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Paco de Lucía, el genio preso de sus muy oscilantes estados de ánimo
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Paco de Lucía, el genio preso de sus muy oscilantes estados de ánimo

Publicamos un capítulo de 'Paco de Lucía, el primer flamenco ilustrado', una nueva biografía del guitarrista y compositor publicada por la editorial Almuzara y firmada por Manuel Alonso Escacena

Foto: El guitarrista Paco de Lucía. (EFE)
El guitarrista Paco de Lucía. (EFE)

Paco de Lucía poseía las dos inteligencias, emocional y "verdadera", si podemos llamar así a la capacidad de análisis racional. Dos de las cualidades más destacadas que posee una persona inteligente y analítica son la autocrítica y el encaje de la sana crítica ajena. Paco de Lucía como vimos, decía estar abierto a la crítica siempre que fuese fundamentada: "Me gusta una crítica negativa más que la positiva, porque ya estoy acostumbrado a los piropos y adulaciones”

Paco de Lucía, según Casilda (su primera mujer), destacaba "por no ser persona banal, ni que gozara mucho con el éxito. Cuando eres una persona con mucha capacidad de análisis, es difícil ser triunfalista. Después de tocar, volvía al camerino y recibía todo tipo de elogios y felicitaciones de los íntimos que allí había y que agradecía cordialmente. 'Ha zalío bonito, ¿no?' —decía".

Casilda le conocía muy bien e iba siguiendo sus respuestas. Al final, cuando se quedaban solos y le tocaba a ella intervenir, le decía solamente: "¿Qué?". Y el otro respondía: "He tocao como una mierda".

Y con el tiempo se volvió más autocrítico aún, de lo que ya era: "Cuando yo tenía veinte años siempre pensaba: ¡Qué ganas de tener cincuenta para poder disfrutar con lo que hago, porque esto es un castigo, así no se puede vivir! Pues nada, ahora es peor. Es un sentido crítico muy fuerte que yo creo que viene de mi padre, que siempre me decía: 'Eso no vale nada, no sabes, tienes que aprender más, tocar más'... Puede que sea por eso."

placeholder Paco de Lucía durante su boda con Casilda Varela en Ámsterdam.
Paco de Lucía durante su boda con Casilda Varela en Ámsterdam.

Tras volver de una gira por Sudamérica, Paco tocó con su sexteto en 1980 en el Casino del Puerto de Santa María, y al terminar, en una entrevista le preguntaron: "¿Sabes dónde tocarás este año en los Estados Unidos?". El respondió: "Nueva York, Chicago, Los Ángeles y otra ciudad más; quiero ir a los Estados Unidos con el grupo, ya sabes, pero para tocar mejor de lo que tocamos hoy. ¡Hoy tocamos como una mierda! El público estaba frío. Yo sentí ganas de irme...".

Cualquier artista con ese calendario de actuaciones estaría endiosado y respondería potenciando su figura. Cualquiera, menos él.

placeholder Portada de 'Paco de Lucía, el primer flamenco ilustrado', de Manuel Alonso Escacena.
Portada de 'Paco de Lucía, el primer flamenco ilustrado', de Manuel Alonso Escacena.

Pese a todo, en su vida personal, aunque nunca abandonó esa tendencia a mortificarse, se iba poco a poco relajando. En la madurez de la vida es cuando uno atesora más saber, se ve venir a la gente, se es más capaz de liberarse de ataduras y puede ya uno tirarse cosas a la espalda que, mientras te labras un camino, sueles tragarte. Mucho más, claro está, si uno ya es Paco de Lucía y puede permitirse algunas licencias que otorga la posición. Él decía que uno no solo se hace más viejo para ponerse más gordo y feo, sino que también aprende algo y se hace más listo. Y más claro y directo en sus manifestaciones, añadimos nosotros, según referimos a continuación.

Paco de Lucía pasó de una cierta afinidad y admiración por algún político (de joven simpatizaba con Felipe González porque lo conoció en un avión y le veía sincero) al polo opuesto, detestando todo lo que olía a política. Ya pasados los sesenta años, colaboró con el Gobierno Balear viajando incluso a Londres para promocionar las Islas116, pero cuando vio los tejemanejes políticos que se tramaban usando su figura, descolgó un teléfono y les dijo que no seguía prestando su imagen en tales condiciones y que ahí se quedan ustedes.

