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Uno de los mayores expertos en la URSS te explica lo que nunca entendimos de Gorbachov
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Entrevista con Vladislav Zubok

Uno de los mayores expertos en la URSS te explica lo que nunca entendimos de Gorbachov

El profesor de historia de la London School of Economics y autor de 'Colapso. La caída de la Unión Soviética', conversa con El Confidencial sobre el legado del exlíder y las narrativas erróneas en torno a su persona

Foto: Mijaíl Gorbachov, junto a Margaret Thatcher. (Getty)
Mijaíl Gorbachov, junto a Margaret Thatcher. (Getty)

“Gorbachov es una persona difícil de entender”. Esta afirmación no viene de ningún analista o historiador, sino del propio Mijaíl Gorbachov, quien, como recordaba en su libro el biógrafo William Taubman, acostumbraba a referirse a sí mismo en tercera persona. No le faltaba razón. La muerte del último líder de la Unión Soviética en la noche del pasado martes desató un abanico enorme de opiniones enfrentadas sobre su figura. ¿Merecía ser tan denostado en Rusia o tan aplaudido en Occidente? ¿Fue un idealista con una visión clara o un reformista que no pudo impedir el colapso y desintegración de su imperio? ¿Fue el principal responsable del fin pacífico de la Guerra Fría o un capitán impotente en medio de la tormenta perfecta? ¿Deberíamos respetar a alguien que respaldó desde el principio la anexión rusa de Crimea?

Son preguntas difíciles, pero Vladislav Zubok, profesor de Historia Internacional de la London School of Economics y uno de los principales expertos mundiales en la historia de la Guerra Fría y la Unión Soviética, trata de arrojar luz sobre alguna de ellas en entrevista con El Confidencial. "Gorbachov nunca supo cómo gobernar su complejo país sin toparse de lleno con sus raíces autoritarias", afirma el autor en su obituario, publicado en 'Foreign Policy'. Su último libro, 'Colapso. La caída de la Unión Soviética', publicado en octubre de 2021, estudia la desintegración del imperio desde una perspectiva centrada en la globalización, la economía y el nacionalismo. En él, igual que en su charla con este periódico, defiende que el principal pecado del ex líder soviético fue económico. "Para sustituir lo que él consideraba socialismo estalinista por algún tipo de socialismo con rostro humano, llevó la economía en una dirección totalmente equivocada", asegura Zubok.

Foto: El expresidente soviético Mijaíl Gorbachov, en Berlín, en 2014. (EFE/Jens Kalaene)

PREGUNTA. Una encuesta del Pew Research Center reveló en 2017 que solo el 22% de los rusos pensaba que Mijaíl Gorbachov había tenido un impacto positivo en la historia, en comparación con el 58% de Stalin. ¿Qué nos dice esto sobre Rusia y su relación con su pasado?

RESPUESTA. Nos dice, sobre todo, que la herida de la gran depresión económica que ocurrió tras el colapso de la Unión Soviética sigue abierta para la mayoría de la población rusa. Esto es especialmente cierto para aquella generación que ahora oscila entre los 35 y 40 años. Una minoría de rusos, ucranianos y otros exmiembros de la URSS lograron nuevas oportunidades y una nueva vida por aquel entonces, pero en términos de dinero, en términos de ingresos, de seguridad laboral y de simple seguridad, fue una ruptura muy dura para muchas personas. La vida durante el mandato de Leonid Brezhnev (1964-1982), que era francamente triste y poco inspiradora, de repente se volvió casi de color de rosa en comparación con la nueva realidad.

Creo que la mala imagen de Gorbachov en Rusia es, ante todo, una reacción psicológica a ese perIodo de expectativas fallidas, de una racha muy, muy difícil que duró al menos ocho años, si no más. Luego uno, si quiere, puede profundizar en la mentalidad rusa, en su extraña admiración por los hombres fuertes, duros y con puño de hierro, y su falta de respeto por las muestras de debilidad, pero el primer punto es el más evidente e importante.

