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El tortuoso camino de Van der Merwe para ser una estrella del rugby y la revelación del VI Naciones
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UN NIVEL ESTRATOSFÉRICO

El tortuoso camino de Van der Merwe para ser una estrella del rugby y la revelación del VI Naciones

Es, sin duda, el jugador más determinante de esta edición. Con la camiseta de Escocia, no cesa de recopilar distinciones a pesar de que nunca lo tuvo fácil por las lesiones sufridas

Foto: Duhan van der Merwe, durante un partido del VI Naciones. (Reuters/Remo Casilli)
Duhan van der Merwe, durante un partido del VI Naciones. (Reuters/Remo Casilli)

Hubo un tiempo al que todos los niños afrikaners soñaban con vestir la camiseta de los Springboks, pese que los descendientes de los colonos holandeses llegados a Sudáfrica a mediados del siglo XVII se encargaron durante décadas de convertir el rugby en un muro de incomunicación entre negros y blancos. Era su forma de exaltar la pureza de su raza por razón del color de su piel hasta que el nacimiento de la nación arcoíris pergeñada por Nelson Mandela durante los 27 años que estuvo recluido en la prisión de Robben Island enterró para siempre su ideario racista.

20 días antes de la histórica final disputada el 24 de junio de 1995 en el Ellis Park de Johannesburgo en presencia del famoso preso número 46664, y que permitió visualizar al mundo entero que la sinrazón de aquella política segregacionista era cosa del pasado, nacía a unos 1.000 kilómetros de distancia Duhan van der Merwe. Es, sin duda, el jugador más determinante de esta edición del VI Naciones que, con la camiseta de Escocia, no cesa de recopilar distinciones a pesar de que nunca lo tuvo fácil por el rosario de lesiones que padeció durante su etapa de aprendizaje. Esta temporada, a nivel internacional, ha conseguido cinco ensayos en la última edición del VI Naciones en otros tantos partidos disputados (dos a Gales y tres a Inglaterra), los mismos que el irlandés Dan Sheenan.

El apellido Van der Merwe, que significa "del agua ancha" en holandés, delata su origen afrikáner. Su fisonomía, tez bastante blanca y cabello rubio, ayuda a despejar cualquier otra duda si todavía la hubiese. Su familia estaba instalada en George, una ciudad de unos 150.000 habitantes a medio camino entre Ciudad del Cabo y Port Elizabeth. Duhan solía jugar de pequeño al rugby en el jardín de su casa con Akker, su hermano mayor que le sacaba cuatro años edad y le dejaba con los huesos molidos. "Corría hacia mí a toda velocidad, se sentaba sobre mi trasero y siempre me dejaba con una hemorragia nasa", afirmaba en una entrevista. Por algo aún se le conoce con el apodo de angry warthog (jabalí enfurecido).

Eso ocurrió hace más de 20 años. Seguro que ahora el hermano mayor no podría zurrar a Duhan con tanta facilidad. Akker, que ha disputado ya dos partidos con los Springboks, no llega a los 180 centímetros de estatura y pesa alrededor de 110 kilos. El hermano pequeño, con unos bíceps bestiales, le saca casi una cabeza y también supera las tres cifras en la báscula. Algo tendrá que ver las sesiones en el gimnasio donde levanta mancuernas de 70 kilos con una mano o incluso la dieta vegana que comenzó a propuesta de su pareja Neeks. Pudieron haberse enfrentado hace tres años para medir sus fuerzas durante la gira que los British and Irish Lions disputaron por tierras africanas, pero al final no pudo ser.

placeholder Van der Merwe sonríe con un compañero. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Van der Merwe sonríe con un compañero. (Reuters/Marcelo del Pozo)

Sus números de récord

Lo de no comer carne, pescado u otra serie de alimentos le ha dado por lo visto la fuerza y la habilidad necesaria para ser uno de los jugadores de rugby que más metros avanza con el balón en sus manos. Por ejemplo, durante la pasada Copa del Mundo ala logró zafarse de 14 placajes de jugadores tonganos, la cifra más alta en una cita mundialista en los últimos 20 años. Por contextualizar bien la marca, la selección de Tonga solo fue capaz de eludir 11 placajes en aquel partido. El récord lo ostenta el fijiano Vilimoni Delasu cuando esquivó 24 placajes en 2003 frente a Estados Unidos. Le siguen en el ranking su compatriota Seru Rabeni y un mito como el neozelandés Jonah Lomu, con 15.