Le apenaba mucho el fenómeno de la desmembración de España y eso que él no vivió el circo del referéndum catalán de 2017. Pero con una intuición asombrosa, declaró mucho antes: "España es el país más antiguo de Europa luego de la reunificación de los Reyes Católicos. De pronto ahora se quieren separar por cuestiones miserables de dinero. ¡Cabrones de los políticos! Ponlo en letra grande: ¡Cabrones de los políticos!".

Se molestó porque quisieran cobrarle 350 dólares a Curro, su hijo, cuando fue a recoger uno de los premios en su nombre y lo rechazó

Del mismo modo, despreciaba premios comerciales por los que cualquier artista hubiese asesinado sin pensárselo, como los tres Grammys Latinos alcanzados, hito considerable para discos de guitarra, no de canción.Sin cortarse un pelo declaró, que eso es un negocio que ha montado Emilio Estefan y se mostró además
molesto por el hecho de que la organización del evento quisiera cobrarle trescientos cincuenta dólares a Curro, su hijo, cuando fue a recoger uno de los premios en su nombre y lo rechazó. Al maestro le iban a toser cuatro pelaos.

Y ya puestos a hablar claro y quedarse a gusto, no podía olvidar a su socio Camarón. Paco se quejaba de la ignorancia y el olvido que el público español dispensó a un talento tan brutal como el del cantaor, que, según él, mereció en aquellos tiempos más reconocimiento: "[Debió] Haber llegado a todo el mundo y no al final, cuando estaba moribundo. Cuando estaba en plenitud, que era cuando ganaba mil pesetas en Torres Bermejas, por estar siete horas cantando. En nuestro país, gusta mucho que la gente se muera para darle halagos sin vergüenza y sin sonrojos, sin envidia. Todo es una farsa, la vida es un circo. En mi ya larga vida, me he dado cuenta de que nadie tiene principios. Hay unas cuantas personas que son las que deciden a dónde tirar y los demás son unos borregos que van siguiendo los criterios del que tiene criterio".

placeholder Paco de Lucía, junto a Camarón de la Isla. (EFE)
Paco de Lucía, junto a Camarón de la Isla. (EFE)

Como dice mi querido tío Pepe Bovis, en su obra clarividente sobre la evolución humana: "El género al que pertenecemos se divide en depredadores y herbívoros. Mentes críticas y buena gente. Los segundos siempre están dispuestos a seguir a los primeros y a caminar detrás de ellos. Basta que estos agiten un trapo ensartado en un palo y toquen un tambor".

Hay catedráticos de sociología y de filosofía, eminentes eruditos, que se han enterado peor que mi tío Pepe y que Paco de Lucía de lo que va la vida. Ellos dos lo vieron claro.

Pero igual que despreciaba lo mezquino, agradecía con sinceridad y sencillez las distinciones auténticas y serias. En su carrera recibió muchos galardones y entre ellos, dos doctorados honoris causa, por las universidades de Cádiz y el Berklee College of Music. Y en esas ocasiones no era áspero, todo lo contrario, solo se mostraba un tanto abrumado por lucir tan sofisticada indumentaria como los tocados académicos y la toga, pero se sentía honrado por la concesión, siendo un hombre sin estudios, ajeno al mundo universitario.

Alérgico hasta la obsesión a los saraos masivos, envió a Casilda a recoger el Goya

Orgulloso de haberlo obtenido, pero alérgico hasta la obsesión a los saraos masivos, envió a Casilda su mujer a recoger el Goya que le concedieron, excusándose por estar en el extranjero de gira. Para nada. Más que girado, estaba tumbado, pero en el sofá de su casa en Mirasierra en Madrid, con su bata china (como llamaba a los kimonos), viéndolo por televisión, porque no se quería poner pajarita y darles la mano a trescientas personas.

