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El constante fantasma de Zelenski: así funciona la corrupción en Ucrania
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El constante fantasma de Zelenski: así funciona la corrupción en Ucrania

El último gran implicado en la corrupción de Kiev ha sido el ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov, pero no es la única persona que está en el alambre de la corrupción en Ucrania

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (EFE/Sergey Dolzhenko)
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (EFE/Sergey Dolzhenko)
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Una de las constantes de la historia de la Ucrania independiente ha sido la corrupción y la lucha contra la misma. Una especie de tango en el que se embarcan todos los gobiernos, frente a la impaciencia de unos ciudadanos frustrados al ver cómo se dilapida la potencial abundancia ucraniana. La pregunta que se hacen ahora, ante un nuevo baile de sillas y redadas televisadas, es si esta vez, con la nación bajo asedio, la ley marcial y un presidente popular y fortalecido, es distinto. Si por fin estas operaciones en que los agentes enmascarados humillan a un oligarca son reales, o solo un teatro para pasarle la mano por el lomo a la opinión pública.

La figura de más alto rango que dejará su puesto, según un cercano aliado del presidente Volodímir Zelenski, es Oleksiy Reznikov, ministro de Defensa y responsable de haber asegurado el flujo vital de armas occidentales a las filas ucranianas. El entorno de Zelenski no ha relacionado la marcha del titular con la corrupción, pero el ministerio que dirige Reznikov había sido acusado recientemente de comprar comida a precios inflados y material militar de mala calidad: un escándalo que ya le costó el empleo a su número dos, Vyacheslav Shapovalov.

Foto: Kyrylo Budanov. (EFE/Roman Pilipey)

En las últimas dos semanas, Zelenski ha ordenado o recomendado el despido de más de una docena de altos cargos, entre ellos asesores, viceministros, fiscales y gobernadores, además de numerosos puestos medios, especialmente en el Servicio de Aduanas Ucraniano. En estos momentos, no está claro si Reznikov se encargará de otra cartera, como la de Estrategias Industriales. Él ha dicho que no recibió este ofrecimiento de parte del presidente y que, de hacerlo, lo rechazaría. El nuevo ministro de Defensa será el general Kyrylo Budanov, de 37 años, a la sazón jefe del Servicio de Inteligencia Militar ucraniano. Uno de los pilares del esfuerzo militar.

"La guerra dicta las políticas de personal. El tiempo y las circunstancias requieren refuerzo y reposicionamiento", declaró David Arajamia, líder del partido oficialista Servidor del Pueblo y aliado cercano del presidente Zelenski, este domingo. "El enemigo se prepara para avanzar. Nosotros nos preparamos para defendernos", declaró.

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Paralelamente a los cambios del Gobierno, las audiencias ucranianas han podido ver en la televisión y en las redes sociales a uno de los oligarcas más poderosos del país, Ihor Kolomoisky, rodeado de agentes del Gobierno en el salón de su casa. Kolomoisky ha sido considerado el padrino de Zelenski, que desempeñó parte de su carrera audiovisual en los canales del oligarca, también de confesión judía y precedente de las regiones industriales del sureste del país. Una relación que parece haberse quebrado. En 2022, Zelenski retiró la ciudadanía ucraniana a Kolomoisky, que también es chipriota e israelí, y ahora sus emisarios le hacen una redada por sospechas de malversación de 1.000 millones de dólares en consorcios energéticos.

Al mismo tiempo, algunos elementos empañan estas medidas de lucha contra la corrupción. El primero es el contexto de la guerra y de la asistencia occidental. Ucrania se dispone a contrarrestar la previsible ofensiva rusa que se dará, según diferentes estimaciones, a finales del invierno o a principios de la primavera. Sus aliados lo saben y por eso han elevado la calidad de las armas pesadas que mandan a Ucrania. De recibir uniformes, balas, cascos, prismáticos o misiles antitanques, los ucranianos pasaron a obtener sistemas lanzamisiles, luego los codiciados sistemas antiaéreos Patriot, carros blindados y, en los últimos días, la promesa de tanques de última generación: el pilar central de las operaciones combinadas que se necesitarían para romper el dominio ruso en parte de los territorios ocupados.

Dado que estas entregas no vienen desprovistas de ansiedad por parte de los aliados, el Gobierno de Zelenski habría lanzado una limpia destinada a acallar los murmullos, diseminados o ampliados por la propaganda rusa, de que el Gobierno de Ucrania sigue siendo una estructura carcomida por las corruptelas y el envilecimiento. La reciente visita de alto nivel de los representantes europeos a Kiev habría sido un importante incentivo para hacer un sonoro y visible lavado de cara.

Otra dimensión de la campaña está en los organismos utilizados para llevarla a cabo. Como apunta en Deutsche Welle Volodímir Fesenko, director del Centro Penta de Estudios Políticos Aplicados, las agencias que han lanzado estas operaciones son el SBU (Servicio de Seguridad Ucraniano) y el DBR (Oficina de Seguridad Económica): dos entes estrechamente ligados a la presidencia. Otros organismos más independientes, como NABU (Oficina Nacional Anticorrupción) y SAPO (Oficina del Fiscal Especializada en Anticorrupción), se han mantenido al margen, lo que puede reflejar el aspecto coreográfico y medido de la operación por parte de Zelenski.

