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Lo que no te mata te hace más fuerte: la Unión Europea tras la pandemia
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Lo que no te mata te hace más fuerte: la Unión Europea tras la pandemia

La Europa que sale del coronavirus tiene grandes debates frente a ella en todos los campos: desde la gobernanza económica hasta el gran teatro global, pero sale reforzada de la crisis

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
Imagen: Irene de Pablo.
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En los días difíciles y tensos de marzo, abril, mayo y junio del año pasado, cuando toda Europa quedó suspendida, las oficinas se vaciaron y la vida se frenó, hubo dos lugares en el barrio europeo de la capital comunitaria donde las luces siguieron encendidas. Por un lado, en la planta 13 del edificio Berlaymont, donde está la oficina de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y al otro lado de la calle Rue de la Loi, en el Edificio Europa, donde los embajadores permanentes de los Veintisiete frente a la Unión reunidos en el conocido como Coreper fueron el único órgano que mantuvo los encuentros presenciales de forma continua durante toda la pandemia.

Y en aquellos meses, en ambos lados de la calle, el optimismo ni estaba ni se lo esperaba. La idea de que Europa estaba enfrentándose a un riesgo nunca antes conocido flotaba en el ambiente. La sensación de que había cientos de variables que no se controlaban y que si se tomaban las decisiones equivocadas se podían estar cometiendo errores fatales y definitivos para el futuro del proyecto generaba una presión enorme. No estaba claro desde el primer momento cómo se iba a salir del lugar en el que se había entrado.

Foto: El primer ministro Pedro Sánchez (izq.) es recibido por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen. (EFE)

Algunos no tuvieron claro que se pudiera salir enteros: la situación sanitaria era dramática, y los primeros comportamientos de los Estados miembros fueron egoístas, aislando a Italia y España, sin mostrar solidaridad ni apoyo, lo que podía tener consecuencias políticas y sociales impredecibles. A nivel económico, se estaba presenciando, en directo, algo que no se había visto antes: la hibernación de la economía, que amenazaba (y amenaza) con terminar de fracturar el espacio económico común, exacerbando las diferencias ya existentes.

Un año después, para sorpresa de no pocos, las cosas han salido muy bien. Al menos, esa es la conclusión en las oficinas de ambos lados de esa calle en la que Europa siguió funcionando, y es también la sensación en la mayoría de las capitales de la Unión Europea: hubo mil oportunidades de cometer errores fatales y, sin embargo, se salió adelante. Se podría haber salido mejor, más rápido o quizá de otra forma, pero teniendo en cuenta las experiencias pasadas, la respuesta había sido muy positiva.

placeholder Fachada de la sede de la Comisión Europea. (EFE)
Fachada de la sede de la Comisión Europea. (EFE)

Eso ha provocado una atmósfera general de optimismo en Bruselas, París, Berlín, Madrid, Roma, Atenas y muchas otras capitales. La vacunación avanza a buen ritmo, con un sistema de adquisición conjunto coordinado por la Comisión Europea que, a pesar de las críticas iniciales, ha demostrado cumplir con su objetivo: que la campaña progrese de forma más o menos regular en todos los Estados miembros, evitando que los más ricos acaparen todas las dosis. Y la recuperación económica parece estar ya aquí, el Banco Central Europeo (BCE) adelanta la recuperación y la Comisión Europea es cada vez más optimista respecto a la salida de la crisis generada por el coronavirus, algo a lo que ayudará mucho el fondo de recuperación de 750.000 millones de euros (a precios de 2018) acordado por los líderes en julio de 2020.

Fondo de recuperación

Si a cualquiera de los ministros de Finanzas que se sientan en las reuniones mensuales que se celebran en Bruselas, Luxemburgo o la presidencia de turno se les preguntara en 2018 si creían que en 2021 se estaría poniendo en marcha un instrumento fiscal financiado con deuda europea común (los famosos eurobonos) y que se canalizaría a las capitales en parte en forma de transferencias a fondo perdido, nadie lo hubiera creído. Unos porque se opondrían frontalmente y dirían que jamás permitirían algo así, y otros, como por ejemplo los ministros de España, Francia o Italia, porque creerían que es ciencia ficción, demasiado bueno para ser verdad.

