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La cumbre que confirma el avance de la extrema derecha en la UE
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sin acuerdo del brexit antes de noviembre

La cumbre que confirma el avance de la extrema derecha en la UE

La migración es el tema caliente de una reunión en la que los jefes de Estado y de Gobierno europeos discutirán una vez más qué hacer. Y, una vez más, no harán nada

Foto: El canciller de Austria, Sebastian Kurz, junto a su socio de gobierno, el ultraderechista Heinz-Christian Strache. (EFE)
El canciller de Austria, Sebastian Kurz, junto a su socio de gobierno, el ultraderechista Heinz-Christian Strache. (EFE)

Matteo Salvini no está invitado. Ni Marine Le Pen. Tampoco el holandés Geert Wilders, ni la ultraderecha alemana de AfD. Y, sin embargo, la cumbre informal de Salzburgo promete ser el encuentro en que se confirme el avance de la extrema derecha en la Unión Europea. Y, sobre todo, la falta de respuesta tanto desde la socialdemocracia como desde los liberales y la derecha moderada para pararlo. El menú ya habla por sí solo: inmigración y Brexit.

No será necesario que Viktor Orbán, el controvertido primer ministro húngaro, lleve la batuta de la cumbre para marcar el contenido del encuentro. Primero, porque pese al rapapolvo que se llevó la semana pasada por parte de la Eurocámara, es harto improbable que el Partido Popular Europeo (PPE) se decida al fin a suspender su membresía por la deriva autoritaria por la que está conduciendo a Hungría. Ninguna delegación ha planteado, por el momento, suspender su membresía en la cumbre de líderes del PPE que se celebra hoy en Salzburgo. Tampoco la española, que representará Pablo Casado.

placeholder Orbán ha visitado a Putin en Moscú en la víspera del encuentro con sus socios de la UE. (Reuters)
Orbán ha visitado a Putin en Moscú en la víspera del encuentro con sus socios de la UE. (Reuters)

Segundo, porque el contenido de la cumbre se centrará en la migración. Pese a que las llegadas mantienen su tendencia a la baja, la migración se ha convertido en una gran crisis política continental. La cuestión será abordada durante la cena que se celebra esta noche y, aunque la agenda oficial incluye también cuestiones de seguridad para el jueves, será el plato fuerte del encuentro. Espoleada por el discurso nacionalista y xenófobo de los ultras, esta cuestión caliente ha canalizado el descontento y la frustración de los europeos tras una crisis económica en la que se repartieron muchos recortes, pero menos responsabilidades a los que facilitaron que estallara.

Los jefes de Estado y de Gobierno europeos discutirán una vez más qué hacer. Y, una vez más, no harán nada. No se espera que, tres meses después de cerrar un escueto pacto migratorio en su encuentro en Bruselas de junio para salvar la cara —y, en buena medida, la frágil coalición de la canciller alemana, Angela Merkel—, se desarrollen ideas que crearon tanto revuelo como las plataformas de desembarco o los centros cerrados para identificar migrantes.

Ningún país europeo quiere este tipo de estructuras en su territorio, para frustración del Gobierno italiano, que promete seguir cargando contra Bruselas y la UE hasta que se reparta a los migrantes irregulares que llegan a sus costas. Tampoco ha habido grandes conversaciones con los socios del norte de África para contemplar la puesta en marcha de las plataformas de desembarco de personas rescatadas en alta mar. Reforzar la cooperación con los países africanos es clave, pero hasta ahora la UE no acaba de tomárselo en serio.

placeholder Migrantes rescatados en el estrecho de Gibraltar. (EFE)
Migrantes rescatados en el estrecho de Gibraltar. (EFE)

Se lleva meses hablando de poner en marcha un Plan Marshall de inversiones en África que no se concreta. La Comisión Europea quiere potenciar un acuerdo UE-África en el año que le resta de mandato. El primer ministro austríaco, Sebastian Kurtz, planteará a sus socios celebrar en diciembre otro encuentro al más alto nivel con países africanos. Ronda también la idea de un encuentro similar con representantes de Oriente Medio. Y en los últimos días, se anda trabajando para cerrar un acuerdo de asociación con Egipto con el que seguir reduciendo las llegadas.

