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'El viento es salvaje': Fedra y Medea ahora son amigas, autónomas y residentes en Cádiz
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la obra de teatro del fin de semana

'El viento es salvaje': Fedra y Medea ahora son amigas, autónomas y residentes en Cádiz

Las niñas de Cádiz llegan a Madrid con una versión loca y libérrima de Fedra y Medea a ritmo de chirigota

Foto: Las niñas de Cádiz - 'El viento es salvaje'.
Las niñas de Cádiz - 'El viento es salvaje'.

El 7 de septiembre de 2020, en la primera gala de premios que se celebró en España tras meses de confinamiento, cuatro mujeres subieron al escenario del Teatro Cervantes de Málaga para agradecer el Premio Max a Mejor Espectáculo Revelación que acababan de concederles. Una de ellas pronunció entonces el discurso más viral de la noche y, seguramente, el más reivindicativo: “Habéis premiado una comedia hecha desde un sitio muy loco, muy popular y con este acento que yo tengo. Vivan los acentos, sean de donde sean. El acento es cultura y la cultura no es patrimonio de un territorio geográfico, ni de una clase social ni de una élite intelectual. Viva la cultura popular”.

El acento era gaditano. La comedia, ‘El viento es salvaje’. La compañía, 'Las niñas de Cádiz'. Ella, su directora y dramaturga, Ana López Segovia. Y ese sitio loco, el que reúne en el presente y en una barriada de Cádiz a dos heroínas griegas, Fedra y Medea, que aquí son dos amigas del alma llamadas Vero y Mariola, que montan una gestoría mientras viven pasiones arrebatadas con viento de Levante y pagan la cuota de autónomas.

Después de una larga gira por España desde que estrenaran la obra en 2019 en el Teatro Romano de Baelo Claudia, en Tarifa, Las niñas de Cádiz llegan por primera vez a Madrid con este montaje, a la Sala Cuarta Pared. Y llegan con su teatro jondo y de risa salvaje, con una pieza que toma su nombre de una canción de Nina Simone y que bebe de los personajes de Eurípides, pero también de Calderón, de la chirigota, de la cultura popular y de esa forma de comedia vinculada a lo trágico en la que no hay dispositivos, ni artefactos, ni instalaciones performáticas, sino “cuatro tías que piensan, sienten y actúan”.

Esas cuatro tías son las hermanas Ana y Alejandra López Segovia, Teresa Quintero y Rocío Segovia. Primero fueron un grupo de teatro universitario, luego la Chirigota de las Niñas en los carnavales de Cádiz, después Las Chirigóticas, compañía que fundaron con Antonio Álamo y, desde 2018, Las niñas de Cádiz. ‘El viento es salvaje’ es su último espectáculo tras ‘Lysístrata’ y ‘Cabaré a la gaditana’, y estos días compaginan las funciones en Madrid con los primeros ensayos de su cuarto montaje, ‘Las bingueras de Eurípides’, dirigidas por José Troncoso —que también las ha asesorado en la dirección de ‘El viento es salvaje’— y con el que debutarán en el Festival de Teatro Clásico de Mérida.

Pasiones turbias y sueldo Nescafé

Vero y Mariola, las dos amigas de esta versión loquísima de Fedra y Medea son amigas desde la infancia y lo han compartido todo: los phoskitos, las chuches, los alpinos, los apuntes, el cigarrito, los tacones, el chicle y el colorete. Una, con estrella, marido perfecto —Juandedios— e hijo ideal, Juandesito. Otra, estrellá, encadenando desgracias como si no hubiera mañana. Pero se quieren mucho estas dos amigas y un día deciden hacer un módulo de FP y montar la Gestoría Las Hermanas. Y aquí comienza la vida loca. Y la tragedia, la griega y la gaditana. Porque Mariola sufre un accidente, se muda a casa de Vero, se emborracha de la testosterona adolescente del hijo de su amiga cuando lo ve jugar al Fifa y se le pega el cuerpo sudoroso al escay del sofá cuando aparece su marido, el que ella no ha tenido nunca. Ay, Mariola, la de la mala suerte, la que sueña con que la quieran y le toque el sueldo Nescafé. Después de tanta desventura, le toca. Le toca vivir una pasión arrebatada y turbia, y le toca el sueldo para toda la vida. Porque a la suerte le gusta cambiar de cuerpo de vez en cuando y, fundamentalmente, porque Mariola se harta de ser una desgraciada, se viene arriba y empieza a tomar decisiones.

placeholder Las niñas de Cádiz - 'El viento es salvaje'.
Las niñas de Cádiz - 'El viento es salvaje'.

Ana López Segovia, actriz, autora y directora del montaje, explica a El Confidencial que los personajes de ‘El viento es salvaje’ se alimentan “de vidas cotidianas e historias trágicas que le han pasado a gente conocida, a amigos y amigas”, historias que ella articula a partir de los elementos clásicos de la tragedia griega: la heroína, el destino, la divinidad y la fatalidad. Y en ‘El viento es salvaje’, el coro son esos vecinos que se arremolinan en las esquinas de las calles de Cádiz con sus dimes y diretes, “la heroína no se enfrenta a Afrodita o Zeus, sino a nuestro dios católico; la flauta del afilador presagia el mal augurio y el viento de Levante es otro instrumento que usa la divinidad para volver loca a la gente y cambiar su destino; a eso sumamos la pasión torcida y un poco enferma de una de las protagonistas, la idea de libre albedrío y ese personaje que se convierte en una especie de Segismundo que le dice a Dios que hace mal las cosas y que su justicia divina es muy injusta”. Y el humor (más gaditano que griego), un humor y una risa que nacen de lo trágico, del dolor y que, como en todos los montajes de la compañía, tiene una clara vocación transgresora, aunque al principio no fueran demasiado conscientes.