P. Como han demostrado las decenas de mensajes de líderes europeos y norteamericanos, Occidente lo recuerda con mucho más aprecio que Moscú.

R. Son dos historias diferentes. Cuando hablo de Gorbachov, suelo usar el comparativo de Jano, el dios romano de dos caras mirando en direcciones opuestas. Una cara es la que ve la gente en Occidente y la otra es la que ve Rusia. Para los primeros, Gorbachov representa la seguridad en la frontera oriental, es el hombre que dio la libertad al pobre pueblo ruso que ahora está siendo muy ingrato con él, que favoreció la reunificación de Alemania y Europa, que sacó a sus tropas del continente, etcétera. Pero del otro lado de la frontera rusa es una historia completamente diferente, una marcada por el fracaso de las reformas económicas, por la miseria, por la corrupción, por la ilegalidad, por el fracaso del Estado, por las expectativas incumplidas, por no ser lo suficientemente duro. Son dos narrativas y visiones totalmente desconectadas una de la otra.

"El núcleo del fracaso de Gorbachov es que arruinó la economía de la URSS"

P. En su último libro, usted argumenta que la caída de la Unión Soviética, a pesar de parecer tan repentina, fue el resultado de un largo declive cuyas raíces fueron, ante todo, de carácter económico. Para cuando Gorbachov tomó las riendas en 1988, ¿era el colapso de la URSS algo inevitable?

R. El declive y los problemas eran estructurales. Los problemas económicos, como la falta de incentivos de un pleno empleo basado en que unos fingían trabajar y otros fingían pagar salarios, eran crónicos. Pero decir que este declive llevaba inevitablemente al colapso y a la desaparición de la URSS de la forma en que sucedió es absolutamente absurdo. La Unión Soviética era una sociedad enormemente industrializada, con unos recursos fenomenales, como vemos ahora con el impacto que Rusia está teniendo en los mercados de alimentos y energía. Cuando uno sigue la guerra de Ucrania y hablan de la gigantesca acerería de Mariúpol o de la mayor planta nuclear de Europa en Zaporiya, ¡todo ello es soviético!

Era una economía colosal que era altamente ineficiente debido a la falta de incentivos, la planificación central y la ausencia de propiedad privada, entre otros factores estructurales. Eso era lo que tenía que cambiarse. Y este es el núcleo del fracaso de Gorbachov, quien para sustituir lo que él consideraba socialismo estalinista por algún tipo de socialismo con rostro humano llevó la economía en una dirección totalmente equivocada. En lugar de estimularla, la arruinó.

P. Sus reformas, principalmente la glásnost y la perestroika, sorprendieron tanto por su amplio alcance como por la rapidez con que intentó implementarlas. Muchos críticos han atribuido su fracaso a lo apresurado que fue su despliegue. ¿Por qué tomó tantos riesgos?

R. Es una pregunta difícil de responder, porque la realidad es que él no se encontraba bajo presión política alguna para comenzar todas las reformas económicas, políticas, ideológicas y constitucionales que emprendió. Parece que tenía la impresión errónea de que tenía que golpear rápido contra un sistema conservador que en el pasado había dado muestras de ser muy difícil de reformar. Quería atacar el sistema desde todas las direcciones y eso es exactamente lo que hizo. Los admiradores de Gorbachov dicen que quienes lo critican por el fracaso de la perestroika no tienen en cuenta que ese tipo de cambios enormes no se hace en unos pocos años. ¡Y eso es cierto! Pero eso es exactamente por lo que ese comportamiento tan romántico e imprudente me resulta tan difícil de entender.

Desató tantos cambios simultáneamente sin ningún tipo de prueba previa y después empezó a desmantelar todos los instrumentos con los que podría haber controlado las reformas, como las finanzas, el poder del partido y los controles propagandísticos e ideológicos. Terminó bien con un solo tipo de fuerza, la que tenían el ejército, la policía y la KGB, y obviamente no quería usarla. ¿Por qué decidió abandonar el resto de métodos de control? Esa es una pregunta interesante.

