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Frustrados y engañados: así retrata esta novela el final del 'procés'
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Frustrados y engañados: así retrata esta novela el final del 'procés'

'La mentira más bonita', de Francesc Serés es una gran novela que relata qué sintió el 'otro lado' cuando descubrió que los políticos que les prometieron que la independencia era posible les mintieron

Foto: Manifestación en octubre del 2007 frente al parlamento de Cataluña (Iván Alvarado (Reuters)
Manifestación en octubre del 2007 frente al parlamento de Cataluña (Iván Alvarado (Reuters)

A lo largo de la última década, nos hemos ido quedando sin empatía política. Es algo que ha sucedido en casi todas partes. Pero es probable que haya ocurrido de manera más intensa en Cataluña. Desde 2012, los no independentistas nos hemos ido exasperando progresivamente con los impulsores del procés y sus millones de seguidores: no era solo que pensáramos que sus creencias políticas eran nocivas, sino que su objetivo último, la independencia, nos parecía imposible. Entonces, ¿para qué tanto lío? Seguramente, los independentistas pensaban que nosotros éramos autoritarios: ¿por qué si no impedir un referéndum pactado?

Ahora que estamos viendo cómo se disgregan las energías que permitieron la existencia del procés, quizá sea la ocasión de echar un vistazo más generoso al otro bando. No para aceptar sus creencias: llevamos tanto tiempo discutiendo que nadie va a convencer a nadie de nada. Pero sí, creo, para saber en qué estado mental nos encontramos en este momento en el que el independentismo ha sido temporalmente derrotado pero en el que me parece que nadie puede tener una gran sensación de victoria. Y para hacerlo es imprescindible la novela 'La mentida més bonica' ('La mentira más bonita'), de Francesc Serés.

placeholder 'La mentida més bonica'
'La mentida més bonica'

Serés, nacido en 1972 en Saidí, Huesca, es uno de los escritores catalanes más reconocidos de su generación, ha ganado algunos de los premios más importantes de la literatura en catalán, fue durante un tiempo alto cargo del Institut Ramon Llull—el órgano de la Generalitat dedicado a la promoción de la lengua catalana en el extranjero—, y en el procés se comprometió con el independentismo. En muchos sentidos, se le podría considerar una encarnación perfecta del establishment que en Cataluña defiende, desde una situación prestigiosa, el nacionalismo cultural y el independentismo político. Por eso su novela es extraordinariamente valiente.

Pensaron que el procés podía conducir no solo a la independencia, sino a una especie de culminación personal de sus propias vidas

Está protagonizada por dos profesores de secundaria, Marina y Carles, que se jubilan. Ambos han encarnado durante toda su vida una cierta noción de ideal catalán: él es historiador y, además de dar clases, ha investigado la historia local de la zona en la que viven, el Alt Penedès; Marina se ha comprometido, además de con los alumnos del instituto, con una noción de catalanidad —que mezcla lo político con una sentimentalidad pequeñoburguesa progresista— que durante el procés pensaron que podía conducir no solo a la independencia, sino a una especie de culminación personal de sus propias vidas, su visión del mundo y su trayectoria.

Desmoralización

Pero en el momento en que transcurre la novela, en diciembre de 2021, ambos están completamente desengañados. Peor que eso: se han dado cuenta de que los políticos que les prometieron que la independencia era posible les mintieron. Carles y Marina cumplieron: iban a las manifestaciones, se ilusionaron, creyeron cuando les dijeron que todo estaba listo para la independencia, que había cosas que los líderes no contaban pero cuyo efecto se vería en su debido momento, que estaban haciendo historia. Pero era mentira. No había nada preparado.