Siendo Akker y Duhan adolescentes, los Van der Merwe pasaron unas vacaciones estivales en una autocaravana. Cosas del destino, en el mismo camping coincidieron con otra familia de George, de apellido Stander, cuyo hijo Christian Johan se convirtió años más tarde en otro sudafricano que emigró a Europa para sentar cátedra en Irlanda tanto en su club, el Munster, como en el XV del Trébol. A su regreso vacacional, y ya como estudiante en la escuela secundaria de Outeniga, el joven Duhan comenzó a destacar en las categorías inferiores de South Western Districts Eagles, un equipo habitual en la Currie Cup.

Con 16 años fue llamado por los South Africa School, el equipo nacional sub-18, donde coincidió con jugadores que años más tarde serían campeones del mundo como Jessie Kriel, Handre Pollard y Malcom Marx. Al mismo tiempo trataba de ingresar en los Bulls, el histórico equipo sudafricano con base en Pretoria. Fue en aquella época cuando comprobó la dureza que supone convertirse en una estrella del rugby. Su particular calvario de problemas físicos siempre le ha perseguido. Si quería aspirar a jugar con los seniors necesitaba someterse a una cirugía para fortalecer sus piernas. Lo hizo sin vacilar, pero cuando regresó a los terrenos de juego se rompió la muñeca. Fue entonces cuando su cabeza se rayó, pensando que nunca podría ganarse la vida con el rugby. Sin embargo, poco a poco se fue abriendo camino, siempre a nivel amateur, hasta que en 2016 disputó un par de partidos con los Bulls.

La poca empatía de Sudáfrica

Antes de llegar a jugar con la élite pasó por el equipo sub 20 de Sudáfrica, conocido como lo Baby Boks, donde sufrió en sus carnes lo que es perder una final del campeonato del mundo por un solo punto. Con Inglaterra como rival, su equipo mordió el polvo (21-20) y eso que estaba repleto de futuros campeones del mundo como Vermeulen, Pollard o Kriel. Precisamente Van der Merwe sustituyó en el minuto 52 a su compañero André Esterhuizen, otro de los que junto al citado trío se vengó de los ingleses cinco años más tarde en la final de la Copa del Mundo de Japón.

El ciclo de Van der Merwe con los Baby Boks se cerró en 2015 al lesionarse de nuevo. No pudo acudir a la cita mundialista donde sus compañeros quedaron terceros y con 19 años recaló en el equipo francés de Montpellier que juega en el Top 14 (la máxima categoría del rugby galo). Nunca ha llegado a olvidar la poca empatía de la federación sudafricana hacia él, cuando al verle maltrecho lo único que le propusieron fue que jugara en el combinado nacional de seven donde no hay tantos contactos. La apuesta francesa era tentadora y no dudó en mudarse al hemisferio norte. Su entrenador iba a ser su compatriota Jack White, el técnico que devolvió a la gloria a los Springboks al hacerse en 2007 con la Webb Ellis Cup en París, e iba a compartir vestuario con los hermanos Du Plessis (Bismarck y Janie).

Su paso por Francia fue efímero, decepcionante e irrelevante. Y eso que anotó tres ensayos en los cuatro partidos que disputó, solo uno de ellos como titular. Una cadera maltrecha y la falta de adaptación fueron los detonantes para que el club le enseñara la puerta de salida en solo un año. Junto a él abandonaron la disciplina del Montpellier esa misma temporada otros tres compatriotas: Pier Spies, Demetris Catrakilis y Cameron Right. Así que con 21 años recién cumplidos Van der Merwe tenía muchas más posibilidades de volver a su casa con el rabo entre las piernas que de triunfar. Ahora, en Montpellier, seguro que se tiran de los pelos. La ratio actual de ensayos de Van der Merwe es de 0'7 por partido, esto es, mejor que el de algunas leyendas en su puesto como Jonah Lomu, Brian Habana, David Campese o Shane Williams.

Foto: La Selección española saluda a sus homólogos de Argentina. (EFE/Mariscal)

El fin de las lesiones

De repente, le llegó la posibilidad de fichar por el Edimburgo escocés y, de nuevo, la suerte le fue esquiva. No pasó el reconocimiento médico. El hueso de su pelvis se había soltado y si seguía con su idea de jugar a rugby corría un serio peligro de destrozarse la cadera. Sin dinero para pagarse un fisio o una operación, y cuando tenía prácticamente la maleta hecha para regresar a George, apareció en su vida Richard Cockerill, un antiguo talonador del XV de la Rosa que le ofreció la oportunidad de estar cuatro semanas a prueba, tiempo más que suficiente para convencerle. Seis meses de fisio y un paso por el quirófano hicieron el resto para que volviera a vestirse de corto. Poco a poco su nombre comenzó a sonar con fuerza en una competición como la Pro 14, una liga de equipos irlandeses, galeses, escoceses, italianos y sudafricanos que rivaliza con la francesa y la inglesa.

