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¿Pero qué hacen realmente casi 50 líderes europeos en Granada?
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Poder blando en el sur

¿Pero qué hacen realmente casi 50 líderes europeos en Granada?

La ciudad andaluza acoge una multitudinaria cumbre europea donde se discutirá de asuntos muy serios, pero también habrá paseos por la Alhambra y menús con dos estrellas Michelin. Zelenski ha llegado a Granada a primera hora de este jueves

Foto: Vista general de la Alhambra de Granada. (EFE/Miguel Ángel Molina)
Vista general de la Alhambra de Granada. (EFE/Miguel Ángel Molina)

Granada será este jueves y viernes la capital política de Europa. No es una exageración. El jueves, si uno busca qué líderes europeos no están en las calles de la ciudad andaluza, solamente encontrará a un grupo relativamente pequeño de jefes de Estado y de Gobierno en sus respectivas capitales, como Aleksandr Lukashenko en Minsk (Bielorrusia) y Vladímir Putin en Moscú (Rusia), Pero el resto de líderes europeos están aquí. El único, más allá de los líderes ruso y bielorruso que uno no podía cruzarse en la ciudad andaluza es Francisco, el papa, jefe de estado de Ciudad del Vaticano. Pero poco más.

En las calles de Granada han ido llegando a lo largo de la mañana los Veintisiete, los líderes de la Unión, pero también prácticamente todos los demás países europeos, salvo Turquía, después de que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, haya cancelado su asistencia en el último momento —al igual que Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán—. Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, ha confirmado su presencia en el último momento por cuestiones de seguridad. “He llegado a Granada, España, para participar en la cumbre de la Comunidad Política Europea”, ha escrito en X (antes Twitter). Se trata del gran hito del semestre español al frente del Consejo de la Unión Europea, la cumbre a la que más importancia ha dado la Moncloa, que quiere resaltar que será una reunión histórica. Pero, realmente, ¿qué hacen tantos líderes reunidos en España?

Foto: Salvamento Marítimo rescata a otro centenar de inmigrantes en Lanzarote. (EFE/Adriel Perdomo)

En realidad, no se celebra una reunión, sino dos. La primera, este jueves, es la de la Comunidad Política Europea (EPC, por sus siglas en inglés), una idea original del presidente francés Emmanuel Macron que busca ofrecer a los países de Europa que están fuera de la UE, tanto los que son candidatos como los que no, un foro común, un espacio en el que compartir una visión estratégica de la región en pie de igualdad y para hablar sus intereses y su futuro. El viernes llegará el turno del Consejo Europeo, la reunión habitual de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, sin los líderes del resto de países de la región.

Foto: El Rey Felipe VI se reúne con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en la Alhambra durante la cumbre de la Comunidad Política Europea. (EP/Casa S. M. el Rey)

¿Qué es la EPC?

No se trata de una reunión de la Unión Europea, no está organizada por la Unión ni tampoco tiene ningún tipo de carácter formal. Es un foro pensado para que los líderes se conozcan, charlen, se acerquen y entablen relaciones casi personales. El objetivo es también buscar una manera alternativa para que la UE se relacione con los socios de su vecindario, rompiendo esa dinámica por la que la única manera de tener lazos con el bloque si estás fuera de él es como candidato a la adhesión.

Es una manera que inventó París y que apoyó e impulsó desde Bruselas Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. Intenta trazar un camino eficiente para influir en la región y atraer hacia los Veintisiete a otros países del vecindario sin promesas de entrada en el club comunitario. La primera reunión se celebró en 2022 en Praga, aprovechando que República Checa ostentaba la presidencia del Consejo de la Unión Europea. El segundo encuentro fue fuera del club, en Chisináu (Moldavia), a solamente unos kilómetros de la frontera con Ucrania, en un claro mensaje a la Rusia de Putin. La tercera cumbre toca, de vuelta, en un país de la Unión, y recae en España, aprovechando la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea.

Foto: La presidenta de Moldavia, Maia Sandu, pronuncia su discurso en una sesión informativa en el palacio presidencial de Chisináu. (EFE/Dumitru Doru)

“Es una tradición, es ya el tercer encuentro”, explica una fuente europea. El Gobierno ha organizado la reunión dividiendo a los líderes en distintas mesas redondas o grupos de trabajo, que abordarán asuntos como la energía, el medioambiente o la dimensión geoestratégica de Europa. La misma fuente destaca la importancia de abordar estos asuntos con socios europeos de fuera del club, pero, además, subraya lo fundamental que es que los líderes se traten, se conozcan, se mezclen.

¿Pero van a trabajar o a pasarlo bien?

En realidad, un poco las dos cosas, aunque vienen más a disfrutar que a trabajar. Las cumbres están pensadas también para esa dimensión informal, casi distendida. Por eso, el Gobierno organiza una visita a la Alhambra con los 47 líderes, seguida de una cena de gala, que ofrecerá el chef Paco Morales, del restaurante Noor de Córdoba, que cuenta con dos estrellas Michelin. Este tipo de eventos sirven para que el país huésped saque músculo y muestre al resto de los socios su cultura, su patrimonio y su capacidad de organizar eventos. En muchas ocasiones, buscan potenciar la imagen del país.

