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"El discurso político sirve hoy para mantener alerta a tus electores, para crearles miedo"
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Entrevista

"El discurso político sirve hoy para mantener alerta a tus electores, para crearles miedo"

Un nuevo libro recoge los discursos políticos más relevantes de la democracia española, desde el Rey en la Transición, y todos los presidentes, hasta Ibarretxe y Puigdemont

Foto: Foto: EC.
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El recién aparecido libro "La democracia en palabras", del que son responsables el sociólogo Joan Navarro y Miguel Ángel Simón, politólogo y profesor de la Universidad Complutense, recoge los discursos políticos más relevantes desde la Transición hasta nuestros días. Por estas páginas circulan palabras del Rey en plena Transición, intervenciones de Adolfo Suárez, los discursos de investidura de Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy o la participación de Pedro Sánchez en la moción de censura que le llevaría al poder. Pero también discursos de Carrillo, Anguita, Arzallus, Ibarretxe, Puigdemont o Pablo Iglesias. Además, estos están enmarcados históricamente por conocedores de sus autores y la época, como Lucía Méndez, Joaquín Estefanía, José Antonio Zarzalejos o Àngels Barceló, entre otros.

Se trata de un libro muy rico, una historia compendiada de los últimos cuarenta y cinco años de España. Hablamos sobre ella, y sobre la situación política actual, con Joan Navarro, sociólogo, ex asesor del Partido Socialista en las Cortes Valencianas, ex jefe de gabinete del Ministerio de Administracions Públicas en tiempos de Jordi Sevilla y, actualmente, vicepresidente de Asuntos Públicos de la consultora LLYC.

placeholder Portada del libro. (Punto de vista editores)
Portada del libro. (Punto de vista editores)

Pregunta. El libro es una antología de discursos políticos, pero después de leerlo se puede entender casi como una historia de la democracia. En buena medida, los discursos políticos recogidos reflejan todos nuestros problemas y logros en estos cuarenta años.

Respuesta. Ese era un poco el objetivo, hacer una radiografía de cuarenta años de democracia en España vistos por lo más estritificado de la política, que son los discursos claves. Cuando te lo lees ves el cambio del tiempo. Empiezas con los discursos de la transición, los de Felipe González, Aznar, luego Zapatero reintroduce las ideas del republicanismo cívico y vas viendo cómo va cambiando el país hasta lo que tenemos ahora, que es otra cosa. Pero ese era el objetivo. La idea es de Miguel Ángel Simón. Él acumula libros de discursos de todos los países pero no tenía ninguno de España. Y por eso nos propusimos hacerlo.

P. ¿Cuál cree que es el tema principal que recorre la democracia de estos cuarenta años?

R. Es una pregunta compleja. Pero hay un tema que no es nunca el tema; nunca nadie lo saca como un asunto fundamental, sino como un accidente que no le queda más remedio que tratar: la economía del país. En el libro, hay una historia que se escribe con mayúsculas, la historia de las crisis económicas del país. Pero nunca nadie lo acomete como un asunto importante sino como un accidente que hay que tratar. ¿Por qué hablan de economía? Porque hay una crisis. Una ausencia clamorosa en los discursos es la desigualdad; esta sale como un dato al que hay que hacer frente, no como un problema del país. No he encontrado ningún discurso que haga referencia, ni siquiera de Zapatero, que era el más proclive a tener la sensibilidad republicana con el tema de la desigualdad. Me ha llamado la atención.

Europa empezaba ya a ser un problema para Aznar y Europa fue un problema para Zapatero

P. Otro tema que me parece que es recurrente es el de la entrada en lo que será la Unión Europea y la modernización del país, su puesta al día. Es como si fueran dos caras de una misma moneda.

R. Eso es así hasta la llegada del segundo Aznar. Entonces Europa desaparece como modernidad. De hecho ya no lo es con Zapatero. Zapatero ya no hace esos paralelismos de Europa como modernidad. El gran problema que tiene este es la regulación a la que por primera vez España se ve sometida con aquel infausto “haré lo que tenga que hacer” que menciona al principio de la crisis financiera. El primer Aznar aún utiliza esas metáforas, el segundo ya no. Se hace mucho más imperial, mucho más atlantista. Europa empezaba ya a ser un problema para Aznar y Europa fue un problema para Zapatero aunque él nunca lo reconoció de una manera formal.

