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La universidad 'antiwoke' nació para debatir de todo: a día de hoy, no tiene un solo alumno
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EL EXPERIMENTO DE LA UATX

La universidad 'antiwoke' nació para debatir de todo: a día de hoy, no tiene un solo alumno

La institución nació en 2021 como un refugio para librepensadores que eran atacados por decir lo que pensaban. La apoyaron varios intelectuales, que más tarde se borraron. Así les va ahora

Foto: Foto: Getty/Sascha Schuermann.
Foto: Getty/Sascha Schuermann.

"La Universidad de Austin ha nacido hoy", tuiteó el 8 de noviembre de 2021 el historiador Niall Ferguson. Junto a este antiguo profesor de Harvard y Stanford —de donde había tenido que dimitir tras desvelarse que pidió a unos estudiantes que investigaran a uno de sus compañeros, un activista de izquierdas— surgieron otras muchas personalidades críticas con el rumbo de la educación superior en Estados Unidos: profesores cancelados, charlas suprimidas o líneas de investigación sin presupuesto a causa de la epidemia que, en su opinión, estaba carcomiendo los cimientos de las universidades más prestigiosas del mundo: el "virus mental woke", como lo definió Elon Musk.

La alineación inicial de la Universidad de Austin, que se ubicaría en la capital de Texas como nuevo foco floreciente de actividad empresarial, incluía nombres como los de Ayaan Hirsi Ali, crítica furibunda contra el islamismo, activista por los derechos de sus mujeres y esposa de Ferguson; o académicos notables como los psicólogos Jonathan Haidt o Steven Pinker, profesores en NYU y Harvard respectivamente; o el experto en Inteligencia Artificial del MIT Lex Fridman.

placeholder Jonathan Haidt en una visita reciente a España. (Fundación Rafael del Pino)
Jonathan Haidt en una visita reciente a España. (Fundación Rafael del Pino)

Más llamativo aún era que entre los supuestos fundadores había varios presidentes de universidades, que pronto se vieron en un serio problema. Entre los anuncios que hacía la nueva institución estaba que las universidades tradicionales "habían dejado de buscar la verdad" o que la educación superior estaba "irreparablemente rota". Gordon Gee, presidente de la Universidad de West Virginia —donde percibe un salario de 760.000 euros—, fue el primero en saltar del barco. "Solo me contrataron como asesor", escribió al cuerpo docente de su universidad. Tras él se bajó Robert Zimmer, presidente de la prestigiosa Universidad de Chicago —más de tres millones al año de salario—, que tampoco se sintió cómodo: "La nueva universidad hizo una serie de declaraciones sobre la educación superior en general, en su mayoría bastante críticas, que divergen significativamente de mis propios puntos de vista".

La Universidad de Austin es fundamentalmente un proyecto financiado por Joe Lonsdale, multimillonario fundador de varias empresas tecnológicas como Palantir. Lonsdale no dudó en utilizar para su criatura académica los mismos recursos agresivos de marketing que para una startup. En su descargo, hay que admitir que la nueva institución hizo mucho ruido aquellos días, con noticias en todos los grandes medios de comunicación anunciando el nacimiento de la criatura. Sin embargo, en muchos otros aspectos, esto resultó no ser la idea más brillante.

El 'marketing' agresivo colocó a la nueva universidad en los medios, pero ahuyentó a muchos promotores

A los pocos días, y como consecuencia de esa agresividad, habían abandonado el panteón casi todos los nombres que aportaban solidez a la causa. Meses después, también algunos de los fundadores y miembros de la junta directiva, como la bióloga Heather Heying: "En nuestro primer día, alguien bromeó diciendo que yo era la izquierdista simbólica de la reunión", escribió en su despedida, a finales de 2022. "Un año y medio después, creo que es una observación lamentablemente profunda".

