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Banville: "Un hombre no puede escribir hoy que una mujer tiene labios finos y mirada malvada"
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ENTREVISTA

Banville: "Un hombre no puede escribir hoy que una mujer tiene labios finos y mirada malvada"

El escritor irlandés publica con el pseudónimo de Benjamin Black 'Las hermanas Jacobs', una soberbia novela negra con nazis, judíos y la Iglesia católica en el Dublín de los años cincuenta

Foto: El escritor irlandés John Banville, ayer, en Madrid. (Europa Press/Marta Fernández Jara)
El escritor irlandés John Banville, ayer, en Madrid. (Europa Press/Marta Fernández Jara)

Un oficial nazi que ha estado al frente de un campo de concentración llega en 1945, nada más concluir la II Guerra Mundial, a un monasterio franciscano en medio de los Dolomitas, en los Alpes italianos. Allí le dan cobijo y le ayudan después a alcanzar Roma, a llegar desde allí por mar a Gibraltar, a cruzar más tarde España y Francia en dirección al canal de la Mancha para, finalmente, recalar en Irlanda. "Encontrará casas francas a lo largo del camino. Siempre hay un monasterio, un convento. Tenemos nuestras propias rutas desde los tiempos de Fiacre, el monje celta que da nombre a nuestro monasterio", le explica al nazi el hermano Damián, el monje al frente de esa comunidad religiosa.

Así arranca Las hermanas Jacobs, el nuevo libro de Benjamin Black, el seudónimo que el escritor irlandés John Banville (Wexford, 1945) ha utilizado —y sigue utilizando en España— para firmar sus novelas negras. Se trata de un libro protagonizado una vez más por el inspector Stratford y el doctor Quike, quienes se enfrentan esta vez al asesinato de una joven judía fallecida por inhalar el humo del tubo de escape de su coche. Banville, con la magnífica prosa que le caracteriza, aprovecha la novela para hacer un crudo retrato del Dublín de los años cincuenta, una ciudad en la que la Iglesia católica tenía un poder inmenso y el antisemitismo campaba a sus anchas.

PREGUNTA. Ha cambiado mucho la situación en Irlanda en estas últimas décadas, ¿verdad?

RESPUESTA. Muchísimo. La Iglesia ya no tiene poder, la situación ha cambiado completamente. A veces trato de contarle a mi hija de 26 años que en Irlanda existía la censura de libros, y que esa censura duró hasta los años noventa, algo que a ella le cuesta entender. Libros inocuos, libros completamente inocentes, eran víctimas de esa censura, sin que nadie pudiera entender por qué. Lo más extraño de la censura en Irlanda es que el organismo de censura no era el que elegía los libros que debían de ser censurados, eran los ciudadanos los que les señalaban los libros que consideraban que debían de ser censurados. Recuerdo que en la librería pública de la pequeña ciudad en la que yo nací había un ejemplar de El poder y la gloria, de Graham Greene, un libro sobre un sacerdote que tiene una hija. En todos los sitios del libro en los que se mencionaba el nombre de la hija, este había sido raspado. No lo habían eliminado, solo raspado, porque alguien habría decidido que la hija de un sacerdote no podía tener nombre. Yo todavía no sé cómo se llama la hija del sacerdote en ese libro. Imagínese qué locura: alguien en su casa con una hoja de afeitar raspando ese nombre.

P. Hay quien dice que hoy en día, con la cultura de la cancelación y el movimiento woke, hay en marcha otra forma de censura. ¿Está de acuerdo?

R. Creo que se trata de una religión. Vivimos en una época post religiosa, y la gente necesita entregarse a cuestiones que considera más grandes. Recuerdo la impresión que me produjo cuando, al principio de todo esto, vi una fotografía de unos adolescentes estadounidenses arrodillados y con las palmas de las manos unidas frente a un grupo de negros, como quien se arrodilla ante un santo para rezarle. Por supuesto, los propios negros miran a los adolescentes con incredulidad.

"En el mundo de habla inglesa, un escritor hombre no puede decir nada sobre las mujeres"

P. ¿A usted le afecta de algún modo la política de la cancelación a la hora de escribir?

R. Claro. Tratan de editar lo que escribo, las cosas más tontas. No sé cuál es la situación aquí en España, pero en el mundo de habla inglesa un escritor hombre no puede decir nada sobre las mujeres. Puedes decir lo que quieras de los hombres, pero si dices que una mujer tiene labios finos y mirada malvada, como yo mismo he escrito en este libro, te llaman de la editorial y te dicen que lo van a quitar para protegerte, para evitar que te cancelen. A mí me da exactamente igual que me cancelen, adelante, que lo hagan, ni siquiera me enteraría porque no tengo Twitter ni esas cosas. Así que le dije a la editorial que mantuviera esa frase que había escrito, aunque no sé si lo han hecho.

