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No tiene argumento, ni personajes, ni conflicto... pero no se pierdan esta obra
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No tiene argumento, ni personajes, ni conflicto... pero no se pierdan esta obra

Pablo Remón estrena en el Centro Cultural Conde-Duque un remake de su obra 'Barbados, etcétera', con los mismos actores y un universo todavía más enigmático que hace cinco años

Foto: Fernanda Orazi y Emilio Tomé en 'Barbados en 2022' (Vanessa Rabade)
Fernanda Orazi y Emilio Tomé en 'Barbados en 2022' (Vanessa Rabade)

Son una pareja típica. Respiran el mismo aire. Ven programas de entretenimiento. Inventan historias. Hacen el amor. Escurren la lechuga en el escurridor de lechuga. Y hablan. Hablan mucho. Hablan todo el tiempo. Y ese tiempo es un tiempo raro, un tiempo que se estira y se contrae en un escenario que es, a su vez, un teatro en ruinas, con focos descolgados y tirados por un suelo lleno de tierra y cascotes. Son un hombre y una mujer y sus palabras habitan ese espacio como si fueran la llama de una cerilla que hubieran protegido entre sus manos a lo largo del tiempo. Y hablan de un tapicero enamorado que cita a Rilke, de un niño que habla como Franco –“¿quieres un Actimel, mi amor?”, le pregunta su padre-, de lo mucho que enfría la nevera de esa pareja típica, una nevera Ariston, silenciosa como una tumba. Hablan de los sinsabores del día a día, o sea, de quién baja la basura y tira el plástico al contenedor amarillo.

Llevan cuatro mil doscientas ochenta noches durmiendo juntos, compran ginebra premium en el Hipercor, tienen una tele ultraplana último modelo con cuatro entradas HDMI y consumen mucho, muchísimo contenido. A veces sueñan con una playa en una isla del Caribe, una isla que podría ser Barbados. ¿Quiénes son ese hombre y esa mujer que hablan? ¿Son ellos esa pareja típica o están fantaseando? ¿Existe ese tapicero? ¿Y el niño que habla como un dictador? ¿Son ella y él dos personajes o son muchos? ¿Son dos voces que nos hablan desde el presente o son el eco de dos voces de un tiempo y un espacio que no logramos identificar? Ninguna de esas preguntas tiene una respuesta fácil, pero podemos simplificar. Son, para empezar, dos actores, Fernanda Orazi y Emilio Tomé, esa llamita de fuego que protegen entre sus manos se llama Barbados en 2022 y han atravesado con ella cinco años hasta llegar aquí porque se trata de una nueva versión de Barbados, etcétera, obra que Pablo Remón estrenó en 2017, en un teatro que ya no existe como existía entonces, el Pavón Teatro Kamikaze.

placeholder Emilio Tomé en 'Barbados en 2022' (Vanessa Rabade)
Emilio Tomé en 'Barbados en 2022' (Vanessa Rabade)

Remón, que vuelve a Barbados con los mismos actores de entonces y un texto nuevo que convive con ecos de aquel primero, se marca el primer remake de unos cuantos, porque dice que quiere reescribirla y estrenarla cada cinco años, con el mismo equipo, hasta que puedan o hasta que se cansen. La obra se acaba de estrenar en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, dentro del Festival de Otoño y, si en su último montaje, Los farsantes, Remón daba la bienvenida al público con Thunderstruck, de AC/DC, aquí es Leonard Cohen quien nos dice que ha visto el futuro y todo se desliza en todas direcciones. Como en esta obra, la más enigmática y compleja en la trayectoria de este director y dramaturgo Premio Nacional de Literatura Dramática por Doña Rosita, anotada y autor de El tratamiento, Los mariachis, 40 años de paz o Sueños y visiones de Rodrigo Rato.

