Estrategia maestra o ridículo épico: qué hay detrás de la guerra más anunciada de la historia
¿Por qué están tan habladoras las agencias de Inteligencia occidentales? ¿Se trata de una estrategia para dejar menos margen a Putin o simplemente agitan el miedo?
"El 15 de febrero de 2022 quedará marcado en la historia como el día que la guerra de propaganda occidental falló. Humillados y destrozados sin disparar un solo tiro". La cita es de la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Maria Zakharova, y encapsula la paradoja narrativa de la extenuante crisis ucraniana. Este martes, víspera del 16 de febrero que la inteligencia estadounidense —y compartida por países como Reino Unido o Francia— había marcado como el arranque de la temida invasión de Ucrania, Rusia anunciaba la reubicación de algunas de sus tropas desplegadas junto a la frontera. Un movimiento anticlimático que aleja, por el momento, la amenaza militar inminente que la Casa Blanca llevaba telegrafiando ya casi tres meses.
¿Qué ha sucedido aquí? ¿Se ha marcado la inteligencia occidental un nuevo fiasco épico tras el ridículo de Afganistán? ¿O se trataba todo de un plan maestro para disuadir a Vladímir Putin a golpe de filtración y ultimátum? No hay respuesta satisfactoria. Con los acontecimientos todavía en pleno desarrollo, la batalla por el relato apenas acaba de empezar.
Tres escenarios de partida
Los escenarios de partida están claros.
"O hay una invasión y vemos que EEUU tenía razón. O no la hay, pero en 20/50 años descubriremos que la CIA tenía una capacidad de inteligencia increíble en Moscú y realmente evitó una guerra. O este es el mensaje más irresponsablemente loco que te puedas imaginar", enumeró Shaun Walker, corresponsal de The Guardian para Europa central y del este, en un reciente tuit.
La hipotética ocupación rusa de Ucrania habría sido una la guerra más anunciada de la historia. En ruedas de prensa, comunicados, entrevistas y filtraciones, Estados Unidos lleva desde noviembre informando, casi en tiempo real, del número de soldados y equipos rusos apostados en la frontera; especulando abiertamente con los potenciales —y presuntos— planes del Kremlin para la invasión: movimientos de tropas, objetivos de bombardeos, planes de ciberataques y todo tipo de mapas militares.
Este maremágnum de datos ha venido acompañado de constantes interpretaciones —casi siempre pesimistas— sobre los medios materiales y el apetito geopolítico de Putin para atacar al país vecino. Se ha hablado de invasión “de manera inminente”, se han abierto ventanas “de 48 horas” y se han puesto fechas concretas. El número, frecuencia y detalle de las filtraciones por parte de la Casa Blanca ha sido “una de las más agresivas desde la crisis de los misiles en Cuba”, según han asegurado funcionarios estadounidenses al New York Times.
Para muchos analistas, esta insólita verborrea de las agencias y sus informes 'in crescendo' responden a una estrategia deliberada. Poniendo el foco político y mediático de forma permanente sobre la frontera, se reduce el espacio de maniobra de Putin y refuerza el mensaje de la disuasión.
“El objetivo es realmente decirle a Moscú que la inteligencia occidental sabe lo que está potencialmente pensando hacer en Ucrania, que conoce las opciones que [Rusia] tiene, con la esperanza de forzar a Rusia a pensárselo dos veces embarcarse en una acción militar", sostiene Dan Lomas, experto en Inteligencia y Estudios de Seguridad de la Universidad de Brunel (Londres), en entrevista con El Confidencial.
Disuasión es mi bandera
Un ejemplo práctico serían desmontar potenciales operaciones de ‘falsa bandera’ que pudieran servir para justificar una escalada militar rusa. Washington llegó describir ante los medios y con todo lujo de detalles un supuesto vídeo que Rusia estaría produciendo, que incluiría cruentas imágenes de cuerpos y edificios destrozados tras una explosión, supervivientes lamentando en lengua rusa y, entre las ruinas, restos de equipos militares occidentales.
Durante la rueda de prensa en la que se denunció el video que serviría como espoleta para la guerra, la Casa Blanca se negó a compartir detalles sobre cómo había obtenido esa información o si habían llegado a ver el material. La ausencia de pruebas enervó a algunos periodistas. “¡Esto es más del estilo Alex Jones (fundador de la conspiranoica web ‘Infowars’)!”, llegó a protestar un periodista de la agencia AP.
“Estamos tratando de disuadir a los rusos de seguir adelante con este tipo de actividad. Por eso lo hacemos público. Si dudan de la credibilidad del Gobierno estadounidense, del Gobierno británico, de otros gobiernos, y quieren encontrar consuelo en la información que los rusos están publicando, es cosa suya", respondió tajante el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.
¿Y ha funcionado la estrategia? “Los rusos parecen un poco conmocionados por la avalancha de información y tal vez un poco inseguros de cómo responder…”, escribe Daniel Baer, exembajador de EEUU ante la OSCE y analista del centro Carnegie, en el Washington Post. “[Ahora] mucha gente sabe más sobre cómo funcionan los ataques de falsa bandera. Si Putin usara ese enfoque, ya no sería una sorpresa. Transmitir los posibles planes de Putin también refuerza la impresión de que los aliados podrían presentar rápidamente una respuesta unificada a cualquier acción, presumiblemente amplificando cualquier efecto disuasorio. Y así han cambiado las cosas: en lugar de que Occidente juegue al topo, refutando varias mentiras propagadas por Rusia, Rusia ahora está en la posición de negar los complots potenciales que puede estar tramando con respecto a Ucrania”, concluye.