Foto: Boris Yeltsin sale a bailar en Rostov en 1996. (Getty/Wojtek Laski)

P. Después de la caída del Muro de Berlín, el líder parecía mucho menos propenso a tomar el tipo de medidas drásticas que definieron el inicio de su mandato. ¿De dónde surgió esta indecisión y qué efecto tuvo en su Gobierno?

R. Es cierto. Él actuó con tremenda determinación hasta mediados de 1989. Pero cuando el Muro de Berlín fue derribado y Europa del Este experimentó todas estas revoluciones simultáneas, Gorbachov se volvió más cauteloso. Esa es la explicación habitual, una con la que estoy parcialmente de acuerdo. A partir de 1990, se dio cuenta de lo rápido que las cosas comenzaron a cambiar en la sociedad rusa. Hubo un intento de secesión por parte de Lituania, disturbios en Georgia y todo tipo de caos. Así que comenzó a querer actuar con cautela, porque llegó a temer que se produjera una guerra civil en la URSS. Pero al mismo tiempo, cuando tuvo la oportunidad de evitar las posteriores polarizaciones masivas, decidió no tomarla.

Por ejemplo, creo que una oportunidad perfecta para eso habría sido una reforma radical del mercado. Era una decisión muy dolorosa, pero tenía un gran beneficio, que es que con este tipo de transformaciones la gente empieza a pensar en el dinero y no tanto en cómo matarse unos a otros o en sus rivalidades con determinados grupos étnicos. Eso es lo que pasó en Polonia, cuando todas las facciones pro y anti Solidaridad se desintegraron tras la reforma. Gorbachov tuvo la oportunidad de hacer lo mismo en la primavera de 1990, pero la perdió. ¿Por qué? Porque era enormemente cauteloso. Tenía miedo del choque que supondría para el sistema. Le dijo a uno de los políticos polacos de entonces: "Nosotros no podemos hacerlo. El Gobierno soviético no puede hacerlo porque nos van a barrer. Los comunistas no tenemos la legitimidad suficiente para adoptar medidas tan drásticas que afecten a decenas de millones de personas". Creo que eso es algo falso, porque tenía poder más que suficiente en ese momento para hacerlo. Si él hubiera iniciado en 1990 lo que Boris Yeltsin hizo en 1992, hubiera sido algo mucho más orgánico, mucho más controlado y mucho menos traumático.

"Boris Yeltsin fue el factor más importante para la destrucción de la URSS, no Gorbachov"

P. El final de Gorbachov en el poder fue muy poco ceremonioso. Estuvo bajo arresto domiciliario durante tres días a raíz del fallido golpe de Estado de agosto de 1991 y luego Boris Yeltsin básicamente forzó su renuncia. ¿Qué llevó a su caída?

R. Es algo difícil de explicar a veces, porque mucha gente confunde qué es Rusia y qué es la Unión Soviética. Por aquel entonces, la Federación Rusa era el núcleo de la URSS, pero era una entidad separada del Gobierno central, algo similar a los gobiernos autonómicos españoles. Cuando Gorbachov cambió la Constitución de tal manera que una república tan grande como Rusia, con diferencia la mayor de las 15 soviéticas, pudo elegir por primera vez a una poderosa asamblea, de pronto esta empezó a proclamar su soberanía y a declarar que sus leyes estaban por encima de las de la Unión.