Buena parte de la novela retrata la desmoralización interior de los dos personajes. Carles está particularmente perplejo: a fin de cuentas, él es historiador y tendría que haberse dado cuenta de que todo estaba impregnado de engaños. “No debería haberse dejado llevar por los eslóganes, por los malditos días históricos con los que los políticos y los medios marcaban el tiempo que pasaba. Los días históricos no existen”. Marina ha llevado un diario del procés y ahora compara las cosas que se decían hace cinco años con la realidad actual. “Las mentiras que se sienten como propias son las que les han hecho este daño que no se cura. No esperaban que se produjera una cumbre en la ONU el día siguiente, claro, pero creían que había alguna respuesta preparada, alguna manera de controlar la situación, aunque fuera a corto plazo, alguna cosa, pronunciamientos, advertencias, alguna certidumbre”.

"El tiempo se ha agotado y no ha pasado nada que justificara la energía desperdiciada durante tantos años por tanta gente"

Les gustaría que los líderes independentistas les explicaran qué pasó, pero ya no confían en que suceda: “el tiempo se ha agotado y no ha pasado nada que justificara la energía desperdiciada durante tantos años por tanta gente”. De hecho, han decidido que no asistirán a la siguiente manifestación independentista que se celebra en Barcelona, porque no quieren seguir participando en el juego, lo que para un independentista activo es una decisión más radical de lo que podría pensarse. “A estas alturas —dice una de las frases más brutales del libro, en referencia a los líderes independentistas— todo el mundo ve que cuesta más aceptar la verdad que la cárcel. De la cárcel se sale, pero de la mentira no escapas nunca.”

La narración mezcla el relato del día en que se jubilan los dos protagonistas —su emoción por terminar su carrera profesional, la fiesta de despedida en el instituto, la relación con los vecinos y compañeros— con una reflexión ensayística sobre el declive del procés y su “mentira bonita”. Como muchas novelas de tesis, esta destaca especialmente por su valor testimonial de un momento político en un lugar concreto, uno en el que todo el mundo, según el relato de Serés, parecía ser independentista y a los políticos y a los medios se les concedía una credibilidad que hoy ha explotado. Este estallido no solo ha acabado con la ambición política de la independencia, sino con el relato biográfico de millones de personas como Carles y Marina que vieron en la independencia el logro último de unas biografías entregadas al catalanismo y sus innumerables implicaciones ideológicas.

Cabe preguntarse acerca de los mecanismos que nos llevan a creer en las élites y sus proyectos ideológicos basados en trampas

Quienes desde el principio nos opusimos al procés podríamos encontrar una cierta satisfacción en este final provisional. Pero más allá de eso cabe preguntarse, como hacen los protagonistas de la novela, acerca de los mecanismos que nos llevan a creer en las élites políticas y sus proyectos ideológicos basados en trampas, en utopías que, visto retrospectivamente, como hace con valentía Serés, nunca fueron alcanzables.

“Al final toda la energía del independentismo quedó encerrada en su propio cerco, y como en una pista de autos de choque, toda aquella fuerza y aquellos colores solo sirvieron para chocar los unos con los otros hasta que se acabaron las fichas y llegó el fin de la fiesta. Ahora todo el mundo tiene moratones, todo el mundo tiene resaca, todo el mundo está mareado y desorientado”. Seguramente se escribirán más novelas sobre el procés independentista, pero esta de Serés es un osado relato que, entre elementos costumbristas y una reconstrucción del epicentro ideológico de la Cataluña independentista, sabe poner al lector en el incómodo lugar del otro. Algo que, a estas alturas, quizá nos pueda ser útil.

A lo largo de la última década, nos hemos ido quedando sin empatía política. Es algo que ha sucedido en casi todas partes. Pero es probable que haya ocurrido de manera más intensa en Cataluña. Desde 2012, los no independentistas nos hemos ido exasperando progresivamente con los impulsores del procés y sus millones de seguidores: no era solo que pensáramos que sus creencias políticas eran nocivas, sino que su objetivo último, la independencia, nos parecía imposible. Entonces, ¿para qué tanto lío? Seguramente, los independentistas pensaban que nosotros éramos autoritarios: ¿por qué si no impedir un referéndum pactado?

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