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“La victoria de Zapatero desató las teorías de la conspiración del 11-M”
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Entrevista a Mercedes Cabrera

“La victoria de Zapatero desató las teorías de la conspiración del 11-M”

La autora del último y reciente libro sobre aquellos atentados sostiene que "la batalla mediática alimentó la confrontación, y fue brutal, y no solo contra el Gobierno socialista"

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Mercedes Cabrera Calvo Sotelo acaba de publicar “11 de Marzo de 2004. El día del mayor atentado de la historia de España” (Editorial Taurus), en el que la exministra y académica realiza una detallada e inédita descripción de la tragedia, pero lo contextualiza en las circunstancias que lo precedieron y en los hechos políticos y sociales que provocaron en España. Es la primera vez que una ministra ―en este caso del Gobierno de Rodríguez Zapatero, al cargo de los departamentos de Educación y Ciencia (2006-2008) y de Educación, Política Social y Deporte (2008-2009) y diputada desde 2004 hasta 2011―, se adentra en un relato tan controvertido. Lo hace, sin embargo, con una encomiable ecuanimidad y con una mirada más descriptiva que analítica y expresa juicios de valor con mesura y ponderación. Se trata de una obra necesaria que logra ofrecer una panorámica de aquellos años que han sido sometidos al estrés de relatos de parte.

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Mercedes Cabrera, además de su anterior dedicación a la política, es una académica acreditada en Sociología y Ciencias Sociales, materias en las que se doctoró en 1977. Es también catedrática de Historia del Pensamiento y los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense de Madrid desde 1996. Su investigación histórica se ha centrado en la España contemporánea con más de media docena de obras de referencia entre las que se encuentra esta, la más reciente, sobre el 11-M. En esta entrevista para El Confidencial desentraña algunas de las claves de aquella tragedia que conmocionó a España y al mundo.

PREGUNTA. ¿Qué secuelas han quedado en nuestra sociedad tras la tragedia del 11-M?

RESPUESTA. El atentado del 11-M fue una inmensa tragedia que sufrieron, en primer lugar, los familiares, amigos y conocidos de las víctimas, en los que las secuelas probablemente no se han cerrado. También los policías, bomberos, fuerzas de seguridad, enfermeros, sanitarios, médicos, forenses, psicólogos… Todos los que estuvieron en los escenarios de la violencia y atendieron a sus víctimas; y muchos ciudadanos madrileños que fueron testigos directos y se volcaron solidariamente en las primeras ayudas. Luego estamos quienes quedamos conmocionados por la noticia, acudimos a la manifestación del día siguiente y tuvimos que entender que, además del terrorismo de ETA, que por desgracia nos acompañaba desde hacía décadas, había otro terrorismo. Entonces vinieron las otras secuelas, las políticas.

P. ¿Cree que aún permanecen en la sociedad las teorías de la conspiración sobre la autoría del atentado?

R. En el libro he tratado de reproducir el ritmo con el que fuimos conociendo qué había ocurrido y quiénes eran los autores de los atentados, desde las comunicaciones oficiales del Gobierno y las opiniones de los distintos líderes políticos entre el 11-M y el 14-M, día de las elecciones, y después, hasta el juicio que se celebró en 2007. Lo que desencadenó las “teorías de la conspiración” fue el resultado electoral, que dio la victoria al PSOE contra lo que muchos habían pronosticado y deseado, y sobre todo la guerra mediática que se desencadenó, y que tuvo no solo razones ideológicas, sino de guerra empresarial por hacerse con el control de espacios. Eso es lo que intento explicar. Las “teorías de la conspiración” en relación con los atentados del 11-M ocupan hoy un espacio marginal, aunque no han desaparecido, pero desgraciadamente, no solo en España, sino en muchos otros países, esas teorías están a la orden del día, sustituyendo a la información contrastada y transparente.

P. ¿Podría pensarse que la actual confrontación entre populares y socialistas trae causa de aquellas teorías?

R. La confrontación actual tiene sus propias razones, que tienen que ver con la irrupción de nuevas fuerzas políticas y el final del bipartidismo, y, sobre todo, con un contexto de nuevos problemas que compartimos desgraciadamente con otros países. Buscar las raíces en lo que ocurrió en 2004 puede impedirnos entender lo que tenemos ahora delante en todas sus dimensiones.

