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Un año después del volcán de La Palma: 800ºC y gases letales que impiden respirar
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"Hay que prepararse para el siguiente"

Un año después del volcán de La Palma: 800ºC y gases letales que impiden respirar

El magma se sigue enfriando pero envía tanto CO2 a la superficie que no se puede respirar en La Bombilla y Puerto Naos, mientras que la vida vegetal y animal se recupera

Foto: Volcán de Cumbre Vieja. (EFE/Miguel Calero)
Volcán de Cumbre Vieja. (EFE/Miguel Calero)
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Eran poco más de las tres de la tarde, hora canaria, cuando el 19 de septiembre de 2021 comenzó a salir la lava a la superficie en el paraje de Cumbre Vieja. Tras varios días de inquietud por los datos que iban recogiendo los vulcanólogos, se confirmaba la erupción. Para muchos palmeros empezaba una pesadilla en la que iban a perder casas, tierras y recuerdos. Para el resto del mundo, un espectáculo que fue retransmitido al minuto durante 85 días por los medios de comunicación. Para los científicos, fue un reto y una ocasión inigualable de estudiar un proceso de este tipo, que en las Islas Afortunadas solo se repite cada varias décadas.

Un año después, para los investigadores la erupción aún no ha terminado. Siguen sobre el terreno para analizar los riesgos que aún tiene poner un pie en varias zonas de la isla, con temperaturas de cientos de grados cerca de la superficie y gases nocivos para la salud. Desde el punto de vista geológico, también estudian cómo se recuperan los parámetros normales de sismicidad o deformación del terreno. Y por supuesto, comprueban el impacto que ha tenido este suceso extraordinario sobre la naturaleza, viendo cómo, dónde y cuándo se va recuperando la vida que fue arrasada en la costa y en tierra.

Foto: Imagen del volcán con el premio a mejor foto terrestre. (EFE/NASA)

Para los habitantes de La Palma, lo más preocupante está en dos núcleos que fueron evacuados y cuyos vecinos siguen sin poder volver: La Bombilla y Puerto Naos, localidades próximas a las coladas que llegaron al mar, pero que no fueron alcanzadas por ellas. El problema ahora son los gases: "Los valores de CO2 siguen siendo altísimos y todavía no hemos visto nada que indique que van a empezar a remitir", explica a Teknautas Alicia Felpeto, investigadora del Instituto Geográfico Nacional (IGN). "El CO2 te puede matar, pero además es que desplaza al oxígeno, así que no hay el suficiente para respirar. O llevas una bombona de oxígeno o no hay solución", añade.

En realidad, los medidores de gases también se disparan en otras zonas de la isla, donde los científicos tienen que ir bien protegidos, especialmente en la zona cercana al nuevo cono del volcán, aunque esto no tiene la misma importancia porque no son lugares habitados. "Continuamos midiendo allí por cuestiones de seguridad y por comprender mejor cómo es el proceso de desgasificación final del edificio volcánico y de las coladas de lava, que continúan emitiendo gases dentro de su proceso de enfriamiento", comenta la experta.

Pero ¿por qué el problema de los gases afecta de forma tan intensa a La Bombilla y Puerto Naos, cuando se trata de ubicaciones situadas en la costa, muy lejos del volcán? En este caso, el dióxido de carbono sale directamente del suelo y la explicación estaría en la estructura geológica de la zona. "En cuanto el magma se enfría empieza a liberar gases y estos van por donde les resulta más sencillo. Aquí los suelos deben ser permeables y gran parte del CO2 que sale del magma residual encuentra su camino", según la científica del IGN.

placeholder Puerto Naos. (EFE)
Puerto Naos. (EFE)

Pablo González, vulcanólogo del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC), estudia el mecanismo que controla estas emanaciones anómalas. Su objetivo es poder generar un modelo predictivo que explique por qué en esa zona y cuánto tiempo durarán. "La línea más prometedora", explica, "es medir la deformación del terreno y mapear en campo las fracturas que aparecieron en noviembre de 2021", sobre las que publicó un artículo en la revista 'Science' el pasado mes de marzo.

