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De abono para cultivos a componente para el hormigón: ¿qué hacer con la ceniza del volcán?
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Un grave problema con distintas salidas

De abono para cultivos a componente para el hormigón: ¿qué hacer con la ceniza del volcán?

El volcán de Cumbre Vieja ya ha llegado al mar y ahí deja parte de su material, pero su ceniza sigue cubriendo miles de hectáreas y a la espera de que lleguen las lluvias esto empieza a ser peligroso

Foto: Un coche con ceniza del volcán en la zona de Tacante de Abajo. (Alejandro Martínez Vélez)
Un coche con ceniza del volcán en la zona de Tacante de Abajo. (Alejandro Martínez Vélez)

Hoy el protagonista es otro. Con la lava llegando con fuerza al mar, es difícil quitar la vista de ese terreno que la isla de La Palma gana al océano Atlántico, pero no es el único problema que aún enfrentan los canarios. Con la erupción de Cumbre Vieja aún a pleno rendimiento, el riesgo sigue ahí y no es posible olvidarse de otro elemento clave en todo esto: la ceniza. Este miércoles, los vecinos de la isla despertaban en un día tranquilo: la finísima lluvia, casi indetectable para el ojo humano, no ha aparecido, sin embargo sus montañas de piedrecitas siguen siendo un quebradero de cabeza para autoridades y expertos. Sobre todo por una gran duda: ¿qué hacemos con esto?

Las imágenes han dado la vuelta al mundo. Lo que empezaba como una finísima lluvia se acababa convirtiendo en montañas de ceniza de más de medio metro de espesor que llenaban los jardines y terrazas de La Palma. El volcán ha disparado todo sus materiales que, ayudados por el viento, han viajado kilómetros a la redonda, llegando incluso a tener que cerrar el aeropuerto de la isla, en la otra punta, por culpa de la ceniza. Por ahora, gran parte esa ceniza está siendo recogida y empresas especializadas contratadas por ayuntamientos y Cabildo la están almacenando. Pero ni siquiera los guardias civiles que vigilan la zona se ponen de acuerdo sobre el lugar final al que viajan estos restos ganando tiempo a la espera de saber qué pasará luego con ellos.

Foto: La erupción del nuevo volcán de la palma continúa por cuarto día

Además de la recogida por los propios vecinos y las distintas empresas, el impacto de la ceniza es tan grande, que toneladas se acumulan también tanto en la zona de exclusión como en cultivos o espacios no preparados para la recogida. Es más, el propio operativo ha puesto en funcionamiento quitanieves mandados desde otras islas para limpiar carreteras y caminos expulsando esa arena a los arcenes. Y la diferencia principal con la nieve es que este polvo no va a desaparecer así como así. Por ello, expertos de instituciones como Involcan ya han pedido que se tomen medidas, en poco tiempo llegarán las lluvias y el agua puede generar fenómenos como los lahares, o flujos de lodo, que arrastren esta ceniza hacia el mar llevándose todo lo que encuentren a su paso. Pero, aunque aún no está claro su aprovechamiento, sí hay opciones que llevan años estudiándose.

De momento, el Cabildo de La Palma ya ha puesto contenedores y ha pedido a la población que no se deshaga de estos restos de cualquier manera, mucho menos a través del alcantarillado o similar. Porque, como comenta la vulcanóloga del Instituto Geográfico Nacional Alicia Felpeto, el riesgo de que se generen tapones o situaciones similares es patente. "Con el contacto con el agua, estas cenizas, que no se pueden comparar con las de chimeneas y demás, se hinchan y, aunque no vayan a formar cemento compacto, sí que pueden originar grandes problemas en los sistemas de aguas". Por ello, se pide que se guarde en bolsas de basura y se lleve a los puntos establecidos por los que pasarán los operadores encargados de su recolección. ¿Y después? Para todo esto se ha ido usando esta ceniza hasta el momento.

