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'Electra': Fernanda Orazi convierte la tragedia griega en una comedia a ritmo de 'loop'
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'Electra': Fernanda Orazi convierte la tragedia griega en una comedia a ritmo de 'loop'

La actriz dirige en el Teatro de La Abadía de Madrid una versión audaz y juguetona del texto de Sófocles con un reparto brillante

Foto: 'Electra', de Fernanda Orazi, en el Teatro de La Abadía.
'Electra', de Fernanda Orazi, en el Teatro de La Abadía.

"Venga, mamá, que te toca morirte", le dice su hijo. Y ella le toca la cara al chico y siente que le quema la mano y se cae al suelo. "Venga, mamá, que esto termina así". Y alguien abre la puerta de público de la sala y la empuja y ella sale cayéndose y cierran esa puerta y ella vuelve a entrar arrastrándose y grita: "No tienes piedad de la que te dio a luz". Y él, que está junto a su hermana, igual de impaciente, igual de implacable, la observa con displicencia: "Te tienes que morir, mamá, acéptalo. No nos lo pongas más difícil. Muérete". Esa madre es Clitemnestra y morirá a manos de su hijo Orestes que, guiado por su hermana Electra, vengará la muerte de su padre, Agamenón. Después del asesinato, los hermanos se sentarán en el patio de butacas y observarán, junto al público, el cuerpo de la mujer tendido en el suelo junto a un montón de hojas de laurel que quizá, cuando ya no los veamos, coronen la frente de uno de ellos.

No hay nada como un buen crimen familiar para alimentar una tragedia, dijo (más o menos) Aristóteles y así termina Electra, esta historia escrita por Sófocles en el siglo V a.C. que acaba de estrenar el Teatro de La Abadía con versión y dirección de Fernanda Orazi y los actores Juan Paños, Carmen Angulo, Javier Ballesteros y Leticia Etala en escena. La decisión de montar este texto clásico germinó en dos espacios distintos: uno, en los talleres de entrenamiento para actores que Orazi imparte de forma habitual, en los que coincidió con los cuatro intérpretes con los que ha formado compañía para estrenar la obra y, dos, en ese otro lugar en el que Orazi coloca su necesidad de desafío y de llevar a escena algo que parece “inactuable”, explica, “porque no podía imaginar cómo se actúa eso, cómo hacer actuable una tragedia como esta hoy, ahora”.

placeholder 'Electra', en La Abadía.
'Electra', en La Abadía.

Fernanda Orazi, actriz habitual de dos de los grandes directores del momento, Pablo Remón (40 años de paz, Barbados etcétera, Doña Rosita, anotada y la más reciente, Barbados en 2022) y Pablo Messiez (Muda, Las criadas, Días felices), tiene a sus espaldas una trayectoria de tres décadas sobre las tablas y unos cuantos montajes como directora, aunque esta Electra suponga su primera incursión en un texto ajeno y en un gran teatro. La versión de esta Electra, fiel al texto de Sófocles, pero mucho más juguetona, se fue construyendo durante los ensayos con los actores, en uno de esos procesos de creación que celebran eso tan simple de hacer algo juntos sin mucha prisa y con poca presión, “sin voluntad de romper o modernizar el clásico, sino de hacer que suceda”.

Orazi se la juega y le sale bien

Y sucede que, como en su final, la historia también comenzará con los actores sentados en las primeras filas de butacas, esperando a que se ilumine la escena y dé comienzo la tragedia. Y lo hará con un tipo que nos recordará a un guía turístico de provincias, que se levantará de su asiento y entrará en un escenario completamente vacío y comenzará a explicar que han llegado a la antigua Argos, a la rica Micenas, y nos señalará el templo de Hera o la mansión de los Pelópidas. "Ven aquí, Orestes", dirá. Y el joven se levantará y le acompañará al centro, y ese hombre, al que Sófocles bautizó como Pedagogo, acariciará la nuca del chico y le dirá que le crio durante años, pero que eso se acabó porque ya está grande y le ha llegado el momento de actuar, el momento de vengar la muerte del padre.

La versión de esta 'Electra', fiel al texto de Sófocles, pero mucho más juguetona, se fue construyendo durante los ensayos con los actores

Y el pedagogo fumará de su pipa y los dos se quedarán escuchando el viento que acaba de invadir el espacio y Orestes mirará al frente y comenzará a hablar deprisa, a borbotones, como si llevara años atesorando palabras, y desgranará un montón de instrucciones y el público, preparado para el drama, se dará cuenta de que se está riendo a carcajadas y que vaya cosa tan rara que una tragedia griega empiece así, con ese chaval que, además, habla como si estuviéramos tomándonos con él unas cañas en el bar. Y eso tiene que ver con algunas decisiones arriesgadas que toma Fernanda Orazi, a la que siguen sus actores, que le salen bien.

