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La vida sin Trump: por qué el riesgo geopolítico está en mínimos
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EL HORIZONTE SE DESPEJA

La vida sin Trump: por qué el riesgo geopolítico está en mínimos

El futuro comienza a aclararse. Esto, al menos, es lo que creen los inversores. La salida de Trump, el ritmo de vacunación y las ingentes ayudas dan alas a la economía

Foto: El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)
El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)

Algo está cambiando en el planeta. Los negros nubarrones que se cernían sobre la economía global se alejan al ritmo que marcan, por un lado, la vacunación; y, por otro, los formidables estímulos económicos desplegados por todos los gobiernos con mayor o menor intensidad.

Pero también por la relajación de algunos factores que han explicado en los últimos años el aumento de las tensiones. En particular, la guerra comercial entre China y EEUU, que se ha desinflado tras la salida de Trump de la Casa Blanca. O por el nuevo clima de entendimiento entre la Administración Biden y Europa, como se ha observado este fin de semana en la cumbre del G-7. Sin olvidar el papel de los bancos centrales, que mantendrán hundidos los tipos de interés para que los gobiernos, las familias y las empresas puedan pagar los enormes volúmenes de deuda pública y privada generados por la pandemia.

Riesgos como el Brexit o, incluso, el cambio climático, comienzan a pesar menos en las decisiones de los agentes económicos. En este último caso, por el relanzamiento de los planes de descarbonización tras el anuncio de Biden de volver a los acuerdos de París o, incluso, por parte de las autoridades chinas, que han incorporado a su agenda el cambio climático como una cuestión prioritaria. La guerra tecnológica entre China y EEUU, por último, parece haber pasado a un segundo plano.

¿El resultado? Los índices de riesgo global se encuentran en los niveles más bajos en una década, lo que no quiere decir que hayan desaparecido. Al contrario. El índice de riesgo político que elabora BlackRock para sus clientes señala que hay riesgo alto por las dificultades para mantener plenamente operativas las cadenas de suministro, seriamente afectadas durante las semanas más duras de la pandemia.

Lo que muestra el índice es una "reducción significativa" en la preocupación sobre el riesgo geopolítico desde el cambio de Administración estadounidense. El indicador, de hecho, ha estado flotando en territorio negativo este año, lo que significa que la atención de los inversores a los riesgos geopolíticos está por debajo del promedio de los últimos cuatro años. Esa es la noticia buena, la mala es que cualquier choque geopolítico inesperado podría pillar a los inversores "más desprevenidos de lo habitual". Es decir, con el pie cambiado en caso de que aparezca uno de los célebres cisnes negros que puso en circulación Nassim Nicholas Taleb durante la anterior crisis.

Autonomía estratégica

La ruptura o fragmentación de las cadenas de suministro, en todo caso, es lo que más preocupa. Básicamente, porque reflejan las vulnerabilidades de muchas economías avanzadas por la dependencia tecnológica del exterior. Algo que ha llevado a China y a EEUU a impulsar lo que se ha llamado 'autosuficiencia tecnológica'. También Europa ha lanzado la idea de la autonomía estratégica, un viejo concepto que ahora ha sido rescatado como un asunto central de Bruselas. El riesgo en este caso es que al reducir la interdependencia tecnológica se produzca una fragmentación en forma de desacoplamiento.

Los ciberataques, en el mismo sentido, siguen considerándose un "riesgo alto". Como sostienen los analistas de BlackRock, la gestora de inversión, las redes del sector privado en todo el mundo siguen siendo vulnerables a la piratería y al espionaje, aunque los mercados lo hayan silenciado. De hecho, los ataques a las infraestructuras críticas están aumentando, como recientemente ha sucedido en uno de los grandes oleoductos de EEUU. "Esto podría extenderse tanto a las finanzas como a los mercados y la economía real", recuerda BlackRock.

