Vigilando la calidad del aire en La Palma: así miden los científicos un peligro invisible
El dióxido de azufre y las partículas ultrafinas son los principales peligros que detectan los expertos, que analizan constantemente el aire en distintos puntos de la isla
La parte positiva de la catástrofe que ha supuesto para La Palma la erupción del volcán de Cumbre Vieja es la ausencia de daños personales. Una vez evacuados los vecinos que corrían peligro por el paso de la colada, todas las preocupaciones son de carácter material, con la única duda de cuál puede ser el efecto de los gases nocivos. Las autoridades recomiendan mascarilla FFP2, gafas protectoras, ropa de manga larga y evitar la actividad física al aire libre. Además de la zona de la erupción, preocupaba especialmente el choque de la lava con el mar, pero lo cierto es que el paso de la lava en su largo recorrido hasta el océano y el viento contribuyen a aumentar el peligro, sobre todo cuando aumenta la emisión de cenizas. En esta situación excepcional, los científicos se esfuerzan por vigilar lo que sucede, porque las mediciones tradicionales de la calidad del aire no son suficientes y el peligro es invisible. Están ante una gran oportunidad, porque pocas veces podrán realizar este trabajo con un volcán en activo, pero también ante un reto, porque de su pericia depende la salud de los palmeros.
El olor a azufre (o a huevos podridos, si lo queremos decir de una manera mucho más descriptiva) es un indicio de que el aire es nocivo, pero en líneas generales no está llegando a la población. “Yo no noto nada en el aire”, comenta Ana, que trabaja de cajera en un supermercado de El Paso. Aunque no tiene miedo de respirar sustancias extrañas, sigue las recomendaciones y siempre se pone la mascarilla en exteriores. En interior no hace falta, ya que “no abro las ventanas”, asegura. Sin embargo, en casa tiene dos perros y uno de ellos “no para de estornudar” desde que comenzó la erupción.
Según los responsables del Plan de Emergencias Volcánicas (Pevolca), la calidad del aire se ha mantenido casi siempre dentro de los límites aceptables o “saludables y respirables”, como explicaba el pasado viernes su director técnico, Miguel Ángel Morcuende. El mayor peligro está en la zona más próxima a la erupción, pero la distancia de seguridad de 2,5 kilómetros establecida en torno a las bocas del volcán reduce el peligro. Fuera de ahí, pero solo en algunos momentos puntuales, la zona de Tazacorte ha registrado picos de dióxido de azufre (SO2) por encima de la normativa.
Una situación inédita
La vigilancia de la calidad del aire se realiza aplicando la legislación vigente, una tarea que tienen encomendada las comunidades autónomas. Sin embargo, la situación en La Palma es tan excepcional que esas normas no recogen todos los elementos que pueden llegar a dispersarse por el aire de la isla estos días. Ahí es donde entra el trabajo especializado de científicos como Sergio Rodríguez, investigador del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC), ubicado en Tenerife. Desde el comienzo de la erupción, trabaja sin descanso en La Palma, realizando estudios específicos para ayudar a gestionar la situación.
Mientras le cae encima una nube de ceniza en Los Llanos de Aridane, este experto en ciencias atmosféricas charla con Teknautas sobre la labor que desempeña estos días y no duda en establecer un símil con el covid. “Es una situación extraordinaria: igual que en la pandemia los investigadores se pusieron a trabajar para entender lo que pasaba, para prevenir las infecciones y para desarrollar vacunas, nosotros estamos haciendo algo parecido, porque hay un problema de contaminación inusual”, explica. El Gobierno de Canarias está acostumbrado a gestionar la calidad del aire en situaciones normales, cuando se ve afectada por los coches y la industria, pero “esto es completamente distinto”, afirma, así que “hemos venido a apoyarles midiendo partículas ultrafinas, humos negros y partículas gruesas utilizando instrumentación científica”.
