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Ucrania gana momentum en la guerra con la "tentación" de un alto el fuego en el horizonte
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Ucrania gana momentum en la guerra con la "tentación" de un alto el fuego en el horizonte

En mitad de la niebla de guerra, suena cada vez más insistentemente la petición de un alto el fuego en Ucrania; pero varios analistas advierten de que detener las hostilidades puede, a veces, recrudecer la violencia

Foto: Soldados ucranianos se calientan en una hoguera en las inmediaciones de Kiev. (EFE/Alisa Yakubovych)
Soldados ucranianos se calientan en una hoguera en las inmediaciones de Kiev. (EFE/Alisa Yakubovych)
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El sábado, Ucrania aseguró haber retomado el control completo de Kiev/Kyiv y todas las áreas cercanas a la capital, mientras las tropas rusas continuaban su retirada táctica hacia el este, donde su nuevo objetivo militar es capturar la región del Donbás. En mitad de la niebla de guerra, suena cada vez más insistentemente la petición de un alto el fuego en Ucrania. Una manera de aprovechar la aparente evolución de la situación bélica y de los primeros balbuceos de un diálogo, en un momento en el que los defensores están ganando 'momentum' ante un invasor herido y dubitativo, pero todavía muy peligroso.

Rusia argumentó que empezaría a retirar sus tropas del norte de Ucrania como una manera de "incrementar la confianza" de los ucranianos en el proceso de paz. Los análisis militares y las informaciones sobre el terreno, en cambio, indican que esa retirada no es fruto de la buena fe, sino de la contraofensiva ucraniana. Y que no es una retirada, sino probablemente una reagrupación de fuerzas con vistas a centrarse en sureste del país, como sugirió el propio Estado mayor ruso al anunciar, hace unos días, que pasaba a otra fase de la campaña.

Los análisis militares y las informaciones sobre el terreno indican que la retirada no es fruto de la buena fe, sino de la contraofensiva ucraniana

El contraataque ucraniano y la retirada rusa ha permitido que Kiev recupere más de 30 ciudades esta semana, dijo el consejero presidencial Okeksiy Arestovych a periodistas. Las imágenes que llegan desde el terreno muestran un enorme nivel de destrucción y muerte. Fotos de cadáveres maniatados, tendidos en aceras o arrojadas por barrancos. Cuerpos de soldados rusos abandonados y una ingente cantidad de equipo militar destruido.

"Ellos (los rusos) confirmaron nuestra tesis de que los borradores de las negociaciones están los suficientemente trabajados como para permitir conversaciones directas entre los líderes de ambos países", dijo el negociador ucraniano David Arakhamia a una televisión local, según la agencia 'Interfax Ukraine'. Moscú no se ha pronunciado sobre este punto.

Dentro y fuera de Ucrania se percibe una oportunidad para detener la violencia, que ha causado miles de muertos, seis millones de desplazados internos y unos cuatro millones de refugiados. "Un cese de las hostilidades permitirá que la ayuda humanitaria esencial sea distribuida y que los civiles se muevan de manera segura", declaró el secretario general de la ONU, António Guterres. "Espero que un alto el fuego también ayude a abordar las consecuencias globales de esta guerra, que corre el riesgo de empeorar la profunda crisis de hambre en muchos países en desarrollo que ya no tienen espacio fiscal para invertir en su recuperación de la pandemia".

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Sin embargo, varios analistas desaconsejan acordar el cese de los disparos. Argumentan que detener las hostilidades, paradójicamente, puede a veces recrudecer la violencia. Aunque se hagan en nombre de la paz, estas pausas permiten restablecer las líneas de suministro, reparar los vehículos, traer tropas de refresco y, en definitiva, multiplicar los ataques días o semanas después de haberse pactado el alto el fuego. Algo que Rusia ya ha hecho en otras de sus guerras.

"Aquellos que quieren una paz duradera en Ucrania deben resistir la tentación de aceptar una oferta rusa de alto el fuego que establezca las condiciones de un renovado conflicto en los términos de Rusia, o dé a Rusia ventajas sobre Ucrania, que luego use para forzar condiciones y rendiciones", escribe Natalia Bugayova, investigadora del 'think tank' estadounidense 'Institute for the Study of War'. Según la autora, Rusia está ahora mismo a la defensiva, lastrada por numerosos problemas logísticos y de moral, y perdiendo sus posiciones en el norte. Un alto el fuego le permitiría readaptar su estrategia y volver a embestir cuando se sienta preparada. Al mismo tiempo, desinflaría la inercia de la que ahora mismo gozan los ucranianos.

Una peligrosa pausa operativa

Un estudio del mismo 'think tank' reflejaba en 2019 que esta técnica ya había sido utilizada por el Kremlin en Siria, donde supo ajustar su campaña a las condiciones sobre el terreno, empleando como cobertura un alto el fuego. Las fuerzas rusas y prorrusas del Donbás habrían recurrido a la misma estratagema en 2014 y 2015, mientras se negociaban los infructuosos Acuerdos de Minsk.

Gustav Gressel, del 'European Council of Foreign Affairs', escribía días antes en El Confidencial en esa misma línea: Rusia solo buscaría una "pausa operativa" para poner orden en sus tropas y sumar una parte de los 135.000 reclutamientos rusos anunciados a finales de marzo. "Habrá una segunda oleada ofensiva cuando Moscú pueda lanzar nuevas fuerzas en el teatro [de operaciones]", opina Gressel. "Las negociaciones, por un lado, y las amenazas nucleares, por otro, son una distracción para mantener a los europeos esperanzados y nerviosos al mismo tiempo. Moscú quiere que Occidente reste prioridad a las entregas de armas, bien por la esperanza de un acuerdo negociado, bien por miedo a una guerra nuclear. Ninguna de las dos va a suceder".

