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Por mucho que arda París, Macron está atrincherado... porque ya no tiene nada que perder
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Cambios en la edad de jubilación

Por mucho que arda París, Macron está atrincherado... porque ya no tiene nada que perder

El 'decretazo' de Macron sobre la reforma de las pensiones ha generado mucha polémica en Francia. La popularidad del presidente ha caído en picado tras varias semanas de disturbios

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron. (Reuters/Ludovic Marin)
El presidente francés, Emmanuel Macron. (Reuters/Ludovic Marin)

Nunca las paredes del Elíseo parecieron tan gruesas. La deriva de Emmanuel Macron hacia la sordera institucional es evidente: el presidente de la República ha fracturado —quizá sin remedio— a la sociedad francesa, ha inflamado las calles y ha roto su alianza política en apenas unos meses por mantener una reforma de las pensiones que, a juicio de la mayoría de los expertos, no era tan urgente como para forzar su aprobación de manera tan expeditiva en contra de tantos.

Ampliar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años ha sido la mecha que ha incendiado las calles de París y Francia. Los sindicatos y oposición han promovido varias jornadas de protestas, dejando cientos de manifestantes detenidos y numerosos altercados en las principales ciudades del país. La reforma aprobada hace dos semanas por el Gobierno de Emmanuel Macron ha supuesto una ruptura en la coalición que ya se tambaleaba antes del 'decretazo' constitucional para saltarse al Parlamento.

Foto: Policía desplegada en las calles de París ante las protestas. (EFE/Teresa Suárez)

La oposición de derecha a izquierda entona el 'os lo dije' para con un presidente juzgado como elitista, arrogante y testarudo. El centro-derecha está absolutamente perdido. Muchos se preguntan por qué se ha tomado el camino de arrasar con el debate parlamentario y dejar tierra quemada para los cuatro años que quedan de legislatura.

¿Por qué Macron se echa al monte?

El analista Alain Minc cree que esta reforma, a ojos del presidente, es fundamental para dar una señal a "los mercados" de que, tras el aumento de la deuda debido a la crisis del covid, Francia está dispuesta a hacer sacrificios para seguir disponiendo de dinero barato a la hora de financiarse. Pero ni Macron ni su entorno se atreven a aducir esta razón, y se siguen escudando en la "sostenibilidad del sistema de pensiones", algo cada vez menos convincente para los franceses.

Para el sociólogo Michel Wieviorka esto es perfectamente coherente con la manera de gobernar de Macron, que usa el poder "de arriba a abajo", saltándose los intermediarios constitucionales.

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"En muchas ocasiones, sobre todo durante la crisis de la pandemia, ha decidido subordinar los poderes legislativo y judicial al Ejecutivo para librar esa guerra, como dijo. En la lucha contra el terrorismo, se comprometió a usar medidas de excepción. Y en lo social no toma en cuenta a los sindicatos, ni siquiera al reformista Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), una actitud que no solamente se da en la reforma de las pensiones", explica Wieviorka. Macron prefiere los encuentros "directamente" con los electores, y parece que los poderes pueden ser soslayados si se inmiscuyen en su agenda. Hay mecanismos legales en la V República para que el Presidente pilote el Estado, pero quedan erosionados al abusar de ellos. Y con ellos el sistema mismo.

Jean-Philippe Derosier, profesor de derecho constitucional de la Universidad de Lille, sentencia: "Emmanuel Macron fue reelegido democráticamente, pero ha sido derrotado políticamente". Para Derosier el uso del 49.3 es una muestra de que "no aprende la lección".

Una lección que se ve en las calles. El 70% de los franceses está en contra de esta reforma de las pensiones, la popularidad de Macron ha caído a un "suelo" del 26%, con el 50% de los galos sin "ninguna confianza" en el presidente. Los apoyos parlamentarios a su Gobierno se tambalean.

Foto: El rey Carlos en una imagen de este jueves en Londres. (Reuters/Kirsty Wigglesworth)

El de 20 de marzo fracasaron dos mociones de censura en el Parlamento después de que el Ejecutivo decidiera usar el polémico artículo 49.3 que permite aprobar leyes sin votación de las cámaras. A pesar de que la extrema izquierda y la extrema derecha tienen representación nutrida y se odian mutuamente, la moción se quedó a apenas 9 votos de prosperar. "Cuando un Gobierno depende de nueve votos, no podemos decir que todo va bien y... circulen, aquí no hay nada que ver", decía después de la votación el diputado macronista Patrick Vignal.

