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'How to have sex': el peso de perder la virginidad en Magaluf (o similares)
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'How to have sex': el peso de perder la virginidad en Magaluf (o similares)

La directora de fotografía británica Molly Manning Walker ganó la sección Un Certain Regard de Cannes con su ópera prima —también escrita por ella—, un filme 'coming-of-age' crudo, pegajoso y muy sexual

Foto: Mia McKenna-Bruce es Tara, una adolescente británica en busca de su primer polvo. (Avalon)
Mia McKenna-Bruce es Tara, una adolescente británica en busca de su primer polvo. (Avalon)

Perdí la virginidad en una tienda de campaña en una playa de Alcossebre. O en un coche en un parking a las orillas del Duero. No recuerdo bien. No sería muy memorable. Lo que sí recuerdo son aquellos viajes hormonales de verano con las amigas buscando beber hasta la inconsciencia y bailar hasta la muñonera. Follar follábamos poco o nada. Es lo que tiene la "sorianidad". Pero me tengo grabada a fuego desayunando leche de pantera, almorzando kalimotxo del malo, merendando vodka con Blue Tropic, pedaleando con un cigarro en la boca y una decena de paquetes -a repartir- sujetos en la goma de la braga del bikini. Y cuando caía el sol asaltando los pocos chiringuitos que quedaban abiertos a principios de septiembre, porque en la década de los 2000 todavía existía la estacionalidad. Pero no el balconing -que yo sepa-.

Por aquella misma época, unos años más tarde, la directora Molly Manning Walker debía de estar haciendo lo propio en Benidorm o en Magaluf. Somos -redondeando- de la misma generación que creció con los vídeos espídicos de la MTV y revistas como la SuperPop o la Bravo o la Loka o la Vale -o sus versiones inglesas-, leyendo las cartas de las lectoras que confesaban sus fantasías, relataban muy gráficamente sus primeros polvos y en la que el sexo, aunque mantenía ciertos tabúes, estaba mucho más a la vista y a mano que en la de nuestros padres o hermanos mayores.

Ese viaje dipsomaníaco y lúbrico servía -y sirve- como rito de iniciación, un ensayo desfasado de la vida adulta, una bacanal en la que catar todos los placeres prohibidos, pero también como despedida de una adolescencia irresponsable y sin obligaciones. Hoy el negocio está mucho más organizado y cualquier agencia de viajes vende el paquete de todo incluido, incluso el seguro de destrucción del apartamento y, si me apuran, de la ciudad. El turismo de botellón del que tanto se habla es, como los bufés libres o las cadenas baratas de medicina estética, un negocio como cualquier otro.

How To Have Sex es la ópera prima de Manning Walker, hasta entonces directora de fotografía de trabajos indies muy recomendables y con mucha personalidad como Scrapper (2023), de Charlotte Regan, y algún videoclip de Radiohead y FKA Twigs. Su hermano es el líder de la banda de punk rock londinense Chubby and The Gang, su padre es dramaturgo y animador y su madre directora de cine y de televisión. Ninguno demasiado conocido. Si ya con Scrapper Manning Walker había llamado la atención por el gusto y la frescura de su fotografía -por la que estuvo nominada al Bafta-, con How To Have Sex ganó el año pasado la sección Un Certain Regard de Cannes, donde se proyectan las películas más en contacto con el pulso del cine de autor actual. El film se ha convertido en una de las sorpresas de la temporada en Inglaterra, con tres nominaciones a los premios de la Academia de Cine británica. Mucha música electrónica, muchos colores flúor, muchas ganas de follar y una reflexión muy contemporánea sobre las relaciones hombre y mujer, pero también sobre las relaciones de los hombres y de las mujeres respecto al sexo y al deseo.

placeholder Enva Lewis y Mia McKenna-Bruce en otro momento de 'How to Have Sex'. (Avalon)
Enva Lewis y Mia McKenna-Bruce en otro momento de 'How to Have Sex'. (Avalon)

Después de ver How to Have Sex una sale sudada y pegajosa, con el pelo apestando a cenicero y la boca amarga de la resaca del día de después. Manning Walker consigue lo que muchas películas no: que nos creamos las fiestas a pie juntillas, que nos llegue el hedor a vómito de los baños de un bar de karaoke cualquiera del barrio inglés de Benidorm. Aunque sus protagonistas no viajan a Benidorm, sino a Malia, en Creta, porque todos los países mediterráneos tienen su escombrera para el divertimento sajón. Tienen 17 años, van a pasar su último verano juntas antes de marcharse a la universidad -si aprueban- y muchas ganas de liarla. Perteneces al tipo de turistas ingleses que cantan borrachos por la calle, que visten con ropa flúor y que se achicharran desde las tres de la tarde en el pub del paseo marítimo en el que la tele escupe partidos de fútbol, rugby o cricket 24/7. Esa gente a la que los españoles miramos humillarse con los párpados arrugados. Y a los que servimos.

