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Anillo de hierro: la contraofensiva ucraniana, Putin y la última orden de Hitler en Stalingrado
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Anillo de hierro: la contraofensiva ucraniana, Putin y la última orden de Hitler en Stalingrado

Cuando los nazis iniciaron el primer gran ataque, el 13 de septiembre de 1942, el general Von Paulus auguró 24 días para la victoria. Un mes después, llegó la derrota total

Foto: Fuente de Stalingrado. (Cedida)
Fuente de Stalingrado. (Cedida)

"El 6º Ejército ha sido cercado temporalmente por los rusos". La primera línea del mensaje por radio que envió Adolf Hitler al general Von Paulus, en la madrugada del 24 de noviembre de 1942, hacía añicos la última esperanza del ejército invasor nazi en Stalingrado de salir con vida. Tan solo unas horas antes todo parecía indicar que el Führer había entrado en razón y ordenaría abandonar Stalingrado, la única escapatoria posible para cerca de 200.000 soldados de la Wehrmacht prácticamente atrapados en la ciudad, porque el cerco estaba lejos de ser temporal. Hitler aludía ya al concepto que emplearía tres años más tarde, en abril de 1945, cuando Berlín estaba a su vez rodeado por el mismo Ejército Rojo: la derrota total como principio.

"El ejército puede tener la certeza de que haré todo cuanto pueda para mantener el abastecimiento y romper el cerco", continuaba Hitler: "Conozco al valeroso 6º Ejército y a su comandante, y estoy seguro de que cumplirán con su deber". La última línea de la última orden que recibió el general Von Paulus en Stalingrado es posiblemente la que acaben recibiendo las tropas rusas de Vladímir Putin en Kiev si prosperara la contraofensiva ucraniana y sus ejércitos queden aislados en el triángulo de localidades del noroeste de la ciudad convertido en ratonera. Es decir, la de suicidarse antes de admitir una retirada o una rendición.

Hitler: "Conozco al valeroso 6º Ejército y a su comandante, y sé que cumplirán con su deber"

Sí, parecía también imposible en 1942, cuando el general Von Paulus, al iniciarse la verdadera ofensiva de la Wehrmacht sobre la ciudad, el 13 de septiembre, fue obligado por el Fürher a concretar una fecha para la captura de la ciudad. Paulus, que según el historiador Antony Beevor tenía un tic nervioso y padecía de disentería crónica, calculó entonces que sus tropas tomarían la plaza en 24 días. Un mes. El mismo tiempo que ha transcurrido ahora desde que comenzó la ofensiva del ejército ruso sobre Kiev. Todos conocen el resultado.

Contraofensiva de Kiev

Absolutamente nadie habría pensado entonces que el presidente Volodímir Zelenski se convertiría en una gigante figura de estadista, con reminiscencias al Winston Churchill que lideró la defensa del pueblo británico en la Batalla de Inglaterra en 1940, ni que la ciudad pudiera haber resistido ni siquiera ese mismo fin de semana. Ahora, en cambio, con un balance de bajas aterrador para Putin, tal y como ha publicado El Confidencial, y una convicción en la victoria ucraniana que huele a los efluvios del Volga que atraviesa Stalingrado, la historia es más bien cuando abandonará Putin a sus ejércitos en Kiev. Es decir, cuando vendrá la contraofensiva que arrase a las tropas rusas.

placeholder Dos imágenes separadas por casi un siglo que se repiten ahora.
Dos imágenes separadas por casi un siglo que se repiten ahora.

Lo escribió el escritor Vasili Grosmman en su monumental novela 'Vida y Destino' sobre la batalla de Stalingrado, de la que fue testigo: "La idea expresada en su momento por Tolstói, según la cual es imposible cercar totalmente a un ejército, se basaba en la experiencia militar de su época. La guerra de 1941-1945 demostró, no obstante, que se puede sitiar un ejército, encadenarlo al suelo y envolverlo con un anillo de hierro. El cerco durante la guerra de 1941-1945 fue una realidad implacable para muchos ejércitos soviéticos y alemanes" —V. Grossman, 'Vida y Destino' (Debolsillo)—. Quizás Zelenski sí pueda encadenar al suelo a Putin y envolverlo en un anillo de hierro, al menos en Kiev, que se ha convertido en una obsesión para Putin al igual que lo fue Stalingrado para Hitler.