Actualmente, solo siguen adelante aquellos nombres más involucrados con la causa de la libertad de expresión y la guerra cultural. Todos tienen algún motivo personal para querer cumplir este sueño. Bari Weiss, una de las impulsoras, tuvo que dimitir como jefa de opinión de The New York Times por "el bullying" al que era sometida por sus compañeros en un "ambiente de trabajo hostil", según escribió.

placeholder Bari Weiss. (Reuters/Mike Blake)
Bari Weiss. (Reuters/Mike Blake)

Desde la nueva Universidad de Austin presumieron de que, tras el anuncio de su nacimiento, unos 3.000 profesores de todo el país les mandaron el currículum y otros tantos miles de alumnos se interesaron por la inscripción. Casi dos años después de aquello, no tienen alumnos, no tienen profesores y, encima, el Departamento de Educación Superior del Estado de Texas les prohibió emplear la palabra universidad o cualquier otro sinónimo, dado que de momento carecen de la acreditación necesaria.

Así que, desde entonces, se hacen llamar UATX en todos los foros. Hay un marcador claro de esta carencia. El dominio de internet de cualquier universidad estadounidense real acaba en ".edu"; sin embargo, esta nueva institución sigue obligada a usar un discreto ".org".

Construir una universidad desde cero

El dinero es un factor importante, pero no es el mayor problema de la UATX. Lonsdale ha asegurado que levantará unos 250 millones de dólares para echar a andar el proyecto. No es mucho si uno observa los presupuestos anuales de cualquier centro prestigioso. En su página de Preguntas Frecuentes, los próceres de la nueva universidad admiten que, "si estuviéramos imitando el modelo tradicional de educación superior, entonces sí, iniciar una nueva universidad costaría miles de millones. Pero no vamos a hacer eso". ¿Qué harán en su lugar? Según sus palabras, reducir la burocracia para que sea más económico estudiar allí: "Construir una universidad desde cero nos brinda la oportunidad de reexaminar las prácticas heredadas de las universidades y reducir drásticamente el costo, garantizando que los fondos se dirijan en la mayor medida posible a los académicos".

El Confidencial se ha puesto en contacto con la UATX para conocer sus planes o situación actual, sin obtener respuesta a la hora de publicación de este artículo.

placeholder La UATX ha alquilado una sala en este campus de Dallas para sus cursos, pero aún no tienen sede. (Crow Holdings)
La UATX ha alquilado una sala en este campus de Dallas para sus cursos, pero aún no tienen sede. (Crow Holdings)

De momento, sus únicas instalaciones son unas oficinas alquiladas a las afueras de Austin que la universidad comparte con un consultorio médico y otros negocios. Sin saber cuándo o si obtendrán la acreditación del estado, resulta lo más sensato.

Lo único que han ofertado en estos dos años son unos cursos de verano, titulados Cursos Prohibidos, donde debaten cosas como si los hombres pueden llamarse a sí mismos feministas. Los vídeos promocionales de estos cursos, por cierto, muestran una localización privilegiada, con edificios decimonónicos y una gran aula de debate, muy al estilo Ivy League. De hecho, se mencionan a los pocos segundos: "Princeton, Harvard, Universidad de Chicago, Brown..." para decir que los jóvenes que acudieron a los debates acudían desde esas prestigiosas universidades... y dando a entender que ese verano estaban pudiendo debatir sobre temas que, durante el curso académico, les eran vedados.

La diferencia es que para estar allí pagan decenas de miles de dólares al año, a veces con hipotecas que arrastran de por vida, y en este caso vinieron con avión más hotel gratis y recibieron unos 300 dólares de estipendio. Los cursos se celebraban en un campus alquilado, llamado Old Parkland y situado en Dallas, a 300 kilómetros al norte de Austin.

placeholder Sala donde se celebraron los cursos de verano. (AHA Foundation)
Sala donde se celebraron los cursos de verano. (AHA Foundation)

Es un trampantojo muy efectista, pero al mismo tiempo revela que, de momento, estos fuegos de artificio es lo único a lo que puede aspirar la UATX para seguir avivando la llama de la libertad de expresión. La idea de la universidad es comenzar a ofrecer un título propio de grado en Liberal Artsalgo parecido a Humanidades— en otoño de 2024.