Este equipo del CSIC se mueve por distintos puntos de la isla con varios aparatos, entre ellos, dos espectrómetros. Así pueden medir el tamaño de partículas muy finas en el aire. Las más gruesas alcanzan las 10 micras (una micra es la milésima parte de un milímetro). Las más pequeñas tienen 10 nanómetros (un nanómetro es la milésima parte de una micra o la millonésima parte de un milímetro). Llegar a ese nivel de precisión “nos permite evaluar si el dióxido de azufre está formando partículas muy pequeñas, nanométricas, de ácido sulfúrico y sulfatos”, explica el experto. Un tercer equipo es un analizador de carbono negro, es decir, de hollín, otro parámetro que no se suele medir en las redes de calidad del aire. Gracias a este instrumento, han evaluado el impacto del paso de la lava por las plataneras y los invernaderos, que al quemarse provocan una emisión de humos especialmente intensa.
El hollín de plataneras e invernaderos
De hecho, el foco de la emisión de estos contaminantes no está solo en Cumbre Vieja o en la costa, donde la lava se encuentra con el mar, sino a lo largo de toda la colada. Su paso ha provocado unos cuantos incendios que, aunque no se han propagado mucho más allá del frente de lava, han afectado a la calidad del aire en los municipios de Los Llanos de Aridane y Tazacorte. Rodríguez destaca lo que sucedió en la noche del martes 28 al miércoles 29 de septiembre, cuando la colada, en su camino hacia al mar, arrasó una gran cantidad de plataneras en esta zona. “Los niveles de hollín fueron muy elevados durante bastantes horas”, comenta. Si la lava circula por encima de terrenos ya arrasados, la generación de contaminantes es menor, pero si encuentra nuevos elementos que arrasar, la emisión de partículas es más intensa. Parte de ellas son microscópicas y pueden ser respiradas.
El problema es que esta situación es tan extraordinaria que no hay muchos referentes y, aunque se puede comparar con otro tipo de contaminación por partículas, aún no está regulada. “Las partículas ultrafinas que estamos midiendo tienen efectos para la salud, lo demuestran los estudios epidemiológicos, pero no están recogidas en la legislación”, comenta Rodríguez. La Unión Europea aún no ha establecido límites para estos elementos, así que los científicos pueden medirlos, pero nadie ha marcado cuál es la barrera a partir de la cual resultan peligrosos para el ser humano.
En los últimos días, la calidad del aire se ha convertido en uno de los asuntos fundamentales en la gestión de la crisis provocada por el volcán, así que toda la información que recopila el CSIC se envía inmediatamente al Gobierno de Canarias y al Pevolca de cara a la toma de decisiones tan duras como el confinamiento de los vecinos que corren más peligro. Rodríguez, que aparte de medir tiene que dedicar gran parte de su tiempo a realizar informes, lo resume en dos puntos: el aumento de SO2 y de las partículas ultrafinas. Sin embargo, hace falta mucho más contexto para interpretarlos y actuar. Por ejemplo, la variabilidad del viento es clave: cuando sopla del este, contribuye a que las emisiones volcánicas se dirijan hacia el mar y el aire se hace más respirable. La Unidad Militar de Emergencias (UME) intenta recopilar todos los datos para elaborar un mapa de riesgo por gases tóxicos.
La parte positiva de la catástrofe que ha supuesto para La Palma la erupción del volcán de Cumbre Vieja es la ausencia de daños personales. Una vez evacuados los vecinos que corrían peligro por el paso de la colada, todas las preocupaciones son de carácter material, con la única duda de cuál puede ser el efecto de los gases nocivos. Las autoridades recomiendan mascarilla FFP2, gafas protectoras, ropa de manga larga y evitar la actividad física al aire libre. Además de la zona de la erupción, preocupaba especialmente el choque de la lava con el mar, pero lo cierto es que el paso de la lava en su largo recorrido hasta el océano y el viento contribuyen a aumentar el peligro, sobre todo cuando aumenta la emisión de cenizas. En esta situación excepcional, los científicos se esfuerzan por vigilar lo que sucede, porque las mediciones tradicionales de la calidad del aire no son suficientes y el peligro es invisible. Están ante una gran oportunidad, porque pocas veces podrán realizar este trabajo con un volcán en activo, pero también ante un reto, porque de su pericia depende la salud de los palmeros.
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