Pero, con todo, no se espera que se tome ninguna decisión en el encuentro. Cierto que es una reunión informal, y por tanto no se pueden tomar decisiones con efecto legal, pero también que hace falta un acuerdo político a nivel europeo sobre cómo resolver el rompecabezas migratorio. No obstante, Orbán ya ha dejado claro que no piensa colaborar y obstaculizará cualquier medida que suponga que Hungría tenga que acoger migrantes o refugiados, una música al ritmo de la que bailan también Polonia y otros países del Este.

placeholder El líder de los ultraderechistas Demócratas de Suecia, Jimmie Akesson. (EFE)
El líder de los ultraderechistas Demócratas de Suecia, Jimmie Akesson. (EFE)

La realidad, no obstante, es que el discurso antimigración no es patrimonio exclusivo de Orbán y similares. Y ahí reside su tercera victoria. Con su empuje —y, ahora, el de Salvini o la alemana AfD, precedido por Le Pen— y tras las imágenes de las llegadas que causó la guerra de Siria, han logrado arrastrar la discusión europea, y las preocupaciones ciudadanas, hacia la derecha. Los nórdicos tampoco lo pondrán fácil. Suecia, que ha visto un marcado avance de la ultraderecha en las recientes elecciones, no está como para hacer grandes concesiones. Y el francés Emmanuel Macron ha dejado claro una y otra vez que Francia no está por la labor de acoger a más personas, sino más bien por reforzar las expulsiones.

La realidad es que los líderes de los países de la Unión Europea, que son los que realmente marcan el paso al que avanza Europa, se encuentran profundamente divididos ante la cuestión migratoria. Y que no hay voluntad para dar nuevos pasos ni, mucho menos, encontrar compromisos. Y eso es muy preocupante. La falta de voluntad para lograr compromisos es una condena para el proyecto europeo, que no es otra cosa que eso: voluntad de ponerse de acuerdo, sobre cuestiones difíciles, en lugar de enfrentarse. Algo que hoy en las capitales nacionales cotiza a la baja.

Brexit: una salida para noviembre

Los líderes europeos también debatirán sobre la situación en que se encuentran las negociaciones del Brexit, ahora que han entrado en su fase final. Theresa May volverá a pedir a sus socios que abran la mano y den al negociador europeo para el Brexit, Michel Barnier, instrucciones para que flexibilice su postura. Barnier, muy respetado tanto en Bruselas como en el resto de capitales, es un dolor de cabeza para Londres, ya que se ha encargado de mantener la unidad de los europeos frente a un Reino Unido que ha tratado de aplicar la técnica de 'divide y vencerás' para sacar partido en las conversaciones.

La firmeza de Barnier, la falta de avances y las rencillas internas han obligado finalmente a May a tomar las riendas y dar el paso que para ella es más difícil, tras meses de vacilación y tiempo perdido: enfrentarse con los miembros favorables a un Brexit más duro, como Boris Johnson, Jacob Rees-Mogg o el anterior negociador británico, David Davis, ahora fuera del Ejecutivo tras su dimisión. May ha puesto sobre la mesa su versión de un Brexit suave, frente a las exigencias del ala dura de su propio partido, en el plan de Chequers. 

Sin embargo, Barnier ya ha dejado claro que el ambiguo plan no es suficiente, sobre todo en lo tocante a la frontera entre Irlanda del Norte e Irlanda. Pero May se aferra a él —es Chequers o nada, ha advertido este lunes a sus críticos internos y externos— y espera que sus socios le tiendan la mano durante la cumbre. Difícil tarea, puesto que aunque hay países que ven con buenos ojos un acercamiento de posiciones para, por una parte, dar un balón de oxígeno a May frente a los 'brexiters' duros, y evitar así un salto al vacío en marzo de 2019. Pero también son conscientes de que sencillamente no es tan fácil: no basta con voluntad, es necesario que lo que se ponga sobre el papel luego funcione.

No está nada claro cómo va a formalizarse la frontera entre Irlanda del Norte e Irlanda, con los “controles” que Londres propone, pero sin implantar una frontera que separe la primera, si queda fuera del mercado único y de la unión aduanera de la UE, de la segunda. El área de libre comercio de bienes, pero no servicios, que plantea May es un buen punto de partida, pero no una solución clara. Tampoco se sabe de qué manera se mantendrá Reino Unido en sintonía con las regulaciones de la UE, tal y como propone May, y cómo tendrá en cuenta la opinión del Tribunal de Justicia de la UE al mismo tiempo que se niega a estar bajo su control. 

Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo —la institución que representa a los estados miembros— ha hecho sonar la voz de alarma. “Es bastante posible que no haya un acuerdo” en las negociaciones del Brexit, advierte en su carta a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, de cara a la cumbre de Salzburgo. Una idea que estará muy presente en el encuentro.

Matteo Salvini no está invitado. Ni Marine Le Pen. Tampoco el holandés Geert Wilders, ni la ultraderecha alemana de AfD. Y, sin embargo, la cumbre informal de Salzburgo promete ser el encuentro en que se confirme el avance de la extrema derecha en la Unión Europea. Y, sobre todo, la falta de respuesta tanto desde la socialdemocracia como desde los liberales y la derecha moderada para pararlo. El menú ya habla por sí solo: inmigración y Brexit.

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