Grossman: "Se puede sitiar un ejército, encadenarlo al suelo y envolverlo con un anillo de hierro"

En la misma novela escribía Grossmann: "El siglo de Einstein y Planck había resultado ser el siglo de Hitler. La Gestapo y el renacimiento científico eran hijos de una misma época", lo mismo ha ocurrido ahora con experimentos sociales más banales, de Instagram a TikTok, un mundo occidental que parecía ajeno a una violencia como la de la Segunda Guerra Mundial, pero parece haberse repetido todo: "La física contemporánea habla de probabilidades mayores o menores, de fenómenos de este o aquel conjunto de individuos físicos. ¿Acaso el fascismo, en su terrible mecánica, no se funda sobre el principio de política cuántica, de probabilidad política?". Una sola y remota probabilidad es la que está siendo la tumba de Putin: la mera posibilidad de que el pueblo ucraniano, con Zelenski al frente y prácticamente toda la comunidad internacional se hayan revuelto contra él. Kiev es Stalingrado. No va a caer.

Determinación despiadada

Por el comienzo: Putin está en una tesitura parecida al menos en una aspecto a la de Adolf Hitler con la Operación Fall Blau de Stalingrado: un ejército no solo teóricamente superior, sino realmente superior, que se ve atrapado en una ofensiva que desde el minuto uno sale mal. Parece mentira que la lección sea precisamente soviética y en donde había tropas ucranianas de la URSS en el verano invierno de 1942-1943. Zelenski, su ejército y su población, parecen sacados de una película soviética de exaltación de la Guerra Patriótica sobre la Batalla de Stalingrado...

placeholder Batalla de Stalingrado, 1942.
Batalla de Stalingrado, 1942.

Según explica el experto Antony Beevor: "En Stalingrado no se necesitaba un genio estratégico: solo la inteligencia de un campesino y una determinación despiadada, justo lo que representaba el mariscal Vasily Chuikov, encomendado al mando de la defensa de la ciudad. Chuikov sabía que tenía que aguantar, desgastando a los alemanes, sin tener en cuenta las bajas que pudieran sufrir. "El tiempo es sangre", como expresaría más tarde. El tiempo. Antes incluso de la terrible orden 'Ni un paso atrás', de Stalin, emblema de la Batalla de Stalingrado, existía una idea simple que es la de resistir. Honestamente, en 1942 nadie daba un duro por Chuikov, como nadie lo daba hace un mes por Zelenski.

"En Stalingrado no se necesitaba un genio estratégico: solo la inteligencia de un campesino"

Hasta las tropas más fanáticas del NKVD tenían sus dudas. Incluso un comisario político anotó imprudentemente en su diario el siguiente comentario: "Nadie cree que Stalingrado vaya a aguantar. Me parece que no vamos a vencer nunca". En realidad, el derrotismo se instauró en el resto del mundo cuando comenzó la invasión rusa, no tanto entre los ucranianos. Algo parecido a lo que ocurrió en la II Guerra Mundial: ante los ojos angustiados del mundo exterior, no había nada que pareciera capaz de detener el avance alemán por Oriente Medio simultáneamente desde el Cáucaso y desde el norte de África —como ahora a pequeña escala entre Mariúpol, Jarkov…—.

Terror de payaso

"La embajada norteamericana en Moscú esperaba que se produjera de un momento a otro el colapso de la Unión Soviética (…) Casi nadie se dio cuenta de que la Wehrmacht había llevado a cabo una excesiva dispersión de sus fuerzas que podía resultar muy peligrosa. Y tampoco casi nadie supo apreciar la resolución de contraatacar mostrada por el Ejército Rojo acorralado" —Antony Beevor, 'La Segunda Guerra Mundial' (Pasado y Presente). Hay centenares de estudios militares y estratégicos sobre la Batalla de Stalingrado, pero sobre todos ellos hay una certeza, la voluntad férrea de luchar. Zelenski ha manejado unos resortes diferentes a los del totalitarismo soviético de Stalin, pero de momento son efectivos. La peor comparación posible con la carnicería de Stalingrado es que entonces se convirtió en una ofensiva por el prestigio.

placeholder El mariscal Von Paulus con ropa soviética tras ser hecho prisionero.
El mariscal Von Paulus con ropa soviética tras ser hecho prisionero.