La primera de ellas es la de no profundizar en las motivaciones de sus personajes. Orazi sienta a sus actores en las butacas antes de entrar en el escenario para decirnos que esta historia será contada como un acto público que ocupa el escenario, sin intimidad, sin monólogos interiores, sin esa intensidad a veces tan cansina de explicar los tormentos que nos han traído hasta aquí. La trama de la tragedia es simple y tampoco importa demasiado: Electra gime y llora y aúlla por la muerte de su padre, asesinado por su madre y su amante, y le come el tarro a su hermano para que la mate. No hay mucho más.

Electra gime y llora y aúlla por la muerte de su padre, asesinado por su madre y su amante, y le come el tarro a su hermano para que la mate

Orazi podría haber hecho una lectura feminista de la tragedia de Sófocles por eso de que Electra forma parte del club de heroínas griegas que reivindican su autonomía, que se enfrentan al sistema, mujeres que, como Medea o Antígona, toman la más indebida de las decisiones. Tampoco hay una reivindicación de la justicia por encima de la venganza. Nada de eso está en este montaje y tampoco hace falta que sobemos de nuevo eso de que los clásicos dialogan siempre con nosotros, vivamos en el siglo que vivamos. Aquí, lo que hay es una búsqueda más centrada en la práctica escénica y en la propuesta estética que en un diálogo o vínculo ideológico con nuestro presente. Y esa búsqueda está viva durante la obra y escucharemos a Orestes decirle a su hermana que no puede contestar a su pregunta porque se ha quedado sin texto, a Clitemnestra pedirle a su hija que deje de “hacer vocecitas” o al pedagogo, indignado, preguntar a los dos hermanos qué escena están haciendo.

Una Electra con 'loop' y estribillos

En esta apuesta, Fernanda Orazi, una maestra del gesto y del trabajo con el cuerpo, va con todo a una sola carta, la del texto, opta por una puesta en escena desnudísima —los actores solo manejarán las ramas de laurel y un par de sillas—, levanta una tragedia atravesada por la comedia que sucede solo en la voz de sus personajes y no en sus cuerpos, y despoja de rigidez y solemnidad al clásico convirtiéndolo en algo casi orgánico, que baja a tierra, que le toca la cara al público después de atravesar unos cuantos siglos, y que tiene algo de musical.

placeholder Una imagen de 'Electra'.
Una imagen de 'Electra'.

En esta Electra, las palabras de Sófocles suenan a veces como estribillos de una canción, como fraseos que se repiten, que se fragmentan y se solapan a partir de otra decisión arriesgada: la de convertir al coro en un personaje con una presencia apabullante, un coro que se burla de los lamentos de Electra, que le dice que no hable tanto, que no es buena tanta cólera, que ya está bien de tanto llanto. Y esos actores que antes fueron Orestes, el pedagogo o Clitemnestra, se dirigen a ella sentados entre el público, superponiendo sus voces en una especie de loop que viene y va, que va creando un murmullo, una maraña de palabras que acaba transmitiendo una sensación de embriaguez que envuelve al patio de butacas. No siempre entendemos lo que dicen y eso puede acabar cansando al público, pero es una decisión mucho más audaz que la de colocar a tus actores de pie, en escena, declamando como si no hubiera un mañana.

Pero la audacia de Orazi no serviría de mucho si sus actores no la acompañaran y se lo creyeran. Y lo que hacen los cuatro en escena es un festival. Leticia Etala compone una Electra que se mueve entre la sobriedad y el desparpajo; Carmen Angulo se desdobla en Clitemnestra, Crisótemis y el coro como si lo llevara haciendo toda su vida y Javier Ballesteros (Pegagogo y coro) brilla todo el tiempo, durante toda la obra. Pero lo de Juan Paños (Orestes y coro) es otro nivel: no ha cumplido los 30 años, pero su presencia en escena es la de un actor con varias décadas de oficio, dotado para habitar el escenario como si fuera su universo natural.

Electra. Dirección: Fernanda Orazi. Intérpretes: Carmen Angulo, Javier Ballesteros, Leticia Etala y Juan Paños. En el Teatro de La Abadía, hasta el 22 de enero.

"Venga, mamá, que te toca morirte", le dice su hijo. Y ella le toca la cara al chico y siente que le quema la mano y se cae al suelo. "Venga, mamá, que esto termina así". Y alguien abre la puerta de público de la sala y la empuja y ella sale cayéndose y cierran esa puerta y ella vuelve a entrar arrastrándose y grita: "No tienes piedad de la que te dio a luz". Y él, que está junto a su hermana, igual de impaciente, igual de implacable, la observa con displicencia: "Te tienes que morir, mamá, acéptalo. No nos lo pongas más difícil. Muérete". Esa madre es Clitemnestra y morirá a manos de su hijo Orestes que, guiado por su hermana Electra, vengará la muerte de su padre, Agamenón. Después del asesinato, los hermanos se sentarán en el patio de butacas y observarán, junto al público, el cuerpo de la mujer tendido en el suelo junto a un montón de hojas de laurel que quizá, cuando ya no los veamos, coronen la frente de uno de ellos.

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