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La razón por la que los animales salvajes no nos suelen atacar en el campo
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La razón por la que los animales salvajes no nos suelen atacar en el campo

¿Qué es lo que hace que las criaturas de montes y bosques huyan de nosotros a pesar de ser mucho más grandes? Aquí van una serie de teorías y explicaciones

Foto: Foto: Fundación del Oso Pardo, EFE.
Foto: Fundación del Oso Pardo, EFE.

Hace apenas dos meses, en España saltaba la noticia de un insólito y excepcional ataque de un oso a una vecina del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, en Asturias. La víctima, una mujer de 75 años, salió a dar un paseo por los exteriores de su casa junto a su familia y, quedándose rezagada en el camino, fue sorprendida por el animal, sufriendo un zarpazo en la cara que le provocó heridas y una rotura de cadera tras caer al suelo. La mujer fue trasladada al hospital del municipio y, afortunadamente, el ataque no fue grave. A pesar de esto, suscitó un tremendo interés entre el público general y los habitantes de esta región al suroeste del Principado asturiano.

Como bien tuvieron a explicar los expertos, la falta de mantenimiento forestal y la escasez de alimento fueron las principales razones por las que los osos, sin duda una de las especies más hermosas de toda nuestra fauna natural, pueden tender a bajar con más asiduidad a las zonas pobladas por humanos. El caso de la mujer de Cangas de Narcea reavivó el debate sobre si de verdad era seguro caminar por estos exhuberantes parajes naturales bajo el riesgo de encontrarte con un plantígrado. Ahora bien, como ya se sabe, la probabilidad de encontrarte con un oso es muy baja, pues son animales muy huidizos que detectan la presencia de humanos a grandes distancias a partir de su olfato. Y de hecho, es más común toparte con un jabalí, los cuales tienden a ser mucho más territoriales y defensivos, que con un osezno.

Foto: Un osezno recuperado en la comarca de Liébana (Cantabria).

Los excursionistas y senderistas que pasan mucho tiempo en parajes salvajes o en zonas agrestes saben que la probabilidad de que un animal te ataque son muy bajas. La razón es la consabida frase de "te tienen más miedo a ti que tú a ellos", como cualquiera podría pensar. Sin embargo, si nos miramos al espejo y nos comparamos con un oso la diferencia en la complexión física es abismal: nosotros, simples monos evolucionados que visten con prendas frente a ellos, extraordinarios y monumentales seres que, como buenos guardianes del entorno natural, pululan los profundos bosques en soledad en búsqueda de alimento y con nada salvo su pelaje exhuberante y sus fuertes garras.

¿Qué es lo que hace que generalmente los animales salvajes no nos ataquen? La noticia de Cangas de Narcea es una excepción, pues no se había detectado un solo caso igual desde 1989 en el núcleo occidental osero de la Cordillera Cantábrica. John Hawks, un paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, tiene la teoría comúnmente aceptada entre los naturalistas de que es nuestra fisiología, es decir, el hecho de caminar sobre dos pies y erguidos gracias a nuestras largas patas, lo que hace que los animales nos teman y, antes de representar una amenaza para nosotros, sean ellos los que se sientan en peligro.

La mejor defensa: caminar sobre dos patas

"Sienten un cierto nivel de amenaza que responde al hecho de que somos bípedos", asegura Hawks, en declaraciones recogidas por 'Live Science'. "Por ello, hacer aumentar nuestra apariencia", refiriéndose al tamaño, "es la forma más fácil de que los animales salvajes comprendan de que eres un problema". Y, gracias a esta actitud, poder salvarte. "Caminar sobre dos pies hace que parezcamos más grandes y, por lo tanto, parezcamos más peligrosos para otras criaturas, pero obviamente", como advierte el paleoantropólogo, "esto también tiene sus desventajas".

"Los animales grandes tienen un miedo más sano a los humanos de la misma forma en que cualquier especie temería a sus depredadores más directos"

"Por lo general, moverse con dos patas en vez de cuatro hace que seamos más lentos", recalca Haws. "Es como un farol, los depredadores ven nuestra postura erguida y asumen que los humanos son más duros de lo que realmente somos". Otro de los rasgos que nos hace parecer peligrosos a ojos de los animales es nuestro comportamiento social. Según el científico, los primates más grandes comenzaron a vivir en grupo parea defenderse de las amenazas y, gracias a eso, mantenerse a salvo de los depredadores.

La invención de armas y herramientas

Más tarde, cuando dimos el salto evolutivo, comenzamos a desarrollar armas y herramientas, lo que efectivamente nos situó por encima de otras especies, tal y como refleja magistralmente la película '2001: An Space Oddissey' de Stanley Kubrick. Sobre todo, inventamos armas como los arcos o las lanzas, las cuales podían usarse a distancia, lo que obligó a los seres salvajes a retroceder en caso de detectarnos.

Si quieres disfrutar de la contemplación animal, te aconsejamos que guardes silencio y te coloques en lo alto de un árbol

Otra de las razones, quizá un poco más triste, es la que esgrime Justin Suraci, científico y biólogo de California que preside una organización para la conservación del espacio natural y las especies animales. "Hemos estado tratando de despejar el paisaje que usaron los grandes depredadores durante muchos años", explica, de ahí que se volvieran tan vulnerables al no contar con tantos espacios de naturaleza virgen. "Los animales que escaparon de la amenaza humana probablemente aprendieron a desconfiar de nuestra especie y, por razones muy lógicas, algunos de estos depredadores más grandes tienen un miedo más saludable a los humanos de la misma manera en que cualquier especie temería a sus depredadores directos".

Evidentemente, si de verdad no quieres encontrarte con animales por el campo lo que debes hacer es no salirte de los caminos e ir bien acompañado. Si no cuentas con nadie a tu lado, lo mejor es que intentes hacer ruido de cualquier forma; llevar una pequeña radio puede alertar a las criaturas de que hay presencia humana y que no deben acercarse. En caso contrario y si quieres disfrutar de la contemplación animal, te aconsejamos que guardes silencio y te coloques en lo alto de un árbol: esto no serviría contra los encuentros con osos, pues los plantígrados pueden escalar árboles. Sin embargo, si no haces nada de ruido y vas solo, es posible que en algún momento todas esas criaturas salgan de sus escondites agrestes y te lleves un regalo a la vista o una gran anécdota que contar.

Hace apenas dos meses, en España saltaba la noticia de un insólito y excepcional ataque de un oso a una vecina del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, en Asturias. La víctima, una mujer de 75 años, salió a dar un paseo por los exteriores de su casa junto a su familia y, quedándose rezagada en el camino, fue sorprendida por el animal, sufriendo un zarpazo en la cara que le provocó heridas y una rotura de cadera tras caer al suelo. La mujer fue trasladada al hospital del municipio y, afortunadamente, el ataque no fue grave. A pesar de esto, suscitó un tremendo interés entre el público general y los habitantes de esta región al suroeste del Principado asturiano.