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¿Destruyó EEUU el Nord Stream? Luces y sombras del periodista que asegura dar la exclusiva del año
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Rusia exige una investigación internacional

¿Destruyó EEUU el Nord Stream? Luces y sombras del periodista que asegura dar la exclusiva del año

El periodista Seymour Hersh asegura que la Administración Biden dinamitó los gasoductos por el rechazo que le provocaba la relación energética entre Alemania y Rusia

Foto: Lugar donde se produjo la rotura del Nord Stream 2 cerca de Bornholm en Dinamarca. (Reuters/Defensa de Dinamarca)
Lugar donde se produjo la rotura del Nord Stream 2 cerca de Bornholm en Dinamarca. (Reuters/Defensa de Dinamarca)

Uno de los últimos sabuesos de la edad de oro del periodismo norteamericano, Seymour Hersh, autor de exclusivas históricas como la matanza de My Lai, los papeles del Pentágono o las torturas de Abu Graib, ha publicado en su página de Substack lo que parece ser una nueva bomba. Un comando de buceadores de EEUU habría volado el pasado otoño tres de los cuatro gasoductos Nord Stream 1 y 2 que conectan Alemania y Rusia a través del mar Báltico. La noticia ha sido esgrimida por los críticos de Washington, empezando por Rusia, como la prueba definitiva de la autoría estadounidense, pero también ha sido tachada de bulo glorificado por aquellos que acusan a Hearsh de haberse convertido en una parodia de lo que fue: un periodista crítico con el poder americano, tan crítico que habría terminado entregando su pluma a las narrativas manejadas por las dictaduras de Siria y Rusia.

El artículo de Hersh asegura que la Administración Biden tuvo la idea de dinamitar los gasoductos en diciembre de 2021, fruto del rechazo que le provocaba la relación energética entre Alemania y Rusia. En junio de 2022, ya durante la guerra de Ucrania y bajo la cobertura de las maniobras Baltop 22, un equipo de buceadores de élite habría colocado en secreto los explosivos. Estos habrían sido detonados tres meses después, el 26 de septiembre, durante la escalada militar frente a Rusia. Noruega habría participado, y Suecia y Dinamarca habrían prestado su connivencia.

Foto: Logotipo de Gazprom. (Reuters/Dado Ruvic)

Poco después de publicar la historia, cuya firma tiene el peso legendario de otras exclusivas y docena y media de premios periodísticos, incluido el Pulitzer, la Casa Blanca la tachó de "completamente falsa", igual que el Gobierno de Noruega. La portavoz del Gobierno de Rusia, por el contrario, declaró que Estados Unidos tenía que responder a muchas preguntas respecto de estas voladuras. Por su parte, el presidente de la Duma Estatal de Rusia, Viacheslav Volodin, pidió una investigación internacional para esclarecer lo ocurrido. Volodin describió la voladura como "un ataque terrorista en su cuenta de Telegram" y dijo que la estrategia que habrían utilizado los buzos estadounidenses "recuerda al Tercer Reich alemán".

Las principales cabeceras estadounidenses, que en su día publicaban gustosamente las primicias de Hersh, han optado por no hacer ni una referencia a su artículo. The New York Times calificó la voladura de “misterio”, y esa continúa siendo la etiqueta oficial meses después. EEUU y sus aliados dicen sospechar de Moscú, que habría mandado una señal de hasta dónde estaría dispuesto a llegar en su guerra contra Ucrania. Incluso a dinamitar los últimos puentes que la unían con Occidente. Rusia acusa a EEUU y Reino Unido, que se habrían asegurado de que la pragmática relación ruso-germánica está físicamente hundida, y dañada, en el fondo del mar Báltico.

“Meses después, después de varias investigaciones, hay cero evidencias de que los rusos volaran el Nord Stream 1/2”

El desdén de los medios tradicionales hacia el último texto del reportero, de 85 años, se puede explicar de varias formas. Más allá de la gravedad de la acusación, Hersh hace la compleja reconstrucción de la voladura, desde que el gabinete Biden barajó presuntamente la idea en 2021, hasta su ejecución en coordinación con la Armada de Noruega, apoyándose únicamente en una fuente. Una fuente que habría tenido acceso a las más altas cadenas de decisión de una operación tan secreta que se hizo a espaldas de los comités pertinentes del Congreso de EEUU. Aunque con la participación o conocimiento, por otro lado, de varios gobiernos extranjeros.

