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A mis 43 años me infiltré en Glovo: "Sobreviven gracias a una estructura piramidal"
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EL CULEBRÓN LABORAL DE LA 'STARTUP'

A mis 43 años me infiltré en Glovo: "Sobreviven gracias a una estructura piramidal"

'El sindicalista infiltrado' narra la experiencia de Rául García Aguado, CCOO, que decidió presentarse a los procesos para trabajar como 'rider'. "Les venden que ser autónomos con ellos es una maravilla", asegura

Foto: Foto: Reuters/Agustín Marcarian.
Foto: Reuters/Agustín Marcarian.
Las claves
placeholder Así dejó Glovo de ser española: cómo ganaron los alemanes la lucha de poder en la 'startup'

No hay startup que haya dado tanto que hablar en los últimos años como Glovo y que tantas veces haya estado en el centro de la polémica. Empezó a rodar en 2014 en Barcelona y sus primeros años fueron transcurriendo en una aparente normalidad, mientras su negocio de envío de comida a domicilio se expandía por otras grandes ciudades. Pero en realidad se estaba cociendo uno de los mayores culebrones laborales de este siglo. Un problema que empezó a aflorar en 2018 con un rosario de juicios a lo largo y ancho de la geografía patria que venían a decir que el ejército de riders, como han pasado a ser conocidos los repartidores, que trabajan para ellos y otras plataformas como Uber Eats o Deliveroo eran falsos autónomos. Lejos de ser un vía crucis, aquello no frenó su despegue. Meses más tarde conseguía la valoración de unicornio.

Aquellas sentencias fueron el caldo de cultivo perfecto para la elaboración de la ley rider, uno de los proyectos estrella de Yolanda Díaz, que pretendía que estos trabajadores tuvieran que ser contratados sí o sí por estas compañías. Un año y tres meses después, la mayoría de las personas que utiliza Glovo siguen siendo trabajadores por cuenta propia. Solo contrataron al personal que se utiliza en sus supermercados fantasma. Los nuevos dueños de la compañía, los alemanes de Delivery Hero (que compraron la empresa a precio de saldo este año), no han movido ficha en este sentido.

Foto: La llamada 'ley rider' entró en vigor el pasado 12 de agosto. ( EFE/Juan Carlos Hidalgo)

La resistencia ha sido tal que hasta sus rivales de Uber Eats, que habían transicionado a un modelo de flotas, desanduvieron el camino recorrido y abrieron la opción nuevamente de que aquellos que quisieran repartir siendo autónomos pudiesen hacerlo. "Sobreviven porque son una estructura piramidal", afirma sobre la empresa Raúl García Agudo, delegado de Comisiones Obreras en Valladolid y autor de El sindicalista infiltrado. El trabajo en la nueva esclavitud, un ensayo editado por la editorial Apostroph. En su libro trata de hacer una radiografía de los motivos que llevaron a la empresa de Oscar Pierre a estar una y otra vez en el centro de la polémica. Y lo hace en primera persona, relatando las experiencias que le trasladaron los riders de la capital vallisoletana, pero también contando su experiencia haciéndose pasar por un candidato de la compañía.

Infiltrado como candidato a 'rider'

"La idea me surgió en julio de 2019, cuando tenía 43 años. Un día encontré a un chaval cerca de nuestra sede que acababa de recoger la mochila para empezar a repartir. Subí a mi ordenador y me puse a buscar ofertas de trabajo", relata García Agudo en una conversación con este periódico. Encontró varios anuncios en Infojobs, así como un formulario en la web de la compañía.

Foto: Un repartido de Deliveroo. (Reuters)

Lo rellenó y dos semanas más tarde se encontró en una entrevista grupal en el que le vendieron un trabajo idílico. "A los candidatos les venden una situación maravillosa. Hablan de que la inversión es mínima. Que la van a recuperar rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos. Juegan con el gancho de que los dos primeros años la cuota de autónomo está bonificada", explica este sindicalista, bastante crítico con este punto. A día de hoy, la cuota base para aquellos que decidan trabajar por primera vez por cuenta está rebajada un 80% durante los 12 primeros meses (tiene un coste de 60 euros al mes) y sube progresivamente hasta alcanzar el máximo a los 24 o 36 meses, dependiendo el caso. "Si se piensa bien, es algo superoneroso para Glovo, que está consiguiendo tener muchos trabajadores para un modelo precario gracias a una ayuda que al final estamos pagando todos, con dinero público. Saben que muchos, especialmente los jóvenes, veían esto como un trabajo de paso y esas cuotas rebajadas les servían para que no les faltasen repartidores".

García recuerda perfectamente a los compañeros que se encontró en aquella entrevista. "Había dos chavales jóvenes, además de dos latinos, que tendrían 50 años o más. Es un resumen bastante bueno del tipo de personas a las que intentan atraer con ese gancho de dinero fácil", argumenta. La edad no les importaba. "Decían que lo importante era el entusiasmo. Y te decían que lo mejor para repartir era una moto".

placeholder Raúl García. (Apostroph)
Raúl García. (Apostroph)

En un momento del encuentro, se le ocurrió preguntar por el tema laboral y por algunas de las sentencias que se habían dictado a este respecto. "Me despacharon diciendo que aquello se llevaba en Madrid. Que si quería colaborar con ellos, solo podía ser siendo autónomo".