Un tercer elemento a destacar es que este tipo de operaciones no son inéditas en la historia reciente de Ucrania. La corrupción ha estado tradicionalmente a la cabeza de los problemas que más preocupan a los ucranianos, tal y como reflejan las encuestas, y, como consecuencia, los sucesivos gobiernos han lanzado sus respectivas campañas contra el latrocinio. Incluso los más espantosamente corruptos.

Foto: Foto: Reuters/Oficina Presidencial de Ucrania.

El 1 de julio de 2011, una nueva ley entró en vigor en Ucrania: la flamante Ley Anticorrupción ucraniana, que llevaría la lucha contra esta lacra a los más altos niveles internacionales de rigor y transparencia. El presidente que la firmó era Viktor Yanukóvich, que pasó de ser un árbitro de las distintas esferas de corrupción del país, como habían sido sus antecesores, a tratar de doblegarlas y de concentrarlas en sus manos. Sus cuatro años de presidencia consistieron en el intento de monopolización de los sobornos, las mordidas, las compañías pantalla y otras operaciones ilegales que alcanzaron su expresión física en la mansión de Mezhyhirya, donde todavía se apelmazan, ahora como museo, montañas siderales de lujo kitsch.

Uno de los mayores agravios que encendieron la rebelión del Maidán en 2014, desencadenada por la renuncia a última hora de Yanukóvich a firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea, después de meses de amagos, fue la corrupción. En aquellas semanas en que se abría una brecha política entre las regiones rusófonas del este y las más europeizadas del oeste y del centro, lo que más unía a los ucranianos de cualquier índole era su rabia contra los corruptos. Y fue la corrupción una de las principales obsesiones de los activistas que hicieron huir a Yanukóvich.

Foto: Vista tomada a través del cristal roto de una ventana que da al solar de un edificio residencial dañado mientras continúan las labores de rescate, en Dnipro. (EFE/Oleg Pertasyuk)

La mansión de Mezhyhirya fue cribada en busca de documentos incriminatorios, muchos de ellos hallados en los estanques de la mansión, a medio deshacer en las trituradoras o todavía llameando en los rescoldos de las hogueras. Periodistas, políticos y militantes se unieron para poner en pie la lustratsiya: la limpia. Ucrania debía iniciar un capítulo nuevo, un capítulo de responsabilidad y transparencia, y para ello se trató de establecer un andamiaje de leyes y contrapesos burocráticos.

En vísperas de la invasión a gran escala de Ucrania, sin embargo, el país seguía a la cola de los tradicionales índices de medida de la corrupción. En enero de 2022, Transparencia Internacional otorgaba a Ucrania el puesto número 123 de 180 en el índice de percepción de corrupción pública, por detrás de Argelia, Zambia, Filipinas o El Salvador. Una imagen negativa, la que tienen muchos ucranianos de sus instituciones que, por otro lado, no se mantiene estática en el tiempo.

Pese a que muchas de las caras elevadas al Gobierno pos-Maidán en 2014 eran más que conocidas, empezando por la del propio presidente, Petro Poroshenko, un oligarca del chocolate que había sido parte de los viejos gobiernos, Ucrania vive poco a poco un cambio generacional: un rejuvenecimiento de las élites impulsado por el Maidán y por el mero paso del tiempo. Una de las maneras de leer la actual situación en Ucrania es un enfrentamiento entre dos generaciones: la de quienes alcanzaron la madurez en la era soviética, como Vladímir Putin, y la de quienes todavía no eran mayores de edad, o ni siquiera habían nacido, cuando esta se vino abajo. Personas como el productor audiovisual y dicharachero actor cómico Volodímir Zelenski, catapultado a la presidencia sin haber pisado la política, salvo en la ficción, como consecuencia del hartazgo con la generación anterior de los sovok.

Es en este contexto de cambio en que se ha de entender Ucrania, un país que, en el lustro anterior a la agresión del 24 de febrero, había logrado digitalizar los servicios del Gobierno, despuntar en sectores como la ciberseguridad y los servicios informáticos, y descentralizar con éxito una economía antaño anquilosada. Una serie de modernizaciones interrumpidas de cuajo por la guerra a mayor escala desde la Segunda Guerra Mundial, que ha desplazado, de momento, las otras prioridades nacionales.

Una de las constantes de la historia de la Ucrania independiente ha sido la corrupción y la lucha contra la misma. Una especie de tango en el que se embarcan todos los gobiernos, frente a la impaciencia de unos ciudadanos frustrados al ver cómo se dilapida la potencial abundancia ucraniana. La pregunta que se hacen ahora, ante un nuevo baile de sillas y redadas televisadas, es si esta vez, con la nación bajo asedio, la ley marcial y un presidente popular y fortalecido, es distinto. Si por fin estas operaciones en que los agentes enmascarados humillan a un oligarca son reales, o solo un teatro para pasarle la mano por el lomo a la opinión pública.

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