placeholder Foto del volcán este miércoles. (Alejandro Martínez Vélez)
Foto del volcán este miércoles. (Alejandro Martínez Vélez)

Para el hormigón, desde los romanos

Ya en la antigüedad, muchas civilizaciones, como los romanos, estaban más que acostumbradas a convivir con los volcanes, sufrían sus destrucciones y aprovechaban la riqueza que dejaban. Y eso también ocurría con la ceniza o los piroclastos. Una investigación publicada en 2017 en la revista 'American Mineralogist' mostraba cómo uno de los grandes secretos para que las construcciones de la Antigua Roma siguieran en pie, con un hormigón casi mejor que el actual, se basaba en este componente. Marie Jackson, geofísica de la Universidad de Utah y jefa de la investigación, redescubrió o apuntaló (era algo que se conocía desde la antigüedad) la teoría de que los romanos mezclaban cenizas volcánicas (también llamadas puzolanas) con cal y agua de mar, añadiendo luego al mortero piedra pómez para fortalecerlo.

Jackson cree que el agua provocaba la reacción química de la ceniza consumiendo la cal. Esto inauguraba una nueva fase de crecimiento mineral donde los huecos de la cal eran ocupados por cristales de phillipsita y tobermorita con impurezas de aluminio, algo que sorprendió a la geóloga estadounidense. “Son muy difíciles de fabricar”, explicaba, ya que sintetizarlo en un laboratorio requiere de temperaturas altísimas para obtener una pequeñísima cantidad. “Nadie ha producido nunca tobermorita a 20º C excepto… oh, los romanos”.

placeholder Foto: Alejandro Martínez Vélez.
Foto: Alejandro Martínez Vélez.

¿Cómo habían llegado a esta solución? En un libro anterior, titulado 'Construyendo para la eternidad: historia y tecnología del hormigón romano', Jackson y algunos de sus compañeros plantearon la hipótesis de que los habitantes de la época pudieron fijarse en que, en algunos pueblos de la bahía de Nápoles, la ceniza volcánica formaba de forma natural unas estructuras cementadas. En particular, la ceniza de Pozzuoli, a las faldas del Vesubio, era muy apreciada por los constructores, que la preferían a aquellas —aparentemente similares— que surgían en otros puntos del Mediterráneo como Santorini, Milo o las islas Lipari.

Tanto sorprendió esto a sus descubridores que invitaron a los fabricantes actuales a probar suerte con estos componentes, ya que se puede conseguir con esta mezcla un hormigón menos contaminante que el actual y quizá mejor, sustituyendo al propio cemento con estas partículas. No ha sido el único estudio similar, otra investigación tomó ceniza del volcán de Mazama, en Oregón, para ver si podía servir para pavimentar caminos no asfaltados y usarla como aglutinador, evitando que se levante polvo o se suelte aún más el piso, pues en las cercanías del volcán, donde se almacenaban grandes cantidades de ceniza, esto estaba ayudando a crear mejores caminos.

Incluso en Canarias ya se ha empezado a estudiar este tipo de usos. En concreto, un trabajo de investigadores del Laboratorio de Materiales de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas publicado en 2013 descubrió los beneficios de la puzolana canaria, que, al usarse para crear hormigón, mejoraba su resistencia y, con ello, contribuía a incrementar la durabilidad y sostenibilidad de los edificios. Dos opciones que muestran las posibilidades que ofrece este elemento, pero que no son las únicas. Eso sí, como recuerda Felpeto, no podemos tomar medidas universales, pues cada erupción y cada ceniza pueden ser diferentes a otras y sus componentes no siempre sirven para lo mismo.

En la industria

Desde el punto de vista industrial o de construcción, investigadores del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), campus Puebla, propusieron 14 usos para utilizar la ceniza volcánica del volcán Popocatépetl, y hasta lo vendían como una forma de hacer negocio con lo que había llegado a tu casa. Entre los usos, destacaban desde la elaboración de artesanías hasta la preparación de superficies para pintar o recubrir en la industria automotriz. Incluso tenía salida en la industria textil y hasta para limpiar impurezas. Los mismos componentes que la hacen tan dañina para cultivos e incluso para la salud son muy jugosos para la industria.

