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'Mira a esa chica': ¿qué le ocurre a la víctima el día después de una violación en grupo?
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'Mira a esa chica': ¿qué le ocurre a la víctima el día después de una violación en grupo?

Cristina Araújo ha ganado con su ópera prima, que parte del caso de la Manada y otros sobre violaciones, el Premio Tusquets de Novela. Es una historia adictiva que se lee en un suspiro

Foto: La escritora Cristina Araújo ha ganado el Tusquets de Novela con 'Mira a esa chica'. (Iván Giménez)
La escritora Cristina Araújo ha ganado el Tusquets de Novela con 'Mira a esa chica'. (Iván Giménez)

Durante meses, Cristina Araújo (Madrid, 1980) escuchó, vio y leyó las mil informaciones que salieron sobre el caso de la violación grupal de la Manada, sucedido en julio de 2016. Como toda España. La chica, Pamplona, el portal, el juicio, las manifestaciones, los posicionamientos de un lado, de otro, la sentencia. Todo el país hablaba de lo mismo. También cayeron en sus manos otros casos de violaciones y reportajes que le impactaron. Sobre todo uno que narraba qué ocurría después del hecho, qué protocolos médicos se tenían que seguir, las terapias psicológicas, cómo contárselo a tu madre, a tus amigos. Le dio vueltas, se puso a escribir y desde Fráncfort, donde vive, salió Mira a esa chica, ópera prima con la que ha ganado el último premio Tusquets de novela. En la rueda de prensa, celebrada el pasado septiembre, el jurado manifestó que era muy adictiva. Lo es. Y dura. Por el hecho que narra pero, precisamente y sobre todo, por el después.

“Tenía en mente todos los casos mediáticos que había habido, y un día me asombró escuchar a una chica que dijo que había que tener cuidado en hablar de estos temas porque podías tener al lado a una víctima”, comenta Araújo por teléfono para explicar cómo surgió esta novela que, aunque tiene muchos trazos del caso de los sanfermines, está cosida con otros sucesos menos mediáticos y con víctimas más desconocidas. No quiere que su novela se lea como la obra de teatro Jauría, que sí iba explícitamente sobre el juicio de la Manada. “Yo no he querido que fuera una novela de la Manada aunque mucha gente lo va a llevar por ahí. Yo lo que quería era exponer todo lo que pudiera sobre lo que pasa en estos casos. En la Manada pasaron unas cosas, pero no otras”, apostilla.

placeholder 'Mira a esa chica', de Cristina Araújo.
'Mira a esa chica', de Cristina Araújo.

A partir de ahí esta escritora empezó a investigar sobre lo que apenas se cuenta, lo que no sabemos cuando hablamos en el metro, el autobús, pero que supone un duro proceso para la víctima. “Te tienen que hacer muchos análisis que duran meses, hay que descartar el sida a los tres meses, a los seis, al año, hasta descartarlo por completo, luego tienes que estar con antibióticos…”, señala. Y después está toda la parte afectiva. “Es lo que no sale en la tele, porque hoy es una violación y mañana la guerra, pero para las personas que viven esta tragedia es un camino muy largo”, añade.

Adolescente desagradable e insegura

Todo eso está en esta novela protagonizada por Míriam, una adolescente llena de inseguridades, principalmente por su físico. De hecho, los compañeros y compañeras de la clase, excepto su mejor amiga, la llaman la Bufi, la Zampa. La gorda, al fin y al cabo. Y ella, para no caer en el desánimo, en el dolor del bullying, se muestra respondona, fría y hasta desagradable con las chicas y muy coqueta, seductora y provocadora con los chicos, aunque estos también la insulten. Lo que quiere, como todo adolescente, es gustar y formar parte del grupo social. Una actitud que la lleva a apuntarse a Tinder —como las otras chicas—, entablar conversaciones subidas de tono con un desconocido algo mayor y, en una fatal tragedia, acabar en un portal violada por él y sus amigos.

"No he querido que fuera una novela de la Manada. Quería exponer todo lo que pudiera sobre lo que pasa después en estos casos"

Araújo confiesa que uno de los retos fue describir a esta protagonista. Quería crear a un personaje que generara un poco de rechazo —"Si fuera la modosita y le pasa, todo el mundo se iba a poner de su lado"—, pero que también se la comprendiera. Tenía que ser “la guarra”, como a veces dicen de ella incluso otras chicas del instituto, para que se suscitara la duda sobre si había sido una violación… o no. Y si, además, era un personaje desagradable, mejor. “Al final, cuando leyeron la novela en la agencia y me dijeron que no daba sensación de que se lo buscara o generara rechazo por su manera de ser, ya me quedé más tranquila, aunque tuve que cortar mucho del personaje”, comenta la escritora. Lo mismo le ocurrió con el carácter de la madre, una divorciada que se martiriza por haber sido demasiado laxa con su hija, demasiado irresponsable. Culpable, de alguna manera, de la violación. Otra vez la tragedia disparando en todas las direcciones, incluso tiempo después de haber ocurrido.

