Divinos detectives: ¿Sherlock Holmes es de derechas y el padre Brown es de izquierdas?
Los dos legendarios personajes fijan los polos de un encarnizado debate sobre la literatura popular que ocupó a algunas de las mentes más agudas del siglo XX y sobre el que el filósofo Ramón del Castillo reflexiona en su nuevo libro
El 6 de octubre de 1930, Antonio Gramsci escribe a su cuñada desde la cárcel de Turín en la que se halla preso por el régimen fascista de Mussolini. El filósofo y líder del partido comunista italiano agradece a Tania el envío de unos libros, entre los que está la segunda parte de los relatos del padre Brown, el cura detective creado por el escritor católico inglés G. K. Chesterton, y aprovecha para elogiarlos contra el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, pues, a su lado, "aparece como un niño pequeño pretencioso, mostrando toda su estrechez y mezquindad". Y añade Gramsci: "Chesterton es un gran artista, mientras que Conan Doyle era un escritor mediocre, a pesar de que le nombraron 'baronet' por sus méritos literarios; hay en Chesterton una distinción a establecer entre el contenido, la intriga policial y la forma, y también en la materia tratada encontramos una sutil ironía que hace las historias más deliciosas".
Cuando Ramón del Castillo (1964), profesor de Filosofía en la UNED, releyó esa carta fascinante, se sorprendió de no haberla visto recogida en otras antologías de textos sobre la cultura popular que tanto interesó siempre al intelectual italiano, y decidió investigar esos dos polos antitéticos de la novela de detectives que encarnarían ambos personajes persiguiendo, además, su pista en la obra de figuras del siglo XX como Auden, Lukács, Kracauer, Adorno, Brecht, Borges, Jameson, Boltanski o Zizek. El resultado es un librito delicioso, divertido, tan profundo como juguetón titulado
¿Qué hacía un comunista disfrutando de los relatos de un escritor católico que parece la quintaesencia de la ortodoxia y la reacción? ¿Y por qué Gramsci no fue ni el primer ni el último rojo fascinado por la literatura de Chesterton? ¿Y si tal vez el aparentemente avanzado, racional y científico Sherlock Holmes fuera en realidad una creación defensora del orden establecido y, por así decirlo, de derechas, mientras que el padre Brown adquiriera un inesperado sesgo de izquierdas? Alto, alto, no tan rápido, advierte Ramón del Castillo. Empecemos por el principio.
PREGUNTA. Comienzas con una división básica que ya es canónica: la novela policiaca clásica inglesa afianza el orden establecido y la ideología de la seguridad que decía Lukács, mientras la novela negra americana lo cuestiona y denuncia. Pero justo después adviertes que no es tampoco exactamente así…
RESPUESTA. A ver, eso es lo que yo pensaba de joven, yo era del Marlowe de Chandler y tenía muchos prejuicios contra Sherlock Holmes porque lo leía gente muy elegante a quien gustaba más la trama lógica... que luego no es tan lógica. Holmes es muy distante, no es un detective que a mí me cayera bien porque ni le interesa tanto la justicia, lo que quiere es demostrar que es el más listo, ni se enmierda, por decirlo claramente. Pero, tras reflexionar sobre ello, me he dado cuenta de que no es tan de derechas como me pensaba, tan garante del orden, por cómo cuestiona la eficacia del estado y de la policía de una forma irónica. La policía es tonta, los aparatos del Estado no son tan eficaces ni suficientes, el orden burgués se mantiene un poco de aquella manera y necesita de ese personaje curioso que no cree en el sistema, pero que ayuda a mantenerlo como es el detective privado. Y, como dice Boltanski, en la primera 'novela enigma' también encontramos el tema social, es imposible desprender la trama lógica del contexto, de su tiempo, del capitalismo industrial y el auge de las ciudades, de ese triángulo inédito entre policía, periodismo y literatura. Tal vez Conan Doyle quiso escribir un pasatiempo, pero no le salió solo un pasatiempo.
Tal vez Conan Doyle quiso escribir un pasatiempo, pero no le salió solo un pasatiempo
P. Cuentas que el policiaco del XX exorcizó de fantasmas el popularísimo gótico del XIX, que Conan Doyle y Chesterton expulsaron a los espectros de las historias. ¿Es la confianza en un mundo ordenado y comprensible la nueva superstición implícita en el relato de detectives clásicos?