Todos sabemos que hay mucho horror en el mundo, mucha injusticia, mucha hambre. Hay gente esclavizada, gente que no tiene qué comer. Y de lo que nos preocupamos es de cómo se describe el rostro de una mujer, de una mujer que además es un personaje de ficción. Sé que decir esto en público me va a crear problemas, pero no me importa. Mi hija estuvo tres años sin hablarme por decir en público estas cosas, por decir que lo woke es un culto, una religión. Creo que esas declaraciones mías también llegaron a oídos del comité del Premio Nobel de Literatura, y eso seguramente acabó con todas mis posibilidades de ganarlo.

placeholder 'Las hermanas Jacobs'.
'Las hermanas Jacobs'.

P. ¿Le duele no ganar el Premio Nobel?

R. Me da igual. Tengo además muy asumido que no me lo van a dar. Hace años, uno de mis libros se publicó en Suecia, y la traductora me mandó una lista de 20-30 preguntas que me parecieron todas ellas estupideces. De hecho, le escribí diciéndole: "Mire, cómprese un diccionario y déjeme en paz". Un par de meses después, miembros de la Academia Sueca visitaron Dublín, y el Consejo de las Artes irlandés organizó una comida a la que fui invitado. El presidente de la Academia Sueca me saludó y me presentó a su mujer, quien resultó ser mi traductora al sueco. Ahí se desvanecieron todas mis posibilidades de ganar el Nobel.

P. El antisemitismo está muy presente en Las hermanas Jacobs. ¿Qué opina de la guerra que se ha desatado entre Hamás e Israel?

R. No creo que esta sea una guerra antisemita. Creo que es una guerra contra los israelíes, hasta los yihadistas distinguen entre judíos e israelíes porque el Estado de Israel se está convirtiendo en un Estado fascista. El mundo entero está virando a la derecha.

"Hasta los yihadistas distinguen entre judíos e israelíes porque el Estado de Israel se está convirtiendo en un Estado fascista"

P. ¿En la Iglesia católica sigue existiendo antisemitismo? En Las hermanas Jacobs deja claro el fuerte rechazo a los judíos que había en los años cincuenta entre los dirigentes católicos….

R. Creo que el antisemitismo sigue siendo muy fuerte en muchos países. Es algo que yo realmente no entiendo, es como odiar a los que son pelirrojos o zurdos, de verdad que no lo entiendo. Además, mire las enormes contribuciones que los judíos han hecho en el saber, desde Einstein a otras muchas personas. ¿Es posible que odiemos a los judíos porque son más listos que nosotros? Puede ser.

P. En Las hermanas Jacob hay un oficial nazi responsable de un campo de concentración al que la Iglesia católica ayuda a escapar…

R. Eso ocurrió, existía una línea de ayuda a dirigentes nazis que pasaba por el Vaticano. Los judíos, para muchos líderes católicos, eran los que habían crucificado a Cristo, nuestro salvador, y eso les hacía ser indulgentes con los nazis. Y además había mucho dinero en juego, y mucho oro nazi fue a parar al Vaticano.

P. ¿Qué le parece el papa Francisco?

R. Un maravilloso actor, uno de los mejores actores que ha habido nunca en el Vaticano. Finge que es un hombre del pueblo, pero no ha hecho absolutamente ninguna reforma, la Iglesia sigue siendo la misma que ha sido siempre.

"El papa Francisco es un maravilloso actor, uno de los mejores que ha habido en el Vaticano"

P. ¿Por qué cuando comenzó a escribir novelas negras decidió firmarlas con el pseudónimo de Benjamin Black y no como John Banville?

R. Cuando escribí mi primer libro de crímenes, no quería que mis lectores pensasen que era una elaborada broma literaria postmodernista, así que lo publiqué con pseudónimo. Pero luego me arrepentí de haberlo hecho. Quería volver a publicar con mi nombre esas primeras novelas negras, pero no me apetecía revisar los libros, no soporto leer mis propias obras, así que se me ocurrió que podía ser una buena idea escucharlos en audiolibros. Como soy insomne, los escuchaba en mitad de la noche. La persona que había grabado los audiolibros era Timothy Dalton, un actor que hizo en el pasado de James Bond y que tiene una voz maravillosa con acento galés. Cuando le escuché en esos audiolibros me pareció que mis novelas negras no estaban nada mal. ¿Para qué necesitaba un seudónimo? Aquellos eran mis libros. Así que asesiné a Benjamin Black. Pero mi editorial en España me pidió que no le matara, así que aquí él sigue vivo.