"Aunque el Gobierno de Aznar habló de dos líneas de investigación, siguió afirmando hasta muy tarde que la línea prioritaria era ETA"

P. ¿Cree que el Gobierno del PP mintió sobre la autoría de la banda terrorista ETA?

R. Nadie dudó en un primer momento de la autoría de ETA. Pero es muy útil contrastar los tiempos en que se produjeron las declaraciones del Gobierno con lo que en la comisión de investigación declararon algunos miembros de las fuerzas del orden en relación con lo que se iba sabiendo y lo que, a partir de un cierto momento, apuntaba como línea prioritaria de investigación para quienes estaban al pie del cañón. La información que llegaba de fuera, y a la que muchos ciudadanos tenían acceso, apuntaba hacia el terrorismo islamista. Las características del atentado no encajaban con las habituales en un atentado de ETA, y hubo desde muy pronto señales de que había que mirar en otra dirección. Aunque el Gobierno habló de dos líneas de investigación, siguió afirmando hasta muy tarde que la línea prioritaria era ETA.

P. En su relato se deduce que el PSOE no convocó las concentraciones del 13 de marzo, jornada de reflexión, ante las sedes del PP. ¿Cree que fueron espontáneas?

R. Una de las novedades que se puso de manifiesto en aquellos días fue que los ciudadanos tenían acceso a informaciones que no eran las que difundían los medios de comunicación oficiales. Se habían producido, además, importantes movilizaciones durante la segunda legislatura de José María Aznar, sobre todo con ocasión del desastre del Prestige o la intervención en la guerra de Irak. Esas movilizaciones habían creado grupos y redes y, aunque todavía no existían lo que hoy llamamos redes sociales, sí existían los SMS. Luego se publicaron libros y folletos sobre todo ello, que podemos pensar que magnifican su protagonismo y su capacidad de movilización, pero que hacen verosímil que aquellas concentraciones tuvieran ese origen espontáneo. Alfredo Pérez Rubalcaba, al que el PP convirtió en uno de los principales promotores de las concentraciones, no solo lo negó en su comparecencia ante la comisión de investigación, sino que afirmó que había tratado de impedir que militantes socialistas acudieran, porque le pareció muy grave. No tengo porqué no creer lo que dijo. Ninguna de las denuncias ante los tribunales contra el PSOE por haber organizado las concentraciones, que las hubo, salió adelante.

"Alfredo Pérez Rubalcaba afirmó que había tratado de impedir que militantes socialistas acudieran a las concentraciones ante las sedes del PP"

P. ¿Qué juicio le merecieron al Gobierno del que usted formaba parte aquellas líneas editoriales e informativas “conspirativas”?

R. Aunque fui diputada desde 2004, no formé parte del Gobierno hasta 2006 y no puedo decir qué se comentaba inmediatamente después del atentado. Sí conocí lo que se pensaba en conversaciones informales con diputados y ministros. Coincidíamos en el asombro y la indignación frente a aquellas líneas editoriales e informativas. Ya he mencionado antes que la batalla mediática alimentó la confrontación, y fue brutal, y no solo contra el Gobierno de Zapatero. También he mencionado que no fueron solo razones políticas las que guiaron a medios como 'El Mundo' o la COPE, sino también una batalla encarnizada para hacerse con el control del espacio mediático de la derecha frente a periódicos como 'ABC', por ejemplo, que, manteniendo sus principios programáticos, se negó a entrar en el juego y sufrió una durísima campaña en contra por parte de esos medios.

P. Hace referencia a la Iglesia católica, a la COPE, por un lado, pero también a la homilía del cardenal-arzobispo de Madrid Rouco Varela en el primer aniversario de la tragedia, por otro, en la que reclamó la “verdad”. ¿Qué papel jugó determinada jerarquía eclesiástica en aquellos acontecimientos de la legislatura con mayoría socialista?, ¿su alineamiento con las tesis conspirativas tuvo que ver con proyectos de ley que disgustaban a buena parte de los prelados españoles?

R. Muchos miembros de la jerarquía eclesiástica, obispos y el propio arzobispo Rouco Varela salieron a la calle junto a dirigentes del PP en muchas de las grandes manifestaciones que se convocaron, en protesta contra algunas de las leyes que llevó a delante el Gobierno de Rodríguez Zapatero, como la de matrimonio homosexual o la ley orgánica de educación, por aquella asignatura de Educación para la Ciudadanía. No dejó de ser sorprendente verlos desfilar detrás de pancartas que pedían la dimisión de Zapatero. La emisora de la Conferencia Episcopal, la COPE ―“La COPE somos todos”, decían también las pancartas―, desempeñó un papel central en las teorías de la conspiración. Efectivamente, en la misa que se celebró al año de los atentados, Rouco Varela reclamó la “verdad” sobre los atentados, en línea con lo que reclamaban los defensores de la “conspiración”, cuando ya estaba claro quiénes habían sido los autores de los atentados. Es muy probable que no fuera esa la actitud de todos los grandes prelados ni por supuesto de los católicos españoles, pero lo que se vio en las calles fue eso.