Se desconoce ahora cuáles son las intenciones reales del presidente ruso, pero descoloca pensar que al igual que le ocurrió a Adolf Hitler en 1942, hayan fracasado. Entonces, la ventaja estratégica de la Fall Blau (Operación Azul) consistía en apoderarse de los campos petrolíferos del Cáucaso. Sin embargo, aunque tan espectacular como la Operación Barbarroja contra Moscú, Hitler ya no disponía de tantos efectivos, el objetivo estaba demasiado lejos y sus líneas de abastecimiento adelgazaban: había alcanzado su punto máximo de expansión.

Como a Putin, la Bewegunskrieg, la guerra de movimientos, fracasó desde el comienzo

Como resultado, la Bewegunskrieg, la guerra de movimientos de maniobra, fracasó desde el comienzo: cuando el VI ejército de Von Paulus y el IV de Hoth comenzaron la pinza sobre Stalingrado, ya no tenían capacidad para una verdadera ofensiva de envolvimiento, porque los ejércitos a su espalda formados por sus aliados húngaros, rumanos e italianos, eran incapaces de cruzar el afluente el río Don.

Ni un paso atrás

Por otra parte, Stalin, que había considerado que el frente de batalla en 1942 volvería a ser Moscú, cuando fue consciente del avance al sur de los ejércitos alemanes, movilizó rápidamente sus fuerzas y dio orden de destruir los pozos de petróleo en caso de que cruzaran el Volga, por lo que el objetivo de Hitler, aunque hubieran conseguido rendir Stalingrado y cruzar el río, era inalcanzable.

El órdago estaba encima de la mesa y el Führer cambió el petróleo por una "victoria moral", al menos, sobre los comunistas, un mazazo psicológico, consistente en tomar la ciudad con el nombre de su líder. El 'Vohzd' soviético entendió lo mismo: defender Stalingrado al coste que fuera, como cuestión de prestigio. Es imposible saber con certeza la jugada de Vladímir Putin, pero está claro que ya difiere de la idea inicial y que Kiev es claramente un símbolo. Seria absurdo si no el terrible desgaste del ejército ruso en conquistar una ciudad, cuando parece tener más sentido su avance en el sur, en Mariúpol para salvar los muebles.

placeholder Hitler con su Estado Mayor.
Hitler con su Estado Mayor.

En la primera fase de la batalla de Stalingrado, el demoledor avance alemán iniciado a finales de agosto y durante septiembre aplastó a los soviéticos, aterrados por los constantes bombardeos y la famosa orden del Kremlin: 'Ni shagu nazad' —Ni un paso atrás— que sirvió junto a la enorme bolsa de hombres que disponía Stalin para mantener un esfuerzo bélico descomunal que devolvió el arte militar a la denostada Primera Guerra Mundial: Ofensivas y contraofensivas en las que miles de soldados eran enviados a la muerte, como carnaza, para mantener la posición.

La Luftwaffe había hecho añicos la ciudad, pero los escombros facilitaron su defensa

Jamás se planteó una retirada estratégica a la otra orilla del Volga. A cambio, lanchas llenas de soldados cruzaban todos los días el río en dirección a la muerte. Los que flaqueaban, desertaban o se daban la vuelta eran ejecutados por orden de los comisarios soviéticos. El frente de Stalingrado se nutrió fundamentalmente de ucranianos y del resto de nacionalidades que componía la URSS: tártaros, uzbecos, kazajos y azerbaiyanos, tropas bisoñas que apenas sabían hacer funcionar una metralleta, contra las veteranísimas fuerzas de la Werchmacht.

Academia de lucha callejera

La sangría se concentró en el Mamaev Kurgam, una colina en la ciudad que dominaba el río y que Von Paulus tomó finalmente el 27 de septiembre después de violentos ataques que recordaban más a Verdún que a cualquier batalla de la Segunda. Tras otras tantas ofensivas en octubre, costosísimas por la tenacidad soviética, el general alemán se metió durante noviembre en una guerra callejera, con avanzadillas de pequeños grupos y en un terreno en el que sus tanques Panzer no tenían ya apenas ventaja. Había comenzado lo que los nazis llamaron Rattenkrieg —guerra de ratas— y el general Chuikov "la academia de la lucha calle por calle". Un adelanto de lo que puede ocurrir.