Sin embargo, esta aparente autoconfianza esconde la gran debilidad estructural del aparato de inteligencia occidental en esta crisis. No saben qué quiere Putin. Ni siquiera tienen acceso al círculo más cercano al mandatario, según admitieron agentes de inteligencia a la CNN en 2021. Con unas exigencias inaceptables y una actitud inflexible en las negociaciones, ni espías, ni expertos, ni presidentes han descifrado las intenciones últimas del líder ruso.
"Para las agencias de inteligencia, es relativamente fácil conseguir información secreta, pero es muy muy predecir los eventos. Simplemente, no tenemos la información sobre qué quiere Putin exactamente hacer en Ucrania", apostilla Lomas.
Propaganda multinivel
En este contexto, más que un exitoso plan de disuasión estaríamos ante un esfuerzo exagerado e interesado por parte de Estados Unidos y algunos aliados occidentales por hacerse con el control de la narrativa con la brocha gorda de la propaganda. Muchas veces con importantes factores internos en juego, no siempre alineados con los intereses geopolíticos de Ucrania.
Kiev ha sido precisamente uno de los grandes críticos de esta insistencia estadounidense por “generar pánico” con sus ominosos pronósticos, que han derrumbado la confianza inversora en el país. Pero en el relato de Joe Biden, cuya popularidad todavía se resiente de la calamitosa evacuación de Afganistán, no puede haber espacio esta vez para la complacencia.
"Excelente estrategia de la Casa Blanca: si Rusia invade, el mundo había sido advertido; si no, Biden emergerá como el líder que hizo titubear a Putin. Un impulso muy necesario para los demócratas en el período previo a las elecciones intermedias ['mid term']. El desastre afgano quedará olvidado. Toda la política es local", señalado Dimitri Trenin, antiguo coronel de la Inteligencia Militar rusa.
No es una cuestión exclusiva de EEUU. Todos los líderes que han desfilado por la crisis ucraniana lo han hecho con un meditado cálculo político interno. El más descarado, Boris Johnson y su intento por distraer la atención pública del ‘partygate’ con su implicación personal en la crisis ucraniana. En lo peor del escándalo, los servicios secretos británicos llegaron a revelar un presunto complot del Kremlin para dar un golpe de Estado en Ucrania y sustituir al presidente Volodímyr Zelenski por un títere prorruso.
Pero también el francés Emmanuel Macron, buscando un perfil de Estado con un ojo puesto en las elecciones presidenciales de esta primavera; el alemán Olaf Scholz, movido por las críticas a su lánguida reacción ante la crisis; el polaco Andrzej Duda aprovechando el momento para suavizar a sus socios europeos ante los crecientes conflictos de Varsovia con Bruselas. El propio Gobierno español trató de ganarse el favor estadounidense y aplacar la crisis con Marruecos.
¿A qué hora invadimos?
El problema es que jugar a la propaganda con Moscú puede ser una apuesta arriesgada. Acostumbrados a estar al otro lado de la desinformación, las autoridades rusas juegan ahora al despiste y critican sin inmutarse que los políticos occidentales utilicen a Ucrania para conseguir "puntos políticos internos baratos". “Después de que las tropas rusas finalicen los ejercicios [militares] y regresen a sus cuarteles, Occidente declarará una ‘victoria diplomática’ al ‘conseguir’ la ‘desescalada rusa’“, afirmaba ya el domingo pasado el ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, antes de que se comenzaran a reubicar algunas unidades en la frontera este martes.
Rusia lleva toda la crisis acusando a EEUU de avivar los ánimos con estos insistentes augurios de conflicto y ha negado, por activa y por pasiva, cualquier intención de invadir Ucrania —pese al precedente de 2014, cuando se anexionó Crimea y separatistas prorrusos se levantaban en el Donbás con Biden también en la Casa Blanca como vicepresidente de Barack Obama—.
"[Putin] (nos) pide que averigüemos si se ha publicado la hora exacta del comienzo de la guerra", llegó a bromear el portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, en rueda de prensa. "Es imposible comprender esta locura de información maníaca", agregó.
Una desescalada amplia y abrupta podría dejar en fuera de juego propagandístico a Occidente y volver a desacreditar a la inteligencia estadounidense meses después del descalabro de Afganistán, cuando una semana antes de la caída de Kabul aseguraba que el Gobierno afgano podría aguantar “varios meses”. "Hemos visto ya esta reacción de desconfianza. El problema con la inteligencia estadounidense es que siempre va a estar ahí el legado de lo de Irak", sostiene en esa línea Lomas, haciendo referencia a las inexistentes armas de destrucción masiva con las que se justificó el derrocamiento de Sadam Huseín en 2003.
Con este difuso paso de Putin, la crisis ha entrado de lleno en el voluble reino de la interpretación. Y cada quién está leyendo el tablero como le conviene.
"Desde la perspectiva de EEUU, la publicación de este tipo de información de Inteligencia logró su objetivo disuasorio, evitando una potencial invasión rusa. En el otro lado, si la invasión no ocurre mañana o en los próximos días, ha sido un error de Occidente: sus informes infundiendo terror estaban equivocados", resume Lomas. "La guerra informativa va a seguir pase lo que pase”.
"El 15 de febrero de 2022 quedará marcado en la historia como el día que la guerra de propaganda occidental falló. Humillados y destrozados sin disparar un solo tiro". La cita es de la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Maria Zakharova, y encapsula la paradoja narrativa de la extenuante crisis ucraniana. Este martes, víspera del 16 de febrero que la inteligencia estadounidense —y compartida por países como Reino Unido o Francia— había marcado como el arranque de la temida invasión de Ucrania, Rusia anunciaba la reubicación de algunas de sus tropas desplegadas junto a la frontera. Un movimiento anticlimático que aleja, por el momento, la amenaza militar inminente que la Casa Blanca llevaba telegrafiando ya casi tres meses.
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