La cámara en mano de Manning Walker sigue a las tres chicas por su apartamento, se mete con ella en la piscina y en la discoteca, las acompaña incluso al baño a vomitar. El exceso se traduce en una fotografía casi gonzo, angular, casi siempre llena de piernas y culos y tatuajes y tintes de pelo oxigenados y enormes pendientes de aro y uñas de gel y colores y colores y colores y luces estroboscópicas y todo tipo de secreciones. Pero la directora no juzga, no los mira por encima del hombro, sino que simpatiza y empatiza con unos adolescentes en plena rebelión, en una competición por hacerse mayor cuanto antes y conquistar el último tabú, el último misterio. Hay comedia, hay drama, pero sobre todo una mirada cómplice y una conexión de quien se ha encontrado a las dos de la mañana preguntándose qué hacía ahí.

Casi siempre hemos visto ese esprint final por perder la virginidad desde el punto de vista masculino. Poco a poco vamos conociendo la otra parte de la historia. Las ganas y las dudas y esa necesidad de destacar, de ser admirada, reconocida, de molar. Ese hacer las cosas por presión de grupo. O no se sabe muy bien por qué. Ese fingir que te lo estás pasando genial, ser la más punki, la más divertida, la mejor, aunque por dentro te mueras por irte a la cama.

placeholder El fin de fiesta o el fin del mundo. (Avalon)
El fin de fiesta o el fin del mundo. (Avalon)

Esta es otra película de chicas. Pero probablemente muchos de quienes normalmente se quejan de la proliferación de películas dirigidas por mujeres que hablan del paso a la adultez de otras mujeres no se quejarán de un How to Have Sex que, en cierta manera, cumple las fantasías rijosas de algunos. Si hay bikinis que marcan pezón ya no molestan tanto. Lo que ocurre en la película no es demasiado novedoso ni original: un grupo de mejores amigas salen de fiesta. Lo original es cómo lo cuentan Manning Walker y sus protagonistas -seguro que hay mucha improvisación- y como fluyen los diálogos rápidos y ágiles y totalmente callejeros en esa mezcla de acentos de barrios y de condados británicos, acentos y formas de hablar que no esconden un presente proletario, un esfuerzo económico para hacer posible este viaje, un futuro más incierto. La directora juega con los estereotipos, pero nunca se mofa de ellos, sino que da a sus personajes una profunda dignidad.

En la interpretación de su protagonista, espléndida Mia McKenna-Bruce, caben todos los matices que caben en el acto sexual y sus aledaños. Cabe la seducción, el deseo, la confusión, la decepción, el asco y la culpa. Cabe todo aquello que te cuentan, pero que realmente no te cuentan sobre cómo mantener relaciones sexuales. Y McKenna Bruce está muy bien flanqueada por Em (Enva Lewis) y Skye (Lara Peake). Las tres parecen protagonizar un reality show en vez de una ficción planificada y ensayada. Me pregunto cómo habrá conseguido el equipo llenar las localizaciones de extras totalmente desbarrados y controlarlos, o al menos unos extras tan profesionales como para parecer desbarrados.

placeholder Shaun Thomas es Badger. (Avalon)
Shaun Thomas es Badger. (Avalon)

Y la directora plantea de una manera muy natural, nada aspaventosa, la cuestión -tan de actualidad- del consentimiento. How to Have Sex discurre sobre las diferentes formas de entender y procesar el sexo según -valga la redundancia- los sexos. Cómo el peso que se le da al acto en sí difiere de uno y otro lado. Cómo las desigualdades culturales siguen operando, aunque parezca que el feminismo ya está todo andado. Y, sobre todo, dónde sitúa los límites, ya complicados de por sí, en un contexto de descontrol.

Es complejo el cierre de How To Have Sex, pero otorga a la película y a las protagonistas una profundidad de la que a lo mejor parecían carecer durante el resto de la película. Un conocimiento ancestral y heredado de lo que significa ser mujer joven, de los riesgos -físicos y emocionales- que conlleva el sexo, pero también una capacidad de resiliencia que es ambigua, complicada y lastrante o liberadora, según se mire. Una película hecha por mujeres que deberían ver todas y TODOS.

Perdí la virginidad en una tienda de campaña en una playa de Alcossebre. O en un coche en un parking a las orillas del Duero. No recuerdo bien. No sería muy memorable. Lo que sí recuerdo son aquellos viajes hormonales de verano con las amigas buscando beber hasta la inconsciencia y bailar hasta la muñonera. Follar follábamos poco o nada. Es lo que tiene la "sorianidad". Pero me tengo grabada a fuego desayunando leche de pantera, almorzando kalimotxo del malo, merendando vodka con Blue Tropic, pedaleando con un cigarro en la boca y una decena de paquetes -a repartir- sujetos en la goma de la braga del bikini. Y cuando caía el sol asaltando los pocos chiringuitos que quedaban abiertos a principios de septiembre, porque en la década de los 2000 todavía existía la estacionalidad. Pero no el balconing -que yo sepa-.

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