La Luftwaffe, que había bombardeado salvajemente Stalingrado desde finales de agosto —como la aviación rusa ahora en Kiev— había hecho añicos la ciudad, pero los escombros facilitaron, paradójicamente la defensa: los francotiradores y las incursiones nocturnas de pequeñas formaciones del Ejército Rojo, a través de los sótanos y las ruinas, aterrorizaron a los alemanes, que sin embargo, a mediados de noviembre, con inmenso esfuerzo, habían tomado casi toda la ciudad.

placeholder 'Vida y Destino' de Vasili Grossman.
'Vida y Destino' de Vasili Grossman.

Pero el Ejército Rojo había adquirido ya una voluntad férrea y lo peor para Von Paulus es que mientras Hitler seguía confiando en la victoria, sin atender a otras razones que alcanzar las orillas del Volga, los flancos estaban desprotegidos. El general Vassilevsky y el mariscal Zhukov se percataron de ello y planearon con Stalin, la Operación Urano, acumulando fuerzas detrás del Volga, mientras seguían enviando "carnaza" a la ciudad al mando del general Chuikov. El objetivo era envolver a los alemanes aprovechando la debilidad de los ejércitos que protegían su espalda, al norte, a lo largo del río Don, y la brecha con el IV ejército de Hoth al sur.

Moral de vencedor

En Stalingrado, tal y como lo narró Grossman, cuando la posibilidad de quedar aislados se alejó, la moral de las tropas jugó un importante papel: "La sensación de aislamiento, de estar cercados o medio cercados, había desaparecido, y había sido sustituida al mismo tiempo en la conciencia de las gentes por un sentimiento de integridad, unión y pluralidad. Esa conciencia de unión entre el individuo y la masa del ejército es lo que se suele llamar la moral del vencedor (…) Un enorme pedazo de carne, formado por cientos de células dotadas de razón y sentimiento, había sido separado del cuerpo de las fuerzas armadas alemanas". Es exactamente lo contrario que les ocurrió a los alemanes y lo que se percibe ahora desde los cómodos sillones de occidente respecto a Ucrania.

Paulus: "Tenemos provisiones para seis días, nos vemos obligados a abandonar Stalingrado"

Dos días antes de recibir el fatídico mensaje de Adolf Hitler, a la seis de la la tarde del 22 de noviembre, Paulus había enviado un radiomensaje al Estado Mayor del Grupo de Ejércitos B: "El ejército está cercado. Todo el valle del río Tsaritsa, la vía férrea de Soviétskaya a Kalach, el puente sobre el río Don y las colinas sobre el margen occidental del Don están, a pesar de nuestra heroica resistencia, en manos de los rusos… La situación, por lo que respecta a las municiones es crítica, tenemos provisiones para seis días. Solicito libertad de acción en el caso de que no sea posible establecer una defensa perimétrica. En tal situación podríamos vernos obligados a abandonar Stalingrado y el frente norte", —V. Grossman, 'Vida y Destino'—.

El Estado Mayor nazi, a pesar de estar mimetizado con Hitler, entendió que, lamentablemente, Von Paulus tenía razón. Parecieron convencer al Führer, por momentos, tal y como le comunicó su jefe, general Zeilter a Von Weichs, del grupo de ejércitos B. Weichs había trasladado esa impresión a Von Paulus, que respiró aliviado, pero la orden final fue la de resistir. Se puede escribir de todo sobre Stalingrado, luego está Grossman:

"Adelante, Adelante". Es la única arenga que retumba en los oídos del comandante de la unidad y este avanza no se detiene, ataca con todas sus fuerzas. Y, a veces, nada más llegar, sin haber explorado previamente el terreno, la unidad se ve obligada a entrar en combate, la voz cansada y nerviosa de alguien grita: "¡Contraatacad, rápido! ¡A lo largo de esas colinas! No hay ni uno de los nuestros y el enemigo arremete con fuerza. Nos vamos al garete...". Suerte Putin.

"El 6º Ejército ha sido cercado temporalmente por los rusos". La primera línea del mensaje por radio que envió Adolf Hitler al general Von Paulus, en la madrugada del 24 de noviembre de 1942, hacía añicos la última esperanza del ejército invasor nazi en Stalingrado de salir con vida. Tan solo unas horas antes todo parecía indicar que el Führer había entrado en razón y ordenaría abandonar Stalingrado, la única escapatoria posible para cerca de 200.000 soldados de la Wehrmacht prácticamente atrapados en la ciudad, porque el cerco estaba lejos de ser temporal. Hitler aludía ya al concepto que emplearía tres años más tarde, en abril de 1945, cuando Berlín estaba a su vez rodeado por el mismo Ejército Rojo: la derrota total como principio.

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