Como Lola Flores, pero en teatro

“Es verdad que las obras normalmente tienen una vida y se termina, se acaba, pero con Barbados, etcétera tuvimos una gira extraña porque hicimos bolos muy separados y cuando la volvía a ver me parecía que la obra seguía cambiando. O sea, eso tan típico de que las obras están vivas aquí me parecía que estaba muy marcado y pensé que podía resurgir de alguna manera y que necesitaba otra reencarnación, otro cuerpo, otro espacio, que aquí es un teatro que se ha caído, un espacio derruido, todavía más desnudo que el primero”, explica Pablo Remón en una conversación con este diario junto a sus actores, en el patio de butacas ya vacío tras la función previa al estreno.

Remón se marca el primer remake de unos cuantos, porque dice que quiere reescribirla y estrenarla cada cinco años con el mismo equipo

Barbados en 2022 es como aquella frase celebérrima sobre Lola Flores –“Ni canta ni baila, pero no se la pierdan”- pero en versión teatral. Porque en esta obra, como en aquella de 2017, no hay personajes, ni argumento, ni conflicto y no se sabe quién habla ni desde qué lugar lo hace. Pero es casi imposible no sentir fascinación por lo que sucede en escena. Fernanda Orazi cree que la principal diferencia entre ambos montajes tiene que ver con “la forma de hablar con esas voces y de escucharlas porque, aunque algunas sean las mismas, nuestro modo es distinto” y añade que ambas versiones tienen en común “lo loco que fue el proceso de ensayos en la primera obra y en esta, no saber cuál es el gesto, cómo se dice, cómo se aborda, cómo se escucha”.

“Yo les decía que es como si el texto estuviera hecho de recortes, de fragmentos, de ecos que a veces vienen de la obra anterior y otros que son nuevos, unos son de hace siete años y otros de hace quince días”, explica Pablo Remón, que regresa al universo de esa pareja típica que dialoga de forma atípica no porque “tenga un enganche con los personajes”, dice Emilio Tomé, sino porque cree que “es una vuelta de Pablo a un modo de escribir, una vuelta a un espacio en el que se reencuentra con una escritura muy libre”. ¿Es Barbados en 2022 una anti obra? “Sí, sí”, contesta Remón, “es como una dieta de esas que hace la gente tomando jengibre y zumo de no sé qué durante una semana, hay algo de ya está bien de tanta serie y tantos personajes, vamos a tomar solo esto y a ver qué pasa”.

Vale ya de todo

Pablo Remón abre Barbados en 2022 con un monólogo en el que Tomé es un niño de año y medio que está aprendiendo los nombres de las cosas, que está aprendiendo a distinguir la ficción de la realidad. Y ese monólogo, que funciona como prólogo de la obra, está hablando del descubrimiento del lenguaje, sí, pero también de los primeros cimientos de lo que puede llegar a ser una prisión, según Remón: “La obra arranca con un nacimiento, el del lenguaje, pero es como si esas palabras que aprendes de niño tuvieran un peaje, como si no fueran gratis. Van delimitando un mundo y tu lugar en él, pero al mismo tiempo son una especie de cárcel y lo que se escapa de esa prisión es la poesía, lo irracional, cuando el sentido de las palabras no es tan importante y empiezan a negarse a sí mismas”.

placeholder Fernanda Orazi en 'Barbados en 2022' (Vanessa Rabade)
Fernanda Orazi en 'Barbados en 2022' (Vanessa Rabade)

Y esa negación hace su aparición en el monólogo con el que Fernanda Orazi cierra la obra, en el que habla de esa cárcel simbólica construida a partir de la saturación de imágenes, de contenidos, de pantallas y de todos esos nombres con los que ordenamos el mundo. Y esa voz, que es de la actriz pero es Remón quien habla, se rebela contra sus propias palabras y dice que “vale ya con el cambio, y con la idea del cambio, vale ya con las metáforas, con contar una historia, vale ya con vamos a contar una historia, con vamos a contar nuestra historia, vale ya con nosotros, con la pareja, con la historia de la pareja, vale ya con cómo estás, con cómo estoy, vale ya con el mantenimiento de la caldera y con el mercado regulado o no regulado de la luz, con la oferta cultural y con los triunfos de la selección, vale ya con el gluten, vale ya con el amor, con te quiero te quise te querré, y con el teatro, ¿eh?, vale ya con el teatro, vale ya con las obras de teatro necesarias, con ya era hora de hablar de, con hacía falta hablar de, no hacía falta, no hacía ninguna falta hablar de nada, estábamos bien, estábamos bien o estábamos mal antes de hablar de”.

