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'El corazón del daño': matar a la madre, pero no lo suficiente
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La obra de teatro del finde

'El corazón del daño': matar a la madre, pero no lo suficiente

La leyenda del teatro argentino Marilú Marini debuta en los escenarios españoles con la adaptación de la novela de María Negroni. Hasta el 28 de octubre se la puede ver en esta obra en el Español

Foto: Marilú Marini en 'El corazón del daño'. (Vanessa Rabade)
Marilú Marini en 'El corazón del daño'. (Vanessa Rabade)

Una madre asmática que fue siempre la dueña del lenguaje, la medida de todas las cosas, un amor “emperrado como un coágulo”, la ocupación más ferviente y dañina, una madre cripta, nicho y altar a la que recuerda y reconstruye una mujer vestida de negro y con zapatillas de deporte color fucsia que saldrá al escenario como lo que es, una actriz argentina de 83 años llamada Marilú Marini que sonríe con todo el cuerpo cuando dice que está feliz de pisar el escenario de la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español y le recuerda al público que debe apagar sus teléfonos móviles. Después anunciará, como escribió Clarice Lispector: “Voy a crear lo que me sucedió”. Y esa mujer atravesará un marco enorme, un marco dorado como de cuadro gigante y se sentará, al otro lado, en una mesa en la que veremos un cuaderno y una sombrilla y un bolso y otro marco, esta vez de fotos, con la imagen de una mujer. Es también Marini, pero, en ese otro marco más pequeño, es su propia madre, la madre sobre la que escribe la autora María Negroni en su obra El corazón del daño, publicada en España por Penguin Random House el pasado mes de enero.

El director argentino Alejandro Tantanian lleva a escena la adaptación teatral de esa novela en la que conviven biografía y ficción, en la que Negroni registra con una escritura seca y poética, tan afilada y sincopada como esa respiración asmática de la madre, una historia oxímoron en la que un corazón late al ritmo del amor y el dolor, de la entrega y la resistencia, en un “censo de escenas ilegibles”, dice la autora, con el que “iluminar cada rincón del miedo”, una historia en la que habla de ese vínculo con una madre de la que se venga y a la que redime, sí, pero también de cómo escribir y escribirnos, de cómo se construye la propia escritura y de cómo nos construimos a partir de lo vivido.

Este montaje supone también el estreno en las tablas españolas para la argentina Marilú Marini, actriz legendaria de cine, teatro y televisión

Para Tantanian, director y dramaturgo de largo recorrido —coautor con Daulte y Spregelburd de la obra La escala humana, formó parte de El Periférico de Objetos de Daniel Veronese y ha sido director del Teatro Cervantes de Buenos Aires—, esta es su primera vez en España. Y a excepción de un fugaz paso por el Festival Grec en 2008, este montaje supone también el estreno en las tablas españolas para la argentina Marilú Marini, actriz legendaria y veteranísima de cine, teatro y televisión, donde ha trabajado a las órdenes de Peter Brook, Jean-Michel Ribes, Claire Denis o Diego Lerman. Marini, que se instaló en París en 1975 huyendo de la dictadura y que ha interpretado textos de Beckett, Copi o Genet, estuvo hace unos meses en los Teatros del Canal de Madrid como directora de Matate, amor, adaptación de la novela de Ariana Harwicz. Es la tercera vez que trabaja con Tantanian, que explica a este diario que “hace muchos años que quería trabajar en España, pero las cosas no se dieron hasta ahora y creo que llegamos en el momento indicado”.

Beckett, un cuaderno y un marco

Tantanian juega en este montaje con la idea de representación a partir de ese marco que contiene otros marcos, un marco matrioska que aloja un universo en el que conviven la biografía y la ficción. Explica el director que su puesta en escena parte de la imagen de un portarretratos deconstruido: “Tenés el marco, después un paisaje con unas sillas y una mesa, sobre ella una foto y en la foto una figura, y detrás de todo eso, una tela y una madera. Todas esas capas, deconstruidas y ampliadas en el espacio, son como la obra de María Negroni, que puede ser leída como un libro de citas, una autobiografía, un ensayo o una novela”.