placeholder Cristina Araújo. (Iván Giménez)
Cristina Araújo. (Iván Giménez)

Este después también atañe a los amigos de la víctima. Los que se quedan de su lado (también chicos) y los que se distancian (también chicas) porque no la comprenden, no quieren verse señalados —como hizo un chico con una amiga suya violada en un caso que leyó— porque no la creen, porque sigue siendo la gorda, la buscona que había flirteado. Juicios que también la sociedad es propicia a hacer sin saber nada. “Eso me impactó mucho, [con la Manada] se dio mucho bombo a que ella había flirteado con ellos, mientras que ella siempre lo negó y, de hecho, en la sentencia no aparece nada de flirteo. Y yo ahí pensaba, es que incluso aunque hubiese pasado, ¿por qué se le da tanto bombo? ¿Qué pasa, que si flirteas luego te pueden violar?”, se pregunta Araújo.

De ahí sale otro asunto: el papel de los medios de comunicación con las tertulias televisivas parloteando sobre este tipo de víctimas. Un tema que a la autora le causa verdadera desazón: “No solo con el caso de la Manada. Cuando pasa algo así empieza un pequeño circo. Escuché un debate nocturno y estaban todos con sus discusiones y el moderador dijo, bueno, venga, me está encantando el debate. Esa frase… podría haber dicho, es interesante u otra cosa, pero tal y como lo dijo me sonó a sacarle morbo”. Y audiencia, lo más seguro.

Los agresores y la sororidad

De la novela, además de la víctima, es destacable el esfuerzo que ha hecho la escritora por retratar a los agresores, aquí llamados Los cuatro jinetes. Cuatro chicos guapos que nunca se sienten culpables, que ni sus amigos ni amigas ni novias ven como culpables. Aquí algunos son estudiantes y trabajadores modelos, bien considerados por la sociedad. Araújo buceó en sumarios, en transcripciones reales de chats para retratar a estos chicos y lo que pensaban después del suceso. “He cambiado las conversaciones, pero existen. Están en el juicio. Algunas transcripciones están reescritas, pero dos o tres están tal cual porque me parecieron horribles y muy bestias”, relata la autora. La novela no busca que nadie empatice con ellos, pero sí se percibe su asombro: ella no se quejó, no dijo que no, no dijo nada, no es posible que sea un delito.

placeholder Manifestación en Córdoba en 2018 en protesta por la puesta en libertad bajo fianza de los cinco miembros de la Manada. (EFE/Salas)
Manifestación en Córdoba en 2018 en protesta por la puesta en libertad bajo fianza de los cinco miembros de la Manada. (EFE/Salas)

Aunque hace meandros por otros casos, el hilo narrativo de la historia va de forma muy paralela a lo que ocurrió con la Manada con la primera sentencia y las manifestaciones posteriores reclamando justicia, el famoso "yo sí te creo". Por cierto, aquí no aparecen ni ministras ni políticas. “No, no quise entrar ahí, aunque yo hubiera ido a las manifestaciones”, sostiene. Sí aparece la voz de la víctima, muy escéptica con esa sororidad espontánea. “Hace solo unos meses esas mismas chicas me hubieran llamado la Bufi, la Zampa”, dice en la novela. “Las muy sádicas”, añade.

“Ojalá no fuera tan popular (...) Estoy hasta las narices de que remuevan mi mierda”, señala la protagonista hacia el final de la novela. Solo ella sabe por lo que ha pasado hasta que ha llegado el juicio, la sentencia condenatoria final —basada en parte en la de la Manada—, mientras todos los demás hablan sobre lo que pasó, pudo pasar o quién sabe. Ese “mira a esa chica” despectivo del título. Una primera novela que, si la cogen, aunque conozcan perfectamente el tema, la van a leer en un suspiro. Eso ya tiene mucho mérito.

Durante meses, Cristina Araújo (Madrid, 1980) escuchó, vio y leyó las mil informaciones que salieron sobre el caso de la violación grupal de la Manada, sucedido en julio de 2016. Como toda España. La chica, Pamplona, el portal, el juicio, las manifestaciones, los posicionamientos de un lado, de otro, la sentencia. Todo el país hablaba de lo mismo. También cayeron en sus manos otros casos de violaciones y reportajes que le impactaron. Sobre todo uno que narraba qué ocurría después del hecho, qué protocolos médicos se tenían que seguir, las terapias psicológicas, cómo contárselo a tu madre, a tus amigos. Le dio vueltas, se puso a escribir y desde Fráncfort, donde vive, salió Mira a esa chica, ópera prima con la que ha ganado el último premio Tusquets de novela. En la rueda de prensa, celebrada el pasado septiembre, el jurado manifestó que era muy adictiva. Lo es. Y dura. Por el hecho que narra pero, precisamente y sobre todo, por el después.

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