Menor riesgo supone también la situación de los países emergentes, donde China y EEUU (que ha anunciado la donación de 500 millones de vacunas) rivalizan en una peculiar diplomacia de la inmunización. Es verdad que las manifestaciones en Colombia, con decenas de muertos, pueden ser la antesala de algo más grave, pero solo un brusco giro en la política monetaria o una apreciación significativa del dólar en países fuertemente endeudados podría elevar los riesgos geopolíticos.

El mapa de riesgo político de Marsh, uno de los de mayor prestigio en el mundo, lo anticipó a principios de este año, cuando advirtió que el covid ha aumentado la brecha entre ricos y pobres, "provocando que algunos países hayan retrocedido décadas" en la lucha contra la pobreza. Es por eso por lo que el foco está puesto en la seguridad alimentaria, los costes de la energía, el acceso al agua o los disturbios que puede generar un creciente nacionalismo como una solución de emergencia para enfrentarse a los problemas.

Viejos problemas como Corea del Norte o la rivalidad entre China y Taiwán están hoy agazapados, como el terrorismo yihadista que hace pocos años golpeó a algunas ciudades europeas y desangró Siria. También el regreso de EEUU al acuerdo nuclear con Irán, aunque será lento, parece estar hoy garantizado. En todo caso, no está hoy en la agenda de los inversores como una cuestión prioritaria, como tampoco la fragmentación europea a causa de las diferentes velocidades con las que saldrá la UE de la pandemia económica. Las primas de riesgo llevan asentadas en los actuales niveles (63 puntos básicos en el diferencial español) tras el susto del año pasado, cuando unas imprudentes declaraciones de la presidenta del BCE, Christine Lagarde, provocaron un pequeño terremoto.

La pandemia sigue ahí

Las elecciones en Alemania, en septiembre, que incluyen la retirada de Merkel, no están tampoco entre las preocupaciones más urgentes. Entre otras razones, porque se da por hecho que la histórica estabilidad política en Alemania está garantizada mediante pactos entre fuerzas 'a priori' muy distintas.

El resultado, como se ha dicho, es un optimismo en las economías avanzadas que no se conocía desde hacía tiempo, pese a que la pandemia sigue ahí y muchos países emergentes sufren por la lenta distribución de las vacunas que ahonda, todavía más, la brecha entre ricos y pobres.

Básicamente, por la diferente velocidad en la salida de la crisis. Como sostiene un informe de CIMD Intermoney para sus clientes, los inversores han comprado, incluso, la idea de que los repuntes de la inflación serán transitorios. Un IPC del 5%, como el visto en EEUU en mayo, hubiera supuesto una formidable tormenta financiera no hace mucho tiempo, pero hoy se absorbe con tranquilidad. Ni siquiera el petróleo, que se ha consolidado en niveles de los 70 dólares, mete presión a los mercados. El EuroStoxx mantiene una subida del 15% en lo que llevamos de año.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante una conferencia de cara a la cumbre del G-20 (Reuters)

Y es que mientras los bancos centrales sigan dándole a la máquina de fabricar dinero, las cosas seguirán igual: sin volatilidad financiera, como refleja el índice VIX, que es una especie de termómetro del miedo en los mercados. O, al menos, no se esperan sobresaltos. Como recuerda CaixaBank Research, su escenario central es que la Reserva Federal comience a reducir su programa de compras a inicios del 2022, mientras que la primera subida de tipos se proyecta a finales del 2023. Solo en un escenario de riesgo (sobrecalentamiento de la economía), la Reserva Federal se vería obligada a reducir sus compras ('tapering') a finales de este año y acordaría la primera subida de tipos en la segunda mitad de 2022.

El tiempo lo dirá. Como dice el informe de BlackRock, adivinar el futuro tiene más que ver con el arte que con la ciencia económica.

Algo está cambiando en el planeta. Los negros nubarrones que se cernían sobre la economía global se alejan al ritmo que marcan, por un lado, la vacunación; y, por otro, los formidables estímulos económicos desplegados por todos los gobiernos con mayor o menor intensidad.

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