Y en ese vínculo invisible entre ambos monólogos, que articula la pieza y todo lo que se dicen y nos dicen Orazi y Tomé, está esa pregunta que atraviesa toda la obra de Pablo Remón: por qué y para qué escribir otra ficción más. Y la respuesta es, quizá, para seguir jugando. “Es una obra súper lúdica y si dejas de jugar, pierdes. El que pierde el juego y la distancia desequilibra la balanza y la obra se cae”, dice Orazi.

Y también aquí, la voluntad de creer

Si Remón sigue afianzando un lenguaje propio y una trayectoria brillante como dramaturgo y director que va por libre, Orazi y Tomé vuelven a hacer una exhibición de precisión y virtuosismo en un juego muy disfrutón y muy complejo en el que ambos intérpretes cuestionan ese armazón sagrado del teatro y de casi cualquier historia -el tiempo, el espacio, los personajes y el conflicto- al mismo tiempo que actúan. Y eso, que es dificilísimo, vincula a Barbados con la última obra de Pablo Messiez, La voluntad de creer, estrenada el pasado septiembre en las Naves del Español en Matadero.

"Vale ya con el mantenimiento de la caldera y con el mercado regulado o no regulado de la luz, con la oferta cultural y con los triunfos de la selección"

Ambas cuestionan las formas de representación y ambas se interrogan sobre la materia de que está hecha la ficción. Remón cree que es una idea interesante –“me fascinó la obra de Messiez”- porque, a pesar de ser muy diferentes, ambas obras comparten “eso de ir pensando el teatro mientras se está haciendo, de eso va Barbados, que se podría llamar también La voluntad de creer.” El director sostiene que ese vínculo quizá tenga que ver también “con la idea de volver a tener fe en el teatro porque los dos tenemos una edad y hemos hecho ya unas cuantas obras”.

Emilio Tomé va más allá y recupera la idea de juego: “Cuando tienes una edad y le has dedicado tu vida o llevas mucho tiempo haciendo teatro, hay un momento en el que ves con mucha claridad en qué consiste ese arte, qué lo constituye en realidad, más allá de todo el vestido. Y haces eso tan tonto que es decir ahora soy un rey o cualquier otra cosa sin identificarte con ello, sabiendo que es un juego, sabiendo que el público sabe, y jugar a eso es lo más valioso y lo más milagroso, es ir al momento en el que sucede el pacto. La voluntad de creer sucede en ese pacto y creo que hay muchos dramaturgos, actores y directores que, llegado un momento, vuelven a eso”.

Barbados en 2022. Texto y dirección: Pablo Remón. Intérpretes: Fernanda Orazi y Emilio Tomé. Hasta el 3 de diciembre en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque.

Son una pareja típica. Respiran el mismo aire. Ven programas de entretenimiento. Inventan historias. Hacen el amor. Escurren la lechuga en el escurridor de lechuga. Y hablan. Hablan mucho. Hablan todo el tiempo. Y ese tiempo es un tiempo raro, un tiempo que se estira y se contrae en un escenario que es, a su vez, un teatro en ruinas, con focos descolgados y tirados por un suelo lleno de tierra y cascotes. Son un hombre y una mujer y sus palabras habitan ese espacio como si fueran la llama de una cerilla que hubieran protegido entre sus manos a lo largo del tiempo. Y hablan de un tapicero enamorado que cita a Rilke, de un niño que habla como Franco –“¿quieres un Actimel, mi amor?”, le pregunta su padre-, de lo mucho que enfría la nevera de esa pareja típica, una nevera Ariston, silenciosa como una tumba. Hablan de los sinsabores del día a día, o sea, de quién baja la basura y tira el plástico al contenedor amarillo.

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