Foto: El expresidente del Gobierno Jose Luis Rodríguez Zapatero. (EFE)

P. Eres muy receloso de la noción de que cualquier tiempo pasado fue mejor. A veces añoramos el pasado más por razones personales: porque nos hemos hecho mayores, porque identificamos los tiempos de nuestra juventud con los bueno tiempos… ¿Crees que cuando pensamos que la política española era mejor antes que ahora lo hacemos por una nostalgia deformadora o porque hay razones para ello?

R. Nunca he descubierto que un momento pasado fuera mejor. Y España ha cambiado mucho desde la Transición. Y es mejor que el país de la Transición, el país de Felipe González o el país de Aznar. Hoy la política es muy distinta de aquella política porque tenemos un país muy diferente y mejor. Pero de ahí no puedo sacar la conclusión de que la política sea mejor. Ahí ya no llego. Para mí la política tenía algunas características que entonces se cumplían y hoy no se cumplen. Y es la necesidad de llegar acuerdos, la necesidad de explicarles los acuerdos a la gente. Esto se ha quedado reducido a la necesidad de sobrevivir con acuerdos dentro de tu propio bloque. Y de exagerar la discrepancia y de poner palabras gruesas las discrepancias con el del bloque de enfrente. Y eso hace que la política a día de hoy genere mucha indignación e inseguridad entre la opinión pública. El discurso político de hoy sirve para mantener alerta a tus electores, para crearles miedo, de tal modo que mantengas tus opciones electorales. Pero no sirve para que el país avance. Y eso no lo habíamos tenido nunca.

La idea de progreso no tiene el valor que tenía. Tú asumías el sacrificio con la convicción de que tus hijos vivirían mejor que tú. Eso ha desaparecido

P. Como sociólogo, ¿tienes una explicación estructural para que esto sea así o, simplemente, como a veces se dice, es porque tenemos malos liderazgos?

R. Hay dos cosas que interactúan, y ninguna de las dos tiene que ver con la crítica fácil a la calidad de los políticos. Una de ellas es que el país no está sometido a tensiones vitales. Este país se ve a sí mismo confortablemente bien en su evolución y eso relaja las aspiraciones; no es algo que nos ocurra solo a nosotros, sino a Occidente, pero lo cierto es que no tenemos grandes retos colectivos que hagan que hagamos grandes sacrificios colectivos. En el libro se ve bien que ya nadie puede apelar a grandes transformaciones, a grandes cambios, no hay grandes palabras en nuestro discurso político, que hagan que los sacrificios tengan sentido. Por eso hay un problema de cortoplacismo. La política se hace a corto plazo porque no hay grandes apelaciones al futuro. La propia idea de progreso no tiene el valor que tenía hasta la crisis que gestionó Zapatero. Tú asumías un cierto sacrificio con la convicción de que tus hijos vivirían mejor que tú. Hoy eso ha desaparecido. Y eso tiene una incidencia en el día a día de la política, y es la fractura de los espacios electorales. La polarización es funcional con el estado de ánimo de la opinión pública. Puesto que no tengo grandes metas, porque tampoco estamos sometidos a grandes tensiones, nos podemos permitir el lujo de que cada uno haga de sus vísceras su objetivo irrenunciable.

P. Leyendo el libro uno pensaría que el relato de la democracia española entre 1978 es el de una democracia vibrante, a veces enfadada, pero que a partir de cierto momento, cuya fecha es discutible, entramos en una fase de turbulencias, de crisis de partidos, de crisis constitucional. ¿Quizá ese momento originario es la crisis financiera?

R. Sin duda. El sistema político representó mal la ansiedad ante la crisis, la abstención de la izquierda fabricó una mayoría absoluta conservadora que no representaba la tensión expresada en la calle. A partir de ahí empezaron a separarse los viejos contedores de la política española. Lo primero fue la ruptura de la izquierda, la separación de las dos almas de los electores del PSOE, que por necesidad habían aglutinado el voto de toda la izquierda menos la comunista. Podemos surge como reacción a esa falta de representación, al espíritu de Rubalcaba, que era un repliegue a la esencia del socialismo sin entender lo que estaba ocurriendo, sin entender a las nuevas generaciones de la política española. Eso mismo surge en la derecha justo por la gestión de Rajoy, que expulsa a una parte del voto de derecha. A partir de ahí arrastramos en forma de inestabilidad política la crisis económica. No sabemos manejarnos con cuatro o cinco partidos. No entendemos cómo funciona. Estamos aún aprendiendo.