Pero es también una forma de diplomacia blanda. Porque en el mundo de las relaciones internacionales las cosas son mucho más sencillas, incluso básicas. Hay menos posibilidades de que otro líder tome una decisión que te puede afectar mucho si tiene un buen recuerdo del país, si quedó impresionado y si le gustó su tiempo en la ciudad en la que se organiza el encuentro. También sirve incluso para mejorar la relación entre los distintos jefes de Estado y de Gobierno. Las cumbres internacionales están también para que se conozcan mejor, para que tengan más relación personal, para romper estereotipos y tratar de tender puentes.

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¿Y los países que se llevan mal?

De hecho, uno de los principales objetivos es precisamente juntar a países que no se caen especialmente bien. Se esperaba que la cumbre diera la posibilidad de sentar a Armenia y Azerbaiyán en una misma mesa de negociación solamente unos días después de que el Ejército azerbayano haya expulsado a las fuerzas armenias de la región de Nagorno Karabaj, que se llevan disputando desde hace décadas. Finalmente, el líder azerbaiyano ha decidido no participar en el encuentro, y, en consecuencia, el resto de jefes de Estado y de Gobierno probablemente tiendan de forma más clara la mano a Armenia para ofrecerle apoyo. El Gobierno ruso ha abandonado a su suerte al armenio, y para la nueva visión geopolítica de Europa eso puede llegar a ser una oportunidad.

Foto: Refugiados de Nagorno-Karabaj, ek 26 de septiembre. Irakli Gedenidze / REUTERS

Hay otro ejemplo. Serbia y Kosovo también estarán presentes en la reunión, a pesar de que hace pocos días la tensión volvió a estar por las nubes entre Belgrado y la región que declaró unilateralmente su independencia en el 2008. Forma parte de la estrategia europea, de la manera de hacer las cosas “a la europea”. Es más difícil que un líder de una orden que pueda generar problemas brutales a otro, incluso quizás una guerra, si se conocen personalmente, si se tratan, si pasean por la Alhambra y charlan de cosas más allá de la política. Esos vínculos personales, esos puentes, están en el corazón de la idea del proyecto europeo, y se trasladan también a la Comunidad Política Europea.

¿Y el Consejo Europeo?

El viernes será el turno del Consejo Europeo, que tiene un carácter menos festivo. Los líderes de los Veintisiete se ven continuamente, por lo que esos lazos y esas relaciones personales ya las tienen más trabajadas. Uno de los grandes asuntos del Consejo Europeo será la reforma institucional que la Unión tiene que afrontar si quiere abrir la puerta a nuevos socios, algunos de los que el jueves estarán sentados en la mesa. Por ejemplo, en Bruselas y en muchas capitales hay la convicción de que, si se amplía la UE sin cambiar las reglas de voto para sacar adelante medidas, el club dejará de funcionar.

Foto: Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. (Europa Press/Jonas Roosens)

Ya con 27 miembros, la Unión queda paralizada en algunas ocasiones, ya que el derecho a veto en determinados campos —como, por ejemplo, las sanciones—, combinado con el gran número de socios y sus muchos y diferentes intereses y prioridades, hace que haya muchas decisiones que resultan casi imposibles de sacar adelante. Por ello, la idea de mantener las mismas reglas para un club de más de 30 socios genera mucho rechazo.

Ucrania siempre está en la agenda, y su incorporación a la Unión Europea también. De hecho, lo curioso es que Kiev ha resucitado un debate que parecía enterrado. Muchos entre los Veintisiete han visto en el caso de la guerra en Ucrania un claro ejemplo práctico de por qué Europa tiene que ampliarse y tiene que añadir a nuevos socios. Pero la idea de abrir la puerta a Ucrania es algo totalmente diferente. Es un país enorme, una potencia agrícola que se convertiría en un socio que cambiaría por completo todos los equilibrios internos de la Unión. Nadie lo dirá con tanta claridad en la sala el viernes, pero la idea estará ahí.

También hablarán de migración, ya que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha pedido a Michel y al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que incluyan el asunto en la agenda de los líderes. Roma se encuentra en un momento delicado, con la isla de Lampedusa viéndose superada y con el principal partido del Gobierno, Fratelli d’Italia, incumpliendo su promesa electoral de que frenaría la llegada de inmigrantes. Los jefes de Estado y de Gobierno lo debatirán después de que a nivel técnico hayan llegado a un acuerdo en las últimas horas para intentar cerrar cuanto antes un nuevo pacto de inmigración y asilo.

Granada será este jueves y viernes la capital política de Europa. No es una exageración. El jueves, si uno busca qué líderes europeos no están en las calles de la ciudad andaluza, solamente encontrará a un grupo relativamente pequeño de jefes de Estado y de Gobierno en sus respectivas capitales, como Aleksandr Lukashenko en Minsk (Bielorrusia) y Vladímir Putin en Moscú (Rusia), Pero el resto de líderes europeos están aquí. El único, más allá de los líderes ruso y bielorruso que uno no podía cruzarse en la ciudad andaluza es Francisco, el papa, jefe de estado de Ciudad del Vaticano. Pero poco más.

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