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Argentina: el peronismo y la inflación siempre vuelven
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PIDE 30.000 MILLONES AL FONDO MONETARIO

Argentina: el peronismo y la inflación siempre vuelven

Es una película que todos han visto. La elevada inflación ha disparado los tipos de interés, y ha provocado una fuerte depreciación del peso. Macri pide 30.000 millones al FMI

Foto: Manifestación en Buenos Aires. (Reuters)
Manifestación en Buenos Aires. (Reuters)

Hay dos cosas que siempre regresan a Argentina en cualquiera de sus facetas: el peronismo y la inflación. Los seguidores del general, expulsados del poder hace poco más de dos años, están desde hace algún tiempo al acecho esperando que se estrelle el presidente Macri, pero la inflación ya campea a su anchas. Este año, en el mejor de los casos (sin contar las últimas depreciaciones del peso), acabará en el entorno del 20% (aunque el Gobierno se haya puesto un 15% como objetivo), lo que ya ha obligado al banco central argentino a elevar los tipos de interés hasta un 40%. Una verdadera paradoja en un mundo en el que la liquidez ha rebasado todos los límites y el precio del dinero es hoy negativo en multitud de emisiones.

El 'remake' argentino —esa película que el mundo ha visto tantas veces— no sería completo si no se reconociera la participación estelar de un tercer protagonista del tango porteño, junto al peronismo y la inflación: el Fondo Monetario Internacional. El FMI, de hecho, ya ha empezado a ocupar su papel negociando con el Gobierno Macri una línea de crédito de unos 30.000 millones de dólares (unos 25.000 millones de euros).

Macri negocia con el FMI un acuerdo de "apoyo" financiero para paliar el alza del dólar

El FMI, como se sabe, suele aparecer en la política argentina en sus dos versiones. Como elefante en cacharrería imponiendo ajustes draconianos a cambio de prestar dinero o, por el contrario, como una especie de chivo expiatorio de todos los males que le ocurren a la patria de Borges.

Los Kirchner (Néstor y Cristina) siempre huyeron de contratar al FMI para un papel protagonista, aun a costa de que el país perdiera competitividad exterior incubando problemas por falta de financiación, pero con Macri el rol de actor secundario —inspirador de sus políticas de rigor— tampoco ha funcionado. El FMI es en Argentina algo así como la semilla del diablo, de ahí que hasta el propio Macri haya intentado esquivar su presencia mediante una política cambiaria flexible que mantiene a duras penas.

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¿El resultado? Argentina acumula hoy una triple D. Enorme déficit de su balanza de pagos (un 5,1% de su PIB); importante déficit fiscal (un 3,2% del producto interior bruto y al alza), y un volumen de deuda exterior (algo más del 30% del PIB) que representa nada menos que el 260% de las exportaciones. Es decir, un triángulo mortal que hace que el país sea enormemente dependiente de la inversión exterior. Máxime cuando las reservas de divisas cubren apenas siete meses de las importaciones, muy por debajo de países como Brasil, Colombia o México, los otros gigantes de la región.

Consenso de Washington

El director del 'remake', el presidente Mauricio Macri, confiaba en que sus buenas conexiones con lo que se ha llamado consenso de Washington fueran suficientes, pero no lo ha conseguido. Entre otras cosas, porque el gran protagonista de la economía argentina, la inflación, se lleva los primeros planos, lo que ha obligado al Gobierno a pagar enormes cantidades de dinero para financiar el déficit fiscal con una enorme pérdida de competitividad. Y hay que tener en cuenta, como recuerda un reciente análisis de BBVA Research, que las necesidades financieras netas en 2018 ascenderán a 30.000 millones de dólares. Por lo tanto, la misma cantidad que ahora negocian las autoridades argentinas con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde.

Argentina, al menos, ya pudo anticipar la crisis colocando en los últimos meses entre inversores extranjeros bonos por valor de unos 10.000 millones de dólares, más otros 6.200 millones que ha colocado entre inversores nacionales. Es decir, que ya ha asegurado la mitad de sus necesidades de financiación de este año. Otra cosa es lo que ocurra el próximo.