Desde la Transición ha habido varios cambios generacionales. Este no es el primero

P. En vuestro libro se ve bien el aire de responsabilidad que tienen algunos discursos de la democracia. Y eso va cambiando. Ahora no le tenemos miedo a una dictadura militar ni a quedarnos descolgados de Europa. Mucha gente de cierta edad ve este mayor desparpajo con miedo, como si los jóvenes no fueran a ser capaces de gestionar lo que sí supieron gestionar sus mayores. Los cambios generacionales son una constante histórica, pero también en la democracia española.

R. Desde la Transición ha habido varios cambios generacionales. Este no es el primero. La de Aznar es una generación política que se forma en la democracia. Es muy distinta de la generación de Felipe González, que se forma en la transición. Pero la generación de Zapatero con respecto a la de González son años luz. Y ahora estamos en una tercera generación socialista: Pedro Sánchez no tiene nada que ver con el Gobierno de Zapatero, del que yo formé parte. Son mucho más jóvenes y ni siquiera vivieron la política de Felipe González. Sus resortes políticos son completamente distintos. Para ellos, la política es útil en la medida en que se va ganando día a día. Tú te fortaleces porque ganas el ciclo de la noticia. Eso, en mi época, en mi generación, era impensable. No te digo ya lo que es para la generación de González, que ya pensaba que nosotros éramos unos descerebrados. Son generaciones completamente distintas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. (EFE)

P. ¿Y tú crees que esta pone menos énfasis en la noción de convivencia, de tolerancia, de liberalismo en el sentido tradicional y respeto por las instituciones? ¿Es una generación que ve la política de manera más instrumental?

R. Sin duda. Pero es que hoy, sin esa visión instrumental de la política, no ganas unas elecciones. Antes los partidos sabían que debían comportarse dentro de unos límites. Hoy no hay límites en ninguno de los dos lados. El Gobierno tiene que comportarse en un escenario de conflicto sin tregua, que muchas veces el propio Gobierno provoca, pero en el que la oposición está encantada, pues busca el conflicto permanente. El primero que salga de ahí pierde. El Gobierno no se puede permitir derrotas porque es muy débil. Antes podías perder una votación y no pasaba nada, no tenías que estar refrendándote en la opinión pública todos los días. La política es muchísimo más dura de lo que era y eso hace que haya más comportamientos instrumentales.

Cataluña ha creado la España de la que se quejaba, una España mas fea. Nos llevará un tiempo volver a la convivencia desde la discrepancia

P. En el libro aparecen discursos de Ibarretxe y Puigdemont. Hemos hablado de economía, crispación y cambios generacionales. Pero el problema territorial está en el centro mismo de la historia democrática española. Y también coge aceleración en algún momento, sea con el Plan Ibarretxe o con el 'procés'.

R. Lo de Ibarretxe no fue una confrontación con el Estado. Fue una apuesta ingenua que se resuelve en una votación en el Congreso de los Diputados. Fue, déjame decirlo, lo más tonto del mundo. En Cataluña, la espoleta fue la crisis económica y la corrupción de CiU. La crisis surge de la necesidad política y se consolida porque encuentra apoyo en una parte de la opinión pública catalana que está hasta las narices de todo. Este es un problema al que no estamos respondiendo bien. La respuesta del Gobierno de Rajoy probablemente agudizó todavía más el problema, una parte de la izquierda ha retomado sus viejas simpatías con el nacionalismo “progresista”, y todo esto ha provocado una contrarreacción en forma de partido nacional español, Vox. Todo esto dificulta aún mas un encaje cómodo de Cataluña en España, precisamente porque el movimiento en Cataluña ha creado la España de la que se quejaba, una España mas fea. Nos llevará un tiempo volver a la convivencia desde la discrepancia.

El recién aparecido libro "La democracia en palabras", del que son responsables el sociólogo Joan Navarro y Miguel Ángel Simón, politólogo y profesor de la Universidad Complutense, recoge los discursos políticos más relevantes desde la Transición hasta nuestros días. Por estas páginas circulan palabras del Rey en plena Transición, intervenciones de Adolfo Suárez, los discursos de investidura de Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy o la participación de Pedro Sánchez en la moción de censura que le llevaría al poder. Pero también discursos de Carrillo, Anguita, Arzallus, Ibarretxe, Puigdemont o Pablo Iglesias. Además, estos están enmarcados históricamente por conocedores de sus autores y la época, como Lucía Méndez, Joaquín Estefanía, José Antonio Zarzalejos o Àngels Barceló, entre otros.

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