Y desde el interior de ese marco, del que apenas sale, Marilú Marini se dirige al público y a veces también a esa madre que, en escena, es una silla vacía, y lo hace con un despliegue de registros que van desde la contención (apenas) al histrionismo (abundante), transformando esa escritura poética, minimalista y cortante de Negroni en un relato hiperemocional y a ratos excesivo que transita por la infancia, la adolescencia y la edad adulta, una historia que parece discurrir toda ella en ese pasillo que la madre atraviesa del comedor helado a la habitación de una hija que la escuchará ahogarse, parar un segundo y recomenzar. Y en esta historia-pasillo, esa hija que habla de su madre lo hará también de la dictadura argentina, de las lecturas que la construyeron y de la maternidad propia. El resultado, dirá, “es un cuento gótico, a medio camino entre el cementerio y el monólogo interior”. Y a eso, Tantanian intenta añadirle la poética de Beckett.

placeholder Marilú Marini, sobre el escenario. (Vanesa Rabade)
Marilú Marini, sobre el escenario. (Vanesa Rabade)

Lo hace convirtiendo por momentos a su actriz en Winnie, la protagonista de Los días felices, un papel que Marini ya interpretó en 2004 y que aquí parece revivir con ese bolso del que sacará un rouge de labios y un espejito y una lupa y un revólver. Pero es solo un gesto que no acaba de construir universo o atmósfera porque no vemos las acciones mínimas, absurdas y repetitivas de los personajes de Beckett, tampoco esa especie de páramo simbólico en el que el autor sitúa su obra. Aquí hay una mujer, sentada a una mesa, que a veces se levanta y se mueve, pero poco. Una mesa alargada que ni siquiera es un escritorio, en la que, sí, hay un cuaderno y un lápiz, y en esos dos objetos parece depositar Tantanian esa idea de que la mujer que habla está reescribiendo, para nosotros, los vínculos con su madre y con la escritura.

Trazo grueso y falta de ideas

Hay, también, una propuesta de dirección que convierte un texto intimista y poético en una puesta en escena de trazo grueso que opaca el brillo de una actriz que intuimos enorme (es la primera vez que la vemos actuar en España), que apenas juega con el espacio y que da golpes en la mesa para marcar el fin de la música en escena, una música que suena de forma casi permanente, con una presencia tan obvia y tan insistente que acaba distrayendo y ensuciando el monólogo de Marini.

placeholder Marilú Marini.
Marilú Marini.

A eso se suma un diseño de luces que apuesta por fondos que van del naranja al azul, ese tipo de recursos que uno utiliza cuando va justo de producción o de ideas. Entre los recursos sonoros, grabaciones con la voz en off de Marini en las que reproduce citas que Negroni incorpora en su novela —de Juan Gelman, Marguerite Duras o Alejandra Pizarnik— que marcan el inicio o fin de algunas escenas, acompañados de un ruido blanco cuyo uso no entendemos. Tampoco el de ese timbre que sonará varias veces, interrumpiendo el texto final de Marilú Marini, el epílogo en el que esa hija le confiesa a su madre que nunca la matará “lo suficiente, nunca estarás debidamente muerta”.

'El corazón del daño'. Autora: María Negroni. Adaptación: María Negroni con la colaboración de Oria Puppo y Alejandro Tantanian. Dirección: Alejandro Tantanian. Intérprete: Marilú Marini. Hasta el 28 de octubre en el Teatro Español.

Una madre asmática que fue siempre la dueña del lenguaje, la medida de todas las cosas, un amor “emperrado como un coágulo”, la ocupación más ferviente y dañina, una madre cripta, nicho y altar a la que recuerda y reconstruye una mujer vestida de negro y con zapatillas de deporte color fucsia que saldrá al escenario como lo que es, una actriz argentina de 83 años llamada Marilú Marini que sonríe con todo el cuerpo cuando dice que está feliz de pisar el escenario de la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español y le recuerda al público que debe apagar sus teléfonos móviles. Después anunciará, como escribió Clarice Lispector: “Voy a crear lo que me sucedió”. Y esa mujer atravesará un marco enorme, un marco dorado como de cuadro gigante y se sentará, al otro lado, en una mesa en la que veremos un cuaderno y una sombrilla y un bolso y otro marco, esta vez de fotos, con la imagen de una mujer. Es también Marini, pero, en ese otro marco más pequeño, es su propia madre, la madre sobre la que escribe la autora María Negroni en su obra El corazón del daño, publicada en España por Penguin Random House el pasado mes de enero.

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