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Entre otros motivos, porque el contexto exterior está cambiando muy rápidamente. Tanto, que hoy los mercados ven posible (y hasta probable) que la Reserva Federal aumente cuatro veces (y no tres) los tipos de interés este año, lo cual sería un mazazo. No solo para la economía argentina, sino también para toda la región. Precisamente, hacia donde se dirigen buena parte de sus exportaciones, muy afectadas por la sequía.

Este escenario es el que más teme Macri, incluso más que al peronismo. Básicamente, porque ahuyentaría la inversión extranjera y aumentaría el coste del servicio de la deuda. Como sostienen los economistas del BBVA, el déficit por cuenta corriente se está agravando rápidamente por el deterioro de la balanza comercial, “lo cual alimenta temores de una salida traumática, como ha ocurrido en el pasado”.

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¿Y a qué se deben tantos déficits acumulados a lo largo de los últimos años? Pues fundamentalmente a una insuficiencia de ahorro interno para financiar los niveles de inversión necesarios para garantizar el crecimiento, combinada con un déficit fiscal que se cubre con endeudamiento externo desde el año 2016.

Empresas españolas vulnerables

Los guionistas del 'remake' argentino, como se ve, no pueden hacer otra cosa que una película de miedo. Y no solo para los argentinos. También para las empresas españolas, como bien sabe Repsol, que fue obligada a abandonar los yacimientos de Vaca Muerta, propiedad de YPF, tras ser indemnizada con casi 5.000 millones de dólares. Ahí siguen, sin embargo, decenas de empresas desplegadas en los años noventa, que copan los servicios públicos básicos. Algo que las hace enormemente vulnerables a bruscos cambios en el consumo, tanto público como privado.

Y no es poco dinero el invertido allí. España, de hecho, es el país con mayor inversión en Argentina, incluido EEUU. Entre 1993 y 2015, la inversión española rozó los 33.000 millones de dólares. Las joyas de la corona son una réplica en pequeño del Ibex: Santander (dueño del 100% de Santander Río); BBVA (propietario del Banco Francés); Telefónica (la pionera de la armada española); Gas Natural Fenosa; Mapfre; Endesa; Elecnor, y un número muy representativo de empresas más pequeñas que fueron la flotilla del desembarco español.

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Todas ellas con un mismo problema. La fuerte depreciación del peso castiga su cuenta de resultados, y, en algún caso, como el de Telefónica, el problema puede ser mayor. La filial de la compañía española pretendía salir a cotizar en Buenos Aires próximamente, pero la depreciación del peso es un lastre demasiado fuerte.

Como ha recordado el economista Ramón Casilda, uno de los mayores expertos en la inversión española directa en Latinoamérica, durante el año 2017 el comercio entre España y Argentina creció más de un 20%, y alcanzó los 2.873 millones de euros. Las exportaciones españolas se situaron en los 1.287 millones, lo que supone un 51% más que en el ejercicio anterior. Mientras que las importaciones crecieron un 3,7% respecto al ejercicio 2016, hasta los 1.586 millones de euros.

La película, de hecho, no ha hecho más que comenzar. Los mercados vuelven a estar revueltos y el público asiste, de nuevo, al estreno de una obra cuyo 'spoiler' es algo más que conocido por todos los espectadores del quilombo porteño.

Hay dos cosas que siempre regresan a Argentina en cualquiera de sus facetas: el peronismo y la inflación. Los seguidores del general, expulsados del poder hace poco más de dos años, están desde hace algún tiempo al acecho esperando que se estrelle el presidente Macri, pero la inflación ya campea a su anchas. Este año, en el mejor de los casos (sin contar las últimas depreciaciones del peso), acabará en el entorno del 20% (aunque el Gobierno se haya puesto un 15% como objetivo), lo que ya ha obligado al banco central argentino a elevar los tipos de interés hasta un 40%. Una verdadera paradoja en un mundo en el que la liquidez ha rebasado todos los límites y el precio del dinero es hoy negativo en multitud de emisiones.

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