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Las citas célebres más falsas de la historia
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AUTORES ERRÓNEOS Y FRASES NUNCA DICHAS

Las citas célebres más falsas de la historia

Todos conocemos el célebre juego del “teléfono escacharrado”, en que una frase se va pasando de boca a oreja y, cuando llega a su destino, apenas

Foto: La célebre frase, atribuida al sagaz Sherlock Holmes, no aparece en las obras de Arthur Conan Doyle. (Twitter)
La célebre frase, atribuida al sagaz Sherlock Holmes, no aparece en las obras de Arthur Conan Doyle. (Twitter)

Todos conocemos el célebre juego del “teléfono escacharrado”, en que una frase se va pasando de boca a oreja y, cuando llega a su destino, apenas se parece a la emisión original. Con las citas célebres pasa un poco lo mismo, a pesar de que las comillas que las flanquean, la cursiva o la firma les den un aire solemne.

En realidad, es lo más normal pensar que muchas de las frases más famosas atribuidas a personajes conocidos se hayan malinterpretado, deformado o prácticamente inventado. En ocasiones, sucede que hay frases que relacionamos con libros o películas pero que en realidad en ningún momento aparecen mencionadas en las respectivas obras. Otras veces, sentencias que tradicionalmente se han atribuido a un autor muy famoso en realidad pertenecen a otro menos conocido.

La aparición de Twitter, cuyo máximo de 140 caracteres es la plataforma perfecta para citar, ha incrementado aún más la proliferación de citas falsas o de autoría errónea. Miles de frases pululan por la red que se atribuyen falsamente a Winston Churchill o a Jorge Luis Borges, por mencionar a dos de los más citados sin cotejar las fuentes.

En El Confidencial hemos reunido algunas de las más famosas citas celébres que no son reales, o cuyo autor hemos malinterpretado durante muchos años.

1. “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

La célebre frase, con variaciones, ha sido una y mil veces atribuida al escritor alemán Bertolt Brecht, pero lo cierto es que la reflexión no es suya. Sin embargo, la cita fue pronunciada en realidad por Martin Niemöller, pastor luterano alemán. Se trata de un extracto de uno de los sermones que Niemöller dio en la Semana Santa de 1946 en Kaiserslautern (Alemania), y que se titulaba “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”. La historia, no obstante, no le ha hecho justicia.

2. “Para tener ojos bellos, busca el bien en los demás; para unos labios bellos, di sólo palabras amables y para la elegancia, anda con el conocimiento de que nunca estás sola”.

Mucha gente le atribuye estos “consejos de belleza” a la guapa Audrey Hepburn, pero el crédito no es suyo, sino del humorista americano Sam Levenson. Hepburn era una gran admiradora del cómico y, a menudo, lo citó en público, por lo que la autoría de la frase (que es un extracto de un párrafo mucho más largo) ha sido malinterpretada.

Lo que sí dijo Audrey Hepburn, siempre sagaz, fue: “Si tuviera [secretos de belleza], me haría de oro. Pero sé qué ayuda: la salud, dormir mucho, grandes cantidades de aire fresco y una enorme ayuda de Estee Lauder”.

3. “Las mujeres educadas raramente hacen historia”

La frase se ha atribuido a multitud de mujeres relevantes y muy dispares entre sí: desde Marilyn Monroe a Margaret Thatcher, pasando por Hillary Clinton, Meryl Streep, Eleanor Roosevelt o Ana Bolena, entre otras. Pero la sentencia es en realidad de la ganadora de un premio Pulitzer Laurel Thatcher Ulrich, que la escribió en un ensayo titulado Vertuous Women Found: New England Ministerial Literature, 1668-1735.

No obstante, en esta ocasión la verdadera autora de la frase no salió perdiendo, pues la popularidad de la sentencia le dio la oportunidad de publicar un libro homónimo.

4. “Ojalá lo hubiese hecho todo contigo”

La sentencia se ha adjudicado en innumerables ocasiones a F. Scott Fitzgerald, aludiendo que aparecía en su más célebre novela, El Gran Gatsby. No obstante, la frase no aparece por ninguna parte en el libro, sino que se añadió en la versión cinematográfica de Baz Luhrmann’s y, a partir de ahí, mucha gente se la ha atribuido al escritor norteamericano.

5. “Elemental, querido Watson”

La celebérrima frase forma parte del imaginario colectivo, y cualquiera puede responder con ella en una conversación coloquial. Como los mejores refranes, la sentencia pertenece ahora a todos los hablantes. Sin embargo, ese enunciado como tal nunca fue pronunciado por el sagaz Sherlock Holmes, y no aparece en las obras originales de Arthur Conan Doyle. Lo que sí consta en el libro son palabras de Sherlock como “Superficial, mi querido Watson” o “Elemental”, pero por separado. La célebre combinación sólo aparece en libros, películas e historietas de otros autores posteriores, pero nunca en el original.

6. “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”

La frase se ha citado en numerosas ocasiones como parte de El Quijote, de Miguel de Cervantes. No obstante, no aparece en ninguna parte de la genial obra.

Se ha querido ver su origen en el poema “Labrador”, del alemán Goethe, que data de 1808 y, en un momento, dice: “Pero sus estridentes ladridos / sólo son señal de que cabalgamos”. La adición del nombre de Sancho y su consecuente relación con El Quijote debió producirse por error en algún momento de la primera mitad del siglo XX.

También se ha pensado que la frase puede ser una forma evolucionada del proverbio árabe que reza: “Los perros ladran, la caravana pasa”, muy conocido en la España medieval.

Su popularización, a pesar de ser una sentencia completamente falsa, está completamente extendida, y a ello ha contribuido la versión cinematográfica de Orson Wells. Eso pasa por intentar hacer películas de El Quijote.

7. “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”

La afirmación ha sido mil y una veces atribuida a Voltaire, y así figura en numerosos sitios en internet. Sin embargo, nadie ha sido capaz de hallarla en ninguno de sus textos, y tampoco se ha conocido ninguna alusión que pudiera relacionar la frase con el ilustrado francés.

La primera aparición del enunciado aparece en el libro The friends of Voltaire, escrito por Beatrice Hall. Pero son 200 años los que separan al francés de esta escritora, por lo que la certeza de que la cita sea verdadera tal y como aparece entrecomillada es muy escasa.

Todos conocemos el célebre juego del “teléfono escacharrado”, en que una frase se va pasando de boca a oreja y, cuando llega a su destino, apenas se parece a la emisión original. Con las citas célebres pasa un poco lo mismo, a pesar de que las comillas que las flanquean, la cursiva o la firma les den un aire solemne.

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