"Parad de ser Nazis. No a las fronteras"
"Hace tres años, estas ideas eran condenadas como radicales y de extrema derecha. Ahora, cada vez más gente las apoya". Lo dice abiertamente Sebastian Kurz, y no se equivoca
"Hace tres años, estas ideas eran condenadas como radicales y de extrema derecha. Ahora, cada vez más gente las apoya". Lo dice abiertamente Sebastian Kurz, el conservador primer ministro de Austria y anfitrión de la cumbre celebrada en Salzburgo esta semana. Kurz, cuya coalición con la extrema derecha del FPÖ tiene el respaldo de uno de cada dos austríacos, no miente. La situación en la Unión Europea es esa. Aunque las llegadas de migrantes se han reducido dramáticamente desde la crisis de refugiados que provocó la guerra de Siria en 2015, la intolerancia de los europeos hacia los extranjeros va en aumento. Y la extrema derecha ha logrado arrastrar la discusión política a su terreno, donde las prioridades son cerrar las fronteras, evitar las llegadas y acelerar las expulsiones.
"El sistema tiene que ser cambiado completamente", advierte Kurz, anfitrión del encuentro. En ello están los europeos, discutiendo una y otra vez para llegar siempre a la misma conclusión: no hay consenso. Algunos países, con Hungría a la cabeza, se niegan a hacerse cargo de los migrantes. Así resumía su postura el húngaro Viktor Orbán, tras recibir el apoyo de sus socios del Partido Popular Europeo, tácito en algunos casos, explícito en el de Pablo Casado: "No dejarles entrar y a los que ya están dentro, mandarlos a casa".
Más desarrollada es la receta que defiende Kurz y que se está convirtiendo en la línea de acción que, poco a poco, va aplicándose a nivel europeo, ante la falta de posiciones fuertes a favor de otras políticas: "Lo que tenemos es que asegurarnos de que cuanta menos gente posible salga ilegalmente de las costas del norte de África y vayan hacia Europa", ha explicado. Aquellos que logren subirse a una patera, tienen que ser interceptados por los guardacostas de los países africanos —previamente convertidos en socios preferenciales, como se apresta a hacer la UE con Egipto— y no por ONG.
Viena, pero también Malta o Roma, apuntan directamente contra las ONG. Kurz afirma que tienen vínculos con los traficantes de personas, algo que sostuvo recientemente también el gobierno maltés. "Y no se les puede tomar por extrema derecha, son socialdemócratas", recalcó Kurz. Sí, al menos de carnet. Esa es la constatación de la deriva europea tras la cumbre de Salzburgo. El consenso pasa por evitar que entren migrantes. Punto. Nadie, ni siquiera el socialista Pedro Sánchez o el izquierdista Alexis Tsipras, se acordaron de reclamar en público que se apueste por abrir canales de migración legal, como solución a las pateras.
"Causa del fallecimiento: las fronteras externas de la Unión Europea". Con este lema, recorrieron las calles de Salzburgo unos cientos de manifestantes, mientras los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea constataban que la mano dura está para quedarse. Sus consignas, a la vista de la tendencia electoral que muestran la mayoría de los países europeos, son cada vez menos compartidas por sus coetáneos.
En Suecia, la extrema derecha logró quedar tercera en unas elecciones que han dejado un difícil panorama político. En Alemania, alguna encuesta da ya a AFD una segunda posición. En Holanda, Geert Wilders quedó en ese puesto. En Francia, solo el frente improvisado por Emmanuel Macron pudo parar a Marine Le Pen, por el momento. En Hungría, Orbán. En Italia, Matteo Salvini. En Polonia, el PiS. Hasta en España podría sacar representación parlamentaria Vox, mientras Pablo Casado adopta un tono mucho más duro que su predecesor. Las elecciones europeas pueden convertirse en un plebiscito para los ultras. Pero, aunque los moderados o la izquierda salven los muebles, la extrema derecha está aquí para quedarse.
"Parad de ser nazis. No a las fronteras", exigía una de las pintadas en Salzburgo. El llamamiento de los manifestantes a sus líderes políticos no era a detener a los extremistas: dan por hecho que ya están en lo más alto del poder. Esperemos que su temor, ante el ascenso de los ultras en Europa, sea exagerado.
"Hace tres años, estas ideas eran condenadas como radicales y de extrema derecha. Ahora, cada vez más gente las apoya". Lo dice abiertamente Sebastian Kurz, el conservador primer ministro de Austria y anfitrión de la cumbre celebrada en Salzburgo esta semana. Kurz, cuya coalición con la extrema derecha del FPÖ tiene el respaldo de uno de cada dos austríacos, no miente. La situación en la Unión Europea es esa. Aunque las llegadas de migrantes se han reducido dramáticamente desde la crisis de refugiados que provocó la guerra de Siria en 2015, la intolerancia de los europeos hacia los extranjeros va en aumento. Y la extrema derecha ha logrado arrastrar la discusión política a su terreno, donde las prioridades son cerrar las fronteras, evitar las llegadas y acelerar las expulsiones.
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