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La crisis de Taiwán intensifica las amenazas que acechan a la economía global
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La crisis de Taiwán intensifica las amenazas que acechan a la economía global

La pugna entre Estados Unidos y China en torno a la isla se suma a las turbulencias ocasionadas por la guerra de Ucrania y da alas a los pronósticos de un proceso de desglobalización

Foto: Un barco de la armada de Taiwán en el puerto de Keelung. (EFE/Ritchie B. Tongo)
Un barco de la armada de Taiwán en el puerto de Keelung. (EFE/Ritchie B. Tongo)
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A medida que las tensiones entre Estados Unidos y China, a propósito de Taiwán, amenazan con agitar el ya complejo escenario de las relaciones internacionales, la economía global hace aún más visibles las grietas que desde hace años vienen nublando sus perspectivas.

Los ejercicios militares con los que China ha respondido a la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, han tenido un efecto apenas perceptible en los mercados financieros, donde parece imperar la idea de que el gigante asiático evitará cruzar cualquier límite que pueda conducir a una escalada del conflicto. Con independencia del impacto que generan las imágenes de las maniobras chinas a escasos kilómetros de las costas taiwanesas, la debilidad de las sanciones económicas adoptadas contra el estado insular refuerzan la idea de que el Gobierno de Xi Jinping no está dispuesto a forzar la máquina.

Foto: Cartel indicativo del gasoducto Nord Stream 2. (Reuters/Hannibal Hanschke)

Al fin y al cabo, China tiene incentivos aparentemente obvios para no optar por una estrategia de tierra quemada que posiblemente le valdría no solo la oposición de Estados Unidos, sino de gran parte de las economías desarrolladas, incluida una amplia mayoría de Europa. "La prosperidad de China se basa en el comercio internacional, principalmente con Occidente. La ruta comercial entre Estados Unidos y China sigue siendo la más transitada del mundo, y el aumento del comercio con Rusia no puede compensar la posible pérdida de negocio con Estados Unidos o la UE", advierte en este sentido Keith Wade, economista jefe de Schroders.

Sin embargo, nada de esto evita que entre los expertos se lea la crisis actual como un nuevo episodio en la pugna que China y Estados Unidos mantienen desde hace años por alumbrar (o evitar, según a quién corresponda) un nuevo orden mundial, que tendría consecuencias profundas y duraderas para la economía global. Una rivalidad que se viene manifestando de forma clara por medio de las disputas comerciales que mantienen desde hace años y que también se sitúa como trasfondo de la crisis abierta en Europa tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Aunque a estas alturas, la posibilidad de una invasión a Taiwán por parte de China y, más allá de esto, de un enfrentamiento directo entre la potencia asiática y Estados Unidos pueda considerarse muy limitada, son muchos los caminos por los que el episodio actual de tensión entre ambos países puede conducir a un deterioro adicional de sus relaciones. En paralelo a los sucesos de los últimos días, en las proyecciones de los expertos han ido ganando fuerza opciones como una nueva batalla de aranceles entre ambos países, sin descartar escenarios más extremos.

Foto: EC Diseño.

Entre estos podrían considerarse un intento por parte de Estados Unidos de restringir el acceso de China al sistema financiero mundial (lo que implicaría presiones a sus aliados para limitar sus tratos con el gigante asiático) o movimientos por parte de China para perturbar los suministros de semiconductores desde Taiwán hacia occidente (la isla produce alrededor de la mitad de estos elementos, esenciales para la fabricación de un sinfín de productos, que van desde la telefonía móvil a los coches). Cualquiera de estas posibilidades, de hacerse efectiva, tendría un amplio potencial para agudizar el que es hoy por hoy el gran problema de la economía mundial: la elevada inflación.

Pero ni siquiera es necesario que estos riesgos se materialicen para que dejen su huella en el rumbo de la economía internacional. "Incluso si China toma pocas medidas de represalia adicionales a corto plazo y las tensiones actuales disminuyen, la visita probablemente haya aumentado la urgencia en la mente de los funcionarios chinos de los esfuerzos para prepararse para una futura escalada. También ha endurecido aún más las opiniones contra China en Occidente, aumentando la probabilidad de que continúen los movimientos para limitar el acceso del país a la tecnología extranjera", observa en un informe Julian Evans-Pritchard, economista senior de China en Capital Economics.