Mujeres amorales

Las niñas de Cádiz son cuatro mujeres y desde que crearon la compañía han apostado por personajes femeninos. Sin embargo, López Segovia explica que, aunque en un principio “fue una decisión intuitiva, si echo la vista atrás me doy cuenta de que hay un nexo común a todas y es el hecho de que estamos hablando de mujeres con una cierta amoralidad, tías que se saltan las reglas por una pasión y el deseo de hacer lo que les da la gana. Pero al principio, igual que el hecho de ser una compañía de mujeres, nos dejamos llevar más por el deseo que por una conciencia muy razonada”.

"A las mujeres se nos ha prohibido reírnos, si te reías muy alto era porque estabas provocando o eras una buscona"

En sus orígenes, además de los personajes femeninos, también la risa apareció como un deseo que después mutó en reivindicación: “Cuando teníamos la compañía de teatro en la universidad, vimos que el carnaval de la calle tenía un punto de teatro, de decir salvajadas y de mucho contacto con el público, y nos dijimos: ¿por qué no hacemos una chirigota? Los chicos de la compañía no se quisieron apuntar y la hicimos las tías, movidas por el deseo, y aquello fue revolucionario con el tiempo porque no era normal que las mujeres salieran a la calle a cantar borrachas por las esquinas diciendo barbaridades”. Aclaremos qué tiene de revolucionario que nos riamos las mujeres, borrachas o no. “A las mujeres se nos ha prohibido reírnos, si te reías muy alto era porque estabas provocando o eras una buscona, una mujer pasándoselo bien y emborrachándose se está exponiendo y está pidiendo guerra… Y eso, que nosotras hemos hecho inconsciente y libremente, de pronto se convierte en un mensaje transgresor y reivindicativo, sin haberlo pensado a priori”.

En este montaje con aire de fábula, la tragedia y el cachondeo hablan en verso y se pasean entre sonetos, liras, romances, quintillas o las cuartetas típicas del romancero carnavalero gaditano. Hay ecos de San Juan de la Cruz, de Rubén Darío y del Segismundo de Calderón tejiendo un universo en el que conviven la cultura popular y el folklore con los clásicos griegos y las referencias al Siglo de Oro, un universo que crean con la palabra y el cuerpo en una pieza que a veces parece de danza, de lo coreografiada que está diseñada su puesta en escena. Apenas hay más, pero van sobradas.

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Las niñas de Cádiz - 'El viento es salvaje'.

Las cuatro actrices, uniformadas de gris, recitan, cantan y se mueven como si fueran un equipo entrenadísimo, creando espacios —una casa, un hospital, la gestoría…— con sus propios cuerpos y unos pocos objetos: cuatro banquetas, dos galanes de noche y una jaula de pájaros con un pie dorado. La austeridad absoluta. Una austeridad elegida a conciencia porque, cuenta su directora, son ellas las que menudo cargan, descargan y montan la escenografía, así que, cuanto más sencilla, mejor. Lo que no es sencillo es que te rías tanto sin haber pisado el carnaval de Cádiz en tu vida. Y lo consiguen. Las niñas de Cádiz llenan los patios de butacas con un público fiel que celebra cada chanza y cada delirio cómico, aunque lo realmente difícil sea que lo hagan en un teatro público de la capital.

Y es entonces cuando volvemos al principio de este texto y a ese discurso de los Premio Max de 2020: “Hay muchos prejuicios desde lo intelectual, sobre todo cuando trabajas desde las raíces, con los acentos. Cuando fuimos a la Mostra de Cangas, en Galicia, se nos acercaba la gente para decirnos que el humor andaluz no les gustaba, pero lo que hacíamos nosotras les parecía diferente. Pero no somos solo nosotras: hay mucho teatro en España al que le está costando muchísimo trabajo entrar en Madrid y yo creo que a eso habría que darle una vuelta porque queda feo, pero creo que mereceríamos entrar en los teatros públicos. Y tampoco entiendo que esos espectáculos que produce el CDN, que cuestan una pasta, no se vean en provincias: nacen y mueren en Madrid y los de Albacete no pueden ver una obra que han pagado con sus impuestos”.

‘El viento es salvaje (Fedra y Medea en Cádiz)’. Autoría: Ana López Segovia. Dirección: Ana López Segovia (con la colaboración de José Troncoso). Reparto: Alejandra López, Teresa Quintero, Rocío Segovia y Ana López Segovia. En la Sala Cuarta Pared hasta el 15 de mayo.

El 7 de septiembre de 2020, en la primera gala de premios que se celebró en España tras meses de confinamiento, cuatro mujeres subieron al escenario del Teatro Cervantes de Málaga para agradecer el Premio Max a Mejor Espectáculo Revelación que acababan de concederles. Una de ellas pronunció entonces el discurso más viral de la noche y, seguramente, el más reivindicativo: “Habéis premiado una comedia hecha desde un sitio muy loco, muy popular y con este acento que yo tengo. Vivan los acentos, sean de donde sean. El acento es cultura y la cultura no es patrimonio de un territorio geográfico, ni de una clase social ni de una élite intelectual. Viva la cultura popular”.

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