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Las dos caras de la muerte de Navalni: un Putin más desatado, pero quizá con más miedo
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Descenso a la brutalidad

Las dos caras de la muerte de Navalni: un Putin más desatado, pero quizá con más miedo

Por un lado, el asesinato de Navalni es un mensaje de fuerza, de que el largo brazo de Putin llega a todas partes. Y por otro, es un mensaje de debilidad: ¿Navalni era peligroso?

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, el mismo día de la muerte de Navalni, el 16 de febrero. (Sputnik Aleksandr Rjumin)
El presidente ruso, Vladímir Putin, el mismo día de la muerte de Navalni, el 16 de febrero. (Sputnik Aleksandr Rjumin)

Mientras los líderes mundiales se reunían sobre un escenario en Múnich para debatir sobre qué hacer con Rusia y los restos de la arquitectura de seguridad que deja su invasión a gran escala de Ucrania, el rostro más conocido de la oposición rusa, Alexéi Navalni, tropezaba tras un paseo en la colonia penitenciaria ártica donde se le mantenía prisionero. No volvió a levantarse. Tras "practicarle los procedimientos necesarios de reanimación" durante una media hora, el Servicio Penitenciario ruso anunció su muerte.

No hay confirmación oficial de la causa del fallecimiento, pero pocos dentro y fuera de Rusia no apuntan al presidente ruso, Vladímir Putin, como mano detrás de su muerte. "Quiero que Putin, y todos los que lo rodean, sepan que se les hará responsables por todo lo que han hecho a nuestro país, a mi familia, y a mi marido. Y ese día llegará muy pronto", declaró la mujer de Navalni, Yulia, en ese mismo escenario donde se reunían los líderes internacionales apenas unos minutos después de conocerse la noticia.

En el momento y la muerte de Navalni, la principal figura de la oposición rusa, pero también encerrado en la cárcel desde 2021, aislado en una prisión en el Ártico con apenas contacto exterior, e inhabilitado para presentarse a unas elecciones presidenciales el próximo marzo donde nadie duda de que Putin reeditará una vez más su mandato, es inevitable leer el mensaje que el mandatario quiere lanzar al mundo y al pueblo ruso. También, la lección geopolítica que implica y lo que nos puede contar sobre el propio Putin.

Cuando Navalni, tras sobrevivir a duras penas en un hospital de Alemania a un envenenamiento por Novichok con sello del FSB, regresó a Rusia a principios de 2021, fue inmediatamente detenido, juzgado, condenado y encarcelado. En prisión bajo condiciones infames, su vida volvió a estar en peligro, y se acumularon las advertencias. El presidente estadounidense, Joe Biden, prometió entonces que habría "consecuencias devastadoras" si Navalni moría en prisión.

Foto: El opositor ruso Alexei Navalni dentro de la sede de la Fundación Anticorrupción (FBK). (EFE/Sergei Ilnitsky)

Navalni finalmente ha muerto en prisión, y la lección geopolítica es que Putin ya tiene poco que temer a las consecuencias internacionales, y lo sabe. Por supuesto, la amenaza de EEUU fue antes de que los primeros soldados rusos cruzaran la frontera en su avance hacia Kiev. Antes de que la UE y otros países establecieran un paquete de sanciones tras otro, al tiempo de que lograban arrancarse parte de la dependencia energética de Rusia.

Antes de que la Rusia de Putin resbalara muerte a muerte —opositor tras opositor, agresión tras agresión— hacia el convencimiento de que no hay presión internacional que le afecte, o que la respuesta de las democracias liberales se va a quedar en las declaraciones. Reunidos en Múnich, los líderes miran una vez más con impotencia al cómo tratar a esa Rusia de Putin que se dejó margen para construir.

En su primera comparecencia pública tras el anuncio de la muerte de Navalni, Putin aparece sonriente, alegre, brillante. No hizo ninguna mención al fallecimiento del opositor. En sus primeras declaraciones tras la muerte de Yevgheni Prigozhin, el malogrado líder mercenario que intentó una asonada, Putin al menos demudó el rostro, serio. "Un hombre bueno que tomó decisiones equivocadas", lo describió.

Aunque uno era un opositor valiente que regresó y el otro un aliado que se sintió abandonado, ambas muertes se parecen y pintan la Rusia actual de Putin, con el nivel de brutalidad al que se puede llegar. "Vimos esto mismo cuando se asesinó a Prigozhin. Por un lado, esto [los asesinatos] parece que reafirma su fuerza, que es capaz de llegar y matar a quien quiera”, afirma Mark Galeotti, autor de libros como Tenemos que hablar de Putin y director de la consultora de seguridad Mayak Intelligence.

En un momento, además, en el que Rusia se encamina a unas nuevas elecciones presidenciales. Con un férreo control de la política doméstica, Putin no debería tener nada que temer para la reedición de su quinto mandato: la mayoría de los rusos apoyan la invasión de Ucrania, donde las fuerzas rusas parecen estar a punto de obtener su primera victoria territorial desde la conquista de Bakhmut. La oposición está encarcelada o en el exilio, y las protestas son casi anecdóticas. Un Putin en la cúspide de su poder, que le saca el dedo a Occidente y que se pinta como única opción de líder hacia adentro.