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P. Muchos analistas creen que el 11-M fue un atentado que supuso un punto de inflexión nacional que impulsó el fin iniciado antes de la banda terrorista ETA. ¿Coincide usted con ese análisis?

R. Los atentados del 11-M obligaron a una reflexión y reconsideración de la lucha antiterrorista en todos los sentidos. El Gobierno de Zapatero llevó a cabo, por ejemplo, una reorganización de Policía y Guardia Civil para facilitar la coordinación que había faltado en 2004. No cabe duda de que el camino hacia el final de ETA estaba abierto, pero durante aquella legislatura el PP convirtió la política antiterrorista en instrumento de una dura confrontación política, rompiendo el pacto antiterrorista que ambos partidos habían firmado el año 2000. Hicieron falta otros cinco años y dos cambios de Gobierno hasta la declaración por parte de ETA del “final definitivo de la violencia” en octubre de 2011.

P. ¿Cree que hubo una relación causa-efecto entre la participación de España en la guerra de Irak aunque no estuviesen nuestras tropas en el frente bélico y los atentados del 11-M?

R. Las investigaciones que se llevaron a cabo tras el 11-M y lo que escribieron después especialistas en la materia demostraron que los planes para atentar en España venían de antes de la guerra de Irak, aunque hubo opiniones que quisieron vincularlo y convertir la intervención española en un motivo añadido de última hora. Lo hicieron los autores e inductores en sus comunicados. Y era lógico que muchos de quienes se habían opuesto a dicha intervención y se movilizaron contra ella achacaran a aquella decisión del Gobierno de Aznar la decisión de los terroristas. Solo cuando se supo más de los protagonistas de los atentados y de cómo y cuándo decidieron cometer los atentados se matizó esa relación directa de causa-efecto.

"Los planes para atentar en España venían de antes de la guerra de Irak, aunque hubo opiniones que quisieron vincularlo"

P. Por fin, quisiera plantearle un aspecto fundamental derivado de aquellos hechos: ¿se produjo una mutua deslegitimación de los dos grandes partidos españoles? En caso positivo, ¿podría decirse que el 11-M y el contexto posterior del debate sobre los atentados significaron una quiebra en el trayecto del desarrollo democrático español de acuerdo con los pactos de la Transición y la Constitución de 1978?

R. Creo que la mayor deslegitimación fue la de quienes se resistieron a aceptar o pretendieron poner en cuestión la legitimidad de los resultados electorales de 2004. Es evidente que unas elecciones celebradas a los tres días de aquel brutal atentado no podían dejar de verse afectadas, pero no solo por los atentados, sino por lo que ocurrió entre el 11 y el 14 de marzo. Se escribió mucho sobre eso y se intentó “cuantificar” el posible cambio de voto, pero esos análisis también fueron objeto de polémica. De todas maneras, algunos ya habían hablado de la necesidad de una “segunda” transición. Lo hizo el propio Aznar que publicó un libro con ese título en 1994. La relación entre el PP y el PSOE ya había atravesado momentos de enorme crispación durante la última legislatura de Felipe González, y la crispación se reprodujo tras el 11-M y las elecciones de 2004. Y ha vuelto ahora. Pero creo que el debate sobre la Transición y la Constitución de 1978 debería despegarse de la idea de “quiebra” de un trayecto ininterrumpido, y colocarse en el contexto de lo que ha ocurrido en los últimos años y en la irrupción de lo que parece ser una nueva manera de entender la política. La polarización actual tiene más protagonistas que los dos grandes partidos y unas características que compartimos con la que ha aparecido en otros países. Sin esa reflexión no podremos recuperar los pactos que presidieron la Transición y la elaboración de la Constitución de 1978, que nos han permitido disfrutar de la democracia más duradera en nuestra historia, y corremos el riesgo de convertirlos en instrumentos al servicio de la batalla política.

Mercedes Cabrera Calvo Sotelo acaba de publicar “11 de Marzo de 2004. El día del mayor atentado de la historia de España” (Editorial Taurus), en el que la exministra y académica realiza una detallada e inédita descripción de la tragedia, pero lo contextualiza en las circunstancias que lo precedieron y en los hechos políticos y sociales que provocaron en España. Es la primera vez que una ministra ―en este caso del Gobierno de Rodríguez Zapatero, al cargo de los departamentos de Educación y Ciencia (2006-2008) y de Educación, Política Social y Deporte (2008-2009) y diputada desde 2004 hasta 2011―, se adentra en un relato tan controvertido. Lo hace, sin embargo, con una encomiable ecuanimidad y con una mirada más descriptiva que analítica y expresa juicios de valor con mesura y ponderación. Se trata de una obra necesaria que logra ofrecer una panorámica de aquellos años que han sido sometidos al estrés de relatos de parte.

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