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"No habrá solución sin entendimiento entre las dos partes": la cultura israelí contra la violencia
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"No habrá solución sin entendimiento entre las dos partes": la cultura israelí contra la violencia

En 1978 se creó el movimiento pacifista Paz Ahora en Israel, impulsado por Amos Oz y AB Yehoshua, entre otros. Hoy, los intelectuales israelíes siguen clamando por la reconciliación y contra el fanatismo

Foto: Un grupo de palestinos transporta el cadáver de una persona tras un bombardeo israelí en Gaza. (Reuters/Mahmoud Issa)
Un grupo de palestinos transporta el cadáver de una persona tras un bombardeo israelí en Gaza. (Reuters/Mahmoud Issa)
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En 1978, cinco años después de la cruenta guerra del Yom Kipur que enfrentó a Israel con una coalición de países árabes liderados por Egipto y Siria, casi 400 oficiales reservistas del ejército israelí crearon el movimiento pacifista Paz Ahora que velaba por la paz interna y externa en el país y también por la “paz duradera” con el pueblo palestino instando a la creación de un Estado palestino. Este movimiento fue impulsado por, entre otros, los escritores israelíes Amos Oz y Abraham B. Yehoshúa. Ambos habían servido en el ejército y ambos abogaban por el entendimiento. Y ambos representaban esa otra cara de Israel que siempre queda opacada por la violencia, la sangre y la muerte.

Oz y Yehoshúa ya han fallecido. El primero en 2018 y el segundo en 2022, pero han quedado sus libros, sus enseñanzas y cómo estas han calado en las nuevas generaciones culturales israelíes como las que representan escritores como Etgar Keret y Nim Baram, publicados hoy en todo el mundo, también en España, y que suenan mucho menos conservadoras con respecto a Israel que la generación de sus padres. Cuando el ruido de la guerra parece aniquilar cualquier voz en defensa del pacifismo quizá sea más necesario que nunca recordar a los fundadores de Paz Ahora.

Tampoco eran unos pusilánimes. Yehoshúa, descendiente de judíos sefardíes y cuyos libros se pueden encontrar en Anagrama - Una mujer en Jerusalén, sobre un atentado en un mercado de la ciudad en la que muere una mujer y hay que trasladar su cuerpo, es fantástico-, señalaba durante la presentación de una de sus novelas en España que no le gustaba la palabra “pacifista”. “No niego la guerra cuando la creo necesaria. No rechacé, por ejemplo, la guerra contra Sadam Husein, que invadió un país y cometió atrocidades. Pero sí estoy por el reconocimiento de los derechos y la autodeterminación del pueblo palestino. Tenemos un futuro común. No hay otra solución. Otras posibilidades son peligrosas y terribles, porque existe el fanatismo islámico y el judío”, indicaba.

"Estoy por el reconocimiento de los derechos y la autodeterminación del pueblo palestino. Tenemos un futuro común. No hay otra solución"

Este escritor, como ocurría con los que deseaban impulsar la paz desde Israel en los setenta, pensaba que tanto Israel como Palestina tenían opciones legítimas en su lucha. “Esta lucha es, por ambas partes, por la identidad nacional de la patria entera, por cada piedra y cada rincón de ella, cuando para ambas partes, sobre todo para los palestinos, no está claro el tamaño del pueblo que está frente a ellos, si se trata sólo de los judíos israelíes o de toda la diáspora judía, y si frente a los israelíes está sólo el pueblo palestino o toda la nación árabe. Tampoco las fronteras demográficas de ambas partes están claras. Se trata, pues, de un conflicto de base que crea constantemente una desconfianza primaria y profunda entre los dos pueblos y que, por tanto, impide que se llegue a una solución posible”, escribía en un artículo publicado por La Vanguardia en 2011.

placeholder El escritor judío sefardí asentado en Israel Abraham B. Yehoshúa, miembro activo del movimiento pacifista israelí (EFE/Albert Olivé)
El escritor judío sefardí asentado en Israel Abraham B. Yehoshúa, miembro activo del movimiento pacifista israelí (EFE/Albert Olivé)

Amos Oz, que vivió en un kibbutz en su juventud y se hizo militante socialista, dedicó prácticamente toda su vida y obra a tratar este conflicto. Uno de los libros que más definen a quien fuera galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras en 2007 es Contra el fanatismo (Siruela, 2003) en el que, precisamente, insiste en que lo subyace por debajo de todas las guerras es el fanatismo feroz. Es, según él, lo que suele estar tanto en las declaraciones de guerra como en esas respuestas que buscan ahogarlo todo con sangre y muerte. “La actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/ Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia. [...] "El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal, por llamarlo de alguna manera”, escribía en este pequeño pero poderoso ensayo.

placeholder El escritor y pacifista israelí Amos Oz recibe el premio Neuman en Jerusalén, el 21 de octubre del 2013 (EFE Abir Sultan)
El escritor y pacifista israelí Amos Oz recibe el premio Neuman en Jerusalén, el 21 de octubre del 2013 (EFE Abir Sultan)