Pues bien, es precisamente lo que quiere hacer el presidente: aquí no ha pasado nada. Macron, que no puede presentarse a la reelección, hace suyos los vicios del gobernante que está a salvo de sus electores. Lo suyo es una visión profética de lo que debe ser Francia, y está dispuesto a ir un paso más allá que cualquiera. Incluso a ignorar a sus interlocutores.

El miércoles de la semana que viene el Gobierno ha convocado a los sindicatos en Matignon (palacio del Primer Ministro) a "hablar del mercado de trabajo", dejando muy claro que no se hablará del retraso de la edad de jubilación de 62 a 64 años. Sorprendente para unos sindicatos que llevan 10 jornadas de manifestaciones desde que se aprobó la reforma, con un gran seguimiento en cada una de las protestas. El tema capital del debate actual en Francia se queda fuera de la agenda: ¿de qué se hablará entonces?

El secretario general de la (moderada hasta ahora) CFDT, Laurent Berger, se alinea desde hace semanas con una retórica alineada más propia de sindicatos a la izquierda. "Nadie le va a imponer de qué tiene que hablar" a la CFDT, y "si no se habla de la edad de jubilación, nos levantaremos de la mesa". Tras esto levantó una advertencia: "Si se apuesta porque la protesta se va a marchitar, habrá algo más grave, un resentimiento que todo el mundo pagará caro", auguró Berger.

Foto: Huelga nacional en Francia contra el proyecto de reforma de las pensiones. (EFE / Yoan Valat)

Ignorar para ganar por cansancio. Parece que es lo que quiere el Gobierno. Una estrategia para mantener el pulso hasta que las protestas languidezcan y la gente, asfixiada por la pinza entre el encarecimiento de la vida y la pérdida de días de sueldo, huelga a huelga, termine por capitular. En esa tesis estarían figuras preeminentes del Gobierno como el ministro de Economía, Bruno Le Maire, y el de Hacienda, Gabriel Attal… y ambos suenan como posibles sustitutos de Borne, consciente de su posición cada vez más clara de fusible del presidente.

Fuentes del Gobierno apuntan precisamente a que la protesta del 28 de marzo fue menos numerosa, y que ya empieza a perder fuelle. En su última entrevista, la primera tras la aprobación de la reforma, Macron se dedicó a destacar la violencia, a echar la culpa de la misma a la extrema izquierda y a reconocer apenas un descontento en la población. De esa entrevista cabe destacar que piensa que su reforma no tiene fallos.

"Es verdad que hay protestas, pero eso no significa que haya que pararlo todo", dijo este jueves al presentar su plan sobre "ahorro de agua", como parte de la lucha contra el cambio climático. Un pasar página mientras en la anterior página siguen ardiendo las ciudades.

El presidente tiene la esperanza de que los jóvenes, que en realidad ya se van a jubilar de facto a los 67 años, le compren el relato y atiendan a asuntos que les afectan más de cerca. Los jóvenes han sido uno de los motores de estas protestas contra la reforma, y no es casual que el Gobierno haya aprobado en estos días un aumento de las becas, una medida que se ha colado de repente en la agenda para quizás apaciguar sus ánimos.

Si Macron no da un paso atrás, y no parece que lo vaya a dar, la última batalla se librará en el Consejo Constitucional, que se debe pronunciar sobre la reforma el 14 de abril. Además de anular alguna parte por anticonstitucional, el consejo podría dar por válida la propuesta de la oposición de que se celebre un referéndum sobre la edad de jubilación. Según una reciente encuesta, un 71% de los franceses (incluidos un 30% de los votantes macronistas) quieren que se celebre un referéndum sobre ello.

Si se da luz verde a la votación, los próximos meses van a ser insostenibles para un presidente que ha hecho de la reforma de las pensiones el hecho diferencial de su presidencia. Y si no, habrá que ver cómo reacciona la calle ante un presidente que apenas se esfuerza por explicar sus acciones, y menos por convencer.

Nunca las paredes del Elíseo parecieron tan gruesas. La deriva de Emmanuel Macron hacia la sordera institucional es evidente: el presidente de la República ha fracturado —quizá sin remedio— a la sociedad francesa, ha inflamado las calles y ha roto su alianza política en apenas unos meses por mantener una reforma de las pensiones que, a juicio de la mayoría de los expertos, no era tan urgente como para forzar su aprobación de manera tan expeditiva en contra de tantos.

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