Por el momento, no se puede pronosticar un final para esta situación. Según los científicos, tendría que producirse una clara tendencia al descenso de los niveles de los gases que aún no se ha registrado. "La exposición a largo plazo de concentraciones altas produce efectos secundarios en población vulnerable", recuerda el experto. Por eso, y teniendo en cuenta "la falta de conocimiento sobre este tipo de emanaciones volcánicas", añade, "se recomienda al comité director mantener a la población evacuada".

¿Riesgo de "reactivación"?

Al margen de los gases, con respecto al resto de los parámetros, tenemos "la típica situación posteruptiva", asegura Alicia Felpeto. A estas alturas, ya no se registra deformación del terreno. Lo habitual cuando acaba una erupción es que haya pequeños reajustes, pero posteriormente vuelve la estabilidad. En cambio, sigue habiendo sismicidad en una zona intermedia, ni muy profunda ni muy superficial. "De vez en cuando puede haber algún terremoto sentido, pero obviamente no tiene nada que ver con lo ocurrido durante la erupción. Es una actividad que irá disminuyendo paulatinamente hasta alcanzar los niveles base habituales de la isla", comenta la investigadora. A pesar de todo, "no hemos retornado a los valores que se observaban antes de septiembre de 2021", recuerda Pablo González, lo que unido a la emanación de gases en La Bombilla y Puerto Naos, "hace que se mantenga la recomendación de mantener el semáforo en posición amarillo", que indica situación de "alerta". El nivel inferior, verde, es "prealerta", mientras que los superiores son el naranja (alerta máxima) y rojo (emergencia).

placeholder La Palma, meses después de la erupción. (EFE)
La Palma, meses después de la erupción. (EFE)

El último informe de actualización de la actividad volcánica del Cabildo de La Palma, que se dio a conocer el pasado domingo 11, alertaba del riesgo de posibles "reactivaciones", pero los vulcanólogos utilizan este término para explicar "cualquier desviación del estado base". Es decir, cuando se producen "más terremotos de lo habitual o más deformación" y siempre que esto ocurra en magnitudes importantes. No obstante, "el simple hecho de que haya varios terremotos seguidos no quiere decir que se vaya a producir una reactivación volcánica", aclara la investigadora del IGN. De hecho, tras la erupción del volcán submarino de El Hierro, en 2011, ocurrieron varias reactivaciones. "Las interpretamos como nuevas intrusiones de magma por otras zonas, pero de las que no llegan a la superficie y no culminan en erupción. Desde luego, en este momento no hay nada en nuestros datos que diga que estamos en un proceso de este tipo y cuanto más tiempo pase sin que ocurran, más probable es que no las haya", asegura.

Buena parte de la isla aún está muy caliente, sobre todo las coladas que alcanzaron hasta 40 y 50 metros de altura. "Tardará mucho tiempo en enfriarse", afirma la científica. Las temperaturas aún son muy altas a pocos centímetros de la superficie y cuanto más gruesa es la colada, más lentamente se enfría. Además, se produce un fenómeno que mantiene la temperatura: a medida que va perdiendo grados la parte más superficial de estos antiguos ríos de lava, más actúa como un aislante térmico, de manera que todo lo que está debajo se enfría más lentamente. En cualquier caso, el récord está en la zona central del cráter, donde aún se miden temperaturas por encima de los 800 ºC. "Debajo sigue habiendo magma que no ha salido a la superficie. De hecho, en casi ninguna erupción sale todo el magma que había llegado a la corteza. El que queda se irá enfriando, sin salir a la superficie, hasta que se solidifique", señala la científica del IGN.

placeholder Vegetación en Cumbre Vieja tras el volcán. (EFE)
Vegetación en Cumbre Vieja tras el volcán. (EFE)