La posibilidad de que China profundice en una estrategia para garantizar su autosuficiencia en bienes clave —como los propios semiconductores— y que Occidente trate, asimismo, de reducir sus vínculos comerciales con la potencia asiática son factores nada desdeñables, que redundarían en la idea de un progresivo desacople entre ambas esferas económicas y alimentarían el proceso de desglobalización del que vienen advirtiendo algunos expertos en los últimos años y que ya ha tenido este año en la guerra de Ucrania un importante impulsor.

Un nuevo orden mundial

Así, Wade subraya que "el conflicto de Ucrania sienta claramente las bases para un aumento de la tensión geopolítica a medida que surge un nuevo orden mundial". En este sentido, los riesgos han aumentado y, por tanto, suponen un nuevo golpe para el modelo globalizado de cadenas de suministro. A la hora de decidir dónde ubicar la producción, las empresas multinacionales sopesarán el riesgo de resultados políticos adversos frente a los beneficios de unas operaciones más eficientes.

Las tensiones hacia una vuelta atrás en el proceso de globalización que caracterizó el desarrollo económico en la década final del siglo pasado y los primeros lustros del actual no son un factor nuevo ni pueden achacarse exclusivamente a la pugna por la hegemonía mundial de Estados Unidos y China. Factores de muy distinta índole han provocado en los últimos años en muchos países una enmienda a los resultados de la propia globalización y un propósito de corrección que, en no pocas ocasiones, ha tomado la forma de una vuelta atrás.

Cabe incluir en este proceso, movimientos como el Brexit o el replanteamiento de las cadenas de producción en Occidente como respuesta a las distorsiones creadas por el coronavirus. La combinación de estos estímulos con una serie de tensiones de tipo geopolítico abre la puerta a una serie de desarrollos que, se teme, acabe arrojando un saldo negativo para la economía mundial, al suponer un menoscabo de la inversión y la productividad y un estímulo de la inflación.

Foto: Ilustración: EC Diseño.

Wade advierte de que estos cambios no vienen motivados únicamente por iniciativa de los gobiernos, sino que las propias empresas se ven alentadas a llevarlos a cabo ante la consideración de los riesgos implícitos en la situación actual. En su opinión, estos condicionantes pueden dar pie a cuatro respuestas distintas, con efectos dispares para las perspectivas de la economía global.

Por un lado, señala la que sería la opción preferible, que se basaría en un traslado de las inversiones hacia países que puedan considerarse "aliados" en el nuevo escenario de bloques al que se estaría dirigiendo la sociedad internacional. Según datos de McKinsey Global Institute, entre un 15 y un 25% del comercio mundial de bienes podría trasladarse a diferentes países en los próximos cinco años. "El resultado sería que un conjunto más amplio de países participaría en las cadenas globales de valor", indica el economista de Schroders. En paralelo, cabría esperar cierta simplificación de los procesos de producción y una mayor estandarización, para facilitar la sustitución de proveedores en caso de necesidad.

Otra alternativa que es considerada bastante probable es que las empresas opten —de hecho, algunos indicadores ya muestran que esto se viene produciendo desde hace varios trimestres— por un incremento de sus 'stocks', como mecanismo de protección frente a turbulencias en los canales de aprovisionamiento.

El desacoplamiento comercial eleva la amenaza de estanflación en la economía internacional

Adicionalmente, cabría esperar una deslocalización de las cadenas de producción y un impulso de la fabricación nacional. "La cadena de suministro puede ser más sólida y resistente a las crisis mundiales, pero la seguridad tiene un precio", advierte Wade, que señala que este movimiento implicaría un incremento de los costes laborales.

Por último, se contempla la posibilidad de que las empresas se decanten, simplemente, por recortar sus inversiones en este escenario atomizado, que implicaría una reducción de los mercados objetivos, mayores incertidumbres a escala geopolítica y, muy probablemente, menores ritmos de crecimiento.

Wade, que apuesta por una mezcla de estas cuatro respuestas, advierte de que el escenario de una economía más fragmentada significaría, en términos macroeconómicos, "menos eficiencia, mayores costes y una ralentización del crecimiento, es decir, más estanflación". La oferta mundial se verá aún más afectada y, en este sentido, la inflación será más difícil de controlar. El reto para los bancos centrales de mantener la inflación dentro de los objetivos será mayor, lo que hará que los tipos de interés sean más altos y volátiles.

A medida que las tensiones entre Estados Unidos y China, a propósito de Taiwán, amenazan con agitar el ya complejo escenario de las relaciones internacionales, la economía global hace aún más visibles las grietas que desde hace años vienen nublando sus perspectivas.

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