Esta crisis constitucional solo podía ser resuelta por la fuerza o, preferiblemente, por medios constitucionales respaldados por algún tipo de procedimiento democrático. Pero Gorbachov no tomó ninguna de las dos medidas. Se quedó atrapado frente a esta asamblea rusa que, básicamente, estaba librando una guerra de leyes y decretos contra el Gobierno central. Y esta fue la tragedia final para la Unión Soviética de Gorbachov, el permitir que Rusia la abandonara. Sin Rusia, Gorbachov se quedó sin nada. Y al final, Boris Yeltsin, el líder de la Federación Rusa, dijo "todo es mío", incluido el Kremlin. De hecho, considero que Yeltsin es el factor más importante para la destrucción de la Unión Soviética, no Gorbachov.

P. El papel que los separatistas rusos jugaron en el desmoronamiento de la URSS siempre ha quedado bastante relegado en la historiografía, todo lo contrario a la visión estadounidense de que fue la presión de Ronald Reagan la que acabó forzando el colapso de su rival.

R. Bueno, ya sabes que a los estadounidenses les encanta vivir en su mundo. Si el público estadounidense cree que fue Ronald Reagan quien acabó con la Unión Soviética, da igual lo que uno diga o escriba, va a seguir creyéndolo. Pero si uno lee los archivos desclasificados, resulta evidente que la Casa Blanca en 1990 estaba tan desconcertada como el resto del mundo. Brent Scowcroft, amigo cercano y asesor de Seguridad Nacional de George Bush padre, afirmó entonces que este extraño modo de gobierno de Gorbachov había creado una situación absolutamente ridícula en la que Rusia estaba destruyendo el propio Estado soviético.

Foto: Gorbachov y Putin, en Alemania en 2006. (Getty Images/Andreas Rentz) Opinión
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P. En los últimos años, el exlíder soviético mostró su respaldo a Vladímir Putin en reiteradas ocasiones y también defendió la anexión rusa de Crimea. Esto rompió muchos esquemas en la UE, donde su imagen es en gran medida positiva. ¿Qué fue lo que nunca entendimos en Occidente de Mijaíl Gorbachov?

R. En Occidente, la gente idealiza y romantiza a Mijaíl Gorbachov. Lo ven como el héroe de una ópera wagneriana que llegó en su cisne y resolvió los problemas intratables de seguridad de Occidente y de la amenaza nuclear. Pero Gorbachov no era ningún caballero de brillante armadura, era un ruso hecho y derecho con orígenes ucranianos. El colapso de la URSS supuso un auténtico trauma para él. Hasta finales de 1991, nunca hubiera podido soportar la idea de que Ucrania votaría por su independencia y se convertiría en un Estado independiente. Era algo impensable para él. Así que no es ninguna sorpresa que, muchos años después, diera su aprobación a la anexión de Crimea.

Gorbachov es muy diferente de Putin porque él siempre prefirió resolver todo sin el uso de la fuerza y con el respeto por los derechos humanos. Pero hacia el final de su vida, creo que cambió un poco su modo de pensar a raíz de las expansiones de la OTAN y la Unión Europea. De alguna manera, comenzó a sentir que la historia se había desarrollado de una manera que lo convertía en un tonto. Él prometió que Rusia se convertiría en parte del proyecto común europeo y, de pronto, este proyecto se expandió hacia el este, pero nunca con la idea de incluir a Rusia. Creo que él estaba un poco ofendido por eso.

“Gorbachov es una persona difícil de entender”. Esta afirmación no viene de ningún analista o historiador, sino del propio Mijaíl Gorbachov, quien, como recordaba en su libro el biógrafo William Taubman, acostumbraba a referirse a sí mismo en tercera persona. No le faltaba razón. La muerte del último líder de la Unión Soviética en la noche del pasado martes desató un abanico enorme de opiniones enfrentadas sobre su figura. ¿Merecía ser tan denostado en Rusia o tan aplaudido en Occidente? ¿Fue un idealista con una visión clara o un reformista que no pudo impedir el colapso y desintegración de su imperio? ¿Fue el principal responsable del fin pacífico de la Guerra Fría o un capitán impotente en medio de la tormenta perfecta? ¿Deberíamos respetar a alguien que respaldó desde el principio la anexión rusa de Crimea?

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