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Triste Sant Jordi: la industria editorial siente el zarpazo de la pandemia el Día del Libro
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Triste Sant Jordi: la industria editorial siente el zarpazo de la pandemia el Día del Libro

El sector sufre pérdidas entre el 30% y el 40% después de un año de confinamiento y cierres perimetrales en que apenas se ha recuperado la inversión en los grandes títulos

Foto: Sant Jordi ha regresado este año a Barcelona. (EFE)
Sant Jordi ha regresado este año a Barcelona. (EFE)

Hasta poco antes de que el mundo dejara de ser normal, Olga Martínez y Paco Robles, dueños de la editorial Candaya —que fundaron en 2003 en Barcelona—, solían coger su Hyundai e irse con algunos de sus autores a recorrer toda la geografía española. De presentación en presentación y de forma muy familiar, creando lo que ellos llaman las rutas Candaya. La última vez fue al borde del fatídico 14 de marzo de 2020, con Alejandro Morellón y su novela ‘ Caballo sea la noche’. Recorrieron 15 lugares. Pero todo se acabó de un plumazo: llegó el confinamiento. En mayo, comenzaron la desescalada y la reapertura, pero nada volvió a ser como antes. No lo fue en el resto de 2020 ni lo ha sido en estos tres primeros meses de 2021. “La nueva realidad para nosotros es terrible. Las ciudades con cierre perimetral, los toques de queda… Los cierres de frontera, porque también traemos a muchas autoras latinoamericanas…”, afirma Olga a El Confidencial mientras prepara las cajas para Sant Jordi. Y hace cuentas: “Nosotros hemos perdido un 34% en ventas en librerías, y en el comercio exterior, un 50%”. Ahí está el zarpazo pandémico al libro.

Hoy se celebra Sant Jordi y el Día del Libro con gran algarabía en ciudades como Barcelona, Zaragoza —donde celebran San Jorge— o Madrid. Librerías con mesas en la calle, firmas con distancia social y también con muchas ganas. Desde Cegal, la federación de libreros independientes, quieren insuflar optimismo. Dicen que en este primer trimestre se han facturado 87 millones de euros, dos más que en el mismo trimestre de 2019. Si el ritmo de crecimiento es así, se podrían superar los 2.420 millones de euros de facturación en el mercado interior en 2019 de todo el sector (no solo librerías), según las cifras que maneja la Federación del Gremio de Editores. Exitazo.

Foto: La Cuesta de Moyano en su reapertura el pasado mes de mayo (EFE)

Pero a pie de calle y de cuentas con lápiz, papel y calculadora, los números no son los mismos porque, como comentan los propios interfectos, es imposible: nada es igual que antes.

Las cifras ¿reales?

Desde la pandemia, ha ido todo objetivamente mal. La recuperación ha sido mediocre y, además, se ha instalado un ambiente de una competitividad salvaje porque todo el mundo, y sobre todo los dos grandes grupos [Planeta y Penguin Random House], sacó toda su artillería entre octubre y noviembre. Y así nadie cubrió expectativas ni inversiones”, sostiene Tomás Rodríguez, editor del sello de ensayos Akal, que añade que “es verdad que todos hicimos previsiones muy negativas con el confinamiento, pero decir que hoy son cifras positivas es una quimera. No se asemeja ni de broma a los números de 2019. Y las ventas en Amazon o Casa del Libro no están cubriendo para nada las pérdidas”.

"Todos hicimos previsiones muy negativas con el confinamiento, pero decir que hoy son cifras positivas es una quimera"

¿Cuáles son entonces los números de 2020? Nadie dice nada, una vez más. El sector editorial posiblemente sea una de las industrias más opacas de nuestro país, como criticó la escritora Olvido García Valdés, que fue directora general del Libro del Ministerio de Cultura entre 2018 y 2019, durante el primer Gobierno de Pedro Sánchez. Lo que está claro es que, según Rodríguez, esas cifras de “pérdidas de entre el 30% y 40% tampoco son reales”, sino que están por encima de esos porcentajes. “Desde septiembre, lo que ha sido publicado es lo que se pensaba vender. No ha habido ningún tipo de riesgo. Lo que se hizo fue sacar la artillería para obtener un retorno rápido de la inversión, aunque tampoco se ha recuperado”, manifiesta este editor. La explicación, para él, es sencilla: se publicaron libros que habían costado mucho dinero a los editores en el mercado —por ejemplo, grandes 'bestsellers' internacionales— que, por razones obvias, no han respondido tan bien como se esperaba. “No es que no hayan vendido, pero no como si hubiera sido un año normal”, añade.

placeholder Sant Jordi en Barcelona 2021. (EFE)
Sant Jordi en Barcelona 2021. (EFE)

