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Cada vez tenemos más miedo a los animales: por qué crecen las fobias de los urbanitas
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NO SOLO ARAÑAS Y SERPIENTES

Cada vez tenemos más miedo a los animales: por qué crecen las fobias de los urbanitas

Un estudio detecta un incremento de biofobias en las sociedades más urbanizadas, un miedo irracional relacionado con la desconexión del mundo natural

Foto: Una araña. (EFE/José Jácome)
Una araña. (EFE/José Jácome)

Cada vez estamos más alejados del campo, en España y en todo el mundo. Más de la mitad de la población del planeta vive ya en las ciudades y ese cambio radical de forma de vida y en las costumbres, que se ha producido principalmente en las últimas décadas, ha dado paso a multitud de conflictos. La ruptura con la naturaleza deja atrás una relación ancestral y esto tiene consecuencias de todo tipo. Una de las más curiosas e insospechadas es que, en las sociedades urbanas, cada vez tenemos más miedo a los animales.

Esa es la conclusión de un estudio publicado en la revista People and Nature de la Universidad de Turku (Finlandia). Los seres humanos cada vez tenemos más fobias relacionadas con otros seres vivos a pesar de que no representen amenazas tangibles, un miedo irracional que aumenta la ansiedad y lleva a evitar las interacciones con la naturaleza. Según los datos analizados por los autores, Ricardo A. Correia y Stefano Mammola, esta situación se deriva de la urbanización generalizada y la pérdida de experiencias con el medio natural.

Foto: Fuente: Stranger Things (Netflix)

¿Cómo han llegado a estas conclusiones? Los investigadores han analizado las búsquedas de información en internet, sus tendencias y patrones, en un periodo que casi abarca las últimas dos décadas, de 2004 a 2022. Así, comprobaron la evolución del interés por lograr información acerca de 25 biofobias, es decir, fobias relacionadas con los seres vivos, y las compararon con otras 25 fobias generales. Los resultados no dejan lugar a dudas: el incremento del volumen de búsquedas online sobre esta cuestión fue constante a lo largo de todos estos años.

No obstante, al ir al detalle de los datos se comprueba que hay algunas diferencias. En concreto, 17 de estas fobias crecieron, mientras que tres decrecieron y cinco permanecieron constantes. Entre todos los miedos, el que aparece como más destacado en este análisis es la aracnofobia, miedo a las arañas. La fobia a las serpientes (ofidofobia) también es muy común, algo que seguramente no sorprenda a nadie. Sin embargo, entre los principales resultados también se encuentra la aversión a los microbios (misofobia) y a los parásitos (parasitofobia).

placeholder Serpiente. (EFE)
Serpiente. (EFE)

El estudio recoge los datos de todo el mundo, pero al analizar las búsquedas locales, los países anglosajones parecen estar especialmente obsesionados con esta cuestión (EEUU, Reino Unido, Australia y Canadá), pero también otros de contextos culturales muy distintos, como México y la India. Entonces, ¿qué determina el aumento de estas búsquedas sobre biofobias? Los investigadores encuentran asociaciones claras con altos porcentajes de población urbana y el número de especies venenosas existentes en un país determinado. Sin embargo, la mera existencia de estos animales peligrosos no está relacionada directamente con la probabilidad de encontrárselos y, de hecho, la correlación entre el patrón de búsqueda y ese potencial peligro es muy débil. Tampoco tiene mucho que ver con los trastornos de ansiedad generales que sufra la población de un país.

Para los científicos, resulta muy interesante comprobar que la cantidad de biofobias está relacionada principalmente con la proporción de ciudadanos que viven en áreas urbanas, pero no con el crecimiento de las ciudades. Es decir, que “hay una mayor prevalencia en países con poblaciones urbanas establecidas desde hace tiempo”, comentó Correia. Por lo tanto, se trata de individuos que no han tenido conexiones con la naturaleza en sociedades desarrolladas. El hecho de que las búsquedas sean más importantes en países que tienen especies venenosas puede parecer lógico, pero unido a lo anterior nos hace pensar en países ricos con grandes ciudades y grandes extensiones naturales (EEUU, Australia o Canadá, por ejemplo), en los que el modo de vida hace muy improbables los incidentes con animales.

placeholder Los parques, única conexión natural de los habitantes de ciudades. (EFE)
Los parques, única conexión natural de los habitantes de ciudades. (EFE)

Aunque el método que utilizan los autores del trabajo para obtener los resultados es indirecto, los investigadores de la Universidad de Turku creen que “las personas afectadas por trastornos biofóbicos pueden estar utilizando internet como fuente para buscar información relevante para evaluar su condición e identificar mecanismos para afrontarla”. De hecho, consideran que este estudio no solo revela la alta prevalencia de un miedo irracional y generalizado en las sociedades modernas, sino que también puede servir para “comprender y mitigar los conflictos entre humanos y vida silvestre”.

