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La variante Delta, la quinta ola y la falta de personal: todo lo que todavía puede salir mal
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La variante Delta, la quinta ola y la falta de personal: todo lo que todavía puede salir mal

La batalla contra el coronavirus no está ni mucho menos ganada. Queda todavía un largo trecho en el que habrá que sortear amenazas muy serias antes de recuperar la normalidad

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Reino Unido tiene vacunado del covid ya a importante porcentaje de los adultos con las dos dosis. Por encima de España y el resto de la UE. Sin embargo, tuvo que retrasar el fin de las restricciones para prevenir miles de hospitalizaciones que calcula que se podrían haber producido de permitir el regreso a la vida normal, previsto inicialmente para finales de junio. El motivo es la variante india, que es un 40% más contagiosa y potencialmente más grave porque, además, un reciente artículo en la revista 'The Lancet' reconoce que con ella pueden perder eficacia las vacunas.

Esto da una buena pista de qué podría salir mal este verano. No tendría por qué, claro. Pero es una posibilidad. Hay muchas razones para el optimismo, las escribí aquí. Pero también hemos advertido durante la pandemia del peligro de los Mr. Wonderful que venden buenas noticias por encima de las posibilidades de un virus tan imprevisible como el SARS-CoV2. Desde el inicio de la pandemia, los gobernantes subestimaron nuestra capacidad para encajar malas noticias y sobreestimaron nuestra paciencia para tantos eufemismos. Por eso, siempre es mejor ir preparándose para lo que puede salir mal y que prefieren ignorar. Las buenas noticias con las que nos levantamos últimamente, desde el estancamiento de los contagios al aumento en la velocidad de la vacunación y la recuperación del crecimiento económico, nunca faltará un portavoz que nos las recuerde.

Foto: La ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño. (EFE)
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En lo sanitario, pese al buen avance de las vacunas en Occidente, son las nuevas variantes las que podrían amenazar el ritmo de la vuelta a la normalidad tan prometida (y varias veces frustrada). En junio del año pasado, no sabíamos que íbamos a tener que numerar los intentos. Otras tres olas vinieron después. Y volvieron a pillarnos desprevenidos. Y si la cuarta estuvo mejor controlada fue gracias a las vacunas más que a la previsión. Tanto el Gobierno como las comunidades autónomas han quitado importancia a la última oleada y presumido de haberla controlado porque no llegó a colapsar los hospitales. Sin embargo, causó esta primavera solo en España más de 7.000 muertos. Da una idea de lo devastadora que está siendo esta pandemia que para las autoridades esto sea algo parecido a una situación bajo control que nos ha permitido reabrirlo todo antes que nuestros vecinos. Aquí avisamos de que la cuarta no era una ola, ni mucho menos una olita, sino un tornado: es decir, una amenaza heterogénea e imprevisible que podía ser devastadora en sitios concretos pero pasar de largo en otros. Nada que ver con los rebrotes que se extendían rápidamente.

¿Habrá quinta ola? Si llega, no será como las anteriores. Con la población de riesgo vacunada, no colapsaría hospitales, pero sí traería nuevos riesgos. Una mayor frecuencia de hospitalización de los jóvenes, por ejemplo, está siendo ya uno de ellos. Los nuevos repuntes con los que amenaza la variante india, que ahora hay que llamar variante Delta, también podría poner en muchos apuros una recuperación económica todavía demasiado dependiente del turismo. También lastraría la confianza de los consumidores, con una tasa de ahorro acumulado aguardando a que vengan bien dadas para gastar con más alegría. Pero el consumo, igual que las contrataciones de las empresas, depende del optimismo y las expectativas. La ilusión por la recuperación podría quebrarse si creciera la amenaza de las variantes mutantes.

Lo estamos viendo ya en Reino Unido. No es el temor a un aumento vertiginoso de la mortalidad de los más vulnerables lo que está retrasando la apertura. Es el miedo al aumento de las hospitalizaciones entre los más jóvenes y a acumular más retrasos de los que el sistema de salud ya registra por la pandemia. Afortunadamente, a medida que la vacunación avanza, este riesgo va reduciéndose rápidamente.

