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'Homenaje a Billy el Niño': cómo despojar de sus medallas al torturador franquista
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'Homenaje a Billy el Niño': cómo despojar de sus medallas al torturador franquista

Una obra de teatro documental que da voz a las víctimas y cuestiona el relato de la Transición

Foto: 'Homenaje a Billy el Niño'.
'Homenaje a Billy el Niño'.

Un radiador pegado a una pared. Un radiador que imaginamos del mismo color blanco sucio de la pared a la que vive adosado, una pared que huele a tabaco y que imaginamos también con gotelé, con desconchones, con algunas grietas. La pared de un pasillo, pero no cualquier pasillo. Es un pasillo sin mucha luz, pero caldeado, porque para eso está él dando calor los meses de invierno. Pegado a esa pared, el radiador observa cuerpos que van y vienen y sabemos que, después de tanto tiempo, ha aprendido a adivinar si caminan asustados porque saben lo que les va a pasar o si es su primera vez y aún no tienen memoria del horror. Es solo un radiador, a nadie le importa lo que piense, pero “en su humilde opinión de radiador, nadie debería estar ahí”.

Él sabe que el cuerpo que abandonará su pasillo nunca será el mismo que el que llegó hace horas o hace días, y le gustaría no saberlo, le gustaría no verlo, le gustaría que nadie encadenara ese cuerpo al suyo, le gustaría no sentir ese peso, no tener que concentrarse en buscar la débil respiración de quien yace a su lado. Esos días se dice que le gustaría tener una de esas vidas aburridas de radiador doméstico porque en su pasillo, además de corrientes de aire, se cruzan torturados y torturadores, los ya torturados y los que lo serán en minutos.

Su pasillo es un pasillo de la Dirección General de Seguridad, la DGS de la Puerta del Sol, su pasillo es el pasillo “que une los miedos con la realidad, el cuerpo sano con el herido”. Por ese pasillo pasa a menudo Antonio González Pacheco, un policía a quien llaman Billy el Niño, uno de los más insignes torturadores de nuestra historia reciente. Un hombre que morirá el 7 de mayo de 2020, con 73 años, pero no en prisión, sino en un hospital, tras contagiarse de covid. Dos años después, en el Teatro del Barrio de Madrid, será el protagonista de un homenaje muy distinto a los que recibió en vida. El homenaje que realmente merece, el que da voz a sus víctimas.

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'Homenaje a Billy el Niño'.

Pero recordemos cómo hemos llegado hasta aquí. Antonio González Pacheco ingresó en el cuerpo como subinspector en 1971 y fue destinado a la Brigada de Investigación Social, más conocida como la Brigada Político-Social, encargada de la investigación y represión de la dictadura sobre los grupos antifranquistas, fundamentalmente comunistas. El policía estuvo al mando de los calabozos de la Puerta del Sol y allí se especializó en añadir a sus preguntas cantidades ingentes de dolor y humillación, torturando a sus detenidos con técnicas como la bañera, que ejecutaba introduciendo sus cabezas en aguas nauseabundas o colgándoles de una barra por las rodillas para golpearles (con y sin puño americano) en los glúteos, los genitales y las plantas de los pies. Recibió felicitaciones públicas por su trabajo y unas cuantas condecoraciones, entre ellas la Medalla de Plata al Mérito Policial por iniciativa del ministro de Gobernación (Interior) Rodolfo Martín Villa “en atención a sus méritos” y “para premiar servicios de carácter extraordinario”. Abandonó el cuerpo en 1982 y cambió las juergas en los locales de Madrid por la maratón de Nueva York.

Cuando murió, su nombre encabezaba varias denuncias por crímenes y torturas, pero Billy el Niño nunca fue investigado judicialmente

Cuando murió, su nombre encabezaba varias denuncias por crímenes y torturas, pero Billy el Niño nunca fue investigado judicialmente, amparado por la Ley de Amnistía de 1977. Tampoco fue extraditado a Argentina, reclamado por la jueza María Servini en la llamada ‘querella argentina’ que investigaba los crímenes de la guerra civil y la dictadura franquista. La Audiencia Nacional sostuvo que los delitos por los que se le requería habían prescrito y no podían considerarse de lesa humanidad porque no formaban parte de un "ataque sistemático y organizado a un grupo de población". En febrero de 2020, el Congreso de los Diputados acordó iniciar los trámites para publicar el expediente de concesión de las cuatro medallas de González Pacheco, medallas que incrementaban en un 50% su pensión y que el Gobierno se había comprometido a retirarle. Pero llegó la pandemia, el torturador se contagió de coronavirus y murió con todas sus condecoraciones prendidas del pecho, en una habitación de hospital, también caldeada con radiadores.