Además de inteligente, nuestro hombre también era listo, que es una cosa diferente. Sagaz y avispado. Siempre alerta y algo pícaro. Una mezcla entre suspicaz, escéptico y desconfiado frente al bando contrario. El flamenco era un mundo de pillos. Como el del toro. Todo el mundo tenía navaja y ponían la mano a ver qué trincaban. Paco, en ese entorno, qué quieren que les diga: entendía el lenguaje y aunque estaba sobrado, se movía como pez en el agua: "Nací en la tierra del flamenco; mi padre es guitarrista, mi hermano, mi casa estaba llena de flamencos, de fiestas". Era su mundo.

placeholder Paco de Lucía, en 2010 durante su investidura como 'doctor honoris causa' por el Berklee College of Music. (EFE/Douglas McFadd)
Paco de Lucía, en 2010 durante su investidura como 'doctor honoris causa' por el Berklee College of Music. (EFE/Douglas McFadd)

Cierto día en Méjico, siendo muy joven, cuando tocaba en la compañía de Gades con su amigo y guitarrista Emilio de Diego, ambos almorzaban en un restaurante local, y de pronto se montó una tangana que derivó en batalla campal a puñetazos, entre un grupo de vascos y unos mejicanos. Los segundos increpaban a los primeros diciéndoles que habían llegado en las carabelas a conquistar un país ajeno. Los vascos sostenían que debían agradecerle a España haberlos bajado de los arboles y no seguir en taparrabos. Las sillas volaban y los guantazos aumentaban de intensidad. Emilio decía a Paco: "¿Intervenimos? al fin y al cabo somos españoles". Y Paco, viendo una vitrina con helados, aprovechó y cogió uno para cada uno. Y respondió a Emilio mientras saboreaba el suyo: "¿Para que nos partan la cara? ¿Tú sabes que vamos a hacer nosotros?" "¿Qué Paco?" —respondió el otro— "Pues, aprovechar el follón, Emilio, e irnos sin pagar".

Cuando nuestro genio recibe la noticia de la concesión del Premio Príncipe de Asturias —en su camerino, por una llamada telefónica de Luis Cobos— dio las gracias y se puso a disposición de la organización. Colgó y no dijo ni pío. Los presentes lo miraban y le interrogaban con gestos, sobre el contenido de la misteriosa conversación. Y él se vuelve a su hermano Ramón y le dice jocosamente: "¡La que se va a formar y la que me ha caído! ¡Me han dado el Príncipe de Asturias!... Por cierto... ¿Tú sabes si ahí se trinca?".

placeholder Paco de Lucía, al recibir en 2004 el Premio Príncipe de Asturias. (EFE)
Paco de Lucía, al recibir en 2004 el Premio Príncipe de Asturias. (EFE)

En otra ocasión, en una terminal de aeropuerto en Arizona, sentado al solecito mientras esperaba un vuelo, se acercaba hacia él Otmar Liebert, un guitarrista americano que hacía una pseudomúsica rítmica, que tuvo la osadía de bautizar como flamenco. En alguna revista, Paco de Lucía lo había criticado con énfasis, diciendo que era un guitarrista de ascensor, un impostor y que eso no era flamenco. "Lo puse como los trapos", decía. Cuando Paco vio que el americano se dirigía derecho a él, tuvo la reacción del pícaro desconfiado que era: se puso tenso como un resorte, se levantó y dijo a sus acompañantes: "¡Ese viene a pegarme por lo que he largado!".

Hombre, a Paco de Lucía le podían pasar muchas cosas, pero que le pegasen en la terminal de un aeropuerto, no parece que estuviese previsto. En efecto, el guitarrista se acercó y su afán era presentarle disculpas por titularse flamenco, diciéndole que no quiso ofender a nadie. Pero Paco, por si las moscas, se puso en guardia esperando el envite. En su vida y en su oficio, poseía la intuición de los felinos, la capacidad de ver venir las cosas y de anticiparse a lo que pudiera suceder.

placeholder Paco de Lucía. (EFE)
Paco de Lucía. (EFE)

Acomodado como estaba, gozando de una altísima posición artística y pudiendo vivir holgadamente de los réditos de su obra, lo que más valoraba y potenciaba, con más de sesenta años de edad, eran los recitales en vivo que requerían muchas jornadas de viaje y muchas horas de trabajo. Consideraba el directo como lo puro, lo verdadero. Decía haber sido "el primero que en el pasado había hecho barbaridades con la técnica de mezclas en los estudios, pero ahora vuelvo al vivo, donde está el verdadero corazón del artista conectando con el público. Ahí no hay trampa ni cartón". De hecho, Paco de Lucía publicó un disco en 2011, recopilatorio de sus conciertos en vivo de 2010 y asusta ver en la contraportada del álbum, la cantidad de ciudades del mundo en las que tocó en esa gira, ¡setenta y cuatro conciertos cuando contaba sesenta y cuatro años! Y solo en Europa, porque después hizo gira por América.

