Por qué el caso Negreira vincula la "nueva etapa" de la Federación con la del repudiado Rubiales

La semana pasada, El Mundo publicó un intercambio de mensajes de WhatsApp entre el ex secretario general de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) Andreu Camps y el exdirector de Comunicación Pablo García Cuervo, sobre el comunicado con el que desde la Ciudad del Fútbol de Las Rozas se arremetió contra la jugadora Jenni Hermoso, a la que incluso se acusó de mentir sobre el beso de Luis Rubiales. "Pablo, preparad y dar formato a este comunicado [el cual había adjuntado en un mensaje anterior] y cuando tenga ok, lo publicamos", escribió Camps. "Andreu, por favor. Hay que parar esto", respondió Cuervo.

Según este relato, parece que el director de Comunicación del entonces ya suspendido presidente Rubiales intentó desmarcarse de él, al menos en un asunto como el de las coacciones en el que —a diferencia del ex seleccionador femenino Jorge Vilda; los exdirectores de Integridad y Marketing, Miguel García Caba y Rubén Rivera, y el director de la Selección masculina, Albert Luque— no está imputado. Sin embargo, tal y como cuentan desde las entrañas de la RFEF, "Cuervo tiene demasiadas cosas que tapar", de ahí que su despido no esté directamente relacionado con las exigencias de la Selección femenina, aunque se aprovechara esta rebelión para librarse de él.

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Con motivo del registro documental que la Guardia Civil realizó recientemente en la sede del Comité Técnico de Árbitros (CTA), en el marco de la investigación del caso Negreira, desde la propia RFEF se pretendió aclarar que "estos hechos tienen que ver con la administración federativa de dos etapas anteriores a la actual gestión". Es decir, que la comisión gestora que preside Pedro Rocha pretende desvincularse de la etapa de Rubiales, de la que aún quedan desde Tomás González Cueto a los salobreños, Pedro González Segura, Antonio Gómez Reino, Chema Timón, Rubén Rivera, Alfredo Olivares y Jorge Mowinckel. También considera que el asunto de los pagos del FC Barcelona a Negreira pertenece a la etapa de Ángel María Villar, cuando muchos de los todavía directivos lo eran también con él.

Sin embargo, y a pesar de que es verdad que se han producido los despidos de Vilda, Camps, García Caba y García Cuervo, la estructura federativa sigue siendo demasiado parecida a la anterior como para hablar de una "nueva etapa". Empezando por el presidente, que era vicepresidente con Rubiales, quien le eligió para sustituirle antes de presentar su dimisión; y continuando con cambios como, por ejemplo, los de Elvira Andrés, nombrada recientemente directora del Gabinete de la Presidencia, y Alfredo Olivares, hasta ahora director de Competiciones. Entre ambos, se repartirán las labores del secretario general hasta la finalización del proceso electoral.

Elvira Andrés estaba al frente de Integridad

Precisamente, Elvira Andrés era quien estaba al frente del área de Integridad de la RFEF cuando saltó el caso Negreira. Junto a ella se encontraban el ahora desaparecido en combate Alfredo Lorenzo, entonces responsable del Departamento de Integridad y Seguridad, además de miembro de la Comisión Nacional para Combatir la Manipulación de las Competiciones Deportivas y el Fraude en las Apuestas (Confad), así como Felipe Sánchez Pedreño, ahora nombrado responsable de las áreas de Integridad y Protección de la Infancia.

Cabe recordar que este departamento fue el encargado de elaborar un informe de la RFEF sobre la investigación de los pagos del FC Barcelona a Enríquez Negreira, el mismo que LaLiga solicitó al juez que incorporara a la investigación de este caso, así como la encuesta de cuatro preguntas, curiosamente muy parecidas a las que utiliza el Comité de Ética del Real Madrid, que se realizó a los colegiados de Primera y Segunda para saber si habían tenido alguna relación con el expresidente del CTA o con su hijo Javier, antes y después de mayo de 2018.

En una rueda de prensa que ofreció junto al presidente del CTA, y en la que tuvo que leer para medir muy bien lo que decía, el propio Andreu Camps declaró que pondría "a disposición de los órganos judiciales y de las autoridades gubernativas y deportivas toda aquella información que pudiera resultar relevante para investigar, aclarar, procesar o sancionar". Sin embargo, la pregunta que inevitablemente surge es por qué no lo hizo y obligó a que la Guardia Civil tuviera que registrar la sede del CTA en busca de una documentación que el juez considera clave.

La nueva denuncia de Miguel Galán

Con Rubiales desaparecido desde que estalló un caso que le salpicaba —primero por haber sido directivo de Villar, pero también por lo rápido que prescindió de Negreira, al tiempo que mantuvo a Joan Laporta en su junta directiva—, el marrón se lo comieron Camps y Medina Cantalejo. El mencionado presidente del colectivo arbitral no dudó en destacar que "no hay ninguna evidencia, ni prueba, que pueda decir que un árbitro es deshonesto". También echó balones fuera, al asegurar que "Enríquez Negreira apenas tenía competencias en el CTA. No cobraba de los árbitros, cobraba de un club".

Aunque sin atreverse a dar ningún nombre, "no me he referido a ninguna persona en concreto ni lo voy a hacer", Camps lanzó una velada acusación contra "una persona que, conociendo los hechos de primera mano, no los denunció cuando tenía responsabilidades gubernamentales". Y eso que fue él quien, en octubre de 2021, recibió una llamada de la Agencia Tributaria para pedirle datos económicos, conocer las funciones de Enríquez Negreira y la normativa del CTA. Es decir, que tuvo conocimiento de los hechos y no los denunció. Además, como él mismo confirmó, la RFEF pagó algunas cantidades al hijo de Enríquez Negreira.

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Menos mal que, según puede verse en la web de la RFEF —donde, por cierto, Elvira Andrés sigue saliendo en una imagen como su máxima responsable—, el área de Integridad "tiene como objetivo principal fomentar las buenas prácticas en el fútbol". Sobre todo porque, como Miguel Galán ha denunciado ante el Consejo Superior de Deportes (CSD), la RFEF debería haber convocado de manera inmediata elecciones a la presidencia. Pero no solo no lo ha hecho, sino que da la sensación de que está preparando una candidatura continuista. Es decir, nada de "una nueva etapa", sino más de lo mismo.