Pero es precisamente lo que ha ocurrido. Ahora, los primeros planes de recuperación enviados por los países, como el español, están siendo aprobados por las instituciones europeas y el dinero empieza a fluir este mismo verano. Solamente este año, España recibirá 19.000 millones de euros. En 2022, serán unos 18.000 millones, en 2023, otros 17.000 millones, y entre 2024 y 2026, los restantes 15.000 millones. Todo esto en transferencias, porque España no ha optado todavía a la parte de créditos ventajosos a que tiene derecho.

placeholder La ministra de Economía, Nadia Calviño, en la sede de la CE. (EFE)
La ministra de Economía, Nadia Calviño, en la sede de la CE. (EFE)

El fondo de recuperación es ya una realidad, y los modelos de la Comisión Europea indican que tendrá también un impacto real, tanto de forma directa como a través de las reformas que se impulsen. Por ejemplo, Bruselas espera que las reformas que se van a financiar bajo el plan español ayudarán a aumentar un 10% el PIB español en los próximos 20 años.

Lo que ocurrirá es que gran parte de la agenda económica europea empezará a girar en torno a este fondo. Cada seis meses, la Comisión Europea revisará que los Estados miembros han ido cumpliendo con toda una serie de hitos, y el tira y afloja por asegurarse de que están haciendo los deberes, así como los tirones de oreja en los casos en que no se estén haciendo las cosas de forma correcta, empezarán a convertirse en la nueva normalidad durante los próximos cursos.

Hay dos muy buenas noticias para Bruselas. La primera es que esto ofrece a la Comisión Europea la oportunidad de aplicar de forma real todas sus recomendaciones específicas por país del semestre europeo, que hasta ahora quedaban en papel mojado. Bruselas espera que con el fondo sus recomendaciones ya tengan 'dientes', y los Estados miembros avancen en los ejes estratégicos de la economía europea, fundamentalmente en la transición verde y digital. La segunda buena noticia es que se demuestra que la deuda pública europea es posible, y eso abre muchas opciones para el futuro.

El BCE: ¿de ofertas hasta navidades?

Una de las grandes preguntas y preocupaciones de muchos de cara al mundo después de la pandemia se refiere al Banco Central Europeo (BCE): ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo va a mantener el eurobanco el acelerador pisado hasta el fondo con el programa de compras en el marco de la pandemia (PEPP)? La respuesta es que, por ahora, hasta más allá de septiembre, quizá bastante más allá. Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha enviado un mensaje de calma a los ministros en un Eurogrupo en Luxemburgo, y Philip Lane, economista jefe del eurobanco, también ha descartado que la reunión de septiembre vaya a tener una trascendencia especial.

Una de las preocupaciones es hasta cuándo podrá mantener este ritmo de compras el BCE

Sí, es cierto que la economía europea está rebotando más rápido y más fuerte de lo que Fráncfort y Bruselas esperaban, pero en una reciente entrevista, Lane explicaba que para el encuentro del 9 de septiembre el eurobanco todavía no tendrá la información suficiente para decidir qué hace con la compra de bonos en el contexto de la pandemia, llamado PEPP, que en principio está previsto que funcione hasta marzo de 2022 o hasta que haya pasado la crisis.

Los 'halcones' en el seno del eurobanco empiezan a presionar, pero la mayoría de piezas clave del Consejo de Gobierno se mantienen firmes en la idea de que ni siquiera es necesario un debate sobre ello en este preciso momento, y que septiembre será todavía demasiado pronto: el BCE tiene que ver que claramente hay tierra firme, y aunque es optimista, todavía quiere ver una recuperación mucho más sólida y segura antes de tomar medidas.

