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El retorno de Honda como ejemplo de la voluble mentalidad japonesa en la Fórmula 1
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DECISIONES DESCONCERTANTES

El retorno de Honda como ejemplo de la voluble mentalidad japonesa en la Fórmula 1

No ha pasado siquiera un año de su retirada de la competición y ya han vuelto al mismo lugar de donde se fueron. Y no es algo que sorprenda, porque es típico en su historia

Foto: Verstappen ganó su segundo mundial en casa de Honda. (EFE/Franck Robichon)
Verstappen ganó su segundo mundial en casa de Honda. (EFE/Franck Robichon)

Para bien y para mal, los choques culturales han dado de qué hablar en la historia de las carreras automovilísticas, en general, y de la Fórmula 1, en particular. Aunque las mayores fórmulas de éxito se han producido habitualmente cuando los equipos han sabido hacer trabajar diferentes culturas al unísono, a menudo las diferencias irreconciliables o posturas inflexibles de una de las partes han arruinado proyectos prometedores o perdido oportunidades clamorosas. Pocas marcas y equipos están libres de este pecado, pero quizá ninguno haya sido tan reincidente como Honda. De todos modos, no es el 'lost in translation' japonés una cuestión exclusiva de la marca del ala dorada, porque tiene mucho que ver con la mentalidad del país del sol naciente.

De siempre se ha dicho que cuando mejor funciona Ferrari es cuando se 'desitalianiza' un poco y en puestos clave del equipo llegan profesionales de otros países. Clásicos son también los choques de trenes entre británicos y alemanes para ver quién de los dos es más arrogante, imponiendo su criterio sobre cómo hacer las cosas. Los franceses, americanos o japoneses, por mucho que les pese, tampoco han sido capaces de lograr cosas grandes cuando han querido ir a solas. En resumen, todas las culturas tienen sus pros y sus contras a la hora de trabajar, pero si algo caracteriza a los japoneses es que son mucho más impredecibles. Fiables a la legalidad como pocos, pero igualmente volubles en sus decisiones.

Foto: Checo logró una expecional victoria en Singapur. (EFE/EPA/TOM WHITE)

En el pasado Gran Premio de Japón hemos visto el mejor ejemplo de esta forma de actuar, porque comprobamos cómo Honda ha recuperado de forma sorpresiva su presencia en el Red Bull de Max Verstappen. Justo a tiempo para celebrar el segundo título de la exitosa asociación, que les unía con el piloto neerlandés y el equipo de las bebidas energéticas. En menos de diez meses, han pasado de decir que se marchan de la Fórmula 1, porque no era estratégica para sus intereses, a patrocinar la carrera de su país y abrir de nuevo su monedero para que su marca luzca de nuevo en los carenados de los coches diseñados por Adrian Newey.

La lógica te dicta que, si quieres retirarte de la Fórmula 1, como mínimo es conveniente aprovechar publicitariamente el año que defiendes el título mundial. Si ves que en la cuestión tecnológica, la competición (o al menos la Fórmula 1) no te aporta lo que necesitas, tampoco es necesario justificar tu salida diciendo que es un gasto inútil. En primer lugar, porque no es cierto. Si el futuro de Honda pasa por la electrificación, nadie está haciendo por el desarrollo de esta tecnología tanto como la Fórmula 1 actual. Segundo, es bueno siempre no hablar mal del lugar que abandonas, no vaya a resultar que necesites regresar. Tal y como ha ocurrido.

placeholder Honda regaló su estructura Brawn, que le dio un Mundial a Mercedes. (EFE/Jan Woitas)
Honda regaló su estructura Brawn, que le dio un Mundial a Mercedes. (EFE/Jan Woitas)

Mundos totalmente diferentes

Si funcionaran bien, los métodos a la japonesa son imbatibles. Pero hay que tener cuidado cuando se tuercen las cosas o cuando alguien de la cúpula directiva se levanta con el pie izquierdo, porque son capaces de tomar las decisiones más desconcertantes y alejadas de la lógica que uno pueda imaginar. ¿Recuerdan, por ejemplo, cuando en 2010, Honda regaló todo su material a Ross Brawn, después de años gastando cantidades ingentes de dinero, le ayudó con 100 millones de euros a montar un equipo y regalaron a su rival Mercedes-Benz el Mundial más fácil que hayan ganado en su vida?