En concreto, ellos hablaban de una serie de alternativas salidas del estudio de las características de estos materiales y de las posibilidades que ofrecían los componentes. Felpeto duda de que se puedan traer todas al caso canario, pues las erupciones en América Latina son diferentes de las de Canarias, pero dan una idea de cómo en otros puntos del planeta se buscan salidas a este problema, más allá del almacenamiento y dejar que la naturaleza haga lo suyo.

placeholder Vista general de una erupción del volcán Popocatépetl. (EFE)
Vista general de una erupción del volcán Popocatépetl. (EFE)

Su estudio hablaba de poder usar esta ceniza desde para sellar superficies a pintar o recubrir, remover oxidación e impurezas, quitar pintura y otros acabados, esmerilar vidrio y acrílico, matizar metales no ferrosos, pulir materiales opacos, limpiar moldes permanentes para fundición, avejentar la madera, retirar impurezas de soldadura, renovar partes de maquinarias, remover placas de concreto y obtener material para artesanías. Una cantidad de alternativas que pueden ser una ayuda para dar salida a un material que provoca grandes problemas en las erupciones y que, como hemos visto en La Palma, necesita ser tratado con rapidez.

Como abono y cosmético

Por último, uno de los usos más conocidos es el de abono, o fertilizante, para lo que Felpeto asegura que tiene que pasar tiempo, pero que ya hay casos de éxito en la propia Canarias. En zonas como Lanzarote, donde vivieron el que había sido el peor desastre provocado por un volcán en la historia de las islas, al menos desde que hay registros, con el Timanfaya, poco tiempo después de la erupción se descubrió que esta ceniza y el resto de piroclastos se podían utilizar como una especie de abono para cultivos como la vid, e incluso podían servir para proteger los viñedos de las inclemencias del tiempo. No en cantidades ingentes, claro.

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(EFE)

Siempre y cuando sean capas finas y tratadas con cuidado, los componentes de esta ceniza pueden servir para ayudar a las cosechas, y de esas zonas salen vinos como los del valle de La Gería. El trato tradicional con que se empezaron a cultivar estas vides sigue a día de hoy con una imagen ya icónica de la isla. Para el resto de personas que la quieran usar, los expertos no se ponen de acuerdo, pero sí explican que una capa de menos de 10 centímetros de esta ceniza podría dar nutrientes a las plantaciones y ayudar en su crecimiento.

Por último, fuera de estos usos que se pueden ver incluso en los campos canarios, hay otros que podemos encontrar incluso más llamativos, como son los que tienen que ver con la higiene. De la ceniza volcánica ya se sacan cosméticos para la piel, algo polémicos, obviamente, y con la idea de ser productos antioxidantes y para gente con la piel grasa y acneica. Y lo mismo ocurre con la pasta de dientes: en los últimos tiempos, se ha puesto de moda un tipo de dentífrico que usa estos componentes para, en teoría, ayudar en el blanqueamiento, aunque ya ha sido discutido por muchos expertos.

Hoy el protagonista es otro. Con la lava llegando con fuerza al mar, es difícil quitar la vista de ese terreno que la isla de La Palma gana al océano Atlántico, pero no es el único problema que aún enfrentan los canarios. Con la erupción de Cumbre Vieja aún a pleno rendimiento, el riesgo sigue ahí y no es posible olvidarse de otro elemento clave en todo esto: la ceniza. Este miércoles, los vecinos de la isla despertaban en un día tranquilo: la finísima lluvia, casi indetectable para el ojo humano, no ha aparecido, sin embargo sus montañas de piedrecitas siguen siendo un quebradero de cabeza para autoridades y expertos. Sobre todo por una gran duda: ¿qué hacemos con esto?

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