Esta cuestión se resume en que este año no ha habido grandes pelotazos. Tampoco grandes sorpresas. “Claro, ningún editor ha querido aventurarse”, indica Rodríguez. Desde La Central, Begoña Minguito, al frente del Departamento de Comunicación, le da la razón: “Todavía se vende mucho ‘El infinito en un junco’, de Irene Vallejo, que es un libro de 2019… Y puede que dos títulos han sobresalido por encima de otros: ‘El hijo del chófer’, de Jordi Amat, y ‘Feria’, de Ana Iris Simón”. Lo que se ha ido por el sumidero ha sido cualquier apuesta por pandemias y catástrofes. “Eso casi nada. Tampoco han triunfado los infantiles tipo ‘Cómo lavarte las manos”, sostiene Minguito.

Competencia salvaje (en librerías y pujas)

El sector del libro nunca ha sido un lugar especialmente plácido. Al fin y al cabo, se busca vender y obtener visibilidad en la librería. Y hablamos de una industria que produce al año 90.000 títulos, según datos de la FGEE de 2019. Que tu libro se vea tiene mucho mérito. “La clave hoy en día es la visibilidad, y este año en particular se ha instalado una competencia salvaje”, comenta Rodríguez. Se llama recuperar la inversión. De ahí el tremendo aluvión de novedades en librerías tras el confinamiento.

Foto: Librería La casa del ajedrez, de Madrid. (EFE)

Esta es la parte de la industria que nunca se ve: hay títulos que se consiguen en pujas y, según denuncia Rodríguez, “los grandes grupos están yendo con todo en las subastas y matan al resto a golpe de anticipos. Y ahí poco puedes hacer”. Más allá de estas pujas, después están las apuestas que poco o nada tienen que ver con la calidad del libro, pero sí con la visibilidad que consiguen. "Por ejemplo, ahí tienes los de Miguel Ángel Revilla, que le seguirán publicando todos los años uno da igual cómo sea. ¿Por qué? Porque se vende más que el ensayo erudito y culto. Y en esas estamos”. En los últimos tiempos, también han entrado en esta cruenta batalla todos aquellos libros de los cuales se va a hacer una serie. “Esos los quieren todos los grupos grandes”.

"Los grandes grupos están yendo con todo en las subastas y matan al resto a golpe de anticipos. Y ahí poco puedes hacer"

Desde Candaya, Paco y Olga, como editorial pequeña, también han notado esa competitividad en las librerías. “Sí, claro, ha sido un año difícil”, sostiene Olga. Ellos mismos han publicado más que otros años. “La consigna de todos este año ha sido resistir”, resume.

Por otro lado, si la competencia entre novedades ha sido brutal desde que se abrieron las librerías, ha habido una parte que se ha visto paradójicamente beneficiada por esto: el fondo. Así lo constata Donatella Ianuzzi, editora de Gallo Nero, sello que fundó en Madrid en 2010. “Para las editoriales que viven de las novedades, el confinamiento fue terrible, porque lo tuvieron que parar todo. Pero las que tenemos fondo aguantamos mejor. El fondo se ha reafirmado como la gran novedad de la crisis. Yo tenía de repente ventas de 10 ejemplares de un libro de hace tres años. Y eso es porque lo habían buscado por la web. Y eso me da optimismo, porque esos libros representan una ganancia del 100%, puesto que ya están amortizados”, explica esta editora.

Presentaciones 'online'... mal

Con la desescalada, e incluso hubo quien lo hizo en el confinamiento, se pusieron en marcha las presentaciones de libros 'online', tanto a través de librerías como de editoriales. Como les había ocurrido a Paco y Olga, todo el mundo se tuvo que bajar del Hyundai y empezar a hacer las cosas de otra manera, ya fuera por las restricciones de aforo o por los cierres perimetrales. La presentación se pone en marcha para vender libros y las virtuales eran una manera de intentar sustituir las presenciales. A día de hoy, sin embargo, todos están deseando volver a hacerlas de forma física. Razones de peso emocionales… pero también económicas.

placeholder Vuelven los puestos a la calle. (EFE)
Vuelven los puestos a la calle. (EFE)

“En muchas librerías, no de Madrid, que no haya presentaciones físicas se ha notado mucho. Porque allí se hacen muchas presentaciones locales donde va la familia, los amigos, y todo el mundo compra el libro. Muchas de estas librerías han estado cerradas por confinamientos. Y se ha perdido un poco la función de librería-comunidad”, apunta Ianuzzi.