Pero es ese otro viejo radiador de los años 70 el que nos ocupa. Ese radiador que abría esta historia (la periodista ha fabulado a partir del texto dramático) es la voz de alguien que observa la infamia, pero que no toma partido —¿simboliza el papel de algunas instituciones, de parte de la sociedad española?—, y una de las voces que construyen el relato de ‘Homenaje a Billy el Niño’, una obra de teatro documental que incorpora elementos de ficción, dirigida por Eva Redondo y escrita por Ruth Sánchez y Jessica Belda. Ambas autoras ya escribieron juntas ‘La Sección (Mujeres en el fascismo español)’ y ‘Españolas, Franco ha muerto’, también producidas por el Teatro del Barrio. En el reparto, la propia Belda acompañada de Antonio Gómez y Jesús Barranco en un montaje que se apoya en testimonios y entrevistas a víctimas de Billy el Niño y en declaraciones judiciales de la querella argentina y el juicio por el asesinato de los abogados de Atocha.

Foto: El exinspector Antonio González Pacheco, 'Billy el Niño'.

‘Homenaje a Billy el Niño’ es un antihomenaje a quien provocó tanto dolor, a quien lo permitió y a quien miró hacia otro lado: “A Billy el Niño, como a otras tantas personas vinculadas a la represión de la dictadura, se las homenajeó ininterrumpidamente durante la Transición y muchos años después, y este homenaje hace referencia no solo a sus medallas, sino también al silencio cómplice de los que nunca protestaron por ellas”, dice Ruth Sánchez. Pero ese tipo con chaleco rojo, pantalones de campana y gafas de sol dirá en escena que no se acuerda de nada. Una frase que, como un mantra, también pronunciarán todos aquellos a los que interroga y tortura.

Torturas y sugus

“Me agarran por los brazos. Me están sacudiendo. Golpes, primero en la espalda. El dolor es terrible. Me están rompiendo las vértebras. Me cuelgan. Ahora en el abdomen, estómago e hígado. Ahora ya no parirás más. Puta. Bruja”. La abogada y feminista Lidia Falcón, interpretada por Jessica Belda, narra en escena las torturas a las que fue sometida tras ser detenida. Escucharemos también el relato de Chato Galante, Felisa Echegoyen y Willy Meyer. Repartidas por el suelo del escenario, las guías telefónicas con las que les golpeaban. Todos narran el horror, pero no se escenifica, no se recrea, solo lo imaginamos. Explica Belda a El Confidencial: “No se representan las hostias ni las torturas porque eso sería una falta de respeto a las personas a las que han torturado de verdad, que nos están viendo y que están vivas. Yo no voy a interpretar el dolor de alguien cuando a mí no me han pegado golpes contra un radiador ni me han desnudado ni me han apagado cigarros, pero el dolor también es mío porque me llega en la actualidad”.

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'Homenaje a Billy el Niño'.

La obra alterna los relatos de torturas con las escenas de homenaje a Billy el Niño, escenas que exudan testosterona e impunidad, en las que el policía comparte espacio con el entonces ministro Rodolfo Martín Villa —“Yo, madero, de ministro me voy a ser el rey en cualquier empresa privada grande, pero grande grande. Tú te vas a quedar aquí a hacerle el caldo gordo al siguiente ministro. Con un porcentaje más por los servicios prestados. ¿O te parece lo mismo organizar un país que dar cuatro hostias?”—. Y vemos a Rodolfo (el policía le tutea) encantado de conocerse, diciéndole a Billy que para qué necesita a Adolfo (Suárez) o al Rey si ya está él. Rodolfo, que se paseará por el patio de butacas repartiendo sugus de fresa y piña antes de conceder a Billy el Niño la Medalla de Plata al Mérito Policial. Rodolfo, al que escucharemos declararse inocente en 2020 de los cargos de que le acusa la jueza Servini, mientras en escena van apareciendo los rostros de quienes le apoyaron públicamente y defendieron su buen nombre: Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar, Felipe González, Nicolás Redondo, Cándido Méndez, Antonio Gutiérrez, José María Fidalgo, Miquel Roca y Rodríguez de Miñón.