R. Totalmente. De hecho, la propia idea de que la ciencia va a ayudar a descubrir al asesino es una fantasía. Ni era tan eficaz, ni tan clara, en fin, se constituye un nuevo fetiche. Ya no hay fantasmas, nada sobrenatural, pero inventan otra puñetera fantasía que es la ciencia. Pero, fíjate, que nada es lo que parece porque, veamos, Chesterton es un católico, debe creer en los milagros y, por su parte, Conan Doyle fue un conocido espiritista que debía cree en los fantasmas, pero en los relatos de ambos no hay en ninguna parte ni milagros ni fantasmas. Y el propio Chesterton elogia a Conan Doyle por ello, por no sacarse fantasmas de la chistera ni en 'El perro de los Baskerville', aunque creyera en ellos.
P. Esto que dices es curioso porque Conan Doyle y Chesterton, tan diferentes por otra parte, sí creían, por así decirlo, en cosas raras: el primero en espíritus, el segundo en Jesucristo.
R. Eso es, el hecho de que estén manteniendo a raya lo sobrenatural, puedes luego creer en algo más. Es toda una actitud, hay que denunciar el engaño, la trampa, el 'fake', y luego, si de verdad existe lo sobrenatural, ya se revelará. Chesterton, especialmente, es muy astuto: puede que haya milagros, puede que Dios exista, pero mi labor no es demostrar su existencia, sino demostrar que, lo que pasa por sobrenatural, no lo es. Algo más, como se dio cuenta Borges, no hace falta que asome lo sobrenatural para que en Chesterton exista siempre un germen de horror. No hace falta ningún monstruo cuando nada puede ser más horrible que el ser humano, que el mal cotidiano.
P. Y eso nos lleva a otra derivada, la religiosa, que suele quedar fuera de foco y en la que me gustaría que profundizaras. ¿Coincides con Gramsci cuando enfrenta a Doyle y Chesterton desde los parámetros del cálculo egoísta protestante frente a la imaginación del catolicismo?
R. Sí, pero cuidado, que no se disparen los estereotipos. Fredric Jameson me lo dice siempre: "¡Es que no te imaginas lo que implica ser católico en el norte de Europa!". Pues imagínate ser un cura católico en la anglicana Inglaterra. No tiene nada que ver con ser católico en Nápoles o en Chipiona. Holmes, como buen protestante, lo ve todo desde fuera mientras que el padre Brown, como buen católico, intenta empatizar, meterse en el cerebro, en el alma del delincuente. Esto, si lo piensas bien, es muy inquietante. Yo me encuentro con el padre Brown y, joder, me daría miedo. ¡También porque es un cura! Ja, ja, ja. Por último, queda el asunto de la confesión porque el personaje de Chesterton concluye muchas veces así sus aventuras, logrando que el asesino se le confiese, lo que quiere el padre Brown es que reconozcan su pecado, qué cabrón. Pero eso ya lo tuve que dejar porque daría para otro libro entero.
P. Sherlock Holmes, pese a lo que pensamos, tampoco es una máquina deductiva...
R. No lo es. ¡Es mentira! Me hace mucha gracia comprobar en redes sociales como los lectores de Conan Doyle disfrutan buscando errores lógicos en sus novelas, pasos que se ha saltado. ¡Como se los salta la policía, como nos los saltamos todos!
P. Se me ocurre que, de alguna forma, la empatía chestertoniana a la hora de resolver el crimen se parece más a cómo las neurociencias actuales dicen que funciona el cerebro. A diferencia de lo que pensábamos hasta hace no mucho y que encarnaría Sherlock Holmes. No, no somos agentes racionales, egoístas, sin emociones. Sin empatía, sin instintos, sin esas emociones que antaño se separaban tajantemente de la razón, pensamos peor. Las emociones nos enseñan a pensar mejor, como explica Jonathan Haidt. El loco, como escribe Chesterton en 'Ortodoxia', no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo menos la razón. Una razón desprovista de emociones es lo más parecido a la locura.