P. He leído por algún lado que tarda mucho menos en escribir sus novelas negras que el resto de sus libros. ¿Es así?

R. Sí. Las novelas negras deben de escribirse rápida y espontáneamente, no debes romperte la cabeza con cada frase porque pierden esa espontaneidad. Una de las grandes novelas negras del siglo XX, El cartero siempre llama dos veces, fue escrita durante un fin de semana largo por James M. Caine, y es un libro increíble.

P. Entonces no escribe las novelas negras más rápido que el resto de sus libros porque considere que se trata de un género menor, ¿verdad?

R. No. Creo que algunas de las grandes obras literarias del siglo XX pertenecen al género de las novelas negras. Escritores como George Simenon, Raymond Chandler, Richard Stark o James M. Caine han escrito grandes obras, al igual que novelistas como Margery Allingham, Ngaio Marsh y algunas otras más. Siempre pienso en ellas como damas con vestidos floreados y el asesinato en su corazón.

"La mayoría de las novelas negras están escritas con una prosa terrible"

P. Supongo que escribir novelas negras le obliga a mirar de frente al mal, ¿no?

R. Yo no lo veo así. Si yo tuviera el control de los diccionarios, prohibiría la palabra mal y la reemplazaría por circunstancias. En determinadas circunstancias, cualquiera de nosotros podría hacer cosas terribles. La noción del mal, de que el mal es algo que está ahí afuera, es uno de los inventos de la Iglesia. Es muy conveniente tener una gran fuerza a la que poder culpar de nuestros pecados. La mayoría de los crímenes se cometen por avaricia o por ira, y la mayoría de ellos no se resuelven. Un día, hablando con un detective, me dijo que calculaba que el 85% de todos los delitos no se resuelven. Por eso Quirke y Stratford son tan incompetentes y nunca se enteran de lo que está pasando. Porque la realidad es así.

P. Dice que cuando está escribiendo deja de ser usted y que entra en una especie de trance. ¿Me lo explica?

R. Cuando escribo estoy muy concentrado. Estoy seguro de que a la gente que hace deporte le pasa lo mismo, cuando están en la línea de salida fijo que no son ellos mismos. Es algo que ocurre cuando estás profundamente concentrado. Cuando yo escribo, sin importar qué esté escribiendo, me tengo que concentrar profundamente y, si aquello de lo que estoy escribiendo es algo complicado, dejas de ser tú mismo, pierdes tu ser. Pero quizá no deberíamos usar la palabra trance para describirlo, porque trance remite de algún modo a un estado divino, y no es eso.

Foto: Retrato de los escritores Rosa Ribas y Francisco Bescós. (Iván Giménez y Patricia Semir)

P. Escribir como Benjamin Black, ¿le ha dado más libertad?

R. Antes de empezar a escribir estas novelas negras, nunca me habían interesado los personajes ni los diálogos ni ninguna de esas cosas que interesan a los novelistas. Yo nunca me he considerado un novelista, me considero un artista que trabaja con la prosa. Eso es algo que vuelve locos a los escritores de novelas negras, que me odian profundamente.

P. ¿Por qué le odian?

R. No lo sé. Quizás piensen que soy pretencioso… Pero la verdad es que la mayoría de las novelas negras están escritas con una prosa terrible. Yo creo que un escritor tiene el deber de escribir buena prosa. De lo contrario, no le hace ningún favor al público ni al gremio de escritores. Hay que mantener un nivel alto. Y luego está esa obsesión de muchos autores de novela negra de presentar a los asesinos en serie como seres poderosos a los que nadie consigue dar caza…Por supuesto que hay asesinos en serie a los que no se ha atrapado. Pero no son esos seres semidivinos o semidemoníacos que nos quieren hacer creer. Son seres humanos como todos nosotros. Retorcidos, tristes y muy, muy peligrosos, pero seres humanos. Y los detectives de las novelas negras, gente como Sherlock Holmes o Hércules Poirot, tampoco existen en la realidad, y por eso he querido hacer a mis investigadores incompetentes.

Un oficial nazi que ha estado al frente de un campo de concentración llega en 1945, nada más concluir la II Guerra Mundial, a un monasterio franciscano en medio de los Dolomitas, en los Alpes italianos. Allí le dan cobijo y le ayudan después a alcanzar Roma, a llegar desde allí por mar a Gibraltar, a cruzar más tarde España y Francia en dirección al canal de la Mancha para, finalmente, recalar en Irlanda. "Encontrará casas francas a lo largo del camino. Siempre hay un monasterio, un convento. Tenemos nuestras propias rutas desde los tiempos de Fiacre, el monje celta que da nombre a nuestro monasterio", le explica al nazi el hermano Damián, el monje al frente de esa comunidad religiosa.

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