Hay que tener en cuenta que ya en esa época, la efervescencia de la piratería en internet perjudicaba al mundo de la edición musical de fonogramas, de modo que había que potenciar el directo, porque eso no lo podían piratear. Ahí, había que pasar por taquilla y pagar la entrada. Después —pensaría él— si queréis bajaos los vídeos y las canciones, pero yo ya he trincado.

Paco de Lucía se definía a sí mismo como un ser neurótico, que pasaba de la euforia al abatimiento con frecuencia

Vamos avanzando y juntando piezas sobre la forma de ser del artista estudiado, recopilando hechos contrastados que nos ayudan a definirlo —cuando se puede, claro— a través de trazos de su personalidad. Continuamos un poco más por esta línea y seguidamente anotamos unos cuantos rasgos más, factores adicionales que contribuirán a ir perfilando el dibujo.

La "estabilidad emocional" es otra de las unidades de medida que usan los expertos para estudiar la personalidad. El equilibrio personal o la fortaleza psicológica ayudan, sin lugar a duda, a afrontar los problemas cotidianos de la vida y sus retos.

Paco de Lucía se definía a sí mismo como un ser neurótico, que pasaba de la euforia al abatimiento con frecuencia. "Yo no soy regular en mi vida, o me meto de lleno en algo o me tiro en un sofá a ver la televisión tres días. No tengo ese término medio y esa disciplina, soy así y eso no es bueno para la salud y para el sistema nervioso". Si eso no era bipolaridad, podría definirse como ciclotimia.

Extrapolando a los límites, hay teorías que relacionan una elevada productividad en la labor creativa con la enfermedad mental. Así se dice de Lord Byron o Schumann (maníacos depresivos) o Van Gogh y Nietzsche (esquizofrénicos). De este último se dice incluso (Jaspers) que no podría explicarse su obra sin la enfermedad. Paco de Lucía se definía a sí mismo como neurótico. "Me he pasado muchas horas —dijo refiriéndose a la composición del disco Cositas Buenas—, me he llevado dos años encerrado de verdad con un grado de neurosis que he llegado hasta a ver fantasmas por las esquinas. No en términos clínicos diagnosticados obviamente, pero son muchas las veces que él mismo se definía como preso —al menos— de estados de ánimo muy oscilantes, ausente, depresivo, eufórico, introvertido —o acudiendo a su propia expresión— "metiíto pa dentro".

placeholder Paco de Lucía. (EFE)
Paco de Lucía. (EFE)

Pese a ello, conseguía sobreponerse a los momentos de abatimiento o tristeza y dominarla. "Yo he llegado a ver fantasmas —insistía diez años después— lo que pasa es que los demás no lo han notado. No puedes cambiar lo que eres y si ves fantasmas, los ves, pero al menos, que no te lo noten", explicaba mirando a la cámara de Curro su hijo en La búsqueda.

Cuando estaba en el pozo negro, como cualquiera de nosotros, podía tener reacciones asociadas a ese estado. Como antídoto, llamaba a Félix Grande para pedirle que le hablase de cualquier cosa para espantarle las tristezas o acudía a la música de Falla, porque —según él— le quitaba las depresiones. Si analizamos la gráfica de la vida de Paco de Lucía día a día encontraremos esos momentos oscilantes de altibajos. Pero si observamos esa gráfica desde una perspectiva más lejana, se difuminan los dientes de sierra. La línea traza una trayectoria uniforme en sentido ascendente, trabajada a base de control y de fortaleza mental, obteniendo como resultado una regularidad mantenida, según consideración unánime de todas las personas que hemos entrevistado y de todas las valoraciones que hemos recopilado, que refieren que poseía una fuerte personalidad.