Estas y otras decisiones incomprensibles hechas con anterioridad por el fabricante nipón son, sin embargo, del todo habituales en el modus operandi de las compañías japonesas, para las que no parecen existir las soluciones de compromiso. O todo, o nada. Porque, como decíamos, es una cuestión de mentalidad del país, no de una empresa concreta. Este mismo año, por ejemplo, hemos visto cómo Suzuki ha anunciado su retirada inmediata de MotoGP apenas unos meses después de haber firmado el contrato de continuidad por tres años con el promotor Dorna. Recuerden cuando Toyota se marchó sin pena ni gloria de la Fórmula 1 tras años en los que gastó grandes cantidades de dinero y no consiguió ningún resultado relevante.

¿Cómo es posible que compañías que objetivamente fabrican los mejores productos tecnológicos del mundo luego cometan errores inconcebibles a la vista de los europeos? Quizá porque los juzgamos como europeos y no nos damos cuenta de que la lógica en Japón se mide por otros parámetros totalmente diferentes a los nuestros. Por mucha diferencia que haya entre cómo funciona un italiano de Ferrari, un alemán de Mercedes, un francés de Renault o un inglés de McLaren, a fin de cuentas existe una cierta similitud en la forma de enfocar empresarial y comercialmente los asuntos. Un japonés es absolutamente otro mundo. Ni mejor ni peor. Otro mundo.

Un escenario endiablado

Veamos primero la cronología de los hechos para analizar después lo endiablado de la situación. Honda, después de años de ridículos y fracasos, se retira de la Fórmula 1 cuando probablemente ha logrado tener el mejor motor de la categoría. Para no dejar vendido a la intemperie a su socio Red Bull, admite que sigan utilizando sus motores, pero sin utilizar su marca. Posteriormente, dado que la manufactura, mantenimiento y evoluciones las van a seguir realizando ellos, aunque ahora no pongan dinero, consideran un par de meses después que es bueno que su filial HRC (Honda Racing Corporation) tenga una pequeña presencia en los coches. Finalmente, Red Bull, obligado por las circunstancias, constituye su propia compañía de fabricación de motores para asegurarse un propulsor competitivo cuando entre la nueva reglamentación.

Ahora viene lo divertido. La nueva reglamentación de motorizaciones, que entrará en vigor en 2026, (apostando con más fuerza aún por la sostenibilidad) hace que no solo los constructores presentes, sino que otros pesos pesados como Audi y Porsche quieran estar presentes en esa Fórmula 1. Red Bull Technologies, la nueva compañía fabricante de motores, ya empieza a funcionar a toda máquina preparando esos futuros propulsores sostenibles. Y su compañía matriz da un portazo a la propia Porsche para seguir manteniendo su independencia. Sin embargo, son muchos los que piensan que la no boda se produce porque Honda ha reculado y quiere tener presencia oficial también a partir de 2026.

Actualmente hay, por tanto, dos estructuras, separadas por miles de kilómetros de distancia, llenas de brillantes ingenieros trabajando para dotar de motores al mismo equipo. ¿Aceptará Honda que sus motores, en lugar de fabricarse en casa, se fabriquen en el Reino Unido como ocurre con Mercedes? ¿Venderá Red Bull su división de motores a Honda, sabedor de que en una mala mañana en el consejo de administración en Tokio de repente pueden quedarse compuestos? Los japoneses son el socio soñado por el valor diferencial que te pueden aportar, pero también los sueños se pueden tornar con ellos en pesadillas.

Para bien y para mal, los choques culturales han dado de qué hablar en la historia de las carreras automovilísticas, en general, y de la Fórmula 1, en particular. Aunque las mayores fórmulas de éxito se han producido habitualmente cuando los equipos han sabido hacer trabajar diferentes culturas al unísono, a menudo las diferencias irreconciliables o posturas inflexibles de una de las partes han arruinado proyectos prometedores o perdido oportunidades clamorosas. Pocas marcas y equipos están libres de este pecado, pero quizá ninguno haya sido tan reincidente como Honda. De todos modos, no es el 'lost in translation' japonés una cuestión exclusiva de la marca del ala dorada, porque tiene mucho que ver con la mentalidad del país del sol naciente.

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