Para él, la solución solo podía venir de la creación de dos Estados. "No hay otra solución porque los palestinos no se van a ir, no tienen adónde. Los judíos israelíes tampoco nos vamos a ningún lugar, no tenemos adónde. No podemos ser una gran y alegre familia porque no somos una familia. Somos dos familias muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay otra opción”, afirmaba en 2015. Además, le molestaba profundamente que se opinara alegremente sobre este asunto -menos mal que no llegó tanto a ver Twitter- y que todo se redujera a una cosa simplista de malos y buenos. “Cuando se trata de los fundamentos del conflicto árabe-israelí, en particular los conflictos palestino-israelíes, las cosas no son tan simples (...) no es una película del salvaje Oeste. No es una lucha entre el bien y el mal, más bien lo considero una tragedia en el sentido más antiguo y preciso del término: un choque entre derecho y derecho, entre una reivindicación muy convincente, muy profunda, muy poderosa, y otra reivindicación muy diferente pero no menos convincente, no menos poderosa, no menos humana”, escribió.

Contra el mensaje simplista

Es posible que para muchos las palabras de los muertos hoy ya no tengan eco. O sencillamente piensen que han perdido, pero lo cierto es que persiste un movimiento liberal y de izquierdas en Israel que sigue recogiendo estas lecciones y para los que tampoco es fácil ya que, desde fuera, se han topado con el mensaje más simplista. Ahí está el escritor y analista Etgar Keret (Israel, 1967), hijo de supervivientes del Holocausto, quien ha sido tildado de traidor en su país -escribe habitualmente contra el Gobierno ultraderechista y contra la guerra de Gaza- , pero quien también sufre críticas por ser israelí. “Cuando la gente me dice que no querríamos hacer un evento contigo porque eres israelí, yo digo: 'lo dices como un británico cuya nación bombardeó Irak, un país con el que no tienes fronteras'”, señalaba en una entrevista con The Guardian en 2015 donde también añadía que cualquier boicot a Israel “acaba favoreciendo a la derecha israelí. Cuando la gente no viene a actuar a Israel, a nadie le importa un carajo. Si crees que Netanyahu y su gobierno fundamentalista religioso van a poner fin a la ocupación porque Elvis Costello no viene a actuar, entonces tienes que ser muy ingenuo”.

placeholder Etgar Keret (2013) (EFE)
Etgar Keret (2013) (EFE)

Mucho más radical, no obstante, es Nir Baram (Israel, 1976) quien con la publicación en 2013 de Las buenas personas (Alfaguara) -una novela sobre un conflicto moral que fue muy aplaudida por Oz y Yehoshua- manifestaba directamente que “el proceso de paz es una estupidez”, ya que “la paz es siempre la paz del vencedor en la guerra, y para mantenerla es necesario negar, o al menos relativizar o justificar, su propio sustrato de violencia”. Para Baram, que dirigió el documental A Land Without Borders sobre este asunto y donde mostraba la visión de ambos pueblos, hay que cortar de cuajo la superioridad moral del público israelí. “Eso nos protege de la realidad y crea un falso y peligroso sentido de victimización y persecución. […] Sin embargo, la simple verdad es que los judíos no son distintos a otros grupos étnicos, y también entre judíos se cometen asesinatos horripilantes”, reconocía.

placeholder El escritor Nir Baram, posa durante la presentación de su última obra, 'Las buenas personas' (EFE/Andreu Dalmau)
El escritor Nir Baram, posa durante la presentación de su última obra, 'Las buenas personas' (EFE/Andreu Dalmau)

Baram, de 47 años, es de la generación israelí que solo ha conocido el enfrentamiento, el muro, la guerra. Está cansado de las viejas soluciones de un estado, dos o tres. Para él. hay que mirar cara a cara al problema. “Porque necesitamos una especie de proceso de reconciliación. Sin este proceso no hay solución. Hemos estado hablando durante 40 años acerca de que la solución sería convertirnos en dos Estados, en tres Estados, en un solo Estado, pero eso es mierda. Porque no podemos solucionar el conflicto sin entendimiento entre las dos partes, sin ningún entendimiento de la narrativa de los dos lados”.

En 1978, cinco años después de la cruenta guerra del Yom Kipur que enfrentó a Israel con una coalición de países árabes liderados por Egipto y Siria, casi 400 oficiales reservistas del ejército israelí crearon el movimiento pacifista Paz Ahora que velaba por la paz interna y externa en el país y también por la “paz duradera” con el pueblo palestino instando a la creación de un Estado palestino. Este movimiento fue impulsado por, entre otros, los escritores israelíes Amos Oz y Abraham B. Yehoshúa. Ambos habían servido en el ejército y ambos abogaban por el entendimiento. Y ambos representaban esa otra cara de Israel que siempre queda opacada por la violencia, la sangre y la muerte.

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