Los debates económicos del próximo ciclo

La pandemia no solamente ha afectado el debate sobre la política monetaria y modificado por completo las líneas rojas de muchos miembros de la Unión Europea al acordar un fondo de recuperación financiado con deuda europea, sino que también está afectando al debate sobre la gobernanza económica. De tres formas distintas:

La primera es la ya mencionada: todo girará en los próximos años en torno a la aplicación del fondo. En su despliegue, en las exigencias de Bruselas, en las reformas que se exijan, en cómo la Comisión Europea verá reforzado su papel. Pero también en el debate de nuevos impuestos europeos para pagar la deuda y, seguramente, en los intentos por parte de algunos Estados miembros de conseguir que el fondo se convierta en un instrumento fiscal permanente, como, de hecho, pide el BCE.

placeholder La presidenta del BCE, Christine Lagarde, en Bruselas. (Reuters)
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, en Bruselas. (Reuters)

La segunda manera en que ha afectado a la gobernanza económica de la Unión ha sido la definitiva caída en desgracia del Eurogrupo como formato para las reuniones de ministros de Finanzas. El encuentro, un animal extraño dentro de la estructura de la UE, se celebra ya en la mayoría de ocasiones en el llamado 'formato inclusivo', es decir, con todos los Estados miembros invitados, no solamente los que tienen el euro como moneda. La eurozona está perdiendo relevancia, como escribían Lucas Guttenberg, Johannes Hemker y Sender Tordoir en su 'paper' para el Centro Delors 'Todo será diferente: cómo la pandemia está cambiando la gobernanza económica de la UE'.

La tercera forma, y seguramente una de las más relevantes, en que ha afectado a la gobernanza económica de la Unión, ha sido cómo ha impactado en el debate sobre la reforma de las normas fiscales del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Eran unas reglas (el famoso déficit por debajo del 3% del PIB y deuda pública por debajo del 60% del PIB) que la Comisión Europea ya estaba revisando por distintas razones. Por ejemplo, las multas eran tan grandes que políticamente Bruselas nunca podía dar el paso de sancionar a un país por incumplirlas. Pero ahora el debate va en otra dirección. Francia, España e Italia empujan para hacer una modificación a fondo de las mismas, aunque ese debate tendrá que esperar hasta después de las elecciones alemanas en septiembre.

El fin de la era Merkel y el acantilado europeo

Esas elecciones son otro de los grandes factores que marcarán la Europa pospandemia: el fin de la era de Angela Merkel al frente de Alemania. A lo largo de prácticamente dos décadas, la canciller se ha convertido en líder 'de facto' de la Unión, como se la ha conocido fuera de las fronteras europeas. Su visión, siempre cauta y evitando en la medida de lo posible las acciones audaces, a excepción de su primera decisión respecto a la crisis de los refugiados y a la aceptación de un fondo de recuperación, ha dado forma a la postura de Alemania dentro del club… y a la propia Unión Europea.

placeholder Angela Merkel. (Reuters)
Angela Merkel. (Reuters)

Con el fin de la era Merkel, se abren muchas preguntas y ninguna respuesta. ¿Cómo de sólido será su sucesor? ¿Cambiará mucho el papel de Alemania dentro de la Unión Europea? Todo invita a pensar que no habrá grandes cambios. La elección de Armin Laschet como candidato de los democristianos de la CDU señala hacia una línea continuista, y las encuestas vuelven a sonreír al partido conservador tras unos meses turbulentos. Lo que puede marcar la diferencia es quién sea su socio de gobierno. Si los Verdes acaban entrando en el Ejecutivo, Berlín será probablemente más 'halcón' en algunos asuntos de política exterior, como la relación con Rusia o China.

Pero en los próximos meses habrá más cambios. El ciclo electoral es complejo: en 2022, se celebran elecciones presidenciales en Francia, con una Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, muy fuerte en las encuestas, y en 2023 se celebrarán elecciones en Italia, lo que probablemente ponga fin al Gobierno de concentración liderado por Mario Draghi y puede abrir la puerta a una coalición de extrema derecha, con Lega y Fratelli d’Italia uniendo fuerzas.

En los próximos meses, habrá elecciones en pesos pesados como Italia, Francia y Alemania

También se enfrentarán en los próximos años a elecciones Hungría y Polonia. La duda es si los votantes húngaros y polacos cambiarán el signo de ambos gobiernos, que mantienen un pulso con la Unión Europea por su deriva autoritaria, uno de los principales retos a los que se enfrenta el club. De hecho, los Veintisiete han aprobado un mecanismo de Estado de derecho con el que la Unión podría congelar los fondos europeos en países que, por ejemplo, violen la independencia judicial. ¿Se utilizará? ¿Servirá para frenar la deriva? Este será uno de los grandes debates de aquí al fin del ciclo, con las elecciones europeas de mayo de 2024.