R. Es que no es una opción, es que comunicarse emocionalmente es como funcionamos. Nuestro cerebro es social, es cultural, lo interesante es cómo las emociones se construyen socialmente. Sherlock Holmes muestra emociones pese a que esto le fastidie; el asunto es más bien como dices, el asunto es mantenerlas a raya. En todos los cuentos, el lector comprueba cómo, si el detective se dejara llevar por sus emociones, no trincaría al asesino. Sin embargo, Chesterton ofrece un punto de vista diferente, sí, más loco, el padre Brown no es que se deje exactamente llevar por sus emociones, pero sí las controla con su imaginación. Chesterton es un escritor buenísimo.
P. Un escritor buenísimo al que leemos cuatro gatos mientras que el Sherlock Holmes de Conan Doyle es probablemente el personaje de ficción más popular de todos los tiempos.
R. Sí, tal vez porque Chesterton, como me dice algún amigo, es muy barroco. ¡Pero porque es un grandísimo escritor! Ofrece todo un modelo narrativo en el que el mundo pasional y emocional, los instintos, todo, lo mete en sus historias. De hecho, una cosa que le molestaba mucho de las novelas negras por venir, el del gran capitalismo multinacional, los gánsteres, demasiados muertos, etc., diluía la cuestión de la responsabilidad, de la tormenta de pasiones que se desata en el cerebro del criminal. ¿A quién le imputaremos el muerto en ese mundo que viene plagado de conspiraciones, de grandes banqueros? En el último cuento del padre Brown, 'La máscara de Midas', ya se adivina esto cuando el cura absuelve nada menos que a un comunista falsamente acusado precisamente por unos banqueros.
Chesterton defiende un mínimo antropológico que la izquierda respeta, un humanismo básico
P. Es fascinante la fascinación de la izquierda por Chesterton, un escritor al que adora la derecha más conservadora y la izquierda más comunista.
R. Eso de la izquierda es muy interesante. Carlos Fernández Liria montó un debate hace años con Juan Bautista Fuentes precisamente sobre si Chesterton era de izquierdas o de derechas. El escritor, como es sabido, fue distribucionista, una especie de justicia social católica que se inventó junto a Hilaire Belloc y que podría ser una una especie de socialismo. Por ahí ha solido ir el debate, pero a mí lo que interesa es esto que defiende Santiago Alba Rico en el prólogo a 'La taberna errante', de que Chesterton defiende un mínimo antropológico que la izquierda respeta, un humanismo básico que a veces puede pasar sencillamente por tomarse una cervecita con tu gente, las bases mínimas comunales, no comunistas, de la vida. Pero a mi libro no le interesaba tanto eso, que Liria o Alba Rico ya han tratado muy bien, como lo que te decía antes, ese mundo que el padre Brown adivina cuando defiende al comunista en el que lo oculto, lo opaco, lo que no vemos, ya no es Dios, sino el capital. Ese mundo es el nuestro, y aquí la novela negra americana de Chandler y compañía cogió el testigo.
P. ¿No han interpretado los filósofos demasiado todo esto? A veces, tengo la duda de si el afán de los intelectuales por analizar la novela policial no es producto de cierto sentimiento de culpa. ¿Es que no tenemos derecho a entretenernos sin más antes de volver con la 'Fenomenología del espíritu'?
R. Ja, ja, ja. ¡Buena pregunta! A ver, es verdad que hay cierta izquierda puritana que advierte contra el goce, pero no es la mía, yo lo gozo, no puedo escribir sobre algo que no disfrute. Y, justamente porque he disfrutado algo sin pensar en nada más..., luego le puedo dar una vuelta.
El 6 de octubre de 1930, Antonio Gramsci escribe a su cuñada desde la cárcel de Turín en la que se halla preso por el régimen fascista de Mussolini. El filósofo y líder del partido comunista italiano agradece a Tania el envío de unos libros, entre los que está la segunda parte de los relatos del padre Brown, el cura detective creado por el escritor católico inglés G. K. Chesterton, y aprovecha para elogiarlos contra el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, pues, a su lado, "aparece como un niño pequeño pretencioso, mostrando toda su estrechez y mezquindad". Y añade Gramsci: "Chesterton es un gran artista, mientras que Conan Doyle era un escritor mediocre, a pesar de que le nombraron 'baronet' por sus méritos literarios; hay en Chesterton una distinción a establecer entre el contenido, la intriga policial y la forma, y también en la materia tratada encontramos una sutil ironía que hace las historias más deliciosas".