En su primera comparecencia tras la muerte de Navalni, Putin apareció sonriente, alegre, brillante. No hizo ninguna mención al opositor

"Pero por otro lado, y especialmente entre la élite rusa, [el asesinato de Navalni] también dice que tenía miedo. Temía primero a Prigozhin, y ahora a Navalni. Tanto que tuvo que matarlo”, continúa el experto. "Putin estaba en su momento más fuerte cuando no necesitaba matar a gente. Cuando su poder era sin cuestión".

En un contexto donde se da por sentada su victoria en las elecciones y donde parece que Putin es incontestable, el hecho de que haya tenido que matar a Navalni abre las dudas de cuán fuerte se ve a sí mismo el líder. Prigozhin abrió ese frente, quizá señalando una potencial oposición no de los liberales, sino de su propia estructura. Y Navalni, con su lucha contra la corrupción de la cleptocracia rusa, inspiraba a mucha demografía, incluida parte de las élites.

“Tenía la extraordinaria capacidad de alcanzar otros círculos más allá de los habituales de la oposición rusa. Lo que realmente le hacía peligroso, y por eso es que el Estado [ruso] iba tras él, es precisamente cuando trató de hacer una coalición de los hartos", apunta Galeotti.

Foto: Navalni con su esposa Yulia. (EFE/Maxim Shipenkov)

Su asesinato puede recordarles lo lejos que Putin está dispuesto a llegar para silenciar cualquier tipo de disidencia.

Se puede leer como debilidad de Putin, o simplemente modus operandi de un paranoico que no quiere dejar ni un resquicio para la esperanza a la oposición.

Como el veneno, como los aviones, como las ventanas, el Kremlin juega siempre en ese escenario gris de la duda y la certeza.

Su asesinato puede recordarles lo lejos que Putin está dispuesto a llegar para silenciar cualquier tipo de disidencia

"El veneno" —ya sea Novichok, como el protagonista del intento de asesinato anterior a Navalni y el del exagente ruso Serguéi Skripal, ya sea polonio— tiene una doble virtud para el Kremlin por la 'negación inverosímil': el régimen puede negar cualquier responsabilidad, pero sabiendo que nadie le creerá. Como resultado, "envía una aterradora advertencia a todos los que puedan estar pensando en desafiar al sistema", explicó a El Confidencial Mark Galeotti.

En el caso del avión que se llevó la vida de Prigozhin, la zona gris de la duda que planta el régimen es que fuera un accidente. Mientras dentro y fuera de Rusia se apunta a una orden del Kremlin, Putin defendió que los líderes del grupo Wagner que viajaban en la aeronave habían consumido alcohol y drogas, y que habrían hecho explotar el avión ellos mismos. Sin pruebas, pero ya la negación inverosímil.

En el caso de las ventanas, que prácticamente se ha convertido en una broma de humor negro por el creciente número no solo de opositores, sino simples defenestrados de la propia estructura, es el suicidio.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, junto al magnate Ravil Maganov. (Reuters)

Y en el caso de Navalni, la máquina de la narrativa del Kremlin ya se ha puesto en marcha. El medio estatal RT, citando a una fuente desconocida, la muerte del líder opositor se habría debido al desprendimiento de un coágulo. Apenas unas horas después del anuncio del fallecimiento, organizaciones de monitoreo de desinformación apuntaron a la aparición de varios bots que en X (antes Twitter) han culpado a la huelga de hambre que mantuvo Navalni a principios de 2021 como evento originario de dicho coágulo. Voces dentro del Kremlin afirmaban a Meduza que la muerte se habría debido, claro, a las malas condiciones en la prisión ártica donde se le mantenía encerrado.

La negación

Pero nadie no va a creer que tras su muerte está la mano de Putin. "Que nadie se equivoque: Putin es responsable por la muerte de Navalni", declaró el presidente estadounidense Joe Biden, en la línea del resto de líderes mundiales.

Foto: El opositor ruso Alexéi Navalni. (Reuters)

Navalni regresó sabiendo que podía morir. "Tengo que volver", dijo en una entrevista en la CNN poco antes de subirse al avión que lo llevaría de regreso a Rusia y, de ahí, a la cárcel.

"No creo que tenga el privilegio de estar a salvo en Rusia, pero tengo que volver, porque no quiero que este grupo de asesinos existan en Rusia. No quiero a Putin dirigiendo Rusia". Eligió el camino de demostrarle a Rusia que no iba a hacer la oposición desde el exilio, olvidando a los que no pueden salir.

En Moscú, Belgorod… algunas flores han aparecido casi tímidamente en altares de recuerdo a Navalni. Está por ver si se producirán grandes protestas o si Putin ha terminado de asfixiar la esperanza de la oposición.

Mientras los líderes mundiales se reunían sobre un escenario en Múnich para debatir sobre qué hacer con Rusia y los restos de la arquitectura de seguridad que deja su invasión a gran escala de Ucrania, el rostro más conocido de la oposición rusa, Alexéi Navalni, tropezaba tras un paseo en la colonia penitenciaria ártica donde se le mantenía prisionero. No volvió a levantarse. Tras "practicarle los procedimientos necesarios de reanimación" durante una media hora, el Servicio Penitenciario ruso anunció su muerte.

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