"El trabajo previo que tienes que hacer antes de una presentación 'online' es muy grande y luego las ventas son pequeñas"

Pero cuando se han hecho 'online', tampoco han sido exultantes. O, por lo menos, no como cuando se hacían presenciales. “Los primeros meses decidimos hacer una recuperación de las novelas de antes de la pandemia. Una especie de rescate. Y fue apoteósico. Por ejemplo, hicimos una conversación entre Mónica Ojeda y Gabriela Ponce y había más de 200 personas conectadas… Pero luego las ventas han sido muy pequeñas. Y el trabajo previo que tienes que hacer antes es muy grande”, confiesa Olga Martínez. Es decir, no compensa. “Luego pensamos en hacer las presentaciones cerradas, es decir, solo para los que se compraran el libro o el 'e-book'. Por ejemplo, hicimos una semipresencial y había 50 personas 'online', pero todas se habían comprado el libro, y 44 de forma presencial”, reconoce esta editora. Al final, de todo se aprende.

Foto: Una tienda de Casa del Libro en Madrid

Desde el lado de las librerías, este tipo de presentaciones tampoco les han funcionado. Y eso que sus responsables lo han intentado todo con bastante esfuerzo. En La Central, Minguito cuenta que el problema es que "haces una presentación 'online' y si alguien te ve desde Soria se va a comprar el libro en la librería de Soria, lo cual también es lógico”. Es ahora cuando han empezado con las presenciales, pero no tienen nada que ver a como eran antes. “Esta semana tuvimos a Yolanda Díaz y Xavier Domènech, y podíamos haber metido a 150 personas, pero por razones de aforo solo pudieron estar 25. Y vendimos 25 libros cuando podían haber sido 150”, manifiesta. La cuenta es bastante negativa: un 84% menos (de lo que podía haber sido). “Y a eso le sumas que todo cuesta organizarlo muchísimo más. Vender ahora cuesta el triple que antes de la pandemia”, añade. Hoy, como otras librerías, La Central de Madrid también sacará sus libros a la calle. Salir, por fin, del mundo virtual.

"A los cursos literarios y clubes de lectura van muchas señoras, y hay señoras que en Zoom no se meten"

¿Y qué ha pasado con los cursos literarios y los clubes de lectura? Suelen ser otra pata de ingresos en el sector. Obviamente, también se han visto mermados. “Son cursos a los que van muchas señoras, y hay señoras que en Zoom no se meten. Después, hay gente que se apunta por conocer a otra gente y si son 'online' no se apuntan. Y hay clubes que son de 30-40 personas. Y esas personas te compraban el libro… Y ahora menos personas”, explica Ianuzzi de forma sencilla. En La Central también comenzaron enseguida con el formato 'online' en los cursos, que ahora aplican de forma bimodal. “Y lo cierto es que eso sí nos está yendo muy bien. Tenemos más alumnos latinoamericanos y expatriados”, apostilla Minguito. Eso sí, “a veces me tiro un buen rato explicando a un alumno cómo hay que usar Zoom. Al fin y al cabo, todos hemos tenido que aprender a usar estas tecnologías”, añade.

En definitiva, todo el sector está deseando volver a la normalidad. No a la nueva ni a una cierta normalidad. “Sí, estamos deseando que vuelvan las presentaciones presenciales. Hay que ponerles más imaginación, pero hemos descubierto la necesidad de encontrarnos. Las pantallas nos han dado una herramienta para seguir dialogando, pero queremos recuperar nuestras rutas, las presentaciones, el espíritu Candaya. Y queremos que vuelvan las ferias, como ahora Sant Jordi”, resume Olga Martínez. Es decir, volver a coger el Hyundai.

Hasta poco antes de que el mundo dejara de ser normal, Olga Martínez y Paco Robles, dueños de la editorial Candaya —que fundaron en 2003 en Barcelona—, solían coger su Hyundai e irse con algunos de sus autores a recorrer toda la geografía española. De presentación en presentación y de forma muy familiar, creando lo que ellos llaman las rutas Candaya. La última vez fue al borde del fatídico 14 de marzo de 2020, con Alejandro Morellón y su novela ‘ Caballo sea la noche’. Recorrieron 15 lugares. Pero todo se acabó de un plumazo: llegó el confinamiento. En mayo, comenzaron la desescalada y la reapertura, pero nada volvió a ser como antes. No lo fue en el resto de 2020 ni lo ha sido en estos tres primeros meses de 2021. “La nueva realidad para nosotros es terrible. Las ciudades con cierre perimetral, los toques de queda… Los cierres de frontera, porque también traemos a muchas autoras latinoamericanas…”, afirma Olga a El Confidencial mientras prepara las cajas para Sant Jordi. Y hace cuentas: “Nosotros hemos perdido un 34% en ventas en librerías, y en el comercio exterior, un 50%”. Ahí está el zarpazo pandémico al libro.

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