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Reacción y fatiga: Bruselas empieza a replantearse la velocidad de la agenda verde
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Reacción y fatiga: Bruselas empieza a replantearse la velocidad de la agenda verde

La Comisión Europea sugiere la necesidad de pausar el avance de la agenda climática después de las protestas en los campos y varias señales políticas de Alemania, Países Bajos y Francia

Foto: Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. (Reuters)
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. (Reuters)
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Cuando Ursula von der Leyen llegó a la presidencia de la Comisión Europea, hizo una promesa: sacar adelante el llamado Pacto Verde, que lograra que la economía europea se descarbonizara a mediados de siglo. Durante estos años, la alemana ha mantenido ese objetivo, impulsando distintos paquetes de leyes climáticas, una tras otra, con el objetivo de reducir emisiones. Ahora, a un año de las elecciones, en Bruselas empieza a hacerse notar una cierta fatiga. Fatiga regulatoria, política y social. Y se empieza a hablar de lo que nadie quería verbalizar hasta hace algunas semanas: quizás hay que pisar el freno en la agenda verde, al menos en lo que respecta a nuevas propuestas.

Von der Leyen lo ha sugerido en los últimos días. La alemana recordó en una rueda de prensa el "gran paquete legal" que ya ha sacado adelante la Unión Europea con el objetivo de reducir emisiones de cara al año 2050 (el llamado "Fit for 55"), pero también admitió que quedan muchas propuestas legislativas pendientes de ser aprobadas. "Tenemos que prestar atención a la capacidad de absorción" de esas propuestas, señaló durante una rueda de prensa. "Lo haremos en las próximas semanas o meses", explicó.

Foto: El vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans. (Reuters)

Lo que estaba haciendo Von der Leyen era mandar un mensaje fuera de la burbuja de Bruselas: la Comisión Europea ha tomado nota. En los últimos meses y semanas han ido acumulándose las señales de que a nivel político y social existe una cierta fatiga con el ritmo que se ha impreso a la implementación de la agenda verde por parte del Ejecutivo comunitario. Y Von der Leyen, que sabe que su futuro al frente de la Comisión Europea a partir de las elecciones de 2024 depende totalmente de los jefes de Estado y de Gobierno, ha decidido adaptarse a la nueva situación.

El mensaje de Von der Leyen llegó pocos días después de que Emmanuel Macron, presidente francés, estrecho aliado de la presidenta de la Comisión Europea, pidiera una "pausa regulatoria europea". El presidente galo no pidió revertir normas ya adoptadas o frenar en las que ya se está trabajando a nivel legislativo, pero sí dejar de hacer nuevas propuestas por el momento, insistiendo en que la Unión Europea es el actor global que más se ha implicado en la transición ecológica. Activistas y algunos de sus aliados más cercanos han advertido al presidente francés sobre el riesgo de dar a entender que ya no harán falta más medidas para descarbonizar la economía europea.

placeholder Una protesta de activistas contra una de las normas europeas aprobadas. (EFE)
Una protesta de activistas contra una de las normas europeas aprobadas. (EFE)

¿Qué ha pasado?

Las señales se han ido acumulando en cuestión de unos meses. La primera, muy seria, llegó en marzo, cuando el Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB) ganó las elecciones municipales en Países Bajos con un discurso muy crítico con la agenda verde. Fue la cristalización de un malestar que se extiende al campo de muchos Estados miembros. De hecho, el Partido Popular Europeo (PPE) ha decidido apostar recientemente por representar esa frustración a nivel europeo, y, a pesar de ser la formación a la que pertenece Von der Leyen, ha solicitado que se frenen algunos proyectos legislativos clave que quedaban pendientes, como una propuesta sobre pesticidas.

Poco después, la Comisión Europea recibió un nuevo toque de atención, cuando el Gobierno alemán se desdijo de un acuerdo ya cerrado a nivel europeo para la prohibición de la venta de los automóviles de combustión a partir del año 2035, que ha servido como aviso de las dificultades que puede afrontar un sector clave para la economía alemana y, por lo tanto, para la europea, como es el automovilístico alemán. Un dato que ha hecho saltar las alarmas en Berlín muy recientemente y ha hecho entender en Bruselas que la situación es muy delicada ha sido el de que las importaciones de automóviles eléctricos chinos se han triplicado durante el último año: de enero a marzo de 2022 solamente el 7,8% de los automóviles eléctricos importados a Alemania eran chinos, mientras que en el mismo periodo de este año han sido el 28,2%.