Una universidad no es una startup

El agresivo calendario que se han puesto por delante en la UATX, con sus planes para empezar a contratar profesores este año y dar clases el próximo curso, no concuerda con los ritmos que suelen marcar en la Administración estadounidense para dar luz verde a una nueva universidad.

Expertos en la acreditación de una nueva universidad consultados por este periódico indican que el proceso, en Estados Unidos y bajo condiciones normales, puede durar "de tres a cinco años". Sin duda, la parte que más tiempo consume es obtener el permiso por parte de la autoridad del estado. A diferencia de otros países, en EEUU la acreditación más valiosa es la regional-estatal y, aunque existe una especie de acreditación nacional emitida por el Departamento de Educación, muchas universidades no le conceden la misma validez.

Foto: Universidad de California. (Reuters)

Este proceso suele ser tedioso y, en muchos estados, la inspección inicial del expediente no comienza hasta pasados dos años. En parte por esto, muchos inversores prefieren adquirir una universidad ya existente, por pequeña que sea, y reenfocarla a su antojo: como escuela de negocios, etcétera. Desde la UATX han revelado que están tanteando también obtener la acreditación a través de una agencia. Esto podría resolverles el problema a corto plazo y que pudieran comenzar a admitir alumnos e impartir clases, pero seguirían sin poder llamarse universidad.

Un factor clave de estos cursos de verano organizados por la startup educativa es demostrar que existe un público interesado en tu oferta, aunque será muy diferente cuando toque abonar una matrícula en lugar de recibir dinero por asistir a cursos que ni siquiera pueden emitir créditos universitarios. Uno de los requisitos más complicados para una nueva universidad es mostrar a la institución responsable de la acreditación una lista de estudiantes.

El proceso de acreditación suele tardar cinco años

Evidentemente, nadie quiere enrolarse en una institución educativa que carece de papeles, por muchos motivos. El más importante es que, si el proceso de acreditación de la Universidad de Austin fracasa, los estudiantes no podrían ser transferidos a otra universidad para acabar sus estudios. Y otro que no es menor es que son inelegibles para la Federal Student Aid, las becas para estudiantes que otorga el Gobierno estadounidense.

De todas formas, los promotores de UATX no parecen inquietos y podrían comenzar las clases el año próximo, incluso sin la acreditación: "La acreditación completa es normalmente un requisito previo a la graduación de una primera promoción de estudiantes universitarios", dicen en su página. Otro hándicap es que, si una universidad ya acreditada quiere ofrecer títulos en negocios o abogacía, necesita una nueva acreditación, expedida por las organizaciones profesionales del ramo.

De momento, hay que amar mucho la libertad de expresión para meterse voluntariamente como alumno en un jardín así. Otras fuentes, consultadas por la revista Fortune, sitúan un horizonte en el que la universidad lograría su ansiada acreditación entre 2028 y 2029. ¿Serán capaces de mantener hasta entonces ese sentimiento antiwoke que mantiene cohesionado el proyecto?

"La Universidad de Austin ha nacido hoy", tuiteó el 8 de noviembre de 2021 el historiador Niall Ferguson. Junto a este antiguo profesor de Harvard y Stanford —de donde había tenido que dimitir tras desvelarse que pidió a unos estudiantes que investigaran a uno de sus compañeros, un activista de izquierdas— surgieron otras muchas personalidades críticas con el rumbo de la educación superior en Estados Unidos: profesores cancelados, charlas suprimidas o líneas de investigación sin presupuesto a causa de la epidemia que, en su opinión, estaba carcomiendo los cimientos de las universidades más prestigiosas del mundo: el "virus mental woke", como lo definió Elon Musk.

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