Pero, sobre todo, la imagen del periodista Hersh, antaño la de un valeroso sabueso que no se detenía ante nada para sacar a la luz los abusos del Gobierno estadounidense, la viva encarnación con gafas del Cuarto Poder, lleva años degradándose a ojos del establishment. Entre 2013 y 2015 publicó una serie de artículos en los que cuestionaba, u ofrecía distintas versiones, del ataque sirio con gas sarín a civiles, un crimen documentado por los inspectores de Naciones Unidas presentes en la zona y por otras organizaciones como Human Rights Watch. En una entrevista de 2018, Hersh parecía minimizar el comportamiento del dictador sirio Bashar Al Asad, que libraba una "guerra justa", y cuestionaba que Osama Bin Laden hubiera estado detrás de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

La caída de Hersh

"¿Qué le ha pasado a Seymour Hersh?", se preguntaba ese año Steve Bloomfield, jefe de la sección de noticias de The Observer. Bloomfield, picado por la curiosidad que le generaron estas últimas investigaciones y las memorias de Hersh, Reporter, entrevistó al veterano periodista. El encuentro terminó porque Hersh tenía que marcharse a participar en un programa de RT, la televisión estatal rusa que emite en inglés, español, francés y árabe, y que está financiada directamente por el Kremlin.

"La relación de décadas que Hersh tenía con el New Yorker acabó en 2012, cuando [el director de la revista David] Remnick rechazó una pieza sobre la muerte de Osama Bin Laden que iba contra la línea oficial del Gobierno", escribe Bloomfield. "En su lugar, recurrió al London Review of Books, donde se centró en Siria". El periodista añade que el espíritu crítico de Hersh, tan implacable cuando se trataba de fiscalizar a los gobiernos de Richard Nixon, George W. Bush o Barack Obama, "está completamente ausente".

Foto: Tuberías en las instalaciones del gasoducto Nord Stream 2 en Lubmin, Alemania. (EFE/EPA/Hannbinal Hanschke)

Otra razón posible, que se puede unir o puede matizar las dos anteriores, es el cierre mediático de filas en cuestiones tan sensibles como la invasión rusa de Ucrania, que a veces generan una corriente narrativa tan popular y poderosa en la que las voces críticas pueden acabar ahogándose, arrojadas a los mismos márgenes que los troles y las teorías conspirativas.

Distintos analistas, sin abrazar de lleno la conclusión de Seymour Hersh, han vuelto a barajar las razones por las que piensan que Estados Unidos podría ser el principal sospechoso. “Meses después, después de varias investigaciones, hay cero evidencias de que los rusos volaran el Nord Stream 1/2”, tuiteó Ian Bremmer, fundador y CEO de la consultora de riesgo político Eurasia Group. “Ni informes forenses, ni un e-mail, ni un atisbo de inteligencia. Inusual, dada la extraordinaria inteligencia que Estados Unidos tenía de la invasión rusa. A no ser que no haya sido Rusia”.

Uno de los últimos sabuesos de la edad de oro del periodismo norteamericano, Seymour Hersh, autor de exclusivas históricas como la matanza de My Lai, los papeles del Pentágono o las torturas de Abu Graib, ha publicado en su página de Substack lo que parece ser una nueva bomba. Un comando de buceadores de EEUU habría volado el pasado otoño tres de los cuatro gasoductos Nord Stream 1 y 2 que conectan Alemania y Rusia a través del mar Báltico. La noticia ha sido esgrimida por los críticos de Washington, empezando por Rusia, como la prueba definitiva de la autoría estadounidense, pero también ha sido tachada de bulo glorificado por aquellos que acusan a Hearsh de haberse convertido en una parodia de lo que fue: un periodista crítico con el poder americano, tan crítico que habría terminado entregando su pluma a las narrativas manejadas por las dictaduras de Siria y Rusia.

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