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¿El nuevo "lago de la OTAN" gracias a Suecia? Por qué no hay que confiarse con Rusia en el Báltico
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Entrada de Suecia en la OTAN

¿El nuevo "lago de la OTAN" gracias a Suecia? Por qué no hay que confiarse con Rusia en el Báltico

A pesar de las ventajas en defensa para la Alianza Atlántica, los analistas señalan los numerosos retos militares que afrontará la región del flanco norte frente a Rusia

Foto: 'Marines' estadounidenses durante un ejercicio de la OTAN en el Báltico el septiembre pasado. (Reuters/Janis Laizans)
'Marines' estadounidenses durante un ejercicio de la OTAN en el Báltico el septiembre pasado. (Reuters/Janis Laizans)
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Este jueves 7 de marzo, Suecia se ha convertido en el aliado número 32 de la OTAN. Con el ingreso del país escandinavo, finalmente queda encajada la última pieza del rompecabezas que supone la estructura de la Alianza Atlántica en la región del mar Báltico y en el norte de Europa. Desde los tiempos de la Guerra Fría, el Báltico ha sido siempre el escenario de tensiones geopolíticas y militares, hasta el punto de que estuvo partido por la línea del Telón de Acero. No fue hasta la caída del muro de Berlín que llegaron los años de una relativa calma. Sin embargo, la invasión de Rusia en Ucrania ha devuelto la importancia estratégica a este pequeño mar.

Con el ingreso de Suecia, la OTAN suma en sus filas el país que más kilómetros de costa tiene en el Báltico. Así, los nueve países de la Alianza militar cuentan con 8.000 kilómetros de costa, frente a los escasos 200 que le quedan a Rusia. Desde la adhesión de Finlandia y ahora de Suecia, la OTAN también ha ganado el control de la isla sueca de Gotland, el archipiélago finlandés de las islas Åland, y la isla estonia de Saarenmaa, creando un triángulo de seguridad estratégico que debilita a Rusia en la región. Además, con la finalización del proceso de ingreso de Suecia, desde Estonia, Letonia y Lituania han respirado con alivio, ya que ven como su posición estratégica mejora sensiblemente al quedar conectados geográficamente con el resto de aliados en el Báltico.

Este giro en la situación estratégica y militar ha provocado que en el último año analistas y medios internacionales a menudo se refieran al mar Báltico como “el lago de la OTAN”, aludiendo a la clara superioridad en que quedan los países aliados de su ribera. Pero desde el Kremlin, en su último discurso anual, el presidente ruso Vladímir Putin insistió, una vez más, en que “Rusia Occidental debe protegerse adecuadamente” tras la expansión de la OTAN con Suecia y Finlandia. Esta advertencia hace una semana da aún más argumentos a los analistas que advierten de que sería un error caer en la tentación de pensar que Rusia ya no supone una amenaza en el Báltico. Todo lo contrario.

Rusia sigue aquí

El ingreso de Suecia, supone, a la práctica, un incremento de la cooperación, la integración, y la planificación militar conjunta entre los países de la OTAN en el Báltico. Uno de los puntos fuertes de Suecia también son las capacidades de su fuerza aérea y la marina, que, a pesar de su tamaño reducido, son tecnológicamente muy avanzados. Como ejemplo de ello, Suecia aportará en el Báltico sus 90 aviones caza Jas-39 Gripen, cuatro submarinos de nueva generación, y sistemas de defensa aérea Patriot como los que se están utilizando en Ucrania.

Foto: Un tanque Leopard toma posiciones durante las maniobras Trident Juncture 2018. (EFE/Frederik Ringnes Forsvaret)

Sin embargo, la creciente superioridad de la OTAN en el Báltico no significa que ya no existan amenazas para los países aliados, “ya que Rusia todavía sigue aquí” subraya Jakob Linnet Schmidt, analista del Instituto Danés de Estudios Internacionales (DIIS). El investigador apunta que “Rusia aumentará cada vez más sus amenazas y se volverá más agresiva en la Región del mar Báltico porque se sentirá más amenazada”.

Tras el inicio de la guerra en Ucrania, la capacidad militar de Rusia en el Báltico ha disminuido significativamente, ya que “estas unidades se han trasladado a la guerra en el mar Negro”, señala Schmidt. Aun así, “Rusia mantiene dos enclaves muy importantes en la región, como son Kaliningrado y el puerto de San Petersburgo, por lo que se asume que en los próximos años Rusia volverá a aumentar su presencia en el Báltico” explica el experto.