A lo largo de su libro también intenta desmontar esa imagen del dinero fácil. Habla del gasto de la mochila, la bici, la ropa necesaria para hacer ese trabajo en ciertas condiciones... "Casi todos tenemos un smartphone, pero no todos tienen una tarifa plana", afirma. "Incluso te recomendaban una gestoría. Otra cosa a sumar. No es tan fácil amortizar la inversión. Hay que echar muchas horas".

Un modelo "tóxico"

También desmiente rotundamente que esto no va de ser tu propio jefe ni de tener tus propios horarios. "Rápidamente, te dabas cuenta de que tú no decidiste cuándo se podía trabajar, sino que el algoritmo te acaba marcando los horarios", explica en referencia a las ventanas que se abrían en la aplicación por aquel entonces para escoger los turnos. Los que mejor valoración tenían, disfrutaban de prioridad. "Los que empezaban peleaban por los turnos que nadie quería para intentar mejorar".

Foto: Foto: Reuters.

Este sindicalista, ingeniero informático y analista de datos, se entrevistó con cientos de riders en su trabajo en la organización. "Rápidamente, te dabas cuenta del modelo tan desagradable que habían creado que para ellos era muy beneficioso. Habían conseguido juntar un enorme grupo de trabajadores, constantemente pendientes, conectados para cazar un pedido, a la hora que fuese".

Uno de los efectos más "negativos" del modelo de Glovo, además del "frenético ritmo de trabajo" que imponen para que los riders no recibiesen una mala calificación, era la subrogación de cuentas. "Con ese sistema de premiar al que siempre está disponible han fomentado ese mercadeo. Y los que se han prestado son personas en riesgo de exclusión, sobre todo migrantes en situación irregular, que trabajaban para lo que la Justicia acreditó que eran falsos autónomos. Era una estructura piramidal", dice García, quien cree que los cambios que introdujo la compañía en su forma de operar tras la entrada en vigor de ley rider no han borrado los indicios de laboralidad. "En verdad, profundizaron más en su modelo. Pusieron a los repartidores a competir aún más, obligándoles a pujar por llevarse el pedido. La aplicación sigue siendo el centro de todo".

Foto: Repartidores de Glovo, Uber Eats y Deliveroo esperan en Barcelona. (Reuters)

PREGUNTA. Si todo es tan negativo como parece, ¿por qué seguimos encontrando a riders que defienden el seguir como autónomos?

RESPUESTA. Probablemente, muchos sean los que se aprovechan de realquilar las cuentas, que con un contrato laboral perderían ese beneficio. Y también se benefician de esos trabajadores casuales, jóvenes, que ven esto como un trabajo temporal, para sacar dinero rápidamente como autónomo. Pero eso es pan para hoy y hambre para mañana. Esa bonificación podrían utilizarla o necesitarla el día de mañana para emprender o realizar una actividad que les dé más proyección profesional.

P. ¿Le ha salido bien a Glovo seguir insistiendo en su modelo de autónomos?

R. Ellos han ganado mucho. Si tuvieran que contratar a absolutamente todos sus repartidores, su modelo sería inviable, tal y como lo conocemos hoy. Por eso siguen casi sin cambios. Además, les ha dado una visibilidad tremenda en términos de publicidad. La mayoría de riders que se ven por las calle son de Glovo porque el resto los han visto reducidos.

García muestra su convencimiento de que la ley rider pasará factura al nuevo modelo de Glovo. Aunque en los últimos meses se han visto multas millonarias contra la compañía en diferentes comunidades autónomas, las sanciones de Inspección de Trabajo conocidas a día de hoy hacen referencia a su antigua manera de funcionar. "Personalmente, estoy convencido de que vulnera la actual normativa", remata. ¿Por qué Uber ha dado marcha atrás después de meses de vigencia de la ley? "La Justicia lleva sus ritmos y la Inspección también. No funciona todo lo rápido que se necesitaría, pero porque no hay recursos. Hay que esperar".

No hay startup que haya dado tanto que hablar en los últimos años como Glovo y que tantas veces haya estado en el centro de la polémica. Empezó a rodar en 2014 en Barcelona y sus primeros años fueron transcurriendo en una aparente normalidad, mientras su negocio de envío de comida a domicilio se expandía por otras grandes ciudades. Pero en realidad se estaba cociendo uno de los mayores culebrones laborales de este siglo. Un problema que empezó a aflorar en 2018 con un rosario de juicios a lo largo y ancho de la geografía patria que venían a decir que el ejército de riders, como han pasado a ser conocidos los repartidores, que trabajan para ellos y otras plataformas como Uber Eats o Deliveroo eran falsos autónomos. Lejos de ser un vía crucis, aquello no frenó su despegue. Meses más tarde conseguía la valoración de unicornio.

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