Y, al final, Europa llevaba razón

La sensación en Bruselas es que, más allá de los muchos retos que hay por delante, la Unión Europea ha salido más fuerte de esta crisis. Además, muchos políticos, diplomáticos y técnicos creen que el año de la pandemia ha terminado por apuntalar algo que llevan con orgullo: Europa llevaba razón.

El año de la pandemia ha sido también el del final de la Administración Trump en Estados Unidos, y durante ese periodo, difícil, complejo, en el que Washington ha intentado volar muchos puentes, la Unión Europea ha actuado como caja fuerte de una serie de valores, como la defensa del multilateralismo, y prioridades, como la lucha contra el cambio climático. Y el hecho de que ahora, con Joe Biden en la Casa Blanca, Estados Unidos recupere muchos de esos principios y la agenda que Europa guardó bajo llave durante la etapa de Trump sin ceder a las presiones del líder americano hace que en Bruselas haya una sensación de reivindicación.

placeholder El presidente de EEUU, Joe Biden, en su encuentro con Ursula von der Leyen en Bruselas. (EFE)
El presidente de EEUU, Joe Biden, en su encuentro con Ursula von der Leyen en Bruselas. (EFE)

Eso ha provocado que en algunas capitales no se lleve demasiado bien la llegada de Biden a la Casa Blanca. No se digiere bien que, tras años soportando presiones y defendiendo una agenda que parecía abandonada por todos, Washington utilice ahora un tono que algunos consideran paternalista, intentando que Europa vuelva a ser una extensión de la política exterior de Estados Unidos, especialmente en lo referido a China, pero también intentando marcar el tono en los otros grandes debates.

Son muchos los que en Bruselas sienten que la Unión Europea debería sentirse reivindicada. Que es EEUU quien vuelve a un redil protegido durante estos años por los europeos. Y que eso debe hacer que la voz de la UE sea más fuerte en grandes asuntos, como el acuerdo nuclear con Irán, la lucha contra el cambio climático y otros debates mucho más espinosos para las relaciones transatlánticas, como por ejemplo los impuestos sobre los gigantes digitales o qué modelo se debe seguir para gobernar internet, apostando la Comisión Europea siempre por un modelo más “intervencionista” que el americano.

Foto: Un momento del encuentro entre Putin y Biden en Ginebra. (EFE)

Como en cada crisis, la Unión Europea ha demostrado ser más fuerte y más capaz de soportar los golpes de lo que la mayoría creía. La vacunación avanza firme y confirma las teorías de los que creían que una estrategia común era el camino correcto, hay un rebote económico en marcha y un fondo de recuperación que ha demostrado que la deuda pública europea es posible, abriendo todo un abanico de opciones para el futuro. Aunque muchos de los retos que existían antes de la pandemia siguen aquí, como el final de la era Merkel o el reto de los países con derivas autoritarias, la Unión Europea ha demostrado ser flexible y rápida en su respuesta. Mucho más que en el año 2008. Y por muchas malas noticias que se hayan acumulado en los últimos meses, y las tormentas que se ven en el horizonte, en la Bruselas donde antes de la pandemia reinaba una sensación de estancamiento y parálisis domina hoy una sensación de optimismo.

En los días difíciles y tensos de marzo, abril, mayo y junio del año pasado, cuando toda Europa quedó suspendida, las oficinas se vaciaron y la vida se frenó, hubo dos lugares en el barrio europeo de la capital comunitaria donde las luces siguieron encendidas. Por un lado, en la planta 13 del edificio Berlaymont, donde está la oficina de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y al otro lado de la calle Rue de la Loi, en el Edificio Europa, donde los embajadores permanentes de los Veintisiete frente a la Unión reunidos en el conocido como Coreper fueron el único órgano que mantuvo los encuentros presenciales de forma continua durante toda la pandemia.

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