Que las cosas no vayan bien en Reino Unido ya es un varapalo para España todo lo que supone para el sector turístico. Pero la nueva variante Delta es, sobre todo, un aviso también de los riesgos de que algo vuelva a salir mal en el control sanitario de la pandemia.

La Comunidad de Madrid está entre las que han reconocido que ya hay transmisión comunitaria, y por ello ha cambiado la estrategia de vacunación para acelerar la segunda dosis de AstraZeneca entre los mayores de 60 a los que aún les faltaba. La mayor peligrosidad de la mutación del virus hace más urgente de lo que se calculó la inmunización total, también en España.

Foto: El viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid-19 de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero.

Permitir una alta incidencia (que sigue siendo de riesgo alto, con una tasa media en el entorno de los 100 por 100.000) supone una mala carta de presentación en la temporada turística, un mayor riesgo de contagio, pero además lleva asociado otro riesgo más peligroso todavía: la incubación de nuevas cepas que escapen al control de las vacunas. Como el virus muta constantemente, cuanto más tiempo circule el covid, más riesgo hay de que vuelva a resultar incontrolable alguna de sus variantes al azar. Y, de nuevo, ese riesgo sanitario es también un riesgo económico. No solo para la economía española, también para la mundial.

Los 1.000 millones de dosis acordadas en el G-7 para ayudar a combatir la pandemia en los países en desarrollo son un paso fundamental pero todavía insuficiente para atajarla. Hay países como India, Brasil y Tailandia que están sufriendo lo peor de la pandemia y la vacunación no termina de despegar. Eso pone en peligro no solo las vidas de sus ciudadanos, también las del resto del planeta.

placeholder Manifestación en Brasil pidiendo vacunas. (EFE)
Manifestación en Brasil pidiendo vacunas. (EFE)

En algunos países africanos, el covid sigue desbocado y las dosis que están llegando, cuando no van acompañadas de las ayudas logísticas que permitan repartirlas, pueden caducar sin haber conseguido su objetivo. Las vacunas no se ponen solas. Faltan dosis, falta personal y faltan medios y coordinación. Las primeras donaciones que estos países en desarrollo han recibido han sido dosis sobrantes de países occidentales. Pero acabar con la pandemia a nivel global requiere de una mayor coordinación. Solo así se puede evitar la proliferación de nuevas variantes, que podrían desembocar en nuevas pandemias, y permitir que una economía interconectada vuelva a funcionar.

Según el FMI, acabar con la pandemia del coronavirus en los países en desarrollo costaría unos 50.000 millones de dólares (menos que los 80.000 millones que España recibirá de los fondos de rescate de la UE). Y, sin embargo, la inversión sería rápidamente compensada por los beneficios de la reapertura de la economía global. Según el organismo que dirige Kristalina Georgieva, una verdadera apuesta por la vacunación global podría generar beneficios de nueve billones de euros hasta 2025, que beneficiarían especialmente a las economías avanzadas.

Las consecuencias de que la vacunación llegue tan rápidamente al mundo en desarrollo como a los países ricos las sabemos: salvaría decenas de miles de vidas, evitaría la proliferación de nuevas variantes más peligrosas y generaría enormes beneficios. ¿El coste? El 0,13% del PIB del G-7. Es la oportunidad del siglo para evitar una buena parte de lo que puede salir mal mientras nos frotamos las manos deseando que lleguen los felices años veinte.

Reino Unido tiene vacunado del covid ya a importante porcentaje de los adultos con las dos dosis. Por encima de España y el resto de la UE. Sin embargo, tuvo que retrasar el fin de las restricciones para prevenir miles de hospitalizaciones que calcula que se podrían haber producido de permitir el regreso a la vida normal, previsto inicialmente para finales de junio. El motivo es la variante india, que es un 40% más contagiosa y potencialmente más grave porque, además, un reciente artículo en la revista 'The Lancet' reconoce que con ella pueden perder eficacia las vacunas.

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