Foto: Tanques rusos, cerca de Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko) Opinión

Los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido, los únicos en predecir la invasión rusa y los más halcones en la estrategia de guerra, comparten estas susceptibilidades. Washington ha advertido varias veces de que Rusia no está retirándose, sino reposicionándose; y Londres desconfía de las prisas por lograr un acuerdo de paz que sea nocivo para los ucranianos en el medio y largo plazo, según han comunicado fuentes oficiales a The Times.

Otros observadores del conflicto han matizado estas dudas. Phillip O’Brien, profesor de estudios estratégicos de la Universidad de St. Andrews, en Reino Unido, recuerda que esos 135.000 reclutas que menciona Gressel no pueden ser enviados tan sencillamente a la guerra. Primero tendrían que ser entrenados, bien entrenados, y luego recorrer las enormes distancias que los separan del frente. A no ser que el conflicto dure mucho, esto de momento es descartable. También apunta que reparar los tanques, los camiones, los carros blindados, etc., es más costoso de lo que parece.

O’Brien añade, además, que los avances ucranianos en el norte, concretamente en Járkiv/Járkov, pueden dificultar el desplazamiento ruso hacia el Donbás. "Sin acceso por carretera alrededor de esta ciudad, la segunda más grande del país, los rusos no pueden reposicionar sus fuerzas del norte hacia el sur", escribe el profesor. "Tendrán que tomar la ruta larga de mandar tropas a Bielorrusia o Rusia y alrededor. Básicamente, Járkiv divide la guerra en dos". Estas dificultades alimentan la teoría de que, posiblemente, a Rusia le interesa negociar la paz más de lo que puede parecer a simple vista.

¿Cómo saciar a Putin?

Más allá de estos detalles, sin embargo, hay un factor de fondo que pesa mucho más que el resto, y que bloquea los rayos de luz que se vislumbran en esta fase de la guerra. El factor es el siguiente: Vladímir Putin no puede firmar la paz e irse de Ucrania con las manos vacías. Necesita algo grande que justifique el enorme coste humano, político y económico de su invasión. Posiblemente, territorio. Si no el control de la mitad oriental de Ucrania, dinamitado por la feroz resistencia de sus habitantes, al menos del Donbás y puede que de la ribera norte del Mar Negro. Y ahí está el gran bache, como han apuntado observadores como Mark Galeotti, Stephen Kotkin, Ben Judah o Dmitry Alperovitch, que yace en el camino a cualquier acuerdo de paz. Una derrota, simplemente, no está entre las opciones rusas.

La delegación moscovita barajaba esta semana ofrecimientos tan aparentemente generosos como dejar que Ucrania entre un día en la Unión Europea. Una opción con truco. Primero, porque no hay garantía alguna de que los Veintisiete acepten en sus filas a un país atrapado en circunstancias tan sensibles: en guerra desde hace ocho años y con una potencia limítrofe que no duda en desencadenar la catástrofe si así lo considera. La mancha de la guerra ensombrecerá a Ucrania durante mucho tiempo. Y segundo, por las nociones discutidas al principio: es posible que Rusia solo esté ofreciendo a Ucrania una engañosa zanahoria, mientras oculta en su espalda un palo con el que la atizará una vez readapte sus tácticas y traiga sangre nueva al frente.

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El bache es, principalmente, Vladímir Putin y sus demandas expansionistas, pero también el hecho de que ningún presidente ucraniano podría firmar la entrega del Donbás, ni mucho menos del Donbás y los puertos del sur, sin suicidarse políticamente y pasar a la historia como un ejemplo de ignominia. Es este el clima político que impidió a Volodímir Zelensky firmar los Acuerdos de Minsk, que habrían dado un estatus de autonomía a los enclaves separatistas del Donbás, y, por tanto, voz y voto a las fuerzas prorrusas, controladas por el Kremlin, en la política ucraniana.

Una de las expectativas que ha manejado Mark Galeotti, en 'The Spectator', es que Rusia necesita territorio ucraniano, pero no a los ucranianos. Su estrategia, siguiendo los modelos de Grozni, Alepo y ahora Mariúpol, puede ser expulsar a la población de las ciudades importantes del este y del sur de Ucrania utilizando bombardeos masivos. Una táctica salvaje que le facilitaría dos cosas: uno, evitar una larga y cruenta lucha urbana, para la que las tropas rusas no están bien entrenadas; y dos, poder ocupar estas ciudades sin padecer demasiada resistencia civil. El Tesoro ruso ya se encargaría de reconstruirlas en el futuro, como hizo en Chechenia.

Es en esta encrucijada donde están ahora mismo los actores de esta calamidad. Ucrania y Rusia tratan de convencer a la opinión pública de que controlan Mariúpol, colgando fotos en las redes y reivindicando la victoria. Mientras, el corredor humanitario que habría aliviado al tercio de la población que todavía está allí, sufriendo de la falta de agua, luz y comida desde hace un mes, no ha funcionado, y los miembros de la Cruz Roja tuvieron que replegarse a Zaporiyia. La niebla de la guerra y sus relámpagos de violencia, pese a las palabras, siguen dominando Ucrania

El sábado, Ucrania aseguró haber retomado el control completo de Kiev/Kyiv y todas las áreas cercanas a la capital, mientras las tropas rusas continuaban su retirada táctica hacia el este, donde su nuevo objetivo militar es capturar la región del Donbás. En mitad de la niebla de guerra, suena cada vez más insistentemente la petición de un alto el fuego en Ucrania. Una manera de aprovechar la aparente evolución de la situación bélica y de los primeros balbuceos de un diálogo, en un momento en el que los defensores están ganando 'momentum' ante un invasor herido y dubitativo, pero todavía muy peligroso.

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