¿Un panfleto que cuestiona la Transición?

¿Es esta una obra que cuestiona el relato de la Transición? Evidentemente. ¿Es esta obra un panfleto? Es Jessica Belda quien contesta: “No hacemos una arenga, nos basamos en documentos reales, nosotras no te vamos a decir qué tienes que pensar, lo que hacemos es mostrarte la psicología de estos tipos, lo que pensaban. Lo que hay es un equilibrio entre lo analítico, lo emocional y el respeto a las víctimas”. Y Eva Redondo, directora del montaje, añade que ese miedo a que la obra resultara un panfleto estaba presente en su trabajo, pero explica que “tenía puesto el foco en que no fuera un consenso de izquierdas, que no fuera complaciente, y estuve dispuesta a explorar si este señor tenía cierta humanidad, aunque llegamos a la conclusión de que no la tenía, que era pura vileza. A pesar de tener un posicionamiento político claro, la obra no es complaciente con parte de esa izquierda que abandonó a estas personas que militaron y lucharon por conseguir derechos y libertades durante el franquismo. No es panfletaria, es memoria, es historia, esto fue así, los hechos fueron esos”.

Redondo dirige desde la premisa del juego, huye del relato estático y compone escenas dinámicas y coreografiadas de manera brillante

Eva Redondo dirige desde la premisa del juego, huye del relato estático y compone escenas dinámicas y coreografiadas de manera brillante, interpretadas por tres actores brillantísimos, escenas que carga de ironía (muy presente en el texto) para que el espectador se distancie y no se apegue a esa emoción que a veces bloquea el análisis. Escenas en las que vemos a Belda convertirse en esa metralleta Marietta que usaron los asesinos de los abogados de Atocha, una metralleta que nos cuenta su historia con la cadencia castiza de una Pichi castigadora y un himno fascista italiano de fondo. Y es imposible no sonreír, igual que cuando el casco que emplea Billy el Niño reclama también para sí un homenaje, una medallita, porque “gracias a mí sale tranquilo a comprar el pan de cada día”.

Pero el tiempo para la sonrisa es muy breve en esta obra que funciona como un humilde ejercicio de reparación a las víctimas y en la que, esta vez sí, Billy el Niño es despojado de sus medallas. ‘Homenaje a Billy el Niño’ termina con los rostros en escena de quienes salieron de las torturas con sus cuerpos heridos y desechos, pero siguieron militando. 13 de ellos: José María ‘Chato’ Galante, Miguel Ángel Gómez Álvarez, Andoni Arrizabalada Basterretxe, Antonia Hernández Cofrades, Francisca Villar del Saz y Aragonés, Luis Suárez Carreño Lueje, Silvia Carretero Moreno, Acacio Puig Mediavilla, Alfredo Rodríguez Bonilla, Antonio Chapera Varela, Felisa Echegoyen Castanedo, Francisco José Fernández Segura y Jesús Rodríguez Barrio. Y, además, Enrique Ruano.

Y son ellos los que se llevan los aplausos del público.

*'Homenaje a Billy el Niño'. Autoría: Ruth Sánchez y Jessica Belda. Dirección: Eva Redondo. Intérpretes: Jesús Barranco, Antonio Gómez y Jessica Belda. Hasta el 4 de abril en el Teatro del Barrio. El 13 de mayo, en el Teatro del Soto de Móstoles. Regreso al Teatro del Barrio en mayo y junio.

Un radiador pegado a una pared. Un radiador que imaginamos del mismo color blanco sucio de la pared a la que vive adosado, una pared que huele a tabaco y que imaginamos también con gotelé, con desconchones, con algunas grietas. La pared de un pasillo, pero no cualquier pasillo. Es un pasillo sin mucha luz, pero caldeado, porque para eso está él dando calor los meses de invierno. Pegado a esa pared, el radiador observa cuerpos que van y vienen y sabemos que, después de tanto tiempo, ha aprendido a adivinar si caminan asustados porque saben lo que les va a pasar o si es su primera vez y aún no tienen memoria del horror. Es solo un radiador, a nadie le importa lo que piense, pero “en su humilde opinión de radiador, nadie debería estar ahí”.

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