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La lección de Modric, el Balón de Oro humilde que no pierde los anillos por matarse a correr
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UN EJEMPLO PARA LOS COMPAÑEROS

La lección de Modric, el Balón de Oro humilde que no pierde los anillos por matarse a correr

El croata está demostrando esta temporada que, a pesar de tener un rol algo más secundario, sigue con la misma implicación de siempre, pontificando con el ejemplo

Foto: Modric celebra la clasificación a 'semis' de Champions. (Reuters/Carl Recine)
Modric celebra la clasificación a 'semis' de Champions. (Reuters/Carl Recine)

Diez partidos. Ese es el número de encuentros que, en el mejor de los casos, nos quedan por ver a Luka Modric con la camiseta del Real Madrid. El jugador croata ha ascendido a la categoría de leyenda del fútbol mundial de la mano del conjunto blanco, club con el que ha levantado cinco Ligas de Campeones y donde se convirtió en el primer Balón de Oro humano tras Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Pero nunca ha perdido su humildad. No lo ha hecho ni en su fútbol.

Cuando Modric aterrizó en el Santiago Bernabéu allá por 2012, pocos podían presagiar la exitosa trayectoria que viviría con el Real Madrid. En el Tottenham ya apuntaba maneras de gran jugador, pero José Mourinho vio algo en él que no muchos apreciaron: ¿Y si dejara la mediapunta para, dando un par de pasos atrás, convertirse en mediocentro? El portugués no se equivocaba y, aunque le costó entrar en el once inicial, terminó siendo un mito.

Foto: Lucas y Nacho hablan con el árbitro ante el Celta. (EFE/Chema Moya)

La misión no era fácil para Modric, pues a su imaginación, improvisación y clase, debería de sumar pelea, lucha y un compromiso posicional que, hasta entonces, no había tenido. No hubo una mala palabra del croata, solo agachó la cabeza y trabajó duro. La vida la recompensó con aquel enorme gol en Old Trafford, acompañado del primer gran partido que se le recuerda de blanco -aquel día, de verde- y, desde entonces, se convirtió en indiscutible e ídolo de la afición.

Llegaron las exhibiciones individuales, los ohhhh cada vez que hacía un regate y los aplausos hasta herirse las manos con cada recuperación voluntariosa, llena de coraje y esfuerzo. Su forma de competir contagió a sus compañeros, que sacaron su mejor versión en el plano defensivo, ahí donde los equipos marcan la diferencia por sus ganas de ganar. Y los títulos empezaron a caer, con la Copa de Europa como principal caladero de éxitos blancos.

El mundo del fútbol le recompensó con el Balón de Oro en 2018, erigiéndolo en leyenda del balompié mundial. Pero Modric no perdió el foco y, lejos de olvidarse de su fútbol por las mieles del éxito, siguió siendo el gran ejemplo de su equipo. Calidad, clase y sacrificio, mucho sacrificio, en beneficio del equipo. Pero, poco a poco, ese cruel destino que es la edad fue sumando años en su DNI, lo que le hizo perder cierto peso en el once inicial. Pero ni un ápice de predicamento entre la plantilla.

Tras renovar el pasado año por un curso, Modric es consciente de que su etapa en el Madrid -y quién sabe si en el fútbol- se acerca a su fin. A estas alturas de temporada aún no ha firmado su continuidad, lo que hace pensar que este es su último año. Con un rol distinto en el equipo, lo asume con naturalidad, sin quejas ni enfados. Y, lo que es más importante, dando lecciones sobre el césped. Ante el Manchester City, la última de ellas con una clase magistral de presión y ayudas.

Jugó cerca de cincuenta minutos, sumando tiempo de partido, prórroga y descuentos. Con el balón en los pies, trató de dar sentido y seguridad al equipo pero, sabía que era el día de no guardarse nada y fue el primero en ir a la guerra: en cada presión, en cada ayuda, en cada balance defensivo y vigilancia, Modric aparecía el primero. No se le cayeron los anillos, a pesar de ser un Balón de Oro, a la hora de bajarse al barro a pelear, demostrando a sus compañeros cómo había que ganar el partido.

Incluso en los penaltis dio otra lección: fue el primero en tirar y, en el fallo, no se mostró excesivamente afectado, pues sabía que la tanda era larga, como así terminó siendo. Este domingo afronta el que puede ser el último Clásico de su carrera, un partido donde Modric puede ser uno de los grandes protagonistas. Ante el City, dio una lección de esfuerzo y pelea. Ante el Barça, volverá a tener oportunidad de mostrar su magia. Y de seguir confirmando por qué es una leyenda.

Diez partidos. Ese es el número de encuentros que, en el mejor de los casos, nos quedan por ver a Luka Modric con la camiseta del Real Madrid. El jugador croata ha ascendido a la categoría de leyenda del fútbol mundial de la mano del conjunto blanco, club con el que ha levantado cinco Ligas de Campeones y donde se convirtió en el primer Balón de Oro humano tras Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Pero nunca ha perdido su humildad. No lo ha hecho ni en su fútbol.

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