Foto: Soldados estonios realizan un ejercicio en la frontera con Rusia en 2021. (Reuters/Ints Kalnins)

Según los analistas, la flota rusa en el mar Báltico está hoy muy lejos de lo que había sido en tiempos de la URSS, cuando se estimaba que tenía entre 90 y 130 submarinos, mientras que hoy queda solamente uno. Según un artículo publicado por John Deni, investigador del centro Carnegie Europe, lo que aún se puede considerar como el poder naval ruso en el Báltico “es hoy algo limitado, e incluye seis buques de combate, 35 buques patrullan y trece lanchas de desembarco anfibio”. El investigador de la Agencia Sueca de Investigación en Defensa (FOI), Robert Dalsjö, coincide en que, con el actual control del mar por parte de la OTAN, “en tiempos de guerra, los barcos rusos ya no podrían aventurarse en el Báltico, sin embargo, los aviones y misiles rusos todavía sí que podrían hacerlo”. En este sentido, el enclave de Kaliningrado se mantiene como el bastión más fuerte de Rusia en el Báltico, donde el ejército dirigido por el Kremlin mantiene baterías antiaéreas, baterías antibuques y misiles balísticos.

Capacidad de realizar operaciones híbridas

Dada la posición en la que se encuentra Rusia en la región, los expertos alertan de que hay una variedad de escenarios y amenazas que parecen más probables que se podrían llevar a cabo contra los aliados de la OTAN. Entre estas amenazas se podrían incluir los asaltos anfibios a pequeña escala para apoderarse de islas e islotes estratégicos en el Báltico, las amenazas a objetivos militares y civiles a lo largo del litoral báltico, incluidos los sabotajes a cualquier tipo de infraestructura crítica, y los ataques híbridos y ciberataques.

Respecto a esto, desde el inicio de la guerra en Ucrania, se han producido una serie de incidentes graves relacionados con los cables y oleoductos en el mar Báltico. Más allá del sabotaje en el Nord Stream, (del que ningún país ha identificado públicamente a los responsables) en el pasado octubre resultaron dañados un gaseoducto y un cable que une Finlandia y Suecia con Estonia. Las autoridades finlandesas apuntaron que probablemente un carguero chino estuvo involucrado en el accidente. Como respuesta a la situación, los aliados de la OTAN han aumentado las capacidades de monitoreo para vigilar lo que pasa tanto en la superficie como debajo del agua del mar.

Foto: El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y la primera ministra sueca, Magdalena Andersson. (Reuters)
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El investigador del DIIS, Jakob Linnet Schmidt, apunta que “Rusia no está dispuesta a iniciar un ataque militar convencional contra un miembro de la OTAN, pero sí a escalar un conflicto contra Occidente justo por debajo del umbral de un conflicto militar abierto”. De esta forma, asegura, “Rusia desdibuja la línea entre la paz, la crisis y la guerra en la región del Báltico”. Para el experto del FOI, Robert Dalsjö, la cuestión de la seguridad en el Báltico no pasa por luchar una guerra contra Rusia, sino en que los países de la OTAN tengan la capacidad de persuasión suficiente para disuadir a Rusia de una posible agresión: “Si Rusia gana la guerra en Ucrania, Putin pensará que su política ha tenido éxito y Occidente es débil”. Si esto pasa, advierte Dalsjö, “los servicios de inteligencia de los países en el Báltico advierten de que nos enfrentaremos a un ataque ruso dentro de cinco años”.

Este jueves 7 de marzo, Suecia se ha convertido en el aliado número 32 de la OTAN. Con el ingreso del país escandinavo, finalmente queda encajada la última pieza del rompecabezas que supone la estructura de la Alianza Atlántica en la región del mar Báltico y en el norte de Europa. Desde los tiempos de la Guerra Fría, el Báltico ha sido siempre el escenario de tensiones geopolíticas y militares, hasta el punto de que estuvo partido por la línea del Telón de Acero. No fue hasta la caída del muro de Berlín que llegaron los años de una relativa calma. Sin embargo, la invasión de Rusia en Ucrania ha devuelto la importancia estratégica a este pequeño mar.

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