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El yodo te protege en caso de ataque nuclear, pero no corras a la farmacia a comprarlo
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CONTRA EL CÁNCER DE TIROIDES

El yodo te protege en caso de ataque nuclear, pero no corras a la farmacia a comprarlo

Algunos países recomiendan comprar yodo debido a la situación en Ucrania. En España no se pueden adquirir las dosis que realmente son protectoras. Además, tienen contraindicaciones

Foto: Pastillas de yodo. (EFE/Dirk Waem)
Pastillas de yodo. (EFE/Dirk Waem)

La guerra de Ucrania amenaza al mundo entero de múltiples formas, pero especialmente a Europa. Más allá de las consecuencias indirectas, energéticas y económicas, el peligro que atemoriza al Viejo Continente es atómico. Por una parte, casi al principio de la guerra apareció el fantasma de una catástrofe provocada por el conflicto en alguna central. Por otra, está la posibilidad de que Rusia utilice su arsenal de armas nucleares. Los países occidentales se toman cada vez más en serio tanto la primera opción (con las instalaciones de Zaporiyia rodeadas por los combates) como la segunda, hasta el punto de que algunos ya se plantean abiertamente cómo proteger a su población.

El caso más reciente es el de Finlandia, que esta semana ha pedido a la población menor de 40 años que adquiera tabletas de yoduro de potasio, una sal de yodo cuyo objetivo es evitar la absorción de yodo radiactivo a través de la tiroides y, por lo tanto, prevenir la aparición de cáncer o de otras lesiones en esta glándula. Las farmacias finlandesas agotaron sus existencias en pocas horas. Bélgica también decretó hace días que estuvieran disponibles sin coste en las boticas. Por su parte, Polonia ha establecido puntos de distribución gratuita de estas pastillas especificando que es una medida ante un posible desastre en una central nuclear. Estas noticias dejan toda una cascada de dudas y preguntas. Realmente, ¿podemos protegernos de la radiactividad provocada por un cataclismo con un producto de venta en farmacias? ¿Deberíamos comprarlo también en otros países? ¿Cómo funciona y para qué sirve?

Foto: Ejercicios militares Cold Response de la OTAN en Rena, Noruega. (EFE/Geir Olsen)

La glándula tiroides se localiza en la garganta, justo encima de la clavícula, y es fundamental para el metabolismo, porque produce hormonas que controlan muchas actividades básicas del organismo, desde los latidos del corazón al consumo de calorías. ¿Por qué hay que proteger este pequeño órgano específicamente? En realidad, todo nuestro cuerpo se ve afectado por la radiactividad, pero las características de esta glándula hacen que sea especialmente vulnerable al desarrollo de un cáncer y que, al mismo tiempo, sepamos cómo protegerla.

Cuando se produce una explosión o una fuga nuclear, se dispersa mucho material radiactivo, incluido el yodo 131 o 'yodo radiactivo'. El problema es que "entre los ladrillos que necesita este órgano para sintetizar la hormona tiroidea, se encuentra el yodo", explica a Teknautas Juan Carlos Galofré, experto de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) y miembro del Área de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (TiroSEEN). Cuando hay radiactividad en el ambiente, en lugar de absorber yodo normal a través de la alimentación para realizar sus funciones, esta glándula "incorpora el radiactivo, lo que puede generar cáncer en un futuro".

En realidad, si una persona se ve expuesta a radiactividad, puede desarrollar cualquier tipo de cáncer en diversas partes del cuerpo. No obstante, ante la aparición de una nube radiactiva, la manera de impedir que el yodo radiactivo se incorpore a la tiroides y desarrolle un tumor en esta glándula es llenarla previamente con yodo normal. La idea es bastante sencilla: si ya está saturada con la versión inofensiva de este elemento, no habrá sitio para que incorpore el elemento radiactivo y no se vería gravemente afectada.

placeholder Pastillas de yodo distribuidas por la embajada de EEUU en Japón. (EFE)
Pastillas de yodo distribuidas por la embajada de EEUU en Japón. (EFE)

"Es un tratamiento preventivo y por eso se recomienda tomar estos comprimidos ante un eventual peligro", apunta el especialista. No obstante, una nube radiactiva afectaría a todo el entorno, así que el yodo 131 se puede incorporar a nuestro organismo a través de alimentos contaminados o del agua, pero "lo eliminamos a través de la orina", destaca, así que con este tratamiento seguiríamos protegidos frente al desarrollo de un cáncer de tiroides a lo largo de los años. "El yodo radiactivo pasa al agua y del agua a los vegetales, los vegetales se los come una vaca y al final lo detectamos hasta en la leche", relata el endocrinólogo de la CUN. En definitiva, los efectos perniciosos permanecen en el tiempo y por eso se justifica la administración de estos fármacos: no se trata solo de protegerse en el momento, sino a largo plazo.

Dosis y grupos de población

Otra cuestión es a quién debemos proteger exactamente. El desarrollo de un cáncer de tiroides se considera un proceso bastante lento, así que se entiende que la recomendación tiene menos sentido para la población de edad más avanzada. No obstante, la decisión de Finlandia de poner la frontera en los 40 años es relativamente arbitraria, aunque está basada en la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que dice exactamente lo mismo. "Lo cierto es que le vendría bien a todo el mundo, los mayores de 40 tenemos menos expectativa de vida, pero eso no quiere decir que no tengamos opciones de sufrir este tipo de cáncer", advierte Galofré.

Las autoridades finlandesas también recomiendan específicamente el suplemento de yodo a las embarazadas y han advertido de que, por el momento, no está disponible para menores de tres años. ¿Qué pasa con los distintos grupos de población? "Las necesidades de yodo son distintas según la edad", afirma el experto. Por ejemplo, "hay que ajustar la cantidad de yodo en los niños, aunque sus necesidades tampoco son mucho menores, lo cierto es que su tiroides es más plástico y más dinámico que el de un adulto", comenta.

placeholder Analizando la glándula tiroides.
Analizando la glándula tiroides.