Cómo vuelve la vida

Los geólogos no son los únicos que siguen investigando en la zona volcánica. "No hemos parado", confiesa Manuel Nogales, investigador del IPNA-CSIC y experto en biodiversidad canaria. Su equipo dedica una semana cada mes a visitar las zonas más próximas al volcán y las coladas. Una primera zona de interés va desde el cráter (en realidad, cráteres, puesto que tiene seis bocas) hasta siete kilómetros de distancia, donde llega el efecto más directo del volcán. Los científicos seleccionan cuadrículas de terreno de 30 metros de lado (una en cada kilómetro, pero algunas más junto al cono volcánico) para monitorizar el estado de la vegetación actual, con especial atención a los pinos. "Los tenemos marcados uno a uno para seguirlos individualmente cada mes", comenta.

La otra zona de interés se extiende desde el cráter hasta el mar. En cada kilómetro delimitan otro cuadrado de 30x30 metros, pero en este caso a menos de 200 metros de las coladas, siguiendo el rastro que dejó la lava. "Tenemos que trabajar en el borde porque en las coladas propiamente dichas todavía no hay nada, ya que se mantienen a cientos de grados de temperatura", comenta, "como mucho se posa un insecto de vez en cuando". Precisamente, la fauna también preocupa a los biólogos, que realizan un seguimiento de los invertebrados y prestan especial atención a las densidades de lagartos, aves y murciélagos.

placeholder La lava llegando al mar. (EFE)
La lava llegando al mar. (EFE)

Tras meses de análisis, Nogales ya tiene algunas conclusiones: "Los dos primeros kilómetros más cercanos al cráter han sufrido mucho más, las plantas inferiores a medio metro están sepultadas por ceniza volcánica y murieron, pero hay plantas leñosas que han sobrevivido y esto es un gran aprendizaje". De hecho, desde el punto de vista evolutivo, este dato tiene mucho sentido, puesto que se sabe que algunas plantas del continente han evolucionado hasta convertirse en plantas leñosas (sus tallos contienen madera) en las islas. Además, "no conocíamos cómo se comportan los pinares ante las erupciones volcánicas y, aunque hay que ser cautos, estamos viendo que responden mucho más rápido de lo que pensábamos".

La recuperación de la vida marina junto a las fajanas también es sorprendente, aunque en este caso ya se preveía porque se tienen muchos más datos tras la erupción del volcán submarino Tagoro, en El Hierro. El Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), con sus buques de investigación oceanográfica, está constatando que la recuperación está siendo rápida y, probablemente, la incidencia del volcán de Cumbre Vieja en el océano va a ser poco significativa, al margen de que distintas especies irán colonizando los nuevos fondos marinos.

Para todos los especialistas lo que sucedió hace un año y todo lo que ha venido después es una ocasión única, porque Canarias tiene una frecuencia eruptiva muy baja. "Cada vez que tenemos una erupción es una oportunidad bestial de aprender para prepararse para las siguientes", destaca Alicia Felpeto. "Solo tenemos dos erupciones que han sido monitorizadas técnicamente, de forma instrumental", comenta en referencia a la de El Hierro y a la de La Palma, "de las históricas solo tenemos testimonios escritos sobre los terremotos". Por eso, "exprimiremos los datos al máximo para sacar aún más información que nos sirva para gestionar la siguiente erupción". En algún momento la habrá, pero... ¿Cuándo? Lo normal en Canarias sería "dentro de 30 o 40 años", por la media histórica, pero no se puede saber.

Eran poco más de las tres de la tarde, hora canaria, cuando el 19 de septiembre de 2021 comenzó a salir la lava a la superficie en el paraje de Cumbre Vieja. Tras varios días de inquietud por los datos que iban recogiendo los vulcanólogos, se confirmaba la erupción. Para muchos palmeros empezaba una pesadilla en la que iban a perder casas, tierras y recuerdos. Para el resto del mundo, un espectáculo que fue retransmitido al minuto durante 85 días por los medios de comunicación. Para los científicos, fue un reto y una ocasión inigualable de estudiar un proceso de este tipo, que en las Islas Afortunadas solo se repite cada varias décadas.

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