Las normas de elegibilidad para ser internacional por un país distinto al de nacionalidad de origen contempla que un jugador debe residir al menor tres años de forma continuada en el país solicitante. Van der Merwe cumplía ese requisito en 2020, y durante el otoño de ese mismo año debutó con Escocia en un partido contra Georgia anotando un ensayo, lo mismo que logró en sus ocho siguientes apariciones con la camiseta de el Cardo. Las lesiones habían dejado de ser una pesadilla para un jugador que ahora encandila a la afición escocesa y que amenaza con romper todos los récords. A sus 28 años lleva 26 ensayos en 37 partidos, y en lo que respecta al VI Naciones ha dejado en 14 ocasiones el balón detrás de la línea de marca en 16 encuentros.

Hay más estadísticas que permiten descubrir su potencial ya que también se ha convertido en el primer jugador en anotar un hat-trick a lo largo de los 152 años de historia que ya tiene la Calcuta Cup. Ya había advertido a los ingleses el año pasado en Twickenham cuando les clavó dos ensayos, uno de ellos considerado el mejor del torneo, después de arrancar en su propio campo y recorrer balón en mano 55 metros sorteando a los rivales que le salían al paso. Además, está a tiro de piedra de batir el número de ensayos en la selección escocesa que ostenta Suart Hogg, que se retiró el pasado verano del rugby de una forma un tanto sorpresiva. Su receta para el éxito no tiene secretos. "Siempre les digo a los jugadores: denme el balón y correré. Es instinto. Simplemente atrapo la pelota y hago lo mío. No pienso mucho en eso. Es algo que me resulta natural", manifestó en una reciente entrevista.

placeholder Van der Merwe consiguió un ensayo. (Europa Press)
Van der Merwe consiguió un ensayo. (Europa Press)

Su fulgurante carrera no pasó desapercibida en su país de origen. En Sudáfrica no se tiene especial simpatía hacia los jugadores que se van a Europa o Japón para ganar más dinero o ser internacional. Cuando regresó en 2021 con la camiseta de los British and Irish Lions los aficionados le hicieron ver su malestar a través de las redes sociales y en el terreno de juego. Sin embargo, su padre y otros familiares estuvieron en las gradas para apoyarle con la bandera escocesa pintada en la cara al más puro estilo William Wallace. Y es que van der Merwe no olvida la falta de cariño cuando más la necesitaba. "Nunca me apoyaron cuando era joven y estaba lesionado, así que demostrarles que estaban equivocados siempre ha sido una gran motivación para mí", ha llegado a decir.

El caso de van der Merwe no es único en Escocia puesto que comparte vestuario con otros jugadores con los que puede hablar en su lengua materna, el afrikáans, como Pierre Schoeman, Willem Nel, Kyle Steyn o Allan Dell. Nunca estuvo en la mente de la rutilante estrella escoces jugar con otra selección que no fuera la de su país de origen. Cuando llegó Edimburgo nadie le garantizó su posible elegibilidad si cumplía las normas. En su mente solo anidaba la idea de disfrutar con el rugby y convertirse en un buen jugador. Al echar la vista atrás reconoce que ahora le encanta jugar para Escocia y que está "muy feliz" por cómo le han salido las cosas. "Cuando subo al autobús los días de partido, miro a todos nuestros aficionados y pienso: ¿Cómo puedo devolverle algo a Escocia porque este país me ha dado tanto? Supongo que con mis actuaciones".

Hubo un tiempo al que todos los niños afrikaners soñaban con vestir la camiseta de los Springboks, pese que los descendientes de los colonos holandeses llegados a Sudáfrica a mediados del siglo XVII se encargaron durante décadas de convertir el rugby en un muro de incomunicación entre negros y blancos. Era su forma de exaltar la pureza de su raza por razón del color de su piel hasta que el nacimiento de la nación arcoíris pergeñada por Nelson Mandela durante los 27 años que estuvo recluido en la prisión de Robben Island enterró para siempre su ideario racista.

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