Más allá de explicaciones evolutivas

No obstante, “se considera que las fobias tienen orígenes evolutivos”, recuerda Mammola, “ya que habrían ayudado a las personas a evitar organismos nocivos en el pasado”. Existen muchas investigaciones que lo confirman. Una de ellas, publicada hace años en Plos One, mostraba que el ser humano es un extraordinario detector de serpientes. Mediante técnicas de psicología experimental, un grupo de científicos suecos y portugueses mostraron en este trabajo que cualquier persona es capaz de detectar al instante ofidios en imágenes, por muy breve que sea el estímulo, y aunque la aparición del animal ocurra en la periferia del campo de visión o esté camuflado con el ambiente.

placeholder Paseo con perros. (Reuters)
Paseo con perros. (Reuters)

Esta percepción especial habría sido fruto de la presión evolutiva compartida también con otros primates. Es decir, que a lo largo de las generaciones habrían ido sobreviviendo los individuos con mayores capacidades para alertarse por la presencia de animales venenosos y evitarlos, cualidades que habrían ido pasando a sus descendientes. Sin embargo, en la sociedad moderna parecen consolidarse miedos frente a animales que, en realidad, no representan una amenaza. De alguna manera, la transmisión cultural unida a la falta de experiencias reales con el entorno natural es lo que estaría afianzando estos miedos.

La aversión al mundo natural

Sin embargo, este problema tiene múltiples repercusiones, según reflexionan los autores. Al no discriminar amenazas concretas, se produce un rechazo generalizado al medio natural. “El miedo y el disgusto que experimentan las personas con biofobias no solo afecta a su propio bienestar, sino también a cómo perciben y apoyan la preservación de la naturaleza en su entorno”, lamenta Correia. De hecho, el estudio detecta también miedos irracionales a las flores (probablemente, porque atraen insectos que pican, según los autores) o a los bosques (posiblemente relacionado con otros mecanismos psicológicos, como la claustrofobia).

Foto: Un marinero australiano y su perra sobreviven tres meses perdidos en el mar: la historia de su rescate (bublikhaus para Freepik)

De hecho, la desconexión con la naturaleza tiene consecuencias aún más tangibles que las psicológicas y que incluso resultan paradójicas. Hace unos meses, una investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) alertaba de que los ataques de animales carnívoros se estaban incrementando en el mundo. La explicación dependía de cada zona del planeta, pero en líneas generales distinguían actividades relacionadas con el ocio y la falta de precaución, fruto del desconocimiento, en lugares como Norteamérica, y el trabajo en condiciones de riesgo en Asia y África, con invasión de espacios naturales.

No obstante, al margen de esa desvinculación con nuestro tradicional hábitat natural, algunas de las fobias animales que se incrementan, según este nuevo estudio, no parecen estar tan relacionadas con esa desconexión, ya que se trata de especies con las que también convivimos en las ciudades. En ese sentido, el miedo a los perros es uno de los que más está aumentando, de hecho, es el principal entre los vertebrados. En este caso, los investigadores especulan con la posibilidad de que se esté dando el efecto contrario, que una frecuente interacción con estos animales de compañía, unida a noticias de casos puntuales sobre ataques y peligrosidad, esté incrementando esta aversión.

Cada vez estamos más alejados del campo, en España y en todo el mundo. Más de la mitad de la población del planeta vive ya en las ciudades y ese cambio radical de forma de vida y en las costumbres, que se ha producido principalmente en las últimas décadas, ha dado paso a multitud de conflictos. La ruptura con la naturaleza deja atrás una relación ancestral y esto tiene consecuencias de todo tipo. Una de las más curiosas e insospechadas es que, en las sociedades urbanas, cada vez tenemos más miedo a los animales.

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