Si hay una certeza es que Gazprom, víctima de la estrategia suicida del Kremlin, ya da a los Veintisiete como irrecuperables. Tanto que ha excluido al mercado europeo de sus objetivos a largo plazo (2024-2033), aprobados por la dirección el pasado junio. La ruina de la compañía es la de la mano de quien la mece: la autocracia rusa. Solo vía impuestos, los ingresos procedentes del gas se desplomaron un 46% en la primera mitad del año, hasta el entorno de los 9.000 millones. Al principio de la guerra entró mucho dinero en las arcas del Estado ruso, pero Europa se ha cansado de financiar la contienda. Putin, todo sea dicho, también ha puesto de su parte.

Es el fin del monopolio, aunque el monopolio acabase oficialmente hace una década. Gazprom, el gigante nacional ruso de hidrocarburos, está a punto de perder el reinado del gas en su propio feudo: la madre patria. Por primera vez en la historia, el todopoderoso imperio erigido bajo la protección del Kremlin se asoma al escenario más temido por cualquier empresa que gozara en su día de la exclusividad otorgada por el Estado: el momento en que la flamante competencia te supera en cuota de mercado y pasas a ser una minoría mayoritaria, con la amenaza de que, más pronto que tarde, uno de los recién llegados te arrebatará el cetro.

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