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Hombres de 60 años, ¿qué os pasa?
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Mala fama

Hombres de 60 años, ¿qué os pasa?

Las noticias nos hablan de señores hechos y derechos entregados a vicios y juergas que reventarían a cualquier veinteañero

Foto: Fotograma de la película 'Plan en Las Vegas'.
Fotograma de la película 'Plan en Las Vegas'.

Como ya poco podemos hacer contra la corrupción, nos queda la envidia. La disolución moral de nuestros políticos y mandatarios, y de los nobles y reyes, y de presidentes de cosas, ya no nos asombra como para avinagrarnos más de cinco minutos, porque tenemos el alma colmatada del mal continuado de la gente respetable. Así, ante las diversas noticias donde unos señores con chófer y sueldazo ven reveladas sus juergas intensísimas, de copa y coca, de hotel y selfi sucio, lo único que he podido hacer ha sido mirar en Google su edad. Todos tienen en torno a 60 años.

Este last dance geriátrico me tiene amilanado. Montaigne se consideraba anciano en sus Ensayos cuando pasó de los 40. Pero ahora los 60 en los hombres son sus 20 definitivos, y hay ahí mucho exceso al que dar salida con pentagramas de cocaína, catálogos de putas y gin-tonics con mondas flotando. ¿Qué es esto? ¿Qué os pasa? ¿De dónde viene toda esa energía para probar a destruirse a uno mismo?

placeholder Imagen de 'Plan en Las Vegas', la película de Jon Turteltaub sobre cuatro sesentones que se van de juerga a esa ciudad.
Imagen de 'Plan en Las Vegas', la película de Jon Turteltaub sobre cuatro sesentones que se van de juerga a esa ciudad.

Cuando Denzel Washington habla de jóvenes descarriados, que por lo que sea le preguntan mucho a él sobre esto, siempre dice lo mismo: “¿Dónde están los padres?”.

Aquí cabe preguntarse algo parecido: “¿Dónde están los hijos?”. Estos cincuentones bombásticos, estos sesentones de puti cursi, tienen hijos en edad de avergonzarse, de arrastrar el apellido durante años, manchado de ceniza y lubricante. No todos van a fundar Taburete, algunos a lo mejor no tienen tantas ganas de cantar. El padre ejemplar se les revela de pronto todas las cosas malas, y la piedad se nos desboca. El padre infiel, el padre drogadicto, el padre con mal gusto para las camisas y el padre medio desnudo en un hotel nada victorioso: todo junto. Esto otros hijos lo resuelven con dos buenas hostias a sus padres.

La sociología barata explica que en este tercer cuarto de la vida la gente es más feliz que con 40, e incluso que con 30. Tienen dinero, no cuidan ya de los hijos, parece que no tocó cáncer y, si hubo divorcio o despido, ya fue superado. Lo que no explica la llamada curva de la felicidad es por qué son los hombres los que pierden en exclusiva las ganas de aburrirse viendo iglesias del románico palentino, yendo al teatro y tomando las doce uvas en fin de año en lugar de las doce rayas cada fin de semana. Las mujeres no dan estos espectáculos grotescos, ni siquiera siendo diputadas.

Los señores diputados practican en el Congreso todas las perrerías que tú solo te atreverías a imaginar graciosamente y por pasar el rato

Que los perdularios sean hombres con poder, solo añade latidos mayores a su acanallamiento. Yo reconozco que si fuera diputado penaría las morbosas tentaciones de tener sexo en mi despacho de la carrera de San Jerónimo, o de ir de empalmada a una moción de censura, o de traficar con cocaína junto al león de la derecha. Quién no, todos hemos tenido quince años. Pero una cosa es la golosina de la tentación y otra constatar que los señores diputados (no todos, pero desde luego, demasiados) practican en el Congreso todas las perrerías que tú solo te atreverías a imaginar graciosamente y por pasar el rato. Ya saben que los partidos no te expulsan por hacer lo que haces, sino por que se sepa lo que haces. Y eso es todo lo que puede decirse de la ética que tiene esta gente: necesitan únicamente que no lo sepamos.

El diccionario se abre por sus páginas más descompuestas para honrar a estos señores: zafios, cutres, sórdidos, degradados. Pero es la palabra alterne la que,
volviendo a los titulares (locales de alterne) nos devuelve a la España profunda y edípica, la del hijo que ve el coche de papá en la puerta del prostíbulo. Esta escena es el gran vodevil español, porque ¿qué hacía de hecho el hijo a la puerta del prostíbulo?

placeholder El actor Tom Cruise en la película 'Top Gun: Maverick'.
El actor Tom Cruise en la película 'Top Gun: Maverick'.

Pero es la envidia, como dijimos, la que realmente merece hacerse con un párrafo en esta redacción. Yo, con mis 48 años labrados libros a libro y novia a novia, no me veo con 60 como veo a estos hombres de 60. Ahora mismo me das dos copas y muero. Me das dos cocottes y me asusto. Me pones descamisado junto a otros trastos de mi quinta en un hotel para hacernos una foto, y vomito. Este tirarlo todo por la borda cada noche (una familia, un trabajo, un respeto social) es como el canto de cisne de cierta masculinidad muy siglo XX. Llegados a este punto, los hombres solo quieren divertirse, y divertirse para los hombres muy siglo XX solo tiene tres componentes: amigotes, chicas jóvenes (inevitablemente de pago) y carburante (copa y coca).

Frente a este hombre desalineado con su tiempo, encontramos el hombre de 60 que se hace joven a ojos vista, y no por sus correrías. Son los Keanu Reeves y los Tom Cruises, que seguramente no toman una gota de alcohol ni aunque llueva whisky sobre Los Ángeles. ¿Por qué unos se cuidan tanto y otros se destruyen? ¿Por qué ser empresario en España no despierta nuestra máxima piedad, si a nada que quieres firmar un contrato con la Administración tienes que irte a un burdel (no hay bolígrafos en ningún otro lugar en España a esas horas salvo en los burdeles, sí)? ¿Por qué no hay de una vez por todas un outing de consumidores de cocaína, y lo flipamos?

Y, a todo esto, ¿dónde están las mujeres? Las madres, las esposas, las diputadas, las nobles y las poderosas. Si ellas son capaces de no caer tan bajo, ¿a qué se debe? Alguna alcaldesa dio vuelta y media en vicio a estos señores, es verdad; pero lo normal es que las chicas estén bien o regular o, en cualquier caso, procurando no sonrojar a sus hijos desde los telediarios. Mientras estén haciendo el feminismo no están haciendo cosas peores, eso hay que reconocerlo. Cuando llega el 8-M, que es hoy, los selfis son todos morados y sanotes, y no signo de la completa putrefacción de tu sexo.

Como ya poco podemos hacer contra la corrupción, nos queda la envidia. La disolución moral de nuestros políticos y mandatarios, y de los nobles y reyes, y de presidentes de cosas, ya no nos asombra como para avinagrarnos más de cinco minutos, porque tenemos el alma colmatada del mal continuado de la gente respetable. Así, ante las diversas noticias donde unos señores con chófer y sueldazo ven reveladas sus juergas intensísimas, de copa y coca, de hotel y selfi sucio, lo único que he podido hacer ha sido mirar en Google su edad. Todos tienen en torno a 60 años.

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