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Hambre, asedio y destrucción indiscriminada: Putin aplica el modelo sirio a Ucrania
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el juego de espejos ya no funciona

Hambre, asedio y destrucción indiscriminada: Putin aplica el modelo sirio a Ucrania

En Ucrania, el Kremlin está aplicando muchas de las lecciones aprendidas en la guerra de Siria, que le han permitido mantener la confusión acerca de sus acciones y su forma de operar

Foto: Un cartel en una manifestación en Alemania dice 'La maldición de Putin empezó en Siria'. (EFE/ Leonhard Simon)
Un cartel en una manifestación en Alemania dice 'La maldición de Putin empezó en Siria'. (EFE/ Leonhard Simon)
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Ni un solo día ha durado la ilusión de que Rusia tenía intenciones serias de negociar un acuerdo para poner fin a la guerra. Mientras Moscú anunciaba una desescalada en Kiev y Chernígov, ambas ciudades acabaron la jornada del miércoles siendo objeto de bombardeos. Otro más de los trucos de un régimen ruso que se mueve como nadie en el terreno de la ambigüedad y las falsedades.

En Ucrania, de hecho, el Kremlin está aplicando muchas de las lecciones aprendidas en la guerra de Siria, que le han permitido mantener la confusión acerca de sus acciones y su forma de operar. Algunas de estas técnicas las hemos visto ya en acción, mientras se prepara el terreno para otras siguiendo un patrón ya conocido.

En primer lugar, está la desnaturalización del enemigo mediante etiquetas genéricas: en Siria, todos los que se oponían al Gobierno de Bashar Al Assad eran tachados de “terroristas”, al tiempo que se promovía activamente el mensaje de que los grupos rebeldes sirios estaban compuestos única y exclusivamente por yihadistas (algo que cualquiera que haya tenido un mínimo de contacto con la insurgencia siria, como fue mi caso cuando trabajaba como corresponsal en Turquía, sabe que es rotundamente falso). Aquí, ese papel lo cumplen los supuestos “nazis”, que aparentemente son todos aquellos ucranianos que se resisten a la invasión y ocupación rusas.

Foto: Soldados ucranianos caminan cerca de cuerpos de soldados rusos muertos en el frente cerca de Kiev. (Reuters/Gleb Garanich)

La aplicación de estas etiquetas cumple además otra función: cuando el ejército ruso decide decretar corredores humanitarios para los civiles en las localidades bajo cerco, automáticamente se permite declarar que aquellos que no las abandonen pertenecen a dichas categorías de “yihadistas” o “nazis”, o bien que están siendo retenidos a la fuerza como “escudos humanos”. Lo vimos en Siria, y lo estamos viendo de nuevo en Ucrania.

Los titulares de estos días en RT y Sputnik acerca de Mariúpol, de hecho, son asombrosamente similares a los utilizados en 2018 durante el cerco al campo de refugiados de Rukban, en el sur de Siria, donde el régimen sirio y la policía militar rusa impidieron la entrada de alimentos para tratar de forzar la salida de la población a través de los “corredores humanitarios” abiertos por Rusia, que ningún civil quería utilizar por miedo (bien fundado) a las represalias de los torturadores de Assad.

Mariúpol ha sido sometida a un asedio similar a los que sufrieron ciudades como Hama o Homs, donde el hambre se utilizó como arma para forzar la rendición de sus habitantes. El nivel de destrucción de esta ciudad es comparable al de Alepo, un destino similar al que podría aguardar a lugares como Jarkov o Mikolaiv. Y las tropas rusas están siendo acusadas del mismo tipo de violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra que en Siria, incluyendo el bombardeo de hospitales y objetivos civiles.

Foto: Logo del canal ruso RT. (Reuters/Dado Ruvic)

La investigadora Hanna Notte, analista del Centro para el Desarme y la No Proliferación de Viena, que se encontraba trabajando en Rusia cuando el país lanzó su intervención en Siria en 2015, ve también similitudes entre las declaraciones de los altos mandos rusos decretando el fin de la “primera fase de la guerra” y anunciando una refocalización en el Donbás, y la creación de “zonas de desescalada” en el oeste de Siria a partir de 2017, que permitió al Gobierno de Assad concentrar sus recursos en otros frentes. Una vez dominados éstos, las fuerzas ruso-sirias volvieron a centrar su atención en las “zonas de desescalada”, tomándolas una tras otra en supuestas “operaciones antiterroristas”. Notte, sin embargo, admite que las cosas podrían desarrollarse de forma muy diferente en Ucrania, puesto que se trata de dos guerras muy dispares.

Y luego está la cuestión de las armas químicas. En Siria, el Kremlin ha recurrido sistemáticamente a acusaciones sobre supuestos ataques de falsa bandera con los que los rebeldes tratarían de incriminar a Rusia y al régimen sirio. No es casualidad que, por lo general, pocos días después de una “advertencia” de los servicios de inteligencia rusos, tenga lugar un ataque con sarín o cloro por parte del Gobierno de Damasco contra posiciones rebeldes, tal y como ha acreditado repetidamente la Organización para la Prohibición del Armamento Químico. Ahora, altos funcionarios y diplomáticos rusos están realizando alegaciones similares sobre “provocaciones químicas” en Ucrania, lo que hace temer que puedan producirse ataques de este tipo en los frentes que se resisten al avance ruso, como Jarkov.

En conjunto, todos estos elementos le permitieron a Putin mantener cierta negación plausible mientras sus fuerzas contribuían a la destrucción de Siria. Pero hoy los ojos del mundo entero están puestos en Ucrania, y todos conocemos un poco mejor los viejos trucos del Kremlin. Los juegos de espejos ya no funcionan, porque podemos ver a través de ellos.

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