Foto: Manifestación del mundo rural en Madrid el año pasado. (EFE/Luca Piergiovanni)

Otro factor que ha ido echando raíces en la capital comunitaria es la sensación de que Europa está avanzando sola en la cuestión de la descarbonización de la economía. Con la mirada ya puesta en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Dubai, la conocida como COP28, la idea en Bruselas es que ningún otro actor relevante está haciendo los deberes por el momento.

Y precisamente ese temor a ser demasiado duros e ir demasiado rápido, mientras que el resto del mundo va quedándose atrás, es lo que genera miedo entre algunos líderes, que creen que la industria europea puede decidir marcharse al verse sofocada por las exigencias y nuevos estándares. "Ya hemos aprobado muchas regulaciones ambientales a nivel europeo, más que en otros países. (...) Ahora deberíamos implementarlos, no hacer nuevos cambios en las reglas o perderemos a todos nuestros jugadores industriales", explicó Macron durante un discurso en el Elíseo que ha servido como un nuevo toque de atención en el Ejecutivo comunitario.

placeholder Macron junto a Von der Leyen durante una reunión en París. (EFE)
Macron junto a Von der Leyen durante una reunión en París. (EFE)

Las palabras de Macron parecen dar en la clave. En la Comisión Europea tienen claro que la crisis climática es determinante para el futuro, que hay que avanzar en la descarbonización de la economía y que la agenda verde busca precisamente hacer competitiva la economía europea, pero se admite que se ha avanzado mucho en los últimos años, se han aprobado muchas normas y quizás pueda haber llegado el momento de frenar y digerir lo que ya se ha ido sacando adelante. La idea no es dar marcha atrás, no es dejar de aplicar normas, pero sí dejar de lanzar nuevas iniciativas y centrarse en lo que ya hay sobre la mesa.

Algunos analistas y economistas vienen advirtiendo sobre los riesgos que entraña una transición ecológica mal planteada para el futuro de la economía mundial. En concreto, alertan sobre un escenario en el que se establezcan objetivos de descarbonización ambiciosos, pero no se acompañe de la financiación necesaria para alcanzar dichas metas. En diciembre, los economistas Jean Pisani-Ferry y Selma Mahfouz advertían de la necesidad de tomarse en serio la crisis energética, al mismo tiempo que advertían del riesgo de crear "un entorno de estanflación en el que la energía marrón (contaminante) escasea y la energía verde sigue siendo escasa" por una falta de financiación de la que se viene avisando desde hace tiempo. "Los formuladores de políticas ya no pueden darse el lujo de pasar por alto estos problemas, ni pueden confiar en cuentos de hadas sobre lo que implica la transición energética. Para convencer a los ciudadanos, deberán definir e implementar una agenda realista para gestionar los costos y las complejidades de la transformación", escribieron los dos economistas.

Pero la razón detrás de esta decisión que se está cocinando en la Comisión Europea tiene que ver fundamentalmente con un cálculo político. Todos los actores relevantes para Von der Leyen indican que ha llegado el momento de pausar la agenda climática en lo que se refiere a nuevas propuestas. El PPE lo ha hecho oficialmente, como también Macron, presidente francés, y como también señala la industria automovilística alemana, que marca los ritmos de muchas de las decisiones políticas de Berlín. Para seguir después de 2024, Von der Leyen los necesita a los tres: al PPE, al presidente galo y al canciller alemán, Olaf Scholz. Por lo pronto, la sugerencia de Von der Leyen ha sido bien recibida en el PPE, el principal actor del Parlamento Europeo, clave para sacar adelante las propuestas. Manfred Weber, líder de la formación democristiana, consideró positivas las declaraciones de la presidenta abriéndose a "reflexionar sobre el alcance y la velocidad de este proceso". "Si gana el clima y pierde el resto de la sociedad, no llegaremos al objetivo de no emisiones", señaló este lunes.

Cuando Ursula von der Leyen llegó a la presidencia de la Comisión Europea, hizo una promesa: sacar adelante el llamado Pacto Verde, que lograra que la economía europea se descarbonizara a mediados de siglo. Durante estos años, la alemana ha mantenido ese objetivo, impulsando distintos paquetes de leyes climáticas, una tras otra, con el objetivo de reducir emisiones. Ahora, a un año de las elecciones, en Bruselas empieza a hacerse notar una cierta fatiga. Fatiga regulatoria, política y social. Y se empieza a hablar de lo que nadie quería verbalizar hasta hace algunas semanas: quizás hay que pisar el freno en la agenda verde, al menos en lo que respecta a nuevas propuestas.

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