Félix Grande, cargado de razón, decía que Paco de Lucía poseía tolerancia a la frustración. Uno de los detalles que más nos llama la atención de nuestro personaje es que jamás se queja de sus principios, de cuando tenía que actuar en beneficios, en tabernas, en sótanos llenos de humo o en teatros de tercera con camerinos sucios. O hasta en la cueva St. Michael del Peñón de Gibraltar, para turistas, aguantando a una espontánea que se le puso a bailar delante, teniendo que apañarse con la compañía de su amigo Carlos Rebato, el Borrico de Estepona como él lo llamaba, guitarrista aficionado, que era lo que entonces podía permitirse pagar. Paco recuerda eso incluso con alegría. Sus quejas siempre se dirigen hacía él mismo, hacia su interior (sus obsesiones con la música, con la perfección, o con la búsqueda de algo nuevo), pero nunca a las privaciones o miserias que vivió en los principios, esas cosas, de las que todos los flamencos sin excepción se lamentan sin cesar, a él le evocaban diversión, felicidad, porque entonces se sentía libre y no atrapado por las obsesiones de su mundo interior de intérprete y compositor. Y no es nada fácil soportar alegremente esas cosas negativas de la vida: la carencia y la necesidad; conservar el equilibrio y que no logren abatirnos. Las personas sobresalientes se miden por su capacidad para gestionar los períodos de fracaso cuando el triunfo se resiste a llegar, porque para recoger el éxito sirve cualquiera.

Superó a un padre que era un dictador implacable: lo sacó del colegio, lo privó de la niñez y lo sentó a estudiar la guitarra

Paco de Lucía nació en la posguerra civil, en 1947, en el número 8 de la calle de San Francisco, el 21 de diciembre, a las diez de la mañana. En un lugar pobre, en el seno de una familia pobre, vinculada al ambiente flamenco. Andalucía la baja era lo más deprimido de España, decía él mismo,134 y el flamenco no era ni siquiera su música, era su folklore. Los personajes de la obra de teatro de su infancia eran el Chaqueta, el Flecha, Brillantina de Cádiz o Paco Laberinto. En aquella época, o eras artista o torero, o de ese ambiente no salías ni remolcado. A eso se limitaba la versión española del sueño americano de prosperar.

Paco superó a un padre que —a causa de su propia infancia dura— era un dictador implacable. Lo sacó del colegio, lo privó de la niñez y lo sentó a estudiar la guitarra con siete u ocho años, más de ocho o nueve horas diarias, que son muchas horas para un niño, al que un solo día le parece una eternidad. Lo levantaba de la cama al amanecer cuando volvía del «Pasaje Andaluz» de Algeciras o de alguna fiesta flamenca, para que les tocase a los amigos que traía a casa, todas personas mayores. Esta severidad paterna, que lo creó como artista, también lesionó su infancia y ahuyentó más tarde al tesoro que Paco descubrió, acarreando la separación de Paco de Lucía y Camarón.

Camarón no aguantó como Paco la rigidez de don Antonio Sánchez, su primer productor musical, y huyó de la familia Lucía. La ruptura determinó que Paco no pudiese grabar con José, para no enojar al padre ofendido por la espantada del gitano. Cierto que a causa de esta disciplina que se le impuso en la infancia, se convirtió en el mejor guitarrista de su tiempo. Y cierto que la deriva de Camarón no era compatible con la organizada carrera de Paco. Pero ambas cosas son fáciles de ver a toro pasado, pero muy difícil les de superar en el momento presente, cuando están sucediendo. A esas edades cuesta asumirlo y reconocer, pese a todo, que su padre fue el pilar fundamental de su carrera. La severidad que vivió fue bien canalizada y no lo desestructuró; llevaría su cosita por dentro, pero otro con un carácter más débil tal vez hubiese sucumbido, o se hubiese desorientado, como poco.

Paco de Lucía poseía las dos inteligencias, emocional y "verdadera", si podemos llamar así a la capacidad de análisis racional. Dos de las cualidades más destacadas que posee una persona inteligente y analítica son la autocrítica y el encaje de la sana crítica ajena. Paco de Lucía como vimos, decía estar abierto a la crítica siempre que fuese fundamentada: "Me gusta una crítica negativa más que la positiva, porque ya estoy acostumbrado a los piropos y adulaciones”

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