La alimentación es la vía normal por la cual logramos el yodo necesario. Aunque, en general, se recomienda incluir poca sal en nuestra dieta, una pequeña cantidad de sal yodada es una de las mejores vías para tomarlo. Otra son los lácteos, sobre todo la leche. En general, la dosis normal de yodo estaría entre 150 y 200 microgramos por día. En la población infantil, entre 90 y 120 microgramos. En mujeres embarazadas y por lactancia materna, esta cantidad aumenta hasta los 250 microgramos, porque sus necesidades son mayores y no siempre se cubren con la comida.

Estas cantidades no tienen nada que ver con las que se administran en forma de comprimidos de yoduro potásico preparados para accidentes nucleares. En lugar de microgramos, se miden en miligramos (un miligramo son 1.000 microgramos). "Para la amenaza nuclear, estamos hablando de entre 60 y 150 miligramos, es decir, una cantidad que supera entre 500 y 1.000 veces las dosis recomendadas diarias en una situación normal", indica el especialista de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición.

placeholder Radiactividad en el ambiente. (EFE)
Radiactividad en el ambiente. (EFE)

En España, hoy por hoy, los únicas pastillas de yoduro potásico que hay a la venta no tienen nada que ver con este uso preventivo. Los comprimidos disponibles para el público están destinados a las embarazadas, van con receta y contienen entre 100 y 200 microgramos: les separa un abismo de las dosis de entre 60 y 150 miligramos que ejercerían el efecto protector frente a la radiación, así que cualquier consumo con ese fin carece de sentido salvo que estemos dispuestos a ingerir miles. Por este motivo, el pasado mes de marzo, casi al comienzo de la guerra, y tras detectarse un primer pico de preocupación por protegerse ante un evento nuclear, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos ya advirtió de que era absurdo acudir a las farmacias.

Por el contrario, en Finlandia (hasta que se agotaron) y en otros países europeos ya están disponibles para el público las tabletas de dosis elevadas (de 60 y 150 miligramos) que resultan protectoras. Entonces, ¿qué pasaría en España ante una emergencia? Si hubiera peligro real, las autoridades sanitarias tendrían que evaluar la situación y encargarse de proporcionar esos comprimidos a la población. Según recoge el BOE del 21 de enero de este año, el Centro Militar de Farmacia de Defensa se está encargando de la fabricación y del aprovisionamiento de estos comprimidos, así como de retirar los que estén caducados. Este organismo, con sede en Colmenar Viejo (Madrid), pertenece al Ministerio de Defensa y ahora realiza esta labor dentro de un acuerdo de colaboración con el Ministerio del Interior. Además, también se encarga de forma rutinaria de abastecer las centrales nucleares españolas con este producto.

Efectos secundarios

¿Hay precedentes de una distribución masiva de yodo entre la población para prevenir los efectos de la radiación? Sí, precisamente, debido al accidente de Chernóbil en 1986. No obstante, esa tragedia demuestra que esta medida no deja de ser un parche. Aunque estas pastillas prevengan el cáncer de tiroides, no protegen el resto del cuerpo ni protegen frente a otros elementos radiactivos: por ejemplo, el cesio 137 fue uno de los más importantes que se liberaron en la gran catástrofe nuclear de la URSS. Ante la aparición de una nube radiactiva, lo primero es evitar exponerse, si es posible en un refugio y si no, al menos permaneciendo en interiores. Es entonces cuando podría comenzar la administración del yodo, pero como herramienta preventiva de cara al futuro.

Foto: Ciudadanos de Kiev refugiados ante los ataques. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)

"Está claro que ante un eventual ataque nuclear los efectos son beneficiosos a largo plazo", comenta el experto, pero para conseguir esa profilaxis se emplea "una cantidad brutal" de yodo y este elemento no es inocuo, ni siquiera en su forma normal. "La gente se puede hacer daño si se pone a tomarlo sin control", advierte Galofré. Un exceso tiene como consecuencia dos escenarios antagónicos. La primera posibilidad es que se produzca una tirotoxicosis o un hipertiroidismo. En esta situación, la glándula tiroides comienza a producir grandes cantidades de hormona tiroidea. Por el contrario, cuando se satura la glándula de yodo también puede ocurrir exactamente lo contrario: que se bloquee por completo y, como mecanismo de defensa, deje de producir la hormona, llevando al paciente a un hipotiroidismo.

Ambos problemas afectan a las funciones normales del cuerpo, al que le sobran o le faltan las hormonas tiroideas necesarias para realizar todo tipo de tareas. El hipotiroidismo genera nerviosismo, temblores, diarreas y pérdida de peso, entre otros síntomas. El hipotiroidismo se asocia al cansancio, la depresión, la intolerancia al frío, la depresión y la pérdida de memoria, dentro de una lista mucho más amplia. Las dos circunstancias pueden aparecer en condiciones normales a diversas edades y afectan más a las mujeres.

La guerra de Ucrania amenaza al mundo entero de múltiples formas, pero especialmente a Europa. Más allá de las consecuencias indirectas, energéticas y económicas, el peligro que atemoriza al Viejo Continente es atómico. Por una parte, casi al principio de la guerra apareció el fantasma de una catástrofe provocada por el conflicto en alguna central. Por otra, está la posibilidad de que Rusia utilice su arsenal de armas nucleares. Los países occidentales se toman cada vez más en serio tanto la primera opción (con las instalaciones de Zaporiyia rodeadas por los combates) como la segunda, hasta